Por Miguel Ángel Yusta
El presidente del Teatro Real Gregorio Marañón Bertrán de Lis, en su comparecencia ante la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados ha expuesto la situación actual de la institución, con especial mención a la evolución y consolidación de su modelo económico e institucional, y su apuesta decidida por la participación de la sociedad civil, que nos parece fundamental para el conocimiento y pervivencia y de la ópera a todos los niveles.
Las políticas de difusión de la ópera y la apertura a nuevos públicos, a través de programas específicos para niños y jóvenes, y la firme apuesta de las instituciones por las nuevas tecnologías es fundamental para que la ópera cumpla su función social como factor motor de cultura. Es muy importante la labor de los teatros de ópera para, con versiones adaptadas al público infantil, dar a conocer esos tesoros musicales y sembrar así la semilla de aficionados maduros y conocedores. A todos los niveles, la importancia de esta actividad cultural es evidente, aunque algunos sectores se empeñen en negarlo. En Oviedo, por ejemplo, se han suspendido -sin opción alternativa- los prestigiosos Premios Líricos Teatro Campoamor, tras años de celebración. En nuestra ciudad se suprimió, también sin alternativa, el veterano y prestigioso Concurso Internacional de Canto que traía a numerosos participantes que difundían el nombre de Zaragoza por el universo musical.
Si quienes administran consideran excesivo y superfluo el gasto, cosa que puede ser admisible en algunos casos, su obligación, también, es crear alternativas de calidad y fomentar, en las generaciones jóvenes, aficiones que superen el mero espectáculo fácil y popular ( que no tiene por qué ser incompatible) y que les motiven hacia algo más que la cultura del botellón. Aquellos despilfarros de tiempos recientes en sectores diversos traen estos ajustes precisamente en las manifestaciones culturales, las más perjudicadas por la crisis y el IVA, sin tener en cuenta el enorme retorno en bienes, materiales e intelectuales, que su correcta difusión supone.
En este ya casi final de año, Madrid y Barcelona, principalmente, siguen desarrollando sus temporadas con La Clemenza di Tito y Las bodas de Fígaro, ambas de Mozart, respectivamente. También El Holandés errante en el Real y una esperada Elektra en el Liceo, con tal vez el mejor reparto actual (Waltraud Meier y Evelyn Herlitzius) cerrarán el año. El bonito y accesible Teatro de la Zarzuela madrileño ha programado, sin demasiado éxito, la excelente zarzuela barroca, Iphigenia en Tracia, de nuestro fundamental (y desconocido aparte de los aficionados y especialistas) José de Nebra, bilbilitano ilustre del siglo XVIII que debiera merecer más atención por estos lares y cuya obra puede compararse a la de los más ilustres compositores del barroco. No ha sido afortunada esta producción, según la crítica. Yo pienso que se ha desaprovechado una excelente oportunidad de dar a conocer en todo su esplendor a este músico fundamental.
Y, finalmente, no dejen de visitar, o volver a hacerlo, la interesante exposición que sobre nuestra Pilar Lorengar se exhibe en el Museo Pablo Serrano de Zaragoza, hasta el once de diciembre. Merece la pena conocer más la vida y carrera de esta zaragozana que llenó con su voz varias décadas los mejores escenarios del mundo…