Psichokillers

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Por Carlos Calvo
Fotos: Enrique Lafuente

     De camino al zaragozano almacén del arte de Victoria Enguita, en el chaflán de la calle Mayor con la de San Vicente de Paúl, donde Jorge Nebra inaugura una exposición fotográfica sobre sus llamados ‘psychokillers’, voy pensando acerca del mundo artístico.

    La producción de imágenes visuales, eso que hoy llamamos arte, es uno de los fenómenos más sorprendentes, enigmáticos e imprevisibles de toda la historia de la humanidad. Por eso, la visita a una galería de arte debería proporcionarnos placer y conocimiento. Pero eso reclama esfuerzo, como la lectura de un libro. Sin esfuerzo no hay conocimiento, y tampoco, en sentido propio, placer. Y el esfuerzo tiene que venir por parte de quien se acerca, claro está, pero también de la propia sala para establecer estrategias de intermediación que traten a sus visitantes como sujetos activos capaces de movilizar la propia experiencia en la aventura de descubrir la vida que aquellas obras vehiculan.

    En esto voy pensando, digo, hasta que llego, por fin, al lugar del encuentro, y allí me sumerjo en el bullicio, con personalidades de la cultura zaragozana y, por extensión, aragonesa: cineastas, fotógrafos, pintores, escultores, escritores, periodistas, músicos, gentes del teatro, de la danza, del deporte, de la política, del circo… Gentes, en fin, de las artes y las letras a los que Jorge Nebra retrata bajo un inquietante y oscuro tamiz introspectivo, una particular galería de exorcistas artesanales que rompen besos aterrorizando con una sonrisa. Ahí está el retrato fotográfico del retratado Miguel Ángel Lamata, con un Cinexin –el cine sin fin- en la mano y un añejo ‘Fotogramas’ en la otra, dentro del bazar ‘Quiteria Martín’, mítico establecimiento que también sirve de fondo para el retratado Dani Clemente, alias Franco Deterioro, en una pieza con regusto musical cubano.

    Acaso cansado del audiovisual, Nebra decide retomar una disciplina, la fotográfica, que tenía algo abandonada, y así traza unos retratos de personas que el autor aprecia en su faceta artística y humana, realizados en sesiones rápidas, con un planteamiento más creativo que técnico, la excusa perfecta para pasarlo bien. Por su objetivo pasan, entre otros muchos, Gabriel Latorre, Javier Coronas, Carmen París, Diego Peña, Santi Rex, Luis Díez, José Antonio López Bueno, Marifé Castejón, Indio Juan Moro, Kuky Somolinos, José Ángel Delgado, Alfonso Desentre, Ignacio Estaregui, Paula Ortiz, Miguel Ángel Berna, Antílope León, Jaime Ocaña, José Azul, Jorge Asín, Marisol Aznar, Óscar Sanmartín, Manolo Kabezabolo, Emilio Larruga, Isabel Soria o Luis Larrodera, este en una imagen impactante dentro de una bañera teñida de rojo sangre, como si de un guiño al mentor Chicho Ibáñez Serrador se tratase.

    Al fin y al cabo, estamos ante unas fotografías herederas del universo de Quentin Tarantino, de Robert Rodríguez o de la tradición del mito literario ‘stevensoniano’ de ‘Doctor Jekyll y míster Hyde’, repletas de matices y encantos turbios e insólitos, muy próximas al cómic ‘gore’, donde la perversión, la cinefilia y el sadismo campan a sus anchas, siempre, eso sí, con un saludable sentido del humor.

    Zaragozano de la añada del 73, Jorge Nebra ha ido desarrollando una carrera que lo ha convertido en una de las referencias del hecho cinematográfico aragonés, desde los videoclips musicales, los spots publicitarios, los cortos (‘El coleccionista’, ‘Don Quijote de la marcha’, ‘La espera’), las series documentales de viajes por toda la geografía española que realiza en su día para vía digital (‘El camino más largo’ y ‘No pierdas el tren’),  desde la increíble y a la par dolorosa experiencia cubana en su primer largometraje de ficción ‘Habanece’ (que no es poco) y su inmersión en parte de la historia musical de nuestra tierra con su segundo filme, esta vez documental, ‘Tierra de cierzo’, un trabajo presentado en la sección oficial de INEDIT, uno de los festivales cinematográficos del género musical más importantes del mundo, hasta la introspección fotográfica de estos comentados ‘psychokillers’, una serie de más de un centenar de personajes ficcionados mayoritariamente del ámbito cultural aragonés que toma como referencia, en efecto, la estética del cine, la literatura o el cómic, para tomar cuerpo de libro con textos de su paisano -y buen amigo- David Lozano. Pero esto está en pleno proceso y se hace mediante crowdfunding. Tiempo hay para participar.

    Ahora, de hecho, Jorge Nebra lleva entre manos una suerte de segunda parte de ‘Tierra de cierzo’, en un sentido acaso más personal para ese sentimiento de hacer música. El tronco del documental es el batería de Héroes del silencio, Pedro Andreu, quien va desgranando a otros compañeros de fatigas para dar a conocer distintas vivencias en la ambición de unir artistas locales con artistas nacionales. Otro proyecto, en fin, interrelacionado con los ‘psychokillers’ de un autor ambicioso, necesario, que conoce bien los entresijos del cine realizado en Aragón, sus tejemanejes, a la manera de un laberinto de puertas y ventanas, porque el tiempo es el que tacha o despliega, el que desengrasa o desangra. Sabe Nebra, en última instancia, que el poder del cine es de tal magnitud que todo avatar adverso a él, que todo ataque, daño colateral o frontal que lancen a su centro neurálgico, a su capacidad de supervivencia, no hace que pierda su fuerza, su capacidad mágica, casi sobrenatural, su condición de estandarte sólido e inexpugnable del ser humano. El cine, el buen cine, es un cúmulo de sueños y experiencias, de referencias literarias y artísticas, políticas y sociales, esas “cosas de la vida” que tan acertadamente reflejaba el gran Claude Sautet.

    Para terminar, una pequeña reflexión. Aunque nunca llueve a gusto de todos, los que han decidido las ayudas de este año a los diferentes proyectos audiovisuales zaragozanos (largometrajes, documentales, cortos) se han lucido de lo lindo, salvo honrosas excepciones. El malestar en una parte del sector va en aumento, tanto por los trabajos desestimados como por las subvenciones dadas a mediocres irredentos. Algunos ya recuerdan aquella popular frase de la novela ‘El Gatopardo’, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa, que pronunciaba Burt Lancaster en la obra maestra de Luchino Visconti: “Es preciso que todo cambie para que todo siga igual”. Confiemos en que las autoridades –civiles, por supuesto- lleguen a tiempo de frenar este desaguisado. Si no, habrá que iniciar una investigación a fondo para conocer el modo y la forma en que se han adjudicado las ayudas a la producción audiovisual de este 2015. El algodón no engaña.

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