Crónicas delicuescentes: Rumores

 Por  Hildebrindo

       En los mentideros de la villa, ¿pero hay villa?, ¿hay mentideros? Lo que sea. Aquí,  un rumor que se va extendiendo como una mancha de “Eau frais, con sabor a mandarina” de Dior, exquisito perfume que ya no sé si todavía hoy  lo fabrican con ese nombre, pero en cualquier caso sigue fijo en mi pituitaria que fue aromatizada durante tiempo por una mujer magnética y bella.

    Digo que está en el aire el rumor acerca de un personaje que fue en Zaragoza, está trabajando tenazmente, en la elaboración de en sus Memorias, que saldrán a la calle, cuando el viento de Escarlata O´Hara y el Cierzo del Moncayo, soplen a su favor. Lo que me cuentan es que son unas Memorias auténticas, en el sentido de que cuanto rememoran llevan nombres y apellidos reales, desde doña Leonor Sala de Urzaiz a José Luis Aguirre, personas que formaron parte de la existencia del autor y, evidentemente de la vida zaragozana de la posguerra que, como sabemos, duró muchos años después del 39, como sucede con todas las posguerras que en el mundo han sido, que duran más tiempo del debido. Véase “Lo que el viento se llevó”, se hará una leve idea.

    El rumor del pleamar que está agitando mentes y conciencias, me ha llegado en una conversación, tal que esta:

 -¿Te has enterado de que el hombre de los vientos, lo nombro así para no descubrirlo por si  se molesta, lleva escribiendo  desde hace dos años sus Memorias?

 -No me digas…cuenta, cuenta.

-No es su biografía, esto sería muy unilateral y sin interés. Son me-mo-rías. Flashes que le vienen a la mente cuando posa sus manos en las teclas del ordenador, o sus dedos en el bolígrafo…No conozco los instrumentos que emplea para redactar.

-Comprendo, no vas a saber todo…Y dices que son flashes…

-Si, aunque acoplándolos en lo posible a cierto orden cronológico para no desviarse de los acontecimientos. Narra los eventos de su vida que se gravaron en su ego desde  los dos o tres años, hasta la actualidad. Imagínate lo que cualquiera podríamos contar, si nos pusiéramos, desde que teníamos tres años…

-¿Y eso de flashes?

-Simplemente lo que le viene a la mente, lo que su memoria guarda de los hechos más significativos de su vida.

-¡Tiene que ser un plomazo…¡

-No creas, porque con él y en él, arrastra una abigarrada comparsa  de amigos, gente conocida, hechos históricos de esos años… Realmente su ambiente, los que convivieron con él son los que conforman esas memorias. Y ahí está el quid.

-¿Qué quid?

-Que muchos de los que todavía sobreviven a “Lo que el viento se llevó”, “Casablanca”, los Beattles y Mary Quant, temen verse involucrados en la vida del autor, en lo que pueda ser tangencial o intrínseco con las vivencias y experiencias del “hombre del viento”

-¿Insinúas que no les gustaría figurar en esas memorias como personas afines al autor?

-Eso  me han dicho que se rumorea. Por de pronto, eluden cuanto pueden el contacto actual con el autor, y no se prestan a ayudarle dándole detalles de lo que compartieron con él.

-¡Que tontería¡ Porque ya serán mayorcitos para no ruborizarse, avergonzarse o sentirse ofendidos por lo que hicieron hace tantos años…

-Lo que yo digo. Esa actitud es casposa, cobarde y un tanto hipócrita, cuando no roída por pudores proclives al estatus social  en el que se han instalado.

-¿Y él,  qué actitud toma?

-Sigue con  sus flashes memorísticos. Además como pretenden marginarle, condenándole a una especie de exilio como el de Ovidio, pero en lugar de isla, en la casa de su hermana, en sus ratos de ocio se dedica al paseo por los pinos del cementerio, sin las cerezas del famoso Gabriel Miró…

-Estará fastidiado…

-No lo sé, no me lo han dicho. Pero este exilio, sin reino, le viene muy bien para escribir. Y su amiga, catedrática de literatura, ya jubilada, que es una de mis fuentes, lee  su obra, conforme a los capítulos que él le entrega, y me  ha dicho que se nota mucho el ser esencial y puro de sentimientos que era antaño, pero que su experiencia formativa de cuatro años con los jesuitas del Salvador, ya sabes aquel colegio que estaba al lado del Sagrado Corazón de las niñas bien de Zaragoza…

-Si, si, me interrumpe, el que estaba en el paseo Mola, hoy Sagasta y Corte Inglés.

-Pues eso, que su estancia allí le hizo ocular a los demás el hombre sencillo, humilde y bondadoso que era. Pero que de lo que la doctora lleva leído de esas Memorias, percibe claramente su temperamento hiperestésico, su sensibilidad  exacerbada a colores, aromas, texturas y sonidos…Por cierto, que eso ya se lo decía hace muchos años José Antonio Rey del Corral, buen amigo del hombre del viento, cuando leyó su novela  “Debajo de la piel”…

-Así que no va de broma su trabajo, por lo que me dices…

-Parece que no,  por las informaciones que me van llegando.

-¡Interesante, don Servando¡

-Muy interesante, amigo Tono. La catedrática jubilada me ha llegado a ponderar el tempo lento y moroso de esas memorias, su carácter lírico y descriptivo que se halla esmaltado  de palabras castizas, o de moda en su tiempo, arcaísmos y sinestésicas.

-Me estás poniendo en ciernes antes de tiempo, tratándose sólo de rumores…

-Ya veremos que resulta…Solo cuento lo que me llega. Porque hay también otra parte de las memorias nada lírica,  jocosa, mordaz, incisiva, violenta, que acentúa morbosa y sibilinamente pasajes de sus vivencias. Ya sabes como son los memorialistas cuando se ponen a recibir flashes…

-Pues, la verdad, no lo sé.

-Entonces tendrás que esperar, como todos nosotros.

-En cualquier caso me das noticias excitantes.

-Ya me conoces, los cronistas tenemos que excitar, irritar, animar y advertir de lo que se aproxima. Aunque muchas veces solo se trata de rumores. Creo que había una canción, bolero de María Dolores Pradera que se titulaba así: “Rumores”. Pero no estoy muy seguro, porque con  esto de los boleros uno siempre se confunde y como ahora ya no están de moda, fallas al personal lector. Si lo hubiere.

-Que sí, hombre, que se te lee. Tu sigue y verás.

-Veré ¿qué?

-El nuevo asalto a la Bastilla, perdón, a la Puerta del Carmen.

-Hablando de puertas, sabes que en un concierto de coros asturianos, al que asistí honrosamente invitado, cuando intervino el coro nativo de Aragón, me enteré que Zaragoza tenía ocho puertas, entre ellas la de Santa Engracia, en tiempos de la guerra de la Independencia.

-¿Y cómo asÍ?

-Porque la apoteosis del acto fue a cargo del grupo aragonés, que interpretó “Los Sitios de Zaragoza”. Y a mi edad, me enteré que la música famosa, tenía también letra, en la que loaban a Agustina de Aragón, el General Palafox y las ocho puertas que bordeaban la ciudad, entre otros sucesos históricos que no conocía. Fue un descubrimiento excitante. Lo celebré, de verdad.

-¿ Con vino?

-No, con lágrimas, porque me emocioné mucho de oír aquello en que consisten mis raíces.

-¡Qué patriotero eres¡

-Que no, hombre, que soy baturro de pura cepa, y a veces se me hincha la vena…         

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