Colchón de púas: Álvaro Retana en la erotografía del primer tercio de siglo. Un acercamiento a los textos del cuplé sicalíptico.


Por Javier Barreiro

(…) Tiene una juventud ambigua y deliciosa                            

y es ingenuo y osado, cortés y libertino;

es de una simpatía cordial y peligrosa                        

y  sabe de los gustos de aquel marqués divino (…)

Su vida es un derroche de placer y snobismo,

-ojos de adolescente y risas de mujer-.

Su vida, cual sus libros, es el profundo abismo

que todos, aunque temen, desean conocer (…)

Posee independencia para vivir su vida,

sin embargo, ladino, por miedo al “qué dirán”

la separa de extraños con una red tupida:

pone a Dios una vela y otra a Satán.

tiene amigos cadetes y lindas tobilleras

que le citan los jueves para el té en Molinero

y le envían misivas muchachas sensibleras

y chiquillos precoces que él contesta ligero (…)

Él es como el “fox-trot” y como la morfina

un producto que trajo la civilización.

Saben a éter sus libros, a ajenjo, a cocaína;

en ellos la sonrisa oculta el corazón…

                                                                         (Antonio Campoy)

        Ningún otro personaje tuvo un protagonismo tan constante y variopinto en la pequeña historia de la erotografía española del primer tercio de siglo como Álvaro Retana. Su labor no se limitó a la escritura de narraciones con un trasfondo erótico, a la actividad periodística en este mismo contexto y a la disquisición crítica de los novelistas atrevidos de su tiempo, sino que incidió en el campo del arte frívolo como autor de letra y música de cuplés y libretos, figurinista y escenógrafo en el terreno de las varietés, divulgador de los entresijos de este ambiente y, sobre todo, fue el típico hombre de mundo, frecuentador tanto de bajas academias como de altos salones y tenido -muy a su gusto, ya que él fue su mejor publicista- como el transgresor por antonomasia de esta nueva sociabilidad, impensable en la España anterior al albor del siglo. De hecho, sus publicaciones siguen siendo imprescindibles para penetrar en el cosmos del género frívolo, más, cuando la bibliografía es mínima, tanto por los habituales prejuicios como por el hecho de que los cuarenta años de dictadura favorecieron muy poco el rescate de este universo cercano a lo pecaminoso.

    Autores como Lily Litvak[1] o Serge Salaün[2], entre otros, se han ocupado de establecer las pautas culturales a través de las que el erotismo llega a ocupar en España ese lugar crucial e incide tan fundamentalmente en el cambio de costumbres que se operó en este primer tercio de siglo. Álvaro Retana, pese a su larga vida y a su reaparición en los años cincuenta con el nuevo auge del cuplé y la publicación durante los sesenta de sus dos libros básicos para conocer ese mundo frívolo de las varietés, el music-hall, la sicalipsis y las lentejuelas[3], ha sido, sin embargo, un personaje olvidado. En ello no ha debido influir poco su fama equívoca de bisexual y libertino. Después, su estancia en los penales franquistas. Y, finalmente, su reaparición extemporánea en una época en la que predominaban otras solicitaciones. Sólo hace unos años, una publicación sexológica[4] le dedicó un número doble; y un conocido polígrafo, primero una novela cuyo protagonista es un trasunto de nuestro personaje y, recientemente, una biografía interesante pero imprecisa[5].

    Hijo de Wenceslao Emilio Retana y Gamboa[6] y de Adela Ramírez de Arellano y Fortuny, Álvaro nació en alta mar frente a las costas de Ceylán el 26 de Agosto de 1890[7]. Con seis meses llegó a Madrid. Estudió después en el Colegio Clásico Español de la calle Serrano y frecuentó la muy lucida biblioteca paterna sin que ello le impidiera pertenecer a diversas claqués de salones y teatrillos en donde se cimentó su conocimiento del llamado género ínfimo y se despertó su primera fascinación: Consuelo Vello, La Fornarina. Instado por su padre, ganó oposición al Tribunal de Cuentas, donde, con diversas interrupciones, trabajaría toda su vida.

    Su actividad como escritor se inició a los 13 años en el periódico escolar Iris con colaboraciones ilustradas por su íntimo amigo de siempre, el famoso figurinista y dibujante Pepito Zamora, personaje también de varias de sus novelas. A los 18 años colaboró con el seudónimo de César Maroto en El Diario de Huesca y en 1911 publicó en Heraldo de Madrid varios artículos con el seudónimo de Claudine Regnier, que levantaron un serio revuelo y dieron ya muestra de su nunca desmentido atrevimiento y de su capacidad autopublicitaria. Entre las numerosas cartas que la presunta señorita francesa recibió de sus lectores se encontraba una de Aurora Mañanós Jauffret, La Goya, que se preparaba para su debut en el Trianon Palace y cuya actuación revolucionó y marcó un nuevo rumbo al mundo de las variedades. Álvaro comenzó desde entonces a escribirle letras, actividad en la que prosiguió siempre, constando alrededor de mil producciones suyas en el registro de la Sociedad de Autores.

    A partir de entonces, su nombre fue frecuentísimo en gran número de las publicaciones de la época, actividad periodística que su enorme capacidad de trabajo le permitió alternar con la escritura de más de cien obras -su primer libro,  Rosas de juventud, data de 1913-, con su aludida labor de figurinista, escenógrafo y autor de libretos y hasta con algún trabajo de actor en teatro y cine[8]. Todo ello, sin abandonar su vida disipada que, si por un lado le acarreó fama de ser amoral y escandaloso, por otro le otorgó una popularidad que llevó su fotografía desde las publicaciones más difundidas de su tiempo hasta las tarjetas postales en el período de máximo esplendor de éstas. Incluso salió un coñac con la marca de su apellido, según cuenta en varias ocasiones[9].

    En 1917 se inició en la novela erótica con Al borde del pecado a la que siguió Carne de tablado, que le proporcionó ya una gran notoriedad. Ésta proseguiría durante muchos años y, como se dijo, él supo administrarla e incrementarla. A raíz de un comentario de Missia Darnyis en un semanario francés (1922), donde le calificaba como “el novelista más guapo del mundo”, Retana firmó muchas veces con tal remoquete y se complacía en sus prólogos, declaraciones y entrevistas en sembrar el desconcierto con afirmaciones sobre su vida disipada de lujo y placeres, lo descomunal de sus ingresos y lo atrevido de sus acciones y amistades. En otras ocasiones tomaba la senda contraria y asombraba con manifestaciones llenas de conservadurismo y protestas de pudibundez[10].

    Su línea dentro de la novela erótica se caracterizó por una desenfadada frivolidad lejos de los trascendentalismos de su amigo de correrías, Antonio de Hoyos y Vinent; por la aparición habitual de la bisexualidad[11] y por una aguda ironía que quitaba cierto hierro a muchos de sus argumentos. No obstante, ello no le libró de su primer proceso judicial en 1921, al que siguieron otros durante la misma década, llegando a estar encarcelado durante unos días en 1926 por la denuncia de su novela, El tonto[12]y en 1928 por la publicación de Un nieto de Don Juan[13]. A raíz de su libertad, abjuró de su dedicación y tomó el seudónimo de Carlos Fortuny, con el que también alcanzó una alta popularidad como autor y articulista durante los años finales de la Dictadura y los cinco años de República.

   Al estallar la guerra le fue incautada su finca de Torrejón de Ardoz y él, declarado “desafecto a la República” y depurado en el Tribunal de Cuentas. Retana se preocupó de buscar apoyos y recomendaciones, logrando su reincorporación. Pero estas relaciones resultaron fatales para él al vencimiento de la contienda. Según testimonio del propio escritor, por inducción del Marqués de Portazgo, personaje del que Retana conocía episodios poco ejemplares moralmente que le hubieran podido dañar, dado el nuevo rumbo de los acontecimientos, fue detenido. Su nueva casa fue otra vez saqueada y él, condenado a muerte en juicio sumarísimo el 17 de Mayo de 1939. La acusación más grave se basaba en la posesión de numerosos objetos de culto litúrgico[14], a juicio de la acusación robados y utilizados con escarnio y sacrílegamente. Parece que ante la acusación del fiscal de que gustaba beber semen de adolescentes en un copón sagrado, el aplomo y cínico sentido del humor de Retana le llevó a contestar: “Señor, prefiero siempre tomarlo directamente”. Tras ser varias veces aplazada su ejecución y, finalmente, conmutada por treinta años de prisión, después de un calvario por distintas cárceles y penales en los que no dejó de escribir ni de conservar un envidiable sentido del humor, le fue concedida la libertad condicional en 1944 y, aunque vuelto a encarcelar en 1945, fue definitivamente liberado el 23 de junio de 1948. Tras numerosísimas gestiones personales, cartas y escritos de toda laya, fue poco a poco logrando retomar su actividad de escritor y hasta ser readmitido en 1957 en el Tribunal de Cuentas.

    Con el renacer del género que había ocupado a Retana, sobre todo a raíz del estreno de El último cuplé (1957), sobrevinieron unos años en los que recuperó cierto protagonismo, con nuevas colaboraciones como letrista, comentarista de discos, agente artístico y escritor, lo que dio origen, entre otros muchos libros, a las dos obras fundamentales sobre el mundo del cuplé y las variedades citadas en la nota 3. Pero fueron las últimas boqueadas, ya que Álvaro moría el 11 de febrero de 1970[15],  tanto olvidado. Recibió sepultura en Torrejón de Ardoz y dejó como heredero en su testamento -en el que hace un ajuste de cuentas con el general Franco- a su único hijo, Alfonso, habido de su relación extramatrimonial[16] con la cantante Luisa de Lerma.

     De la obra erótica de Álvaro Retana se han ocupado muy pocos autores, fuera de sus reseñistas contemporáneos. Una descripción argumental y un catálogo de sus obras puede encontrarse en la monografía de Pilar Pérez y Carmen Brú (pp. 129-199) que no entra apenas en consideraciones estéticas. Retana siempre gustaba de citar y reproducir en sus obras el elogio de Cejador, hasta el punto de que acogió gustoso el remoquete de “Petronio español”:

 …Como escritor es culto, elegante en estilo y sabe decir con hermosas metáforas las cosas más atrevidas. Maneja la pluma con gallardía y posee rica imaginación.

  (…) Retana es más ameno y ligero; más sincero y realista; más desenfadado y libre.

(…) Novelas de clave las más. Retratos fieles de la realidad, vista y ennoblecida por un verdadero artista.

    También sabe Retana de añejos erotismos orientales y su fantasía hace revivir las muertas hetairas de Egipto y de Grecia.

    Es Alvaro Retana el escritor más travieso en asuntos y el más elegante, ameno y delicado en la forma. Es el Petronio español de nuestro tiempo[17].

 Desde entonces, poco más, salvando los clásicos y desiguales repertorios de Eugenio G. de Nora y Federico Carlos Sáinz de Robles. El primero, pese a su característica mojigatería, no se encalabrina con Retana y lo despacha con la previsible faena de aliño:

    …siempre elegante y artista, convirtiendo en discreteo sonriente (por la forma), y velando con un amable tono de confidencia, las más agresivas provocaciones eróticas. Pero pese a la frivolidad y travesura de sus temas, y al escaso margen de originalidad que le queda a una prosa vacilante entre la amenidad fluyente, ‘natural’, y la afectación exquisita remansada en complacencias de forma modernistas o pseudo-orientales, Retana posee un estilo peculiar, de calidades cuando menos estimables

(…) Un Laclos frívolo y de tono menor, como corresponde a la aristocracia y pseudoaristocracia galante o pervertida del Madrid de principios de siglo [18].

     Realmente, uno no sabe si deplorar más la pantanosa sintaxis, la arbitraria colocación de comas, los desbarres de todo cariz  -¿de dónde sacaría Nora esas agresivas provocaciones y esas formas pseudorientales?- o lo cursi del conjunto.

    Sáinz de Robles, aunque lo sitúa en el epígrafe de “Promocionistas de ‘El Cuento Semanal’ de menor jerarquía novelera”, tampoco lo encuentra desprovisto de gracias: “Excelente músico y letrista, sus canciones fueron preferidas por las más famosas tonadilleras (…) De costumbres más bien livianas y extrañas, pero de enorme buen gusto. Cultivó francamente y sin redención final, el erotismo más descarado vetado de humor y de sarcasmo. Fue de los colaboradores mejor cotizados en todas las revistas dedicadas a la novela breve. Y, sin embargo, su estilo es bueno y castizo su vocabulario”[19].      

   Modernamente sólo conozco un artículo de Villena, más descriptivo que otra cosa, en el que sostiene que la prosa de Retana es más sencilla, directa y clara, pero menos retorcida, preciosista y pretenciosa que la de Hoyos y Vinent. Llega a afirmar que representó la modernidad de los años veinte mejor que nadie. Pero lo más ilustrativo es la descripción del clima de las novelas de Retana:

 … Gusto por la belleza, encomio de la homosexualidad, apoteosis de la juventud, androginia ideal y todo (…) con ese aire que la época solicitaba de jazz-band. Creer que el mundo es una breve noche loca. Que todo es picardía, que nada pasa. Que no hay más que guiño picarón de ojos, como en el cuplé. Cual el título de uno famoso y madrileñista, todas las novelas de Retana son Cuadros disolventes[20], que querían ejemplificar una sociedad cosmopolita, avanzada y nueva que (como la vida del propio autor demostró) en España no llegó plenamente a fraguar[21].          

     Pese a estos escasos testimonios, ninguna huella ha dejado la obra de quien, aunque fuera para exaltarse a sí mismo, escribió con su seudónimo de Carlos Fortuny el trabajo más importante sobre nuestra novela erótica, La ola verde. En ella trata a Felipe Trigo, Alberto Insúa, Ramón Pérez de Ayala, Emilio Carrère, Hoyos y Vinent, José Francés, Joaquín Belda, Rafael Cansinos-Asséns, Alfonso Vidal y Planas, Vicente Díaz de Tejada, El Caballero Audaz, Felipe Sassone, Luis Antón del Olmet, Eduardo Zamacois, Artemio Precioso y al mismo Retana, más un capítulo final: “Más pornógrafos distinguidos”, en el que se refiere a otros importantes autores que tocaron ocasionalmente el género erótico. Fortuny-Retana abre ya el libro con este dictamen categórico:

   La Pornografía literaria española contemporánea ha sido una deplorable consecuencia de la titulada escuela naturalista, entronizada en Francia con gran éxito económico y artístico por el ilustre Emilio Zola[22].         

    Para él, estos continuadores heredan el único defecto del maestro, la pornografía, no poseen ninguno de sus méritos o cualidades y, además, persisten en la “desatinada obcecación” de no ser catalogados como pornógrafos. A Retana, que no condena la pornografía cuando alcanza cotas de calidad, le desagrada profundamente este cinismo y en La ola verde se dedica a desenmascarar a sus cultivadores utilizando como ejemplo amplios fragmentos de sus obras, con lo que el libro constituye más una antología comentada que una obra crítica propiamente dicha.                                

    Felipe Trigo, a quien considera el padre de esta tendencia -obviando, tal vez, a López Bago, hoy semiolvidado pero que fue muy leído en las décadas inmediatamente anteriores-, es catalogado como un ventajista que aprovechó los altos réditos económicos que sus obras le producían enmascarando sus licencias bajo un propósito de redención social. Para Retana, las palabras que dejó escritas antes de suicidarse son la mejor prueba de su versión[23].

   Trata después de probar cómo la serie de autores citados, literariamente considerables[24], incidió en la literatura pornográfica, sacando a menudo a colación su mencionada hipocresía, que contrapone a la actitud de Retana quien, además, apuntó un erotismo nuevo. No faltan agudas valoraciones críticas, poniendo en la picota frecuentemente los aspectos literarios más deplorables y reconociendo, cuando es menester, las virtudes de los colegas.

    El, tal vez justificado, resentimiento personal aparece también repetidamente en cuanto a que, de todos los novelistas a los que se incoaron procesos, sólo se sentaron en el banquillo acusados de escándalo público, Artemio Precioso, Vidal y Planas y el mismo Retana. Siendo él quien únicamente hubo, por estas causas, de visitar la cárcel. También señala que algunos de ellos, concretamente Insúa, Carrère y Pérez de Ayala, “no desaprovecharon la ocasión de armar la ira de los fiscales contra sus compañeros de liviandades literarias” (p. 115).

   Cuando llega la hora de la verdad, de hablar de sí mismo, lo primero que hace Retana es coleccionar testimonios críticos que exaltan sus cualidades como escritor. Este apartado abarca la mayor parte del artículo. No era la primera ni sería la última vez que lo hacía. Más que a una desconfianza de base, el procedimiento parece obedecer a la necesidad de aportar elementos que justificaran que su dedicación a la literatura erótica no se debía a una incapacidad de abordar empresas mayores sino a una decisión personal. Y así concluye: “… A. R. es de todos los escritores eróticos, el que más alabanzas ha obtenido de la alta crítica española, y su prestigio literario fue cimentado por verdaderas autoridades del escalpelo…” (p. 289). También hace un rápido repaso de sus obras eróticas más reseñables, no exento de autocrítica cuando le parece oportuno, y en el que da algunas claves sobre la génesis y contextualización de las mismas. Pero donde aparece explícita la intencionalidad patente de La ola verde es en líneas como éstas:

… el escritor, que tan fácilmente iniciaba su carrera artística (…) pierde lamentablemente la cabeza y escribe verdaderas atrocidades reveladoras de su vesania artística. El que pudo ser novelista exquisito, transformose en un traficante de drogas literarias y, en cada nueva producción, se presentó más alocado. Ofuscado por su propósito de llamar la atención y atraer sobre sus libros la máxima curiosidad, Alvarito nos servía en un castellano frívolo y académico la más desatinada sucesión de inmoralidades. Envuelta en un ropaje seductor, perfumada con culpable habilidad Alvarito entronizó definitivamente la Pornografía literaria (…)

   En aquella total ausencia de virtudes éticas lo más admirable de Retana era su sinceridad. Él no quería engañar a nadie y se repetía un escritor libertino con todas sus consecuencias. ¿Para qué pretender despistar a la opinión como Hoyos y Vinent, Insúa y Carrère? (…)

   Pero el exceso de éxito económico y personal perjudicó a Alvaro Retana. Los mismos compañeros de modalidad literaria, envidiosos de su popularidad, fueron quienes solapadamente iniciaron la campaña contra la Pornografía y cuyas consecuencias también les afectaron… (pp. 289-291).

   Se trata, pues, del previsible y, a mi ver, bastante razonado ajuste de cuentas con los colegas envidiosos y poco solidarios. Fortuny (Retana) termina el capítulo dedicado a sí mismo confesando que esa persecución le llevó a renunciar temporalmente a la actualidad literaria y refugiarse en su labor de dibujante y figurinista “esperando sin impaciencia a que una revisión de valores le colocara en el lugar a que tiene derecho”. Por otra parte, la Dictadura -nos dice- no permitía seguir con el tono al que había acostumbrado al público, con lo que prefirió eclipsarse consiguiendo, con esto, que sus colegas adversarios empezaran a reconocer su talento.

   En el último capítulo del libro,  “Comentario final”, vuelve a insistir en que la ola verde comienza con Trigo y termina con Retana; abomina de los “picapedreros de la literatura” que, siguiendo a los maestros por él comentados, llenaron el país de obscenidades a bajo precio y felicita -inferimos que con ironía y soterrada amargura- al Directorio militar por haber barrido este tipo de publicaciones. Sin embargo, las últimas cinco páginas del libro están dedicadas a lo que constituye su verdadero fin: resaltar que Retana ha sido el único mártir de esa cruzada religiosa contra la pornografía, “LA ÚNICA VICTIMA VERDADERA”, como escribe él con mayúsculas, el único escritor sometido a dos procesos y encarcelado después. El primer y único escritor condenado por escribir una novela picaresca en los cuarenta y cinco años de existencia de la Cárcel Modelo. Por eso vuelve a remarcar que, pese a la multitud de novelistas expedientados y al grupo de famosos procesados[25], llegado el momento de ejemplarizar se le eligió a él “por estar conceptuado como un símbolo de talento, belleza, juventud y perversión (…) era la personalidad más sobresaliente e indicada para servir de escarmiento” (p. 303).

  Aún dedica un par de amplios párrafos -éstos, sin atisbo de ironía- a lo que, sin duda, le dolería en lugares a veces tan sensibles como el alma: su suspensión de empleo y sueldo en el Tribunal de Cuentas del Reino. Como sabemos, Retana fue pronto rehabilitado, aunque el futuro le deparara tragos aún más amargos.

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   La última década del siglo XIX nos trajo numerosísimas novedades: al psicoanálisis, la difusión del sonido grabado, el automóvil o el cine, por citar unas cuantas, se unen las variedades. No es lugar de historiar su decurso pero éstas traen dos aportaciones fundamentales[26]: lo que Salaün ha llamado la canción unipersonal y la posibilidad de mostración de carne femenina en un escenario. Ante la ausencia de tradición, las piezas que se interpretan provienen del repertorio teatral (zarzuelas, género chico…) o del naciente género ínfimo; otras veces, se recurrirá a traducciones de couplets franceses,  canzonettasitalianas o fragmentos de operetas europeas, aunque existieran algunos antecedentes, de los que el más conocido es el fundacional “La pulga”, cantada por la alemana Augusta Berges, introductora del cuplé[27]en el teatro Madrid durante 1893. A finales de la primera década del siglo empiezan a surgir en abundancia los cuplés escritos por autores españoles, que van sustituyendo a los tangos -andaluces, no se confunda- de las obras del género ínfimo.                               

    Retana se apuntó a este carro, por ejemplo con las coplas del “Ven y ven”, aún conocidas por muchos, y que cantó La Goya en su debut de 1911[28].

   El erotismo de las letras de estos cuplés y del resto de cantables sicalípticos en este período primisecular es mucho más de alusión y picardía que descriptivo. La respuesta del público se consigue no a través de la estimulación de sus pulsiones eróticas sino de los registros lingüísticos que provocan el desatascamiento de los mecanismos de represión. Para ello debe haber una profunda diferencia entre el cómo se piensa y el cómo se habla. Me refiero a que las buenas formas requerían unos convencionalismos, tanto en el significante como -no se olvide- en el significado, mucho más intenso que los puedan exigirse hoy. Así, la palabra tenía un potencial evocador mucho más intenso que el que pueda tener actualmente. Todavía en los moribundos music-hall que hasta hace poco supervivían, poblados por elementos aldeanos o suburbanos -cuando no era un público “culto” el que acudía, con un interés casi antropológico, a solazarse con el ambiente de un mundo en extinción-, podía apreciarse esto. La mostración directa constituye un paso más adelante, pero no proporciona la reacción y la intensidad expresiva a las que inducen la palabra y la alusión.

    Retana, al que no faltaba ingenio, no se esmeraba mucho en la confección de las letras de sus cuplés. La abundante producción daba lugar a que se saliera del paso con las más socorridas metáforas -en las que, por otra parte, el público reconocía registros vivos en su propia habla- y que no se cuidase el aspecto estilístico, dado el ambiente cultural al que iba dirigido. Así, el juego metafórico que implicaba la disemia de los vocablos era suficiente para construir una canción. La alusión a elementos en conexión con la gastronomía era un recurso harto frecuente y, además, con luengos fundamentos en la erotografía clásica[29]. Así lo vemos en “Bombón de crema”:

Como sabe mi novio soy tan golosa

esta tarde me dijo: “Te traigo un bombón…

Es de chocolate, como ver podrás,

y de licorcito rellenito está”.

Me agradó por su tamaño

y, queriéndolo probar,

pues me lo llevé a la boca

llena de curiosidad.

Le hice con la lengua un agujerito

y, al chupar con fuerza,

pues salió el caldito…

    En “Aperitivos”, como sucede muchas otras veces, se juega con metáforas ya lexicalizadas, con lo que el eufemismo casi no es tal, regodéandose en el placer del reconocimiento alusivo:

…una almeja siendo fresca

es muy grata al paladar

y apurando su caldillo

muchos hombres piden más…

Coja usted un langostino

que se encuentre calentito

y, cocido al natural,

déselo a una señorita

y es seguro que repita

de muy buena voluntad.

Notará que el apetito

de la señorita crece

y al ponérselo en la boca

verá como lo agradece.

 

    En “La popular Lolín” se recurre a una palabra, pirulí, que, incluso fonéticamente, acarrea resonancias picarescas:

 Se pasa la lengua

con mucho cuidado

por el pirulí

y, luego, enseguida

llegando a la punta

conviene insistir.

Chupando, chupando

poquito a poquito

podrá conseguir

un gusto muy grande

pues queda hecho almíbar

todo el pirulí.

No sabe cualquiera

hacer los primores

que yo verifico

con mi pirulí

y a las amiguitas que me lo pidieron

muy amablemente lecciones les di.

Y, en cuantito aprenden, ¡qué casualidad!

los novios me vienen a felicitar.

     Otro cuplé, “A la compra”, recoge toda la previsible parafernalia gastroerótica, por más que sea de vieja raíz folklórica:

 Iba yo al mercado…

a comprar conejo para mi papá,

huevos y un buen nabo para mi mamá…

El viejo insolente todo me tocaba

y yo me ponía verde como un haba.

Se puso nervioso el maldito viejo

y, sin reportarse, me cogió el conejo.

El nabo y los huevos al suelo rodaron

y, naturalmente, se escachifollaron

Y, muy afligida, me puse a pensar:

¿Qué digo yo ahora a papá y mamá?

Caballero, caballero, necesito

hacerme ahora con un nabito,

si usted quiere,

bien me lo puede agenciar

y, si le fuera posible,

con los huevos, además.

Mi papá, sin huevos,

mi mamá, sin nabo.

¡Qué horrible tragedia!

Y, ahora yo, ¿qué hago?

 

“Guisando… guisando” contiene multitud de estos elementos, entrando en una suerte de vorágine sexual-gastronómica:

…con la almeja hago primores, con el conejo también

y lo que hago con los huevos, no lo quiera usted saber…

Yo cojo un nabo y al punto le doy un gusto exquisito

y ninguna me aventaja cuando hay que hacer un cabrito.

Hago unas peras tan ricas que, quien prueba, pide más

pero el apio es una cosa que no la puedo aguantar.

Guisando, guisando, produzco sorpresa

y, al que me pide escarola,

se la pongo tiesa.

Ya es sabido el secreto de la salsa mayonesa:

es el saber menearla con muchísima destreza.

Y, sin que sea alabarme, yo les puedo asegurar

que, en eso de menearla, yo soy una especialidad.

Guisando, guisando, junto al fogoncito,

el que se acerque a mi lado

se pone enseguida, ¡ay!, muy calentito.

 

    Otras veces la metáfora erótica acude a otro motivo común, el armamento, como en “El buen ladrón”, en el que una señorita es asaltada en su domicilio:

…Si con un arma me va usted a herir,

haga el favor de clavarla

de un modo que apenas me haga sufrir.

Por lo visto, el hombre aquél

era un buen ladrón,

pues con su puñal,

a mi amiga

no le hizo ningún mal.

 

   O en “La noche de boda”, en el que aparece otro elemento folklórico, el teniente de caballería, que también podría ser de artillería, pues ambas armas evocan claros contenidos sexuales:

…Mi esposo es teniente de caballería,

porque el arma suya siempre me gustó;

Mas, miren por donde, me causa ahora miedo…

Me aterra la idea de ver a un teniente

desnudo a mi lado, de cabeza a pies.

Mas, por otra parte, me siento impaciente

porque ese misterio quiero ya romper

pues mamá me ha dicho que en estas andanzas,

si una pierde algo, le sienta muy bien.

 

   Todavía siguiendo con el armamento, “El castigo” nos trae otro de los motivos más habituales en nuestra imaginería erótica, el moro.

…cuando a su harén me llevaron

adelantóse hasta mí

con un alfanje terrible

y sin tardar dijo así:

“…mas si por ti

llego yo a enfurecer

yo te castigaré…”

y, al ver su alfanje trágico,

allí me desmayé…

Y vi con cierta sorpresa

que aquel alfanje feroz

resultaba inofensivo

y hasta casi encantador.

 

    Pero la aparición de temas cotidianos o alusiones a la actualidad política o social, tan frecuente en el cuplé, puede también imbricarse en este apartado sicalíptico y, así, vemos como el automóvil es buen pretexto para hacerle protagonista en esta metaforización erótica que, como se ve, en tantas ocasiones se encadena. El título del cuplé es “Un paseo en auto”.

 …Anhelando su amor,

le abracé sin temor

esperándole ver derretido;

mas noté con horror

que no andaba el motor…

¡yo creí que el motor funcionaba!

Yo contigo jamás volveré a pasear

esto a nadie le suele pasar.

¡Vaya un chasco, gachó; qué camelo

me has dao!

¡Ay, que mal has quedao!

Tanto sufría yo

al mirar que el ahogo

no lograba que aquello marchara

que, por fin, me arriesgué

y al muchacho ayudé

para que su motor funcionara.

Con atroz frenesí,

le ayudé tanto allí

que la cosa se puso divina,

mas, de pronto, el motor

me llenó de pavor.

¡Vaya un modo de echar gasolina!

 

    En el siguiente cuplé, “¿Corta o larga?”,  la cuestión de actualidad,  el largo mayor o menor de la falda o lo encasquetado que debe llevarse el sombrero, juega con el doble sentido y la elusión del verdadero referente y fue cantado, como los anteriores, “La noche de boda”, “El buen ladrón” y “Un paseo en auto”, por uno de los mitos eróticos de este primer tercio de siglo, Consuelo Audet Portella, más conocida como La Chelito[30]:

…En esta cuestión a mí

ninguna duda me embarga

si a unas les gusta muy corta

pues yo la prefiero larga.

Las unas lo llevamos

calado hasta los ojos

y en cambio otras opinan

que no hay que exagerar.

Y en esta horrible confusión

nadie nos da la solución.

Mas yo diré que jamás

he de cambiar de opinión,

siempre he pensado lo mismo,

cuanto más dentro, mejor.

 

    En “Finca explotable”, la metáfora se hace explícita y, exceptuando alguna ocasión en que se elude, relaciona sus referentes:

 La mujer es una finca,

según pública opinión,

y saber administrarla

es de muchos la ambición.

Son los pies el piso bajo

y se deben reservar

para el baile y los deportes,

además de para andar.

Las rodillas, primer piso,

sólo tiene aplicación

para las que friegan suelos

o son de gran devoción.

Al amor se le reserva

todo el piso principal

procurando que no falte

la calefacción central.

Siempre fue el segundo piso

de segura explotación

pues la izquierda o la derecha

son de igual aceptación

la azotea que es la cara

por la boca es un filón,

cuando se cultiva el beso

o algo de más sensación.

Y las manos, finalmente,

rendimiento pueden dar,

en el cine, sobre todo,

si se saben manejar.

Mas conviene hacer presente

que en el piso del amor

nunca debe utilizarse

la escalera posterior.

 

    Para la alusión al acto sexual se utilizan, en ocasiones, metáforas más originales que, a veces, hacen referencia a la estrechez que debe superar la penetración. Veamos “Guantería 1900”, un cuplé del que hizo una excelente versión La Bella Dorita, tantos años reina de El Molino barcelonés:

Una jovencita vino a mi bazar,

porque un par de guantes quería comprar…

mas le traje un guante de piel tan tirante

que empezó la chica a protestar

lo que yo le daba

no era a su medida

y, con tanta esfuerzo,

quedó dolorida.

“¡Ay, por Dios! ¿Qué me hace usted?

¡Vaya modo de apretar!

Tenga cuidado que no es por ahí

y, si continúa, me va a lastimar”.

Yo le dije muy formal:

“No le debe sorprender,

todo suele siempre molestar

cuando es, señorita, la primera vez”…

Yo tomé unos polvos

que en un bote había,

los eché en el guante

y cambió en seguida.

“¡Ay, qué bien me lo hace usted!

¡Siga así con suavidad!”

“Vamos, señorita, ya habrá visto usted

que he metido bien

más de la mitad.

Mas si, al fin, del todo entró

y le ha venido tan bien

eso ha sido nada más

por los polvos que le eché”.

 

    De similares características es “Sortija estrecha”:

…Al verla en la mano la encontré pequeña

y el chico me dijo: “Te entrará muy bien”.

Y cuando la cena los dos terminamos

lleno de entusiasmo la probó a meter.

…El muchacho hacía hábiles esfuerzos

pero ni torcida la podía entrar

cuando, de repente, noté sorprendida

que ya había entrado casi la mitad.

Yo le dije: “Chico, sería espantoso

que, una vez metida, no pueda salir”.

Y él me dijo: “Tonta, si esto sucediera,

serías el caso primero en Madrid”.

Seguía apretando

con tal maestría

que, al sentirla dentro,

grité de alegría.

Mas dije pensando

en tanto dolor:

“Mas grande me hubiera

venido mejor”.

Por eso un consejo

os quiero yo dar

las cosas pequeñas

hay que rechazar.

 

    Todos estos cuplés, con sus exclamaciones, diálogos, variaciones de entonación y otros recursos de carácter fónico, además de la gestualización que comportaban, daban ocasión al lucimiento de la cantante y, sobre todo, a que con la hiperbolización de las inflexiones se incrementase el efecto entre cómico y despertador de la pulsión erótica que se pretendía. No se olvide que la participación del público en estos espectáculos era absoluta, tanto para bien como para mal, y las crónicas están llenas de los pintorescos incidentes que se suscitaban. Si una artista sabía interpretar y conversar con descaro con los circunstantes, no le era necesario entonar ni siquiera medianamente, lo que explica el éxito de muchas artistas como, por ejemplo Carmen Flores, que escuchadas en disco no parece que tuvieran posibilidad alguna de alcanzar el estrellato que lograron.

    Se habrá advertido que en muchos de los textos aparece la mujer reclamando una participación erótica que, entonces, estaba ausente de la vida social. Lily Litvak[31] ha demostrado como, efectivamente, los procesos de liberación tomaron un auge decisivo durante estas décadas aunque quepa interpretar también todos estos epifenómenos como la válvula que daba salida a una represión sexual masculina, a todas luces lacerante.

    En otro cuplé de Retana, “El luchador”, la mujer no vacila en declarar la atracción que le producen los atributos físicos del varón que, en este caso, pasa a ser el objeto de admiración, lo que no deja de implicar cierta modernidad:

…Hay que verle en el tapiz

por delante y por detrás,

que elegancia en el perfil

que sobrao de fuerza está.

Las cocotas de postín

no hacen más que suspirar

sobre todo al advertir

¡lo que no puedo nombrar!

    Naturalmente que todo esto se adobaba con un contexto muchas veces elemental, cursi y manido, pero no olvidemos que, incluso hoy, la canción popular recoge motivos archiconvencionales en medio de los cuales aparecen elementos que nos dan la medida de la evolución de la sensibilidad de una época. Otro de los cuplés de Alvaro Retana, “La noche de novios”, presenta a la hembra solicitadora de mayor intervención erótica del varón, utilizando en este caso una metáfora abstracta, “charlar”, por funcionar eróticamente, y con un testigo externo que, finalmente, también reclama su participación:

…Chico,

no seas borrico,

despierta,

que no tengo ganas de dormir.

Vamos,

si no charlamos

mañana me divorcio yo de ti.

Paco,

yo no me aplaco

si tú no continuas

me da un sofocón.

Anda, prenda querida,

dame en seguida

conversación.

Allá de madrugada,

como es de suponer,

la conversación

empezó otra vez.

Y un huésped que dormía

en la otra habitación

se indignó al oír

tanta animación.

Esto es mucho fastidiar.

¡Ay, señor! ¿Cuándo van a parar?

Niños,

no más cariños;

¡por Dios! ¡que se oye todo, tengan

compasión!

Pues que soy soltero

y a nadie puedo dar conversación.

Noto que me alboroto

y siento unas ganas horribles de charlar.

¡Bueno!, hablaré solo

y así estaremos los tres igual.

 

    Tómese como se tome, en el cuplé erótico aparecieron muchas actitudes que lentamente se iban imponiendo en la vida cotidiana y, aunque en sus formas recogieran procedimientos muy antiguos ya que el género no admitía innovaciones excesivas, que quedaban reservadas para otras manifestaciones artísticas, fue un buen muestrario de una sensibilidad abortada rotundamente por las consecuencias de la guerra civil. Álvaro Retana fue un precursor y un vehículo de la misma y su trayectoria, un emblema de “ese pudo haber sido y no fue” que resume dramáticamente muchas de las características de la vida española de nuestro siglo.

    [1] V., principalmente, Erotismo fin de siglo, Barcelona, Antoni Bosch, 1979 e Introducción a la novela corta erótica de entreguerras (1918-1936), Madrid, Taurus, 1993, pp. 11-79.

    [2] V. El cuplé, Espasa Calpe, Madrid, 1990 y “Sexo y canción (Prostitución y espectáculos en los siglos XIX y XX)”, El Bosque nº 2, Zaragoza, Mayo-Agosto, 1992, pp. 107-121.

    [3] Historia del arte frívolo e Historia de la canción española.

    [4] Pilar Pérez Sanz y Carmen Brú Ripoll [1989]. Del trabajo de estas autoras, que tuvieron acceso al archivo personal del escritor, extraigo varios datos biográficos. También se encuentran interesantes, aunque no siempre fiables, informaciones en bastantes de los prólogos y entrevistas que, a menudo, preceden a sus numerosas obras y en Santiago Ibero [1926].

    [5] Villena [1992 y 1994].

    [6] La voz que la Enciclopedia Espasa dedica a este importante personaje da cumplida referencia de sus cargos y protagonismo en la vida filipina y española del período de intersiglos. Aparece también en el Diccionario de literatura española, Madrid, Alianza, 1993, coordinado por Ricardo Gullón, donde se dice entre entras cosas: “…en 1896 fue nombrado diputado. Posteriormente fue gobernador de Huesca y Teruel e inspector general de Policía en Barcelona. Se le considera el mejor investigador sobre Filipinas… nombrado académico de la Historia en 1924. Publicó también la novela, La tristeza errante (1903), en la que analiza el amor en el hombre y la mujer y hace un perfecto retrato del alma femenina”, (p. 1374).

    [7] Su característica coquetería le lleva a declarar o escribir en numerosas ocasiones haber nacido en 1898.

    [8] V. prólogo a Las vendedoras de caricias.

    [9] Por ejemplo en El veneno de la aventura, pp. 15-17. O en Flor del mal, pp. 3-9.

    [10] Dice, por ejemplo, en la entrevista de Artemio Precioso que precede a la novela La flor del Turia, pp. 8-9: “… No soy partidario del divorcio… La misión femenina es confinarse en el hogar, fortalecida en la religión y dejar a los hombres devorarse cordialmente”.

    [11] Un contemporáneo escribe al respecto: “Había una panda de literatos a los que se unía tal cual danzarina y tal cual dibujante. Esta panda cultivaba el gamberrismo intelectual (?). Rendía culto a las saturnales de vía estrecha y publicitarias. Se permitían excursiones por los barrios bajos vistiendo ropas llamativas y equívocas. Posaban de mariposos. Las “vírgenes locas” que los acompañaban -aunque su virginidad orgánica fuese una pura suposición- exclamaban cuando irrumpían con ellos en las tabernas:

-¡Nos vamos a lanzar a la vorágine!

Los obreros sanos de Madrid estimaban tales excentricidades como una provocación. Y se armaba enseguida la bronca. No se avenían con las exhibiciones y las procacidades de las viragos y de los cancos (…)

A esta panda de apios citada anteriormente -pues como apios presumían- no los podía tragar nadie. Eran patosos y cúbicos

(…) Les denominaban ‘los desviados’. Uno de ellos se titulaba ‘el novelista más guapo del mundo’ -¡qué monín!- y se retrataba en las contraportadas de “La Novela de Hoy” con una bata negra escotada, luciendo las cejas depiladas -como las madamitas-, los ojos y los labios pintados… ¡Un asquito! Artemio Precioso -un machote, que diríamos hoy- sonreía de esta malsana publicidad porque… le rendía cuartos. Aquellos bardajes de la pluma -con algunos dibujantes de la cofradía del ojal- le dieron a ganar muchas pesetas”. José Alfonso [1967: 86-87]. Además de los dos escritores citados, el cronista se refiere obviamente a la eximia danzarina Tórtola Valencia y al mentado dibujante José Zamora.

[12] “A Retana le han condenado a ocho años de inhabilitación por haber escrito un libro titulado El tonto. Entonces ¿cuántos años de inhabilitación se merecía Dostoiewski, que escribió El idiota?, “El espejo indiscreto. Duda”, Heraldo de Madrid, 25-I-1926, p. 1.

    [13] Constituía esta novela una readaptación de una de sus primeras obras, Los extravíos de Tony, por lo que, tras ser condenado y preguntarle la sala si estaba conforme con la sentencia, Álvaro manifestó: “Es lo mismo que si ahora, en casa me dejaran sin postre porque hace diez años no me supe la lección en el colegio”. V. La ola verde, pp. 302-303.

    [14] Parece que muchos de ellos eran suyos pues siempre le había gustado el decadentismo barroco en la decoración de sus mansiones, pero otros habían quedado a su custodia por encargo de García Atadell, siniestro personaje amante de Tina de Jarque, que, tras robar una enorme cantidad en metálico, joyas y objetos sagrados, amparado en su condición de militar del ejército republicano, intentó cruzar las líneas con la famosa vedette, siendo ambos capturados y fusilados antes de lograr su intento.

    [15] Alberto Sánchez Álvarez-Insúa afirma rotundamente que fue asesinado. Bibliografía e historia de las colecciones literarias en España (1907-1957), Madrid, Libris, 1996, p. 55. Lo mismo sugiere L. A. de Villena [1999], cuyo libro (V. Bibliografía) aparecido ya confeccionado este artículo, apunta la misma tesis. Parece que la muerte fue a consecuencia de la relación con algún chapero, pero nada se divulgó en la prensa. Posteriormente, su hijo Alfonso informó de que no fue así y falleció de muerte natural.

    [16] Retana tuvo muy numerosas relaciones amorosas tanto con el sexo masculino como con el femenino. Si se jactó de las primeras, no dio en cambio nombres. Sí, de las segundas, hablando en numerosas ocasiones de sus novias o de sus “matrimonios experimentales” con Luisa de Lerma, Lina Valery y Nena Rubens.

     [17] Cejador [1920: 180-181].

     [18]  Nora [1974: 424].

     [19] Sainz de Robles [1975: 266].

     [20]  No se trata de un cuplé sino de una obra lírica de Perrín, Palacios y Nieto, estrenada en 1896 y que incluye el famoso chotis “Con una falda de percal planchá…”, al que parece referirse el autor de la nota.

     [21] Villena [1992: 19-28].

     [22] Ibídem, p. 10.

     [23] “…Perdonadme todos (…) Pensad que en esta catástrofe fue el único motivo el ansia loca de crearos alguna posición más firme. Perdonadme. Perdonadme (…) Si mi vida fue una equivocación fue generosa. Con la única preocupación vuestra por encima de todos mis errores…”. (pp. 35-36).

     [24] Sólo se muestra decididamente crítico con El Caballero Audaz que, con su conducta personal y literaria durante su larga trayectoria, no se hizo merecedor de mejor trato, y con Artemio Precioso -el conocido editor de La Novela de Hoy, La Novela de Noche y otras famosas colecciones de bolsillo- con el que debió mantener grandes diferencias, sobre todo, a raíz de ser llevado a prisión por el proceso suscitado por la novela El tonto, publicada en La Novela de Hoy. Artemio ni siquiera le escribió para manifestarle su solidaridad. Aun así, la ecuanimidad de Retana le lleva a conceder ciertas gracias parciales a ambos escritores.

     [25] Se cita allí a El Caballero Audaz, Gómez de la Serna, Díez de Tejada, Artemio Precioso, Joaquín Belda, Emilio Carrére, Alberto Valero Martín y Alfonso Vidal y Planas. La ola verde, p. 303.

     [26] V. el capítulo “Orígenes del arte frívolo” en mi libro Raquel Meller y su tiempo, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1992, pp. 13-26. Y también “La canción popular española a principios de siglo” en Javier Barreiro, Cupletistas aragonesas, Zaragoza, Ibercaja, 1994.

     [27] Se entiende que como canción independiente del espectáculo teatral. Cuplés para cantar en el transcurso de las obras líricas venían apareciendo desde hacía dos décadas y, frecuentemente, los autores incluían al final de ellas letras alternativas y, generalmente, muy vinculadas a asuntos de actualidad, para que los actores tuviesen repertorio al que acudir, ya que el público demandaba frecuentemente la repetición de estos cantables. Muchos se hicieron ampliamente populares y circularon en cancioneros y pliegos sueltos.

     [28] V. Javier Barreiro, “La Goya, bilbaína y reina de las varietés”, Egin, 14-VI-1992.

     [29] V., especialmente, los artículos de José Luis Alonso, “Claves para la formación de un léxico erótico”, Edad de Oro, IX, Madrid, 1990, pp. 7-17 y María Teresa Cacho, “Canciones eróticas españolas en la Italia del Siglo de Oro”, El Bosque nº 2, Zaragoza, Mayo-Septiembre, 1992, pp. 17-29.

     [30] Pese a su importancia en el mundo del espectáculo y en el imaginario de varias generaciones; pese a lo novelesco de su vida y a haber sido motivo de varias obras literarias, entre las que se cuenta una de las más repetidamente editadas en la época, La Coquito de Joaquín Belda, la Chelito no ha sido objeto de ningún estudio biográfico. Hecho que también sucede en figuras tan centrales en nuestra historia cotidiana como la Fornarina, Pastora Imperio, La Goya o la Argentinita, por citar unas cuantas entre las muchas posibles.

     [31] V., por ejemplo, el capítulo “La nueva Eva” en Lily Litvak, Antología de la novela corta erótica española de entreguerras 1918-1936, Madrid, Taurus, 1993, pp. 31-44 y, de la misma autora, “Una chica de pelo corto, cigarrillo y carnet de conducir. (Un arquetipo femenino en la novela corta erótica de entreguerras)”, El Bosque nº 3, Zaragoza, Septiembre-Diciembre, 1992, pp. 19-31.

 

O B R A S

-(con el seudónimo de Claudina Regnier) Se deshojó la flor, Madrid, El Cuento Galante nº 12, 26-VI-1913.

Rosas de juventud (Cuentos eróticos, caprichos escénicos, narraciones fantásticas). Prólogo de Claudina Regnier, Madrid,   Victoriano Suárez, 1913.

Travesuras de amor (opereta en un acto en colaboración con Mariano Muzas Belenguer y música de Teodoro San José, estrenada   en el Teatro Cómico de Madrid el 15-IV-1914).

-(con el seudónimo de Claudina Regnier) Si yo te amaba, pero…, Madrid, La Novela de Bolsillo nº 26, 1914.

El último pecado de una hija del siglo, Madrid, La Novela de   bolsillo nº 32, 1914.

La noche más alegre de Sherezada. Escenas de libertinaje oriental, 1915. (Citada por Cejador).

Las alegres chicas de París, 1916. (Citada por Cejador).

Al borde del pecado, Barcelona, Sopena, 1916.

El capricho de la marquesa, Barcelona, 1917.

La dama del salón Mornant, Madrid, El Cuento Nuevo, Tomo I, nº   6, 26-XII-1918.

La carne de tablado, Madrid, V. H. Sanz Calleja, 1918.

Ninfas y sátiros (Escenas pintorescas de Madrid de noche), Madrid, Biblioteca Hispania, 1918.

Las ingenuas libertinas, Madrid, El Cuento Nuevo, Tomo II, nº   9, 10-IV-1919/Madrid, La Novela Pasional nº 99, 1925.

El maniquí (traducción de la obra de Paul Gavault en colaboración con Luis de Olivé). Madrid, La Novela Cómica nº 157, 8-VI-1919.

El capricho del diablo (fantasía en un acto con música de Francisco Sanna estrenada en el Music-Hall Palace de Madrid el   3-IX-1919).

El crepúsculo de las diosas, Madrid, V. H. Sanz Calleja, 1919

La primera aventura de Leticia, Madrid, Rafael Caro Raggio,     1919.

Las locas de postín. Novela de costumbres aristocráticas, Madrid, Biblioteca Hispania, Col. Afrodita nº 1, Junio 1919. / Barcelona, Adán y Eva, 1932.

Una niña “demasiado moderna”, Madrid, Biblioteca Hispania, Col. Afrodita nº 2, 1919.

Currito el ansioso. Accidentada historia de un gomoso pervertido (Novela amoral), Madrid, Biblioteca Hispania, Col. Afrodita nº   3, 1920.

Los tres pecados de Celia. Confidencias amorales de una famosa actriz. Madrid, Biblioteca Hispania, Col. Afrodita nº 4, 1920.

El vicio color de rosa (novela fantástica), Madrid, Biblioteca Hispania, Col. Afrodita nº 5, 1920.

Una noche de verano sin sueño. Truculencias veraniegas de dos muchachas bien, Madrid, Biblioteca Hispania, Col. Afroditanº 6,   1920.

El buscador de lujurias, Madrid, Biblioteca Hispania, Col. Afrodita nº 7, 1920.

El octavo mandamiento, Madrid, 1920.

Los extravíos de Tony (Costumbres amorales de un colegial ingenuo), Madrid, Biblioteca Hispania, s. f. (h. 1920). / Madrid, Odisea, 1909.

-“El disfraz” en La voz de la conseja, Tomo II, Recopilación de Emilio Carrère, Madrid, V. H. Sanz Calleja, s. f. (h. 1920),    pp. 225-248.

Las mujeres del diablo (tríptico), Madrid, Rafael Caro Raggio,   1920.

Lecciones de amor, Barcelona, Col. Medianoche, vol. 1, 1920.

La fea que llegó a gran cocotte, Barcelona, Col. Medianoche,    vol. 7, 1920.

El octavo pecado capital, Madrid, Biblioteca Hispania, 1920.

Una confesión muy siglo XX, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1920.

Chelito: su vida, su arte y sus canciones, Madrid, La Canción   Popular, Princesas del Arte nº 6, Madrid, s. f. (h. 1920).

Rosas ingenuas (cuentos). Madrid, Rafael Caro Raggio, 1920.

La gallina enamorada (cuentos cómicos), s. f.

Consuelito, el demonio de la opereta, Barcelona, Bistagne-La Novela Favorita, 1920.

El príncipe que quiso ser princesa, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1920./Madrid, La Novela Pasional nº 71, 1925.

El fuego de Lesbos. Indiscretas revelaciones de una celebridad galante, Madrid, Biblioteca Hispania, Col. Afrodita, 1921.

La señorita perversidad, Novela alegre. Col. Hispania, Madrid,1921.

El demonio de la sensualidad, Madrid, Imprenta Clásica Española, Col. Pompadour, 1921.

El infierno de hielo, Madrid, La Novela Corta nº 314, 1921.

Se ha perdido un chico guapo, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1921.

El alma encantadora de Oriente, Madrid, Castilla, Col. Pompadour,   1921.

Rosas blancas, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1921.

El rayo de luna, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1921.

Egmont de Bries, Madrid, Rafael Caro Raggio, 23-XII-1921.

Las mujeres de Retana, Madrid, La Novela Corta nº 319, 21-I-1922.

El escapulario, Madrid, La Novela Semanal nº 40, 15-IV-1922.

Una noche de carnaval en Niza, Madrid, La Novela Corta nº 338,   27-V-1922.

Los ambiguos, Madrid, La Novela de Hoy nº 9, 14-VII-1922.

El hombre de las manos bonitas, Madrid, La Novela Gráfica nº 2, Julio 1922.

El tesoro de los Nibelungos, Madrid, La Novela Corta nº 354, 16-IX-1922.

-El encanto de la cama redondaE, Madrid, La Novela de Hoy nº 29, 1-XII-1922.

El espejo de Paulina Bonaparte. Madrid, Torrent y comp. Col.    Pompadour, 1922.

La mala fama, Madrid, Biblioteca Hispania, 1922.

Paquita, la caprichosa. Novela edificante, Madrid, Biblioteca Hispania, 1922.

El ojo sagrado, Madrid, Biblioteca Hispania, 1922.

La pomada de la infelicidad (Cuento escénico de costumbres futuras), Madrid, Flérida, La Novela Picaresca nº 20, 1922.

La hora del pecado, Madrid, La Novela de Hoy nº 42, 2-III-1923.

Lolita, buscadora de emociones, Madrid, La Novela de Hoy nº 52, 11-V-1923.

Las vendedoras de caricias, Madrid, La Novela de Hoy nº 61, 13-VII-1923.

Mi novia y mi novio, Madrid, La Novela de Hoy nº 72, 25-IX-1923.

Mi alma desnuda, Madrid, Biblioteca Hispania, 1923.

Raquel, ingenua y libertina, Madrid, Biblioteca Hispania, 1923.

La confesión de la Duquesa, Madrid, La Novela de Hoy nº 84, 21-XII-1923.

Todo de color de rosa, Madrid, Atlántida, 1923.

Los cinco besos de Aurelia, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1923.

El infierno de la voluptuosidad, Madrid, Colombia, Col. Esmeralda, Vol. I, 1924.

Carnaval, Madrid, La Novela de Hoy nº 93, 22-II-1924.

Flor del mal, Madrid, La Novela de Hoy nº 106, 23-V-1924.

El veneno de la aventura, Madrid, La Novela de Noche nº 4, 15-V-1924.

El diablo con faldas, Madrid, La Novela de Noche nº 14, 15-X-1924.

La vida galante, Novela de apaches, Madrid, Colombia, Col. Esmeralda, Vol. III, 1924.

La virtud en el pecado, Madrid, La Novela de Hoy nº 120, 29-VIII-1924.

Mis mejores cuentos, Madrid, Prensa Popular. s. f.

Un nieto de don Juan o Las chavalas de corto, Madrid, La Novela   Pasional nº 61 (Extraordinario), 1925.

Las mujeres del pelo corto y La pomada de la infelicidad, Madrid, La Novela Pasional nº 85 (Extraordinario), 1925.

Princesas de amor (revista en dos actos con música de Álvaro Retana y Pablo Amalio Fernández, estrenada en el Teatro Maravillas de Madrid el 10-VII-1925).

El amor prohibido, Madrid, La Novela de Noche nº 36, 15-IX-1925.

La flor del Turia, Madrid, La Novela de Hoy nº 138, 2-I-1925.

La dama de Luxemburgo, Madrid, La Novela de Hoy nº 150, 27-III-1925.

El tonto, Madrid, La Novela de Hoy nº 158, 22-V-1925.

El más bello amor de Mercedes, Madrid, La Novela de Hoy nº 166, 17-VII-1925.

La conquista del pájaro azul, Madrid, La Novela de Hoy nº 180, 23-X-1925.

La conquista del pájaro azul, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1925.

El corazón de Eva, Madrid, Sanz Calleja, 1925.

El abismo rosa, Madrid, Biblioteca Hispania, 1925.

La niña pera, Madrid, La Novela Pasional nº 114, 1926.

¡Sácate la caretita!, Madrid, Los Contemporáneos nº 890, 1926.

La máscara de bronce, Madrid, La Novela de Hoy nº 231, 15-X-    1926.

La extraña aventura, Madrid, La Novela Nueva, Año I nº 6, 1926.

El paraíso del Diablo, Madrid, Siglo XX, 1926.

El encanto fatal, Madrid, La Novela de Hoy nº 267, 24-VI-1927.

El pobrecito Barba-Azul, Madrid, Los Novelistas nº 30, 4-X-1928.

Una aventura más..., Madrid, Los Novelistas nº 47, 31-I-1929.

Los trucosos, Madrid, Los Novelistas nº 59, 25-IV-1929.

-(con el seudónimo de Carlos Fortuny) Primera actriz de vanguardia, Madrid, Los novelistas nº 65, 6-VI-1929.

La leyenda rota, Madrid, Los Novelistas nº 71, 18-VII-1929.

-(con el seudónimo de Carlos Fortuny), Gente conocida, Madrid, Los Novelistas nº 74, 8-VIII-1929.

-(con el seudónimo de Carlos Fortuny), Carmina, flor de amor, Los Novelistas nº 84, Madrid, 17-X-1929.

El octavo pecado capital, Barcelona, Jasón, 1931.

El pecado errante, Madrid, Castro, 1931.

Cocktail-Revue (zarzuela en un acto en colaboración con L. Fernández Sevilla y Eulogio Velasco Huerta y música de Julián Benlloch y Francisco Soriano Ibáñez, estrenada en el Teatro Reina Victoria de Madrid en Enero de 1931).

La “vedette” de los demonios, Madrid, La Novela del Amor nº 5, 2-V-1931.

El más bello amor del rey, Madrid, Castro, Col. Fémina nº 1,    Junio 1931.

-(con el seudónimo de Carlos Fortuny), La ola verde, Barcelona, Jasón, 1931.

Una familia de la Dictadura, Madrid, Castro, 1931.

El sátiro del Parque del Oeste, Madrid, La Novela de Ayer, de   Hoy y de Mañana nº 6, 1932.

A Sodoma en tren botijo, Madrid, Col. Los 13 nº 11, 21-V-1933. / Madrid, Odisea, 1994.

Cortesanas del nuevo régimen (Prólogo de Joaquín Belda), Madrid, Adán y Eva, 1933.

La deliciosa actriz. Novela de la mala vida teatral, Barcelona, Adán y Eva, 1933.

El fantasma de don Pingoberto (Estampas de la vida madrileña en 1935). Madrid, Col. Buen Humor nº 1, 1935./Madrid, Buen Humor,1967.

Curro Moreno (poema con música de E. Lehmberg, estrenado en el teatro Fuencarral de Madrid el 20-XI-1937).

Los majos de rumbo (estampa en un acto con música de González Arijita estrenada en el Teatro Jovellanos de Gijón el 28-VII-1945).

Melodías de juventud (revista en dos actos con música de J. M.   Legaza, estrenada en el Teatro Alcalá de Madrid el 13-XII-1948).

La rosa de fuego, Madrid, Marsiega, 1950.

Dulce amigo, Madrid, Rolland, Col. Novelistas de Hoy, 1952.

La bella y la mandrágora, Madrid, Rolland, 1953.

Alba, esplendor y ocaso de Paulina Bonaparte. Amenidades del Imperio Napoleónico, Madrid, Colección Popular Literaria nº 6, 1954.

Corazones de teatro, Madrid, Rolland, Novelistas de Hoy nº 28, 1954.

Su Majestad, el folklore (espectáculo en dos actos con música de J. M. Legaza, estrenado en el Teatro de La Latina de Madrid el 10-V-1954).

¡Pobre chica, la que tiene que servir!, Madrid, Col. Carnaval, 1955.

Historia del viejo cuplé, Vol. 1, Madrid, Hispavox, Impr. Luis Pérez, 1959.

-(con el seudónimo de Carlos Fortuny) La adorable condesa du Barry, Madrid, Colección Popular Literaria nº 115, 1-III-1960.

-(con el seudónimo de Carlos Fortuny), El fantasma de la emperatriz Mesalina, Madrid, Colección Popular Literaria nº 120, 16-VIII-1960.

Historia de una vedette contada por su perro, Madrid, Colección Popular Literaria nº 131, 1-IV-1961

La reina del cuplé. El Madrid de la Chelito, Madrid, Tesoro,    1962.

Estrellas del cuplé, Madrid, Tesoro, 1963.

Paulina Bonaparte. “La Venus Imperial”, Madrid, Tesoro, 1963.

Historia del Arte Frívolo, Madrid, Tesoro, 1964.

Señoritas de ballet, Madrid, Tesoro, 1965.

Historia de la canción española, Madrid, Tesoro, 1967.

Teatro del que no consta su estreno

El Madrid de la Fornarina (en colaboración con Filomena Hernández y música de C. González Arijita).

Madrid de mi alma (con música de J. M. Legaza)

Jorge Sand (música de C. González Arijita).

Audiencia pública (música de C. González Arijita).

El paraíso de los solteros (zarzuela en un acto con música de Luis Barta).

Una noche en París (sainete en colaboración de Eduardo Criado Aguirre y Rafael Losa con música de Luis Barta)

Los anteojos de Mahoma (zarzuela en un acto en colaboración con M. Muzas y música de R. Yust y J. Lucio Mediavilla).

Vampirismo agudo (zarzuela en un acto con música de Luis Barta y Álvaro Retana).

Su Majestad, la noche (revista en dos actos en colaboración con Joaquín Mariño y música de Yust).

Sinfonía incompleta (revista en un acto con música de C. González Arijita).

                                   B I B L I O G R A F Í A

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