Historias de Sánchez, de alimañero a jefe de la USMC (VI)

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    Han sido muchos los lectores polleros y seguidores de facebook y twitter que me han pedido que publicara en orden cronológico estos humildes hechos de mi vida que me han llevado de comenzar como un simple alimañero a convertirme en el orgulloso jefe de la Unidad Secreta de Matacochinos primero del Ayuntamiento de Zaragoza y luego, finalmente, del Gobierno de Aragón. Aquí continúa  pues, la sexta entrega …
   Christofer  Ansón, Jefe de la Unidad de Blanqueo de la Guardia Civil se puso en contacto con nuestro grupo, la Unidad Secreta de Matacochinos (USMC), porque necesitaba corroborar el origen de unos fragmentos significativos de un óleo antiguo que habían aparecido en una certificación rutinaria de las vísceras de una jabalína que había realizado el veterinario de Jaca, Jorge Chavarri de Alois. Me puse al habla con él y me contó que mientras realizaba una toma de muestras para descartar la triquinosis de dicha hembra  cazada en la zona (en el diafragma, los músculos intercostales y meseteros y la extremidad delantera), accidentalmente clavó su cuchillo en el estómago de la bestia y junto a abundantes líquidos fermentados cayeron al suelo unos trozos de tela coloreada que tras un lavado rápido, vio que eran fragmentos de un cuadro. Extrañado el  veterinario por esta rareza avisó a la Guardia Civil y esta se puso en contacto con nosotros.

   Sometimos los trozos del cuadro  a un minucioso análisis  en nuestro laboratorio con la reflectología infrarroja, con la luz de Wood, con el microscopio estereoscópico, con la espectroscopia IR y con otras técnicas instrumentales pudimos, efectivamente, constatar que se trataba de porciones  semidigeridas de tela pintada al oleo y  pertenecientes, ni más ni menos, que al lienzo de Goya adquirido hacía un tiempo por la DGA denominado “Don Luis María de Borbón y Vallabriga” y que  ahora mismo  estaba de actualidad por las pesquisa que sobre la correcta adquisición de dicho cuadro estaba llevando a cabo la Unidad de la Guardia Civil antes mencionada.

   Lo que no nos cabía duda era que esa obra  había estado  recientemente en una guarida de jabalíes  ya que si no era impensable que la jabalina lo mordisqueara. Pero, ¿cómo llegar a ella? Y es más, ¿cómo conseguir que no lo siguieran destrozando  para poderlo salvar? Lo único que estaba claro era que había que actuar con la máxima rapidez para que no se eliminaran las pruebas que necesitaban la UBGC para inculpar a los sospechosos.

    La nieve caída nos facilitó el seguimiento del  gran ejemplar macho dueño de la madriguera. Preparamos unos suculentos y novedosos bocadillos de chorizo ibérico muy gelatinoso y, una vez que establecimos el operativo  y adecuadamente escondidos, vimos al gran jabalí que arrastraba el cuadro camino de una fuente donde esperaba saciar el ardor que le producían los pigmentos del óleo que se estaban macerando en su estómago. Le lancé  un fuerte silbido que le hizo soltar el marco y se giró bufando hacia mí. Pero ya era tarde. De un salto me encaramé sobre él asestándole una certera cuchillada que le atravesó el corazón. Mi cuchillo finlandés acompañó radiante al sol su último estertor. Vázquez y Escó estaban perdidos. La prueba refulgía entre la nieve de ese hermoso paraje jacetano

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