El horno de Grecia / Gonzalo del Campo

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Por Gonzalo del Campo

    En paralelo a la ola de calor atmosférico, se desarrolla otra más tórrida si cabe, en una época inusual. En política se habla a menudo de los otoños calientes. Parece que los veranos suelen guardar tregua para respetar el periodo vacacional sin que haya grandes sobresaltos.

    No ha sido así este comienzo de verano que nos ha tenido en vilo con el asunto de Grecia. Un país que lleva años, más que España, sufriendo los efectos de una crisis que se ha llevado por delante una buena parte de su bienestar, con los índices de paro más altos de la Unión Europea, con la mayor pérdida de riqueza (más de una cuarta parte estos últimos años) y sometida al acoso de las instituciones europeas, el Banco central sobre todo, del gobierno alemán empeñado en que sus bancos recuperen  el dinero invertido en Grecia cuanto antes  y del Fondo Monetario Internacional que después de haber esquilmado países de África y América del Sur, centra sus afanes en apretar las clavijas a los países mediterráneos que incumplen el pago de sus deudas en el tiempo fijado.

    Da lo mismo que una buena parte del dinero prestado a Grecia  haya sido destinado a la compra de armas a los mismos países que lo han prestado, da igual que los bancos, cuyos banqueros reclaman el pago inmediato de la deuda ( caso de Mario Draghi), aconsejasen en su día esconder  el gran agujero que suponía para la economía del país entero, no importa tampoco que ochenta mil millones de euros griegos estén depositados en bancos suizos o paraísos fiscales, sin que se pueda hacer nada por recuperarlos para que contribuyan a evitar la ruina.

   Hasta la llegada de Syriza los sucesivos gobiernos del país habían aceptado el hecho de que la deuda aumentase cada vez más mientras, paradójicamente, los recortes iban en aumento hasta el punto de que cientos de miles de griegos estaban siendo excluidos de llevar una vida mínimamente digna. ¿Cómo es posible que una sociedad sea cada vez más pobre y pueda afrontar el pago de una deuda cada vez mayor, que se ha  más que duplicado estos últimos años? Syriza llegó al poder poniendo en duda la legitimidad de una buena parte de la deuda, pidiendo la reestructuración de la misma y poniendo en evidencia el hecho de la imposibilidad de pagarla en los términos que se le exigía. Después de meses de infructuosas negociaciones en los que Varoufakis y Tsripras pusieron una y otra vez sobre el tapete la dignidad de los griegos como línea roja que nunca estarían dispuestos a traspasar, lanzaron un órdago consistente en un referéndum, algo que para los que creemos en la democracia nos hacía confiar en que fuese un verdadero mandato, al menos  sobre las autoridades griegas y sobre el presidente Tsripras  en particular.

   Los más reacios a facilitar las cosas a Grecia eran  el ministro alemán de finanzas, que ha sostenido hasta el final la idea de que Grecia saliese del euro, la cancillera Merkel  y todos los presidentes de los países cuya situación tiene algún parecido con la griega, entre ellos España y Portugal, que ven en Syriza un anticipo de lo que puede llegar a gobernar en sus propios países. Aparte de castigar a Grecia todos estaban de acuerdo en acabar con el partido que les había plantado cara y ahora planteaba una consulta a quien se consideraba pueblo soberano de Grecia. 

    La campaña de intromisión para intentar influir en el resultado del referéndum  fuera de Grecia fue vergonzosa  y comenzó a dejar claro a quien pudiera albergar dudas de que  el ejercicio directo  de la democracia  era visto como un peligro por aquellos que creen que el dinero y la lógica de su imperio están por encima de cualquier otra contingencia. Curiosamente a Alemania se le habían perdonado sus enormes deudas en dos ocasiones.  La segunda  de ellas le permitió  volver a ponerse a la cabeza y convertirse en la locomotora de Europa. No solo eso sino, como bien sabemos en España, hacerse con miles de propiedades por todo el Mediterráneo, Canarias y demás. Mallorca se consideraba una isla, en buena medida de propiedad alemana, una colonización económica en toda regla que expandió la presencia y la prepotencia económica alemana por  un buen número de regiones del sur de Europa. Hay que recordar que muchos de los trabajadores que contribuyeron al llamado “milagro económico” alemán eran españoles, italianos, griegos, turcos. Pero todo esto no cuenta en la desmemoria del capital que siempre ha sido ciego y sordo las aspiraciones humanas más nobles como el amor, la amistad, la democracia, los derechos humanos. Todo ello permanece en segundo plano cuando  los poderes financieros y sus aliados  políticos exigen el pago inexorable de las deudas. No importa ni el origen de estas, ni si quienes las han adquirido  son canallas redomados, ni si no han servido en absoluto a mejorar la situación de todo un pueblo, sino solamente a sus oligarquías. Los negocios son lo más sagrado, más que la vida digna al parecer.

   Estados Unidos pedía una quita de la deuda a Grecia, algo que también ha acabado haciendo el FMI, pero no así los socios europeos de Grecia  que no aceptan miembros díscolos en su exclusivo y excluyente club.

   El referéndum tuvo un resultado claro en contra del pago de la deuda en los términos exigidos hasta entonces. La vuelta a las negociaciones, ya sin Varoufakis, fue al parecer una encerrona en la que se quiso castigar y humillar aún más a Grecia por el hecho de haber ejercido su derecho de libertad de expresión. Contra todo pronóstico, desde lo que podía ser la obligación de atenerse a lo expresado en el referéndum por el pueblo griego, Tsipras admitió el cumplimiento de las nuevas exigencias          , aunque fueran más duras que las anteriores. El parlamento griego temeroso aún de la posibilidad de que Grecia saliese del euro, votó mayoritariamente a favor de la decisión de Tsipras de aceptar un nuevo rescate con las duras condiciones exigidas.

   Tsipras ha dejado en el aire la duda  y para muchos la certeza de haber traicionado el resultado del referéndum y haber tomado finalmente la decisión, dejando de lado el consentimiento de su pueblo. Deja, por el momento, la duda también de si es mayor su interés por seguir en la cúpula de poder en Grecia o el temor real a que la salida del euro fuera más ruinosa aún que esta humillación a manos de los acreedores. Lo que es seguro es que los griegos van a ver aumentado su sufrimiento con la subida del IVA, con la rebaja de las pensiones y otras medidas a las que Syriza siempre se opuso. Grecia es el laboratorio en el que se ensayan nuevas formas de sometimiento que pueden trasladarse a otros escenarios. De momento la democracia que tanto parecía defenderse en Europa ha sido derrotada por el capital y sus acólitos. La historia no la debieran escribir solo unos pocos, los más ricos, que nuevamente ganan la partida. El miedo ha sido su mejor aliado, pero los griegos han mostrado valentía en los peores momentos y su ejemplo no debe caer en saco roto.

    Mientras hay vida hay esperanza y la esperanza es alcanzar una verdadera democracia por encima de poderes que tratan a los seres humanos como objetos de mercado que no tienen derecho a decidir siquiera sobre su propia vida y cómo han de vivirla.

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