¡Austrohúngaros! / José Joaquín Beeme

Por José Joaquín Beeme 
http://blunotes.blogspot.it/

     Como si hiciera bueno el mantra de Berlanga, pronunciado a la enésima potencia, Wes Anderson sirve una opereta «austrohúngara» en Gran Hotel Budapest donde sus reconocibles aventuras en familia, familia descabalada como todas las que imagina, encuentran modo de articularse.
    Con un simplemacguffin, el robo de un cuadro que ponía guinda a una herencia, un gigoló de albergo y su fiel botones, ayudados de una sociedad secreta de maîtres, sortearán mil peligros en un recorrido que tiene tanto de iniciación como de traspaso de una voluntad de supervivencia y estilo. Decorados que no se esfuerzan en no parecerlo, colores pop que empapan cada encuadre (al naranja Tenenbaum, al amarillo Zissou o al verde Darjeeling habría que añadir el bermellón Budapest), personajes aviñetados que saben a literatura y con desenfado la exhiben: inverosimilitud premiada por una continua celebración de la sonrisa y una frescura narrativa como de primer cuentacuentos de escuela. Aun si el contexto, tras el riente teatrillo, no podría ser más desolador: esa Centroeuropa alcanforada y decadente que se desmigajaba en la Gran Guerra y cuyo recuerdo, en este centenario que reúne a viejos enemigos para la photo opportunity sobre montañas de carcasas humanas, repite las frases de Zweig: «Observé mi propia sombra, y era como si viera la sombra de aquella otra guerra detrás de esta guerra. Toda sombra, en el fondo, es también hija de la luz y sólo quien ha podido experimentar tiniebla y claridad, guerra y paz, ascenso y caída, puede decir que ha vivido de verdad.»

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