Por Fernando Gracia Guía
Así podría calificarse la experiencia de ver sobre las tablas la adaptación del libro de Miguel Delibes ”Señora de rojo sobre fondo gris”.
En ochenta intensos minutos D. José Sacristán -hace tiempo que se ha ganado el título- se encarna en el pintor (sosias del propio Don Miguel), que nos recuerda su vida con su mujer, su amor, muerta en la plenitud de su vida. O sea, como le ocurrió al escritor vallisoletano.
Teatro con mayúsculas, que te golpea, que te hace pensar, que te emociona. El enorme homenaje que el libro supuso a la memoria de Ángeles de Castro se traspasa a la escena sin perder un ápice de su emoción, sin llegar nunca al sentimentalismo barato.
Los que llevamos, afortunadamente, décadas con el amor de nuestra vida, entendemos muy bien lo que quiere decir Delibes y transmite Sacristán.
La ovación estruendosa al final de la representación, a pesar de ser solo la mitad de los posibles, ratificó el impacto sobre la platea.
Quienes no tengan entrada ya no la podrán adquirir. Ha habido que devolver importes para ajustarse al porcentaje permitido.
Una lástima, cuando por el escenario de nuestro primer coliseo ha pasado una de las mejores funciones que vamos a ver en esta triste temporada.
Y qué voz la del actor, qué dominio del matiz. Quién lo hubiera dicho cuando acompañaba a Don Paco en aquellas amables comedias, donde nunca estuvo mal, pero que no hacían pensar que la carrera de este extraordinario actor fuera a alcanzar estas cumbres.
Nota final: Sacristán ya fue una criatura de Delibes sobre las tablas. El pobre Pacífico a punto de ser ejecutado en «La guerra de nuestros antepasados». Allí estaba enorme, ahora está inmenso.