Por Fernando Gracia Guía
Un montaje que lleve la firma de Alberto Castrillo Ferrer ya es una garantía de interés, antes de tener más noticias sobre el tema a tratar.
Si a ello le añadimos una cabecera de cartel con dos figuras locales de la talla de Susana Martínez -una auténtica luchadora de la escena, a la que igual vemos actuando o dirigiendo en montajes teatrales, que en visitas teatralizadas de Gozarte- y Oswaldo Felipe, figura imprescindible de la PAI, es claro que no vamos a presenciar cualquier cosa.
Y la expectación ante el estreno en el Teatro del Mercado de la adaptación del propio Castrillo Ferrer de una obra francesa, no solo no defrauda sino que alcanza un notable triunfo, al constatar que estamos ante un complejo y profundo ejercicio teatral, en la mejor tradición del teatro europeo de ideas del siglo pasado.
El señor Otin y la señorita Ton es el título de la adaptación de la obra de Gilles Ségal Mr. Schpill et M. Tippeton, que ganó hace años el prestigioso premio Molière, toda una garantía. A propósito del autor, me entero que desarrolló también una fecunda carrera como actor cinematográfico, y que le vi hace muchos años en La loca de Chaillot y la muy disfrutable Topkapi.
Con el mundo del circo como metáfora, el texto narra en clave de comedia triste la persecución por parte de los nazis, tanto de judíos como de toda clase de artistas “degenerados”, así como de personas no consideradas como “normales”, en esta ocasión enanos.
Así vemos como la payasa protagonista, o sea Susana, debe actuar durante las casi dos horas de duración en posición forzada, prácticamente de rodillas, lo que representa un esfuerzo añadido al propio del desarrollo del complejo y enrevesado texto.
El excelente ritmo narrativo de la dirección, unido a las habilidades de ambos actores, que incluyen malabares y otrartes circenses, hace que la obra prenda enseguida en los espectadores, dejando clara la intención de la fábula que se nos está contando, en la que quien suscribe creyó atisbar en muchos momentos la impagable huella de Bertolt Brecht.
Tengo noticias de que el papel se agotó en las cuatro funciones, por lo que espero que los programadores también se hagan eco y la obra pueda verse en más plazas. Confío que la fama dentro de la profesión, sobre todo del director, que ha llegado a tener hasta tres montajes en cartel en la capital del reino, permita que se amplíe la visibilidad de este excelente montaje de buen teatro.