Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (IV)

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Por Dionisio Sánchez

     En estas conversaciones con el director teatral Alfonso Azcona, llegamos a la tarde de un miércoles de 1963 donde con todo el Teatro Argensola abarrotado se va a estrenar “El Embrujado”, Tragedia de tierras de Salnes de don Antonio María del Valle-Inclán, que el 25 de noviembre de 1912, el periódico El Mundo, comenzó a publicar por capítulos.

-¿ Por qué eliges este texto, “a pesar de ser el más sombrío y el de más lenta acción de Valle-Inclán” para representar por el T.E.U. zaragozano?

    La opinión de ese entrecomillado no se de dónde ha salido, pero nada más lejos que esa interpretación de la obra. “El embrujado” es una tragedia llena de acción, enredos de sangre,  endogamia, brujería, crímenes; posee una trama policiaca, en el más subliminal concepto de esta palabra   Referente a la acción, es de una vertiginosidad abrumante: se cruzan vidas distintas, hidalgos decaídos y mendigos, pícaros, jeques,  ciegos y sus coimas, adulterios, persecuciones por los caminos, un rapto, disparos, echadoras de cartas; en fin, un mundo rico, variado y apasionante.

-Por lo que dices, sería un espectáculo alucinante…

    Has dado con la palabra exacta. “El embrujado” es una tragedia alucinante si la observamos con mirada actual. Pero no en el sentido dado hoy a la palabra. Los personajes todos de la obra son poseídos por el mal, el demonio,  atormentados por la culpa que arrastra cada uno en sus conciencias de rústicos aldeanos, el sentir del pecado, la posesión del demonio. Por algo se cita continuamente al “can de la rabía” que aúlla por los caminos, que tiene atrapados a los personajes…Rosa La Galana, hoy sería la mujer fatal, es la encarnación del diablo, que convierte, en la escena final de la obra a Anxelo, el verdadero embrujado  que da título a la obra, y a su mujer Mauriña, en perros blancos saliendo de la casa del labrador feudal Don Pedro Bolaño, junto con ella misma formando el trío de los canes del averno ladrando contra los muros dónde se refugia el poder, la riqueza, la usura, la lascivia y el lacerante dolor del  amo del Quintan del Cabo de Les….

Perdona que te interrumpa, pero los nombres que estás citando suenan mágicos, con visos líricos …¿Es así  toda la tragedia?

    Así es. Me preguntabas por qué escogí esta obra de Valle, que  además de sus muchos méritos y de no ser de las más representadas en los T.E.U.S , ni siquiera en los teatros de profesionales, los motivos que me impulsaron fueron muchos y muy densos. ¿Puedo extenderme o tienes medido el tiempo de la entrevista ?

No, hombre, no;  puedes continuar todo cuanto quieras…

    Gracias, Dionisio, es que el tema da para mucho, y por mucho espacio que me concedas,  dejaré muchas cosas interesantes sobre la obra que querría comunicar.

 Pues adelante.

    Al comienzo me decías que porqué elegí esa tragedia. Ante todo fueron  tres los motivos: Autor, tema y calidad del texto. Iba a ser lo último que montaba como director del T.E.U.  de Zaragoza, ya que tenía fecha para cumplir las prácticas de la Milicia Universitaria con prisa por terminarlas para cruzar la frontera y volar lejos a Francia, Italia, y Londres, el paraíso prometido…pero  antes  quería dejar memoria indeleble y grata de mi paso por las tablas. ¿Quién mejor que Valle, del que ya había representado, y  más que representaría en el futuro, algunas de sus obras? Tenía decidido el autor, y  cuando releí despaciosamente su tragedia “El embrujado”, quedé embrujado literalmente y no me cupieron más dudas. Si tu paciencia me deja leerte las primeras líneas con las que Valle presenta la obra, será la mejor prueba para convencerte de la idoneidad de la elección. ¿Puedo? Asientes con la cabeza. Dionisio, puedes estar seguro de que nadie que lea esto va a cansarse, ahí va lo que leí al abrir la primera página del texto:

                                   JORNADA PRIMERA

                                    GEÓRGICAS

            “Una casa grande, toda de piedra, con aroma de mosto en el zaguán, galgo en la solana y palomas en el alero. Por delante cruza un camino de aldea, y entre el camino y la casa hay un campo verde, cercado de laureles viejos, donde pace una vaca. La solana, ese día con hilanderas que devanan en los sarillos o tienen la rueca, se alegra como un carro de vendimias. La vieja caduca es Andrea La Navora. La del pelo cobrizo y los ojos zarcos, Juana de Juno. Las otras tres, con los ojos como los mirlos, menudas, cetrinas  y endrinas, son del nidal de Rosa de Todos. Las otras cinco, juntas en un banco, son rapazas tan nuevas, que aun no se sabe quién son. Estamos en tiempo otoñal, generoso y dorado, después de vendimias y espadelas. Llegan por el camino los pagadores de un foral, y en la cancela salmodian una abuela y su nieta, que lleva en la mano el voto de una cabeza de cera.”

      Con semejante retablo quedé pasmado, estaba viendo un escenario brillante, sugestivo, sensual, que atraía como el vértigo, cruzado de un camino solitario y misterioso, ya suponía,  vibrando con semejantes colores, solanas, mozuelas, ruecas, devanando madejas, que suponía blancas …Tenía que montarlo, había que ofrecerlo como un regalo de mi despedida al posible público que asistiera a ver el prodigio del retablo que había descubierto Valle para que fuera `pintado por otros. ¿Quién con semejante apertura del retablo descrito podía quedarse insensible? ¿Qué persona de buen oído no se maravilla con los nombres de los  personajes que iba presentado…Juana de Juno, Andrea La Navora, Rosa de Todos… podía resistirse a intentar conocerlos y desentrañarlos? Yo había caído en la trampa dorada de los embrujados. Ya era uno de ellos. Y me puse a trabajar. 

-Estás derivando nostálgico…A este paso no vamos a terminar la entrevista…

    No puedo resistirme. Si quieres podemos seguirla  otro día. Es que la obra da para mucho.

 –Y tu también, Alfonso Azcona…No, hombre no. Continúa hasta que te diga basta. Y, si hace falta, seguiremos en otro número.

    Terminada la acotación que te he leído, por los diálogos y personajes que iban saliendo, me percaté que se trataba de una obra que iba mucho más allá de lo lírico y descriptivo. Trataba de pobres y ricos, de poder y de servidumbre, de los aldeanos humillados, en la Galicia milenaria, por hidalgos ricos propietarios como don Pedro Bolaño, que ejerce su mando sobre hombres y haciendas, que oprime y a la vez da limosna de pan y petaconas consoladoras, que cambia mazorcas por la virtud de mujeres y honra de hombres. Expone la jerarquía existente entre los propios mendicantes, ciegos y trabajadores de la tierra, y las amas y guardesas frente a las sirvientas que hacen labores inferiores( Véase “Las criadas” de Jean Genet) dentro de la categoría de los empleados de una casa, más aún en las grandes haciendas.

Y en ese marco de imponente fuerza social, ¿cabía el lirismo valleinclanesco del que me hablas?

    ¡Y qué bien encajado¡ No en esta, sino en todas las obras que he puesto en escena de Valle, he cuidado mucho  en no suprimir, más bien en resaltar los apostillones o acotaciones que hace el autor en la representación, siendo imprescindibles para el público escucharlos, disfrutando de  su “belleza sensitiva y en si mismas”. ¡Qué vocabulario, qué frases, que pasión en la descripción de la lujuria, la rapiña, la avaricia, los coitos, los abundantes resolios con que se regalan los personajes para engañar, seducir, robar y matar…¡ Si los diálogos son ricos en las palabras certeras para apabullar y regalar al oído más exigente, las descripciones con las que enriquece y apuntala la obra, llegan al cenit de la belleza parnasiana. ¡No¡: como también asevera Yndurain, no debería representarse ninguna obra de Valle-Inclán, dejando de recitarse en off, la maravillosa poesía artística de las acotaciones, prosa de  goce estético puro.

Con semejantes descripciones, ¿no se diluye la personalidad de los personajes, no se entorpece la acción?

    Al contrario, se refuerza, siendo colocados en el marco que Valle ha creado para ellos. “El embrujado”, por lo mismo, contiene retratos inolvidables   de La Galana, bruja, encarnación del demonio; seductora, manipuladora, de bravura y carácter con poder superior al del hacendado Pedro Bolaño, al que  burló yaciendo con su hijo Miguelito, muerto por el disparo de un desconocido, y mintiéndole con un nuevo nieto que no es otro que el fruto de su ligazón sexual con Anxelo. Ëste, verdadero embrujado por Rosa La Galana, está casado con Mauriña, que a su vez consiente el adulterio por su querencia de dinero y avaricia impelida por salir de la pobreza y mejorar su hogar y el de sus rapacines, convirtiéndose en otra dominadora de Anxelo, su marido,  convertida en la última escena en perro blanco, una endemoniada más, otro can de la rabia.

¿Pero no resulta excesivamente melodramática tanta acumulación de hechos fantásticos,  tanto prodigio?

     Al contrario. La acción se resuelve como una auténtica tragedia griega, con el coro que refuerzan los demás personajes: el Ciego de Gondar y su coima, María Virula, el ciego de Flavia, Malvín, Valerio el pajarito, la mística novia Doña Isoldina, viuda a la puerta del altar, antes de casarse, y el delicado coro de mociñas hilanderas y de foráneos, conspiradores sin causa. Todos ellos, y alguno más forman hermosos retablos en cada una de las tres jornadas. que las acotaciones de Valle ayudan al  director  a plasmarlos sobre el escenario. Creo que “El embrujado”, fue la obra más bella y estética que he puesto en escena

     Tenía en mente cómo debía ser la plástica del escenario: un retablo, compuesto de trípticos antiguos y bellos como los que se exhiben en las pinacotecas. No uno sino tres, representación de cada acto, Jornadas las intitula en la obra Valle-Inclán, donde se desarrollaba la acción: me atrevo a comparar estos cambios con las distintas secuencias de las películas, tal era su poder descriptivo y cambiante, y el ritmo dado a la tragedia. Pero una cosa es lo que llevaba en mente, y otra la realización…el montaje. ¿Quién podría interpretar lo que yo deseaba que sirviera para  decorado de la obra?

Comprendo y he investigado y descubierto que lo más vanguardista de este montaje fue, sin duda, el decorado.

      Tenía que apoyarme para los diferentes retablos en un decorado adecuado , al que yo imaginaba para el deambular y el trote de los múltiples y variados personajes de la obra de Valle. Buscaba y no encontraba a nadie que me interpretara, porque Patxi Asirón, el decorador de mis obras anteriores, había desaparecido…

 –¿Y se produjo el milagro?

      ¡Portentoso¡ Nos reuníamos a mediodía el grueso de actores del T.E.U. y demás amigos, después de clase, en “Los espumosos”, entonces en el paseo de la Independencia, Y un día apareció María Luisa Casas con un amigo suyo del tenis, un arquitecto que no ejercía, culto, sencillo, gracioso como para caer bien a todos, sobre todo  a las chicas desde el primer momento. María Luisa le había hablado antes de mis problemas, y sentó a mi lado al nuevo, que,  medio bromeando, me preguntó qué era eso de hacer un decorado para una obra de teatro, que él no tenía idea de teatro, ni se le había ocurrido nunca trabajar para eso…Le animé a probar, porque algo me decía que una persona, tan poco vulgar ni pretenciosa, escondía algo que iba a interesar. Y vaya si acerté. Se llamaba Mariano Cariñena y aquella mañana fue bautizado para entrar en la religión teatral….

-Así pues, ¿podemos decir que es Alfonso Azcona el que descubre a Cariñena para el teatro?

    Ponlo así, si quieres. Pero realmente fue un embrujado más que se cruzo en mi camino   Mariano apareció en la mesa de “Los espumosos”,  y en menos de una hora se comprometía, con pudorosos reparos por no saber cómo se hacía un decorado, a colaborar conmigo. ¡Nunca lo hubiera imaginado¡ Aquel hombre, con su diseño, hizo que pudiese colocar a cada personaje en su lugar, y con gusto sutil de artista y sabiduría de mago creó el marco que necesitaba para los tres retablos descritos en el texto por Ramón María del Valle.Inclán: GEÓRGICAS, ÁNIMA EN PENA y CAUTIVERIO.

     Mariano Cariñena dibujaba con mano sabia, ágil, maestra, cada uno de los decorados que requería la obra, sobre cartones de papel de estraza que él convertía en lienzos. Dibujaba de rodillas, como una premonición a su religión teatral, sobre los enormes cartones extendidos en el suelo de las amplias salas de los sótanos que nos había cedido para trabajar el Rector de la Facultad de Medicina. Trazaba, sin abandonar el cigarrillo de sus boca, con tiza o brocha, según convenía, los contornos de lo que iban a resultar los decorados, y pedía ayuda a los actores cuando necesitaba que rellenaran con brocha gorda los perfiles que había trazado. Yo ensayaba con los actores en otro espacio grande contiguo al suyo, y todos íbamos pasando para verle trabajar. Había algo que me inquietaba y me hacía vibrar. Era el telón de fondo de toda la obra; un perro enorme, que ocuparía la extensión entera del escenario del teatro, el can de la rabia, sentado sobre sus patas traseras, gigante, con las fauces abiertas, los dientes amenazadores, el cuello elevado sobre los sembrados y los campos de heno y mazorcas. Una obra de arte, en la que apenas reparó nadie.

 –¿Tan obtuso era el público?

      Quiero creer, y acierto, que la gente estaba hipnotizada por los personajes, el sonido de las palabras y el misterio de la acción que querían descubrir. Y, a pesar de eso, quedaron embobados, cuando, al levantarse el telón, apoyadas en las paredes blancas de la solana de la casa, que había diseñado Cariñena, las ocho mociñas hilanderas, cinco vestidas de paño morado y tres de amarillo, alzando las madejas blancas en sus manos, y cerrando la L que formaban, las vigilantes sirvientas, Juana de Juno y Andrea La Navora, componiendo el primer retablo que había descrito Valle en el texto de la obra. El enorme can de la rabia, detrás, dominaba casa y personas. Yo, que me escapé para observar desde  la última fila del patio de butacas, quedé maravillado del cuadro, del conjunto de personajes situados en su justo lugar, los colores morados y amarillos, como incrustados en las paredes blancas de la solana, el tono cadencioso de unas mozuelas que hilan vigiladas por las amas de verde y negro, dando un tono mórbido a sus palabras murmuradoras y temerosas; los foráneos del foral de András que entraban en ese momento, encorvados por el peso de  los sacos de mazorcas al hombro. El director,  satisfecho de su obra, lo encontró muy bello.

 –Sin embargo las malas lenguas dicen que un tal Hormigón, escribió un comentario en el que, como escarnio, que no llegaba a crítica,  el segundo acto de la obra más que Galicia, le parecía “la noche de amor en Hawai. ¿Es cierto esto?

     Seguro que lo escribiría. Pero actualizando su comentario y transfiriéndolo a la actualidad y a comentarios de un  tal  coletas que dicen que va a gobernar España, interpreto el comentario como la “Nonsense”, canción de Frank  Sinatra cantada a dúo con su hija Nancy, que significa en español tonterías. El deseo de insultar, no atravesado por la pasión, significa envidia.

 –….Pero ¿cómo se desarrolló la Jornada Segunda: “Alma En Pena”?

       Me viene muy bien que me hayas hecho esa pregunta. Se creó un  clima  en el que podía sentirse el hechizo y la belleza de la lluvia fina, la bruma sobre la piel, los cuerpos húmedos ateridos de frío y miedo. Fue otra creación, en cuanto a Cariñena, de una escena en la que delante de  un telón negro, se alza el esqueleto de una barca de pescador colgada en el aire, pintada de blanco, como todo en ese acto, y a su vera una choza cubierta de paja y maíz, sin puertas ni ventanas, perfectamente elemental y gráfica de la pobreza y la desolación de los dos personajes, que a su puerta se estremecen de lujuria y dolor, a la vez que entre ellos se enfrentan encarnizadamente, porque son matrimonio, señalados por lo fatídico del ananke. Anxelo, a quién yo dirigí como si fuera un epiléptico, porque era difícil representar a un poseído por el demonio, y  su mujer, Mauriña, víctima, tierna, dulce, enamorada, pero llena del vigor de mujer vejada porque su marido ha tenido  un hijo con Rosa La Galana.

     Es una escena larga y muy difícil de interpretar. Los dos estaban magníficos, insuperables, compenetrados como dos profesionales que hubieran trabajado juntos la mayor parte de su carrera.  Su delirio lo agrava la aparición del ciego de Gondar y María Virula, su coima, descubriéndoles con su narración todo lo que está sucediendo; muertes, cacerías de hombre y añagazas de La Galana. Pues, querido periodista Dionisio, es esta larga escena de los cuatro personajes, sentados al abrigo de las paredes de la casa, formando un cuadro impactante y misterioso, de voces susurrantes, donde se repite el dominio del murmullo de la lluvia fina que cae intermitente, como una de las mejores interpretaciones de la obra,, fue en esta larga escena la que  el trepador, que no trovador, se permitió, en su ignorancia ávida de fama, verla como una “noche de amor en Hawai…” Violencia despreciativa  hacia los actores, repulsa al director y, es el instante de decirlo, ignorancia, envidia, incultura por los decorados de un genio como Mariano Cariñena. No  he podido conocer a Cariñea como entregado al teatro y director, porque ya no estaba en los reinos de taifas de teatros en Zaragoza, pero le incienso como decorador y creador de mundos, y me imagino que su trayectoria de director superaría los frutos prometidos. Desde aquí  me felicito de haberle iniciado en el teatro, y siento de todo corazón haber estado tantos años fuera para no poder contemplar ninguno de sus trabajos. Mi homenaje y felicitaciones a Mariano Cariñena.

    Después de mi testamento de “El embrujado”, dejé la ciudad y España, como Concha Piquer, pero déjame decirte como aclaración, en lo que atañe al teatro y sus hacedores, la anécdota que viví con mi buen amigo Luis Escobar, que dice mucho cuando se abandona el teatro, aunque sea temporalmente: cuando Escobar, me invitó a la función de gala celebrada cuando cerró el Teatro Eslava de Madrid, hacía entonar una canción recitada por Conchita Leza, precisamente no una diva de la escena, pero encelada por el teatro, que decía:

 

            “…aquel que va a salir   

              de la mano al que llega 

            no os dejéis apenar ni abatir

           alguien queda en escena”

       Hay que tomar nota esperanzadora y valiente.

 –Me quedo con la canción, hay que dejar sitio a los que vienen detrás con generosidad y estilo. Pero tengo que preguntarte más. En el programa de mano de   introducción a la obra, estampa la firma en su presentación el Catedrático Doctor Don Francisco Yndurain ¿Revisó el texto o fue una colaboración desinteresada?

      Francisco Yndurain era un amante de Valle-Inclán,  un experto de su obra  Como ya me había conocido en la representación de “Ligazón”, por la que nos felicitó, aceptó de buen grado ser, tres años después, el presentador de la nueva obra que  iba a dirigir del mismo autor. Lo hizo complacido y a gusto. Estuvo en el teatro Argensola sentado en las primeras filas. Y, al final, como en el Aula Magna de Derecho, cuando representamos “Ligazón”, subió a saludarnos y dar la enhorabuena a los actores por su brillante interpretación. Era excelente profesor de literatura y de las cosas bien hechas,  un hombre leal y cabal.

De lo que no hay duda, tirando de pinacoteca, es que el crítico del Heraldo de Aragón, Pablo Cistué de Castro, te puso por las nubes al asegurar que: “Alfonso Azcona, que ya anteriormente nos dio pruebas de su competencia en el arte de la dirección, ha superado todo lo hecho en obra tan difícil como “El embrujado”…¿También entonces se compraban a los críticos como hacen ahora los burócratas de la escena?

    Pregúntale a Marqueríe, Lloret, Donal y otros periodistas de su generación. Entonces leía sus críticas, con las que estaba de acuerdo o no, pero como yo no era profesional, ni vivía en ese mundo, solo me planteaba si estaba de acuerdo con sus juicios, o me parecían panfletos. En lo que respecta a mi experiencia en Zaragoza, puedo decirte que los periódicos siempre destacaron mi trabajo, y que no conocí, ni de cara, a ninguno de los críticos que vinieron a ver las representaciones, así que no cabe que pudiera sobornarlos, teniendo por supuesto que no es el estilo de proceder para conseguir mis fines. De los burócratas de la escena que hablas ahora, realmente los ignoro, los veo como una nebulosa que cambia continuamente de rostros y nombres, tanto en los críticos como en la familia actoral, direccional y políticamente balbuceante.

-A propósito de crítico y actores. He sabido por compañeros de tu grupo teatral, que mientras estabais en periodo de ensayos, parece ser que apareció por el lugar donde ensayabais, un caserón de la plaza de Sas, una joven Nuria Espert, de gira por la ciudad, atendiendo a una invitación tuya para que asistiera a veros.

     Así es. Había conocido a Nuria Espert cuando visitó Zaragoza con la obra “El comprador de horas”, drama muy malo de Jaques Deval, y   “A puerta cerrada” y “La puta respetuosa”, las dos últimas, de Sartre, en la misma sesión, no sé en que orden;  hubo  impacto hacia ella, y entablamos cierta amistad. Terminada la sesión de noche en el Teatro Principal, quedábamos con dos o tres de los actores de su compañía y Jaime Benavente, actor del T.E.U. y el coreógrafo Patxi Asirón para tomar unas copas en “El viejo paraguas”, un pequeño bar que había abierto mi amigo José Antonio Valverde, dónde podíamos quedarnos hasta la madrugada, sin que nadie nos interrumpiera. Eran noches muy animadas, ingeniosas y divertidas, siendo Nuria, obviamente, el centro de la reunión. Personalmente era una mujer atractiva, por su juventud, su encanto de mujer fatal, si, a lo Greta Garbo, su simpatía de actriz joven que gustaba al público, y siempre con un halo inaccesible que no dejaba traslucir de ella más que juegos de sociedad, comentarios artísticos, sobre todo de teatro, sin mencionar nunca  de su vida íntima. De paso, tampoco nos importaba. Siempre que venía de gira a Zaragoza, recalaba en “El viejo paraguas”, resguardada de miradas ajenas, y arropada por la simpatía que le demostrábamos. Sintiéndome su amigo, ella sabía que yo dirigía el T.E.U. de Zaragoza, aceptó mi propuesta de que asistiera a unos de los ensayos de “El embrujado”, en 1962, la obra que hacíamos entonces. Acudió con su encantador esposo Armando Moreno, envuelta en un abrigo de pieles y sin maquillar, muy atractiva. En su presencia repitieron el ensayo de la escena entre Mauriña y Anxelo, los de “ noche de amor en Hawai”, y  cuando alabó la labor de los dos personajes, sentado al lado de ella supe que era sincera y que le había gustado la actuación, añadiendo  que eran dos actores con auténtico provenir, sin objetar más a la actuación que le ofrecimos. Nos dio ósculos bendecidos de futura diva de la escena, y quedamos todos entusiasmados con ella, sobre todo por los ánimos que había insuflado para todos.

¿Volviste a tener más relación con Nuria? ¿Volvisteis a encontraros?

      Si, pero si me dejas, ya que hablamos del ensayo de la obra, quiero aprovechar ahora para rendir homenaje a los dos actores que representaron en primicia para Nuria Espert. Adolfo Quiles, Anxelo en la obra, estudiaba medicina en Zaragoza, y venía de un pueblo delicioso de Alicante llamado Altea, en el que su padre era medico muy querido. Tengo hasta ahora buena amistad con él, y mi admiración por su forma de actuar, los gestos, la voz acariciadora, sensual, chispeante, con resortes inmensos que aplicaba a cada personaje que le tocaba representar, dejó un admirativo recuerdo entre nosotros y, sobre todo , en el público. Su papel en esta obra, trágico, nada tenía que ver con el gracioso criado manipulador de “La noche toledana” Poseía los resortes imprescindibles de un buen actor.

    Pero el homenaje que rindo, merecido, y  porque ya no esta en este mundo, es para Rosa del Val, Mauriña en la obra, que había hecho una coqueta divina en “La malcontenta”, entremés de Quiñones de Benavente, con el ritmo picaresco de danza de su abanico. Me gusto tanto su actuación que quise que hiciera uno de los principales papeles de “La noche toledana”. Fue imposible. Rosa del Val tenía un sino realmente trágico, de mala sombra, en el que influyeron los años represivos que vivíamos y, sobre todo su padre: hombre pequeño, delgado, de bigotito recortado de militar de mala índole. Se obcecó, influido también por los amigos con los que bebía el whisky en la barra de “Fiesta”, echándole el ojo, que no otra cosa cataba, a las jovencitas de la edad de su hija, y prohibiéndola que volviera jamás a pisar unas tablas, los tablones los ponía él. Incluso llego a encargar a un seguidor para conocer los pasos de su hija, porque se había enterado que salía con un golfo: ese era yo.

     En fin, que la pobre Rosa del Val, no pudo interpretar el papel que le había adjudicado en la obra de Lope, pero estuvo ayudando a sus compañeros en la confección de trajes, atrezzo y todo lo que fuera  necesario. Pero Rosa era tan tozuda como yo, y cuando monté “El embrujado”, ideó hacer un papel importante, trabajando a espaldas de su padre, yéndose a dormir en muchos ensayos y el día del estreno de la obra, a casa de una tía encantadora, joven y comprensible que hizo posible su retorno al escenario. Fue una interpretación magnífica, entusiasta, llena de dramatismo, dando al gesto y a su voz el movimiento y el registro idóneos, y componiendo el dúo protagonista, los personajes más difíciles de interpretar, con Adolfo Quílez Hill. Claro que no podía figurar en los programas de mano, por eso en lugar de su nombre, figura el de Miranda Arriaga. A ella poco le importaba: su ímpetu y vocación era el de ser actriz, el teatro. 

    Y ya que estamos en nombres supuestos, hubo otra persona, no sé todavía porqué, María José Méndez Tihísta , que aparece en los programas como Felicia Hill, en el papel de La Ofrecida del lugar de Condes, y que a pesar de las pocas frases que tiene que decir, era un personaje importante para el entendimiento  de la obra. En aquel tiempo, que ya era mi amiga muy querida y admiraba, no sé si por pose, o por orgullo, menospreciaba todo lo que hacíamos en teatro, Yo prefiero recordarla así, fuerte, despectiva, hermosa de faz, distinta, con una figura delgada y alta, que me recordaba a Anouk Aimée.

     Otra actriz que revolvía mi lívido era la mujer que Valle describe en su aparación: “Viene con ella una brisa de redes y algas. Es blanca, alegre, desnuda de pierna y de pie, con los ojos verdes de onda de mar, metida en vientos y en soles”. Elegí para el papel a la hija de los dueños del Hotel Centenario, hoy “Don yo”, desaparecido, como casi todo de entonces, Adela Bandrés, garbosa, cachonda, una real moza, que me recordaba por la cara a la joven Carmen Posadas de aquellos años. Tenía una intervención precisa y escueta frente a don Pedro Bolaño que , a más de enseñarle las piernas, le ofrecía ,sobre todo , leerle las cartas. Su sola presencia oscurecía el retablo populoso de gentes que había detrás de ella. ¡ Qué garbo, qué apostura y  qué voz¡. 

     No puedo olvidar , ni mucho menos a Matilde Terrise y a María Fernanda de La Figuera, en sus roles de guardianas de la  casa solariega de don Pedro Bolaño;  el inigualable Javier Gómez de Pablo, fantástico personaje-eje de la obra, que aportó pose de hidalguía y dignidad, tristeza de hombre engañado y estafado y coraje en los variados virajes de su personalidad. Es muy divertido el teatro cuando los roles más totalitarios lo interpretan actores que en su vida cotidiana son todo lo contario. 

-Ya conoces mi estilo de periodista e investigador de la cara oculta, o no tan oculta pero enmascarada de la ciudad, y no puedo dejarte marchar sin que me respondas a una cuantas cosas…

     Pregunta por esa boca de transgresor…

Me gustaría conocer tus encuentros posteriores con Nuria Espert. Creo que tuvisteis desencuentros posteriores a los tiempos de cuando ella empezaba con Fernando Guillen y Gemma Cuervo.

      Me interesa no mezclar en esta entrevista, ni en nada, a mi amiga Gema Cuervo. Las dos fueron dos divas, amaban el teatro, pero la Cuervo fue más accesible, sin ligazones y una vanguardista que con Luís Escobar, y luego con su compaía propia formada con Fernando Guillen, introdujeron obras modernas, de autores ingleses y americanos, insuflando cultura y modernidad al teatro en España.

     Nuria fue diva desde la cuna, desde que pisó  un escenario, lo que la define y dignifica. No voy a hablar aquí de los méritos de la Espert, ya se ha encargado medio mundo. Puedo decirte que conmigo fue una mujer que me veía como un enano aficionado al teatro,  o un pijo español, nunca catalán, de ideología no de izquierdas, que no podía aportarle nada porque no era untuoso con ella, conoce esa palabra porque le gusta Lorca tanto como a mí, y que tampoco podía vender su divismo por mucha opera que dirigiera y ser la diva de dirección, adaptando a su forma de ver el teatro a las mismas Glenda Jackson y Joan Plowright, a las que dirigió en “la casa de Bernarda Alba”, la primera como Bernarda y la Plowright como La Poncia. Me imagino los ensayos y las tres fieras representando en la realidad el papel de amigas que se admiraban. Son cosas de la profesión, como los banqueros o los políticos, y sabía que yo no pertenecía a ninguna de las dos categorías. No quiero ponerme humilde y servil, por lo que acepto por bueno todo lo que la diva ha hecho. Solo añadir: ¡Pobre Adolfo (Marsillac), aguantándola para darle la réplica  en “¿Quién teme a Virginia Wolf”…Nuria es licenciada en self woman”, nunca hija de un rector de un colegio inglés, y menos aún, borracha; porque puede que le guste, si lee esto,  que nunca  le ví probar una copa. Virtudes burguesas de la Espert;  que yo sepa, no era adicta a  droga alguna, fue fiel a su marido, es una madre intachable para sus dos hijas, porque tampoco ha tenido mucho tiempo de preocuparse de ellas y le han salido, sin su pincel, unas mujeres excelentes.

¿Y hubo más?

     Asistí, como director del Taller de Teatro de Benidorm, al Congreso de los Teatros Europeos, no voy a echar mano de los programas para ponerle el nombre exacto como se denominaba, pero era un acontecimiento muy interesante, en el que la Espert era  Directora-coordinadora-,convocadora, o algo similar. Siempre la veía en la tribuna, o en el podio de la Generalidad Catalana, presidiendo los actos, tanto el  Palau de la Música, bellísimo, hoy cautivo de corrupción; en el Ayuntamiento, magnífico también, y en todas las representaciones que hicieron, por ejemplo el teatro sueco con “El rey Lear, por cierto ahora lo ha atrapado ella, como cuando era adolescente interpretó Hamlet, una Curra de Albornoz en diva teatral, que quería ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y…Ya lo sabemos todos. Nuria, en su  papel de mantenedora del Congreso en Barcelona,  estaba perfecta de gesto, guapura y consciente de su poderío. Yo, como si fuera un meritorio, me acerqué a ella y la saludé, diciéndole si se acordaba de mí. “¡Cómo no me voy a acordar de Alfonso Azcona¡” Se acordaba hasta de mi apellido. No en vano, habíamos compartido muchas noches jugando en “El viejo paraguas”,  aguantando hasta las ocho de la mañana. Eso también cuenta. En realidad mis vivencias con Nuria, por mi parte al menos, siempre han sido una suerte de admiración, celos y mucho cariño. ¿Sabes lo que eso significa?

Si, si, pero dime que otros encuentros tuviste con ella, para perfilar sutilmente a la artista catalana.

     No hubo más. Es una diva, pero a veces intento verla como amiga, y las divas hacen lo que quieren con sus seguidores. Me ha dado varios cortes cuando he querido hablar con ella, el último en el teatro de “Las esquinas”, que avisada por la acomodadora, una chica ideal, amante del teatro, me dijo que le daría el mensaje de que estaba entre los espectadores; dijo que si, que sabía quien era, y que la  esperase a la salida en el bar. Previamente aguanté su actuación, tan pretenciosa, en  “La violación de Lucrecia”, una puesta en escena de uno de los sonetos de Shakespeare. Horrible intento¡,  permaneciendo quieto mirando a una señora, realmente mayor, nada de Lucrecia, teñida de rubio y con los mismos tics de voz que empleaba cuando era joven en “Yerma” y obras sucesivas, pero sin la frescura de una Lucrecia como todos la vemos en Rubens, y demás pintores maestros franceses e ingleses. No me gustó verla actuando de Lucrecia 75 minutos, en un decorado que la afeaba, sin dar brillantez a su esfuerzo, y desdibujando las bellas  palabras en inglés de Shakespeare. Pero la diva tiene un público que adora todo lo que hace, aún con el valor senil de atreverse a representar a Lucrecia con las apoyaturas de una mesa camilla, una especie de edredón, y una lámpara de tulipa….”It´s sad, sad, sad¡”…como decía la protagonista, su  personaje, o el marido profesor, no recuerdo,   en “Quién teme a Virginia Wolf”. Hay menos incultos de los que supone la diva, y no quiere conocerlos, ni comunicarse con ellos. Otra replicante más, negando ciertos errores artísticos, que en los personales no me meto, para no deprimirse ni defraudar a los espectadores.. Después de media hora, esperando  con un vino tinto en la barra del pequeño teatro, muy digno y abierto,   recibí un mensaje de la niña acomodadora diciéndome que la Espert no podía perder tiempo  porque salía para Barcelona y no podía entretenerse, ya que el día anterior le habían hecho perder su tiempo unas ancianas admiradoras. Me pregunté entonces qué edad entendía ella por ancianas, porque Nuria tiene exactamente dos años más que el rey Juán Carlos I, hoy abdicado. ¡Estamos buenos¡ Te cuento todo esto porque me insistes, pero yo si que tengo el tiempo muy comprometido, como canta Olga Guillot, y quiero a la diva como  amiga, no como un icono que me da suerte. Nuria cree en los suyos y yo creo en Dios. Olga Gillot again: “Soy lo prohibido”. 

-Pero dime más de ella…perfílame sutilmente a la artista catalana.

      Sabes que he vivido muchos años fuera de España,  y no he seguido los pasos de la Espert ni de Monserrat Caballé, ni de Karina. Lo último que recuerdo es el plantón al que me he referido, que soporté en  el teatro de “Las esquinas”, hace no muchos días. ¿Pero una actriz como ella tiene que pasar frío y penurias para actuar en tan sencillo local para ganar unos euros para  pagar el recibo del gas, el hotel o el AVE que le llevaba a Barna para hacer “El rey Lear” ¡Otra vez de hombre, señora¡ ¡Una sola actuación, expuesta a terremotos y a los mares¡ ¿Nuria ama el teatro o se ama a ella? Por mi parte, y desde aquí, le deseo lo mejor. Fin del cotilleo¡

Bueno, así que tras este éxito fenomenal de “El embrujado”, se despidió Azcona del T.E.U. zaragozano…¿por qué?

     Mi vida íntima siempre ha sido lo más importante y que antepongo a todo. Sería presuntuoso si dijera que el T.E.U. y lo que implicaba se me había quedado pequeño. Necesitaba salir de la ciudad, sacudirme el yugo de tantas habladurías, tanta estrechez de miras culturales y sociales. Podría decirte que, desde que entré en el T.E.U fui acosado y perseguido por gentes fantasmas; no entiendo porqué. Tanto mis actores y colaboradores como yo, intuíamos una espesa materia de envidias y acechos por parte de gente que no nos preocupaba, ni teníamos necesidad de enterarnos quienes eran ni los motivos que los impulsaban. Precisamente hace muy poco , he sabido de fuente de toda mi confianza, que , por ejemplo, en “El embrujado”, había un pequeños sector de figurantes, como amebas, que se pasaban la obra criticándonos, entre ellos algunos muy considerados actores y directores de la aldea zaragozana, que empezaron a lucir luego de mi ausencia.

¿Estaba Hormigón entre ellos?

     No, afortunadamente este personaje no asomó más la cabeza desde que, habiendo creado un grupo de teatro, solicitó a Rosa del Val,  que hiciera una larga escena como Melibea, dentro de la famosa obra, y Rosa, que obviamente me preguntó si me parecía bien que hiciese esa colaboración para Hormigón, y más obviamente, le dije que desde luego. No asistí a la representación que hicieron en la Audiencia de los Maceros de Zaragoza, en su patio de bellos azulejos, pero a todos los que quisieron enterarse, les dijo Hormigón, contrariado y rabioso(esta palabra define perfectamente  el irascible y mimado carácter del señor del teatro): “¿Por qué esta mujer (precisamente la protagonista de la escena de “El embrujado”, denominada por él “noche de amor en Hawai”) era tan buena actriz cuando trabajaba con Azcona y conmigo no  da pie con bolo?”

Parece ser que un coro de serafines cantaba –susurrándole al oído: “ Porque tal vez no sepas dirigir a los actores, chaval” ¿Es esto cierto”

-Lo que dijeran los serafines, no lo sé. Pero es cierto que tanto él como Castilla no destacaban precisamente como directores de actores.

Y es cierto  que, con tu abandono, el personaje del que te pregunto empezó una irresistible ascensión…

    Basta, por favor. Dionisio terminemos la entrevista hablando de otra persona muy querida personalmente, y adorada como mi primera actriz, Ángela Domingo. Ella fue la llama que ardió luminosa en todas mis obras, y que, pese a su importante papel en “El embrujado” todavía no he dicho que en cada aparición suya, Rosa La Galana, hipnotizaba con su voz al público y a todos los que trabajábamos con ella, y que su presencia de mujer bella y enérgica, fue el Mefistófeles mujer que había creado Valle.Inclán. Por esa y por todo lo que trabajó en el teatro conmigo, desde aquí le mando los mejores deseos….

      Y entre las cervezas y las palabras se nos ha ido otra tarde inolvidable con este gran director  de teatro. Se marchó de Zaragoza pero no abandonó definitivamente la escena. Necesitamos, pues, más cervezas y más conversaciones para que Alfonso Azcona  nos fragüe otra nueva  y esperada entrega para seguir conociendo los entresijos de aquella época inolvidable donde él era el protagonista y que, sin duda, fue precursora –pese a los que intentan obviarla-  del teatro que posteriormente se realizaría en nuestra ciudad.

(Continuará)

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