Por Max Alonso
Sólo unos pocos astorganos la celebraron. Eso sí, con mucha emoción por su fe en los valores permanentes de sus convicciones, aunque continúen tan injustamente tratados 87 años después.
Como poco son de los que se dice que siguen al diablo. Lejos de Satanás están. No así los acusadores como portadores de la fe y las buenas costumbres, que los consideran en el ámbito de la maldad de la Segunda República. Una visión tan injusta como mal intencionada porque la necesitan para justificarse a ellos mismos. Como la Primera vino a truncar la paz de la sociedad, fiel a los designios de los gobernantes por la senda de la justicia y la armonía de las tradiciones que la mueven y la guían.
En el marco de estas conmemoraciones se inscribe lo que se ha denominado despectivamente como el oxímoron para no ver la dura realidad que contiene la Ley de Memoria Histórica sacada adelante por el nefasto gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, como portaestandarte del delirio y la iniquidad. Un buen ejemplo de esto es el llamado ‘Manifiesto de Historiadores e Intelectuales´ sobre la última propuesta del PSOE sobre la Memoria Histórica, firmado por centenares de ‘historiadores e intelectuales’ entre los que destacan Alfonso Ussía, Rafael Arias Salgado, Joaquín Leguina y Mayor Oreja en una larga lista de profesores, profesionales y militares.
En el mismo se efectúan una serie de afirmaciones forzadas para ignorar las realidades sociales que quería atender la ley. Ya ocurrió lo mismo con la Ley del Divorcio propuesta en la democracia y ocurrió después que entre sus principales detractores se encuentran algunos de sus más aberrantes practicantes. Como ocurrió con la regulación de la condición homosexual y el matrimonio de los homosexuales. Independientemente si lo adecuado es esa denominación de matrimonio para el reconocimiento de la figura jurídica de la unión de dos personas porque lo importante era el reconocimiento de la igualdad general frente al atavismo histórico y cruel que se estaba siguiendo hacia los homosexuales, como reconoció el mismo Rodríguez Zapatero, para superar la sinrazón de los que se oponen a las razones.
Podrán tirar del rabo los recalcitrantes del momento frente la realidad social que se vive por los muchos demandantes de los restos de aquellos seres humanos que permanecen enterrados pero sus fatídicas intenciones siguen siendo las mismas. En nuestro país no se cuenta con una plena condena de la nefasta guerra incivil. Se les sigue negando el derecho a enterrar a sus muertos, reconocido por dos veces por el Tribunal Supremo y amparado por la ONU. Se niega el calificativo de Dictadura a lo que lo fue. Como golpe de Estado a lo que sucedió. Se mantiene la obligatoriedad de tener enterradas a las víctimas junto a su verdugo por voluntad de unos y no de los otros. En el colmo del cinismo se habla de no reabrir la herida cuando esta nunca se cerró aunque lo firmen ellos, que poco valor le dan a su firma, o el médico de turno. No están cerradas si supuran.
Como que se quieran seguir viendo las virtudes del fascismo y nunca sus negativos efectos. Lo hicieron los alemanes con contundencia, como los Italianos, lo que aquí nunca se ha podido hacer por una única razón, que los que lo son lo siguen impidiendo.
Basta ya de demonizaciones. De elucubrar sin son galgos o podencos. Al pan pan y al vino agua. Esa es la norma que se sigue. El derecho de los descendientes a enterrar los restos de sus seres queridos es inalienable e imprescriptible. Independiente de si su muerte en su momento fue legal o justa. Negarlo es un crimen que se está perpetrando ahora. No podemos menos que recordar las palabras de un descendiente de Primo de Rivera, una de las familias que más víctimas padeció, cuando reconoce este derecho no solo a recuperar los restos de los seres queridos, sino la obligación moral de la sociedad de ayudarles a que lo hagan. Lo demás es palabrería y disquisiciones inútiles no sólo porqué lo dijera Cervantes. Cantos al sol y manifestaciones de la triste condición humana, aunque se cobije bajo el intelecto.
En este sentido hay que celebrar el acuerdo de la Junta de Castilla y León para elaborar un censo de víctimas de la Dictadura y establecer un plan de ayudas para las exhumaciones como corresponde a un país democrático. Lo que contrasta con la cara de bobo que pone Rajoy, henchido de falso orgullo, para reiterar tan ufano que las aportaciones del Gobierno de unos que no de todos ha sido 0 euros.
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