Desde el diván: «El soplo al corazón», de Louis Malle

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Por José María Bardavío

       La madre de Laurent, Clara “Rizzo” Chevalier (Lea Massari), es una señora muy liberal (la película transcurre en 1954), permitiendo que el flujo de lo sensual discurra entre ella y sus tres hijos sin censura. Ambientes,  situaciones y contextos que en otros lugares provocarían escándalo. 

    Nacionalidad: Francia. Título original: ‘Le souffle au coeur’. Año: 1970. Producción: Vincent Malle y Claude Nedjar. Guion y dirección: Louis Malle. Fotografía: Ricardo Aronovich (color). Música: Jean-Claude Laureaux. Intérpretes: Lea Massari, Benoit Ferreux, Daniel Gélin, Marc Vinancourt, Fabien Ferreux, Michel Lonsdale, Ave Ninchi, Gila Von Witershausen, Micheline Bona, Henri Pourier. Duración: 118 minutos.

     La madre de Laurent, Clara “Rizzo” Chevalier (Lea Massari), es una señora muy liberal (la película transcurre en 1954), permitiendo que el flujo de lo sensual discurra entre ella y sus tres hijos sin censura. Ambientes,  situaciones y contextos que en otros lugares provocarían escándalo. De forma tal que lo incestuoso se viene gestando desde el principio y es consecuencia del ecosistema sensual y de las libertades pulsionales que reinan en ese concreto universo familiar. De hecho la, en principio, perturbadora secuencia del incesto, levantó tanto escándalo que tuvo que ser censurada en el Festival de Cannes de 1971, aunque luego ganó la Palma de Oro.

     Quizá no se entendió entonces- ahora se entiende mucho mejor – que mientras la madre le cuenta a su hijo los problemas con su amante, su hijo Laurent, a expensas de sus propias experiencia vitales, se muestra finalmente capaz de comprenderla y entenderla. Por lo tanto los besos y abrazos que se prodigan no tienen nada de incestuosos  pues se trata de un adolescente de catorce años de edad que quiere mucho a su madre sin que su amor tenga mucho que ver con lo sexual.

     Todo lo contrario, esos besos y abrazos expresan precisamente la superación de las pulsiones incestuosas. Es decir que la sublimación se ha elaborado con éxito a consecuencia del conjunto de experiencias en su corto pero intenso transitar por la vida: el colegio, las aventuras con sus hermanos, las masturbaciones grupales, la demasiada amistad, la pérdida de la virginidad con una prostituta inducida por sus hermanos, las relaciones con varias chicas de su edad, etc, y el esfuerzo intelectual y social de Laurent que se interesa por la guerra de Indochina, es  voluntario de Cruz Roja,  lee a Marcel Proust y Albert Camus y también la Histoire D’O , escucha jazz de Charlie Parker y Dizzi Gillespie, y dice frases de enjundia provocativa como <<La guerra es demasiado seria como  para confiársela a los militares>>.

      En las primeras secuencias vemos a los tres hijos de Clara Chevalier (Léa Massari), la joven madre, utilizando el cuarto de baño con una naturalidad que mezcla narcisismo y espontaneidad. Un niño orina en el lavabo sin despertar demasiados enojos en su madre, y Laurent contempla a su madre desnuda en la bañera. El caso es que la bañera rebosa con el cuerpo ubérrimo de la joven madre y la escena es lo suficientemente extensa como para avivar la entrenada imaginación filial.  Lo cierto es que cuando Clara sale de la bañera y advierte que su hijo le ha estado espiando, le da una bofetada. Pero Laurent sigue impertérrito mirándole a los ojos. Finalmente ella es la que baja la cabeza. Debe de estar pensando que si hubiera cerrado la puerta no la hubiera visto, etc.

     Mucho más sentido tendría valorar  que los dos, madre e hijo, se dan cuenta de que la atracción sexual está incluida en el amor que siente Laurent por la madre (<<Hubiera preferido que me devolvieras la bofetada>>- le confiará ella luego. En esta secuencia –diríamos tan psicoanalítica, la sublimación del Edipo todavía no se ha estructurado y , por lo tanto, existe en la función escópica  (la mirada del niño en la madre desnuda) un cierto grado de perversidad que ni mucho menos disturba o neurotiza sino todo lo contrario: el ver desnuda a su madre se toma responsablemente se trata de una experiencia educativa que profundiza el conocimiento hacia ella porque difumina y expulsa prejuicios atávicos y moralinas culpabilizantes. La experiencia es asumida racionalmente, sin yugos morales. Una bella mujer desnuda que resulta ser su madre. Es como si lo incestuoso estuviera dejando de ser fijación para disolverse en la sublimación misma.

      La prueba a favor de esta tesis, descansaría en la falta absoluta de culpa que muestra el hijo ante su madre desnuda. Carencia de culpa bien ratificada o rubricada al recibir la bofetada de la madre. Laurent ve a una bella mujer desnuda, con todo lo agradable que puede resultar, pero sin morbos ni connotaciones perversas.

     Cuando la madre le cuenta a su hijo las  dificultades que atraviesa la relación con su amante (el marido, ginecólogo de prestigio, vive ajeno a su familia), Laurent, mostrando  cordura,  equilibrio y una sinceridad propia de un adulto le anima diciendo:

-Seguro que encuentras a alguien que te comprenda y te acepte como eres.

-(la madre) ¡Eres maravilloso!, ¡maravilloso! Una  maravilla, sí… Esta es una conversación poco corriente entre una madre y un hijo.

-(Laurent) ¿Por qué ? Soy tu amigo.

     La película no trata en absoluto de proponer una salida reglamentaria al incesto, como se ha dicho tontamente. La tesis incestuosa está sometida a subidas y bajadas de intensidad y entendimiento. Al compás, al ritmo, del gran Charlie Parker y del no menos fenomenal (y compañero) Dizzi Gillepsy, alteraciones en cadena, virtuosismo, rizos que rizan el rizo hasta lo imposible. La irracionalidad del incesto hilvanada en la geometría barroca y el expresionismo abstracto del jazz más puro. Esa trompeta de Charlie Parker desestructura y agota los esquemas armónicos mediante variaciones increíblemente infinitas. En este sentido resulta muy ilustrativa la relación entre el  fondo sonoro de la trompeta y la secuencia en la que Laurent se viste con la ropa de su madre: extiende sobre la cama sus prendas íntimas formando el cuerpo materno, para terminar ante el espejo del baño, como si Clara hablara con su amante asegurándole teatralmente que jamás se iría con él a costa de abandonar a Laurent . Una secuencia en la que se arroja mucho lastre incestuoso por la borda a base de humor, inocencia, simpatía y comicidad. Pero la secuencia contiene los entresijos pulsionales que Freud asignó al complejo de Edipo, al fetichismo y a las vacilaciones en la orientación del género originadas precisamente por el arrastre edípico. Es como si Louis Malle se preguntara después de aceptar al completo el freudianismo: Bueno, ¿y qué? Lo que no hay que hacer es culpabilizarse uno mismo por desear temporal, inconsciente y conscientemente a su madre.

     En este película se aprecian grandes dosis de naturalidad y espontaneidad que, a mi entender, estropean algo la discusión sobre el incesto que es el eje fundamental de la película. El registro cómico que quiere aliviar la seriedad del tema intelectual , juega en su contra. Y el monto,  quizá excesivo, de secuencias sobre las experiencias vitales de Laurent, resta consistencia al encrespado tabú del incesto.

    Dos años más tarde del estreno de Le souffle au cœur, Bernardo Bertolucci realizó una película de tema similar. Trataba de la relación entre Joe, un adolescente de la edad de Laurent, y su madre, Caterina, una famosa cantante de ópera. En esta película la reflexión sobre el incesto alcanza cotas magníficas. Louis Malle en Le souffle, parece estar suficientemente contento mostrando que las relaciones entre una madre y un hijo están impregnadas de un perfume incestuoso imposible de disimular. Mientras que las intenciones de Bertolucci en La luna son mucho más trascendentales y profundas: En La Luna no existen esas  adherencias cómicas que salpican continuamente la película francesa que confunden  lo que  se está contando a nivel profundo. Mientras Malle planea sobre el escabroso paisaje del incesto, Betolucci lo disecciona, lo deconstruye, mostrando los factores científicos que intervienen en su formación, estructuración y resolución. Y la película lejos de ser un presuntuoso tratado sobre el incesto contiene una gran sinceridad que la convierte en insuperable. Arte en estado puro.  En la de Louis Malle hay poco de eso. Está voluntariamente lastrada por un cierto tufillo provinciano. Y el latido intenso de lo incestuoso en lucha con las frenéticas descargas musicales, parecen decir que  todo es posible pero que nada es comprensible; que todo es forma, y que la sustancia, el fondo, también es parte de la forma. 

Más información: http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es/

 

 Nota de la redacción: Tenemos la suerte de poder contar en esta sección de cine del Pollo Urbano con la singular  colaboración del amigo, profesor y escritor José María Bardavío.    De su blog: “Las bañeras en el cine” vamos a ir acercando a nuestros lectores amantes del mismo estas apreciaciones sicoanalíticas  de algunas películas  que , sin duda, forman parte de nuestras vidas. Y todo ello se hará a través de este apartado que hemos decido llamar:  “Desde el diván”. Gracias al profesor por su generosidad y enhorabuena a los polleros enamorados del cine.

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