Por Ana Puyol Loscertales
Coordinadora de Arte del Pollo Urbano
Victor Landeta (Bilbao, 1981) es un artista formado a medio camino entre el País Vasco y el Reino Unido, con una sólida trayectoria cuya formación abarca las disciplinas de Bellas Artes y notablemente los distintos medios digitales, que se completó en la práctica con prolongadas residencias artísticas en Berlín, una en Tacheles Art House y, más recientemente, en Neu West Berlin.
Sus intervenciones como artista de Street art se extienden por los cinco continentes, estancias y viajes que suelen estar alejados del turisteo, y sí están coloreados por su convivencia con los lugareños y su visita de centros creativos localizados en las zonas más populares. Ecuador, Brasil, Australia, Palestina, Canadá y Estados Unidos, Francia, Alemania, Luxemburgo, Reino Unido y, por supuesto, España han sido escogidos por este autor como escenarios para dejar su impronta.
Más allá de listados de méritos curriculares, Landeta es de esas pocas personas que facilitan que su producción sea un reflejo sin ambages de su disposición ética, de su alma bien estructurada y sin velos pretenciosos. Transparencia acompañada de determinación, rara avis.
-Tu completa formación académica, y el complemento impagable en forma de estancias en diversos países, forjaron al artista que eres hoy. Más allá de tu producción extendida en los muros de los cinco continentes, tu idiosincrasia y tu identidad como artista hunden sus raíces en tu núcleo familiar, y abarcan una gama mucho más amplia de sectores.
¿Cómo se conjugan en Víctor Landeta las distintas facetas de pintor, fotógrafo, con la de artista de Street art?
A tiempo completo, aunque ahora mismo estoy más concentrado en la pintura sobre lienzo. En general ejerzo más como fotógrafo en mi vida diaria, y de artista callejero durante mis estancias en otros países. Realmente siempre quise ser fotógrafo pero, durante mi formación, desarrollé más la habilidad de pintar, quizás como prolongación de la actividad de mi abuelo, que era pintor.
A mi modo de ver, todas estas facetas están muy unidas. Utilizo mis fotografías como fuente de inspiración para mis pinturas, y lo mismo en el caso del street art, ya que me permite valorar cómo será la fotografía final del conjunto antes de pintarlo. Uno de mis mayores intereses es analizar la incidencia de la luz sobre nuestra realidad, un tema común que trato en estas tres disciplinas, y que las une.
-¿De dónde viene tu pseudónimo AUM y cuándo surgió?
Mi pseudónimo AUM viene de un viaje que hice a la India en 2002. En él quede impactado por la espiritualidad del lugar y la tendencia a mirar hacia el interior de uno mismo. ‘Aum’ significa la vibración cósmica del universo y es un término que simboliza la bienvenida.
-En tu caso, ¿es el medio lo que tiene valor en sí mismo, o se adapta a los fines? Es decir, ¿practicas el street art porque es la técnica en sí misma lo que te interesa, o bien porque es la que mejor se adapta a lo que quieres expresar?
Cuando comencé me interesaba mucho la técnica en sí misma, y todavía me interesa pero ahora se adapta a los fines en la mayoría de mis intervenciones y de mis realizaciones.
-¿Cómo empezó tu afición por pintar en el espacio público urbano? Cuál fue tu primera intervención.
Empezó cerca del mar, en los acantilados de Punta Galea de mi localidad, Getxo, un lugar postindustrial abandonado en la naturaleza. Concretamente pintaba en una rampa de acceso en el mismo contradique de Punta Galea, abandonado desde 1978. Recuerdo que iba hasta el lugar en bicicleta, casi siempre solo, luego había que bajar por una cuerda al acantilado para acceder. Entonces tendría unos 15 años, usaba esmaltes acrílicos ‘Titan’ y sprays ‘Felton’.
-Describe el proceso seguido en tus obras de gran formato en el espacio público, cuáles son los materiales, qué factor guía tu la elección del muro, cómo abordas la realización de un mural, etc.
Suelo viajar solo, y busco el área preguntando mucho a los lugareños y conociendo de antemano dónde se concentra el street art de cada ciudad, allí elijo unos cuantos sitios e selecciono unas cuantas ideas que me gustaría plasmar, después empiezo a tramitar los permisos directamente con la persona responsable. No suele ser difícil conseguirlo, enseño fotos de mis trabajos anteriores y los propietarios suelen acceder. Cuando tengo el lugar, adecúo la imagen según lo que quiero expresar, la ubicación de la pared, si hay otros temas pintados, el entorno, el mobiliario urbano… Siempre es divertido el proceso donde pasan muchas cosas interesantes que pueden llegar a interferir en la obra en sí.
Para pintar uso fotografías que he tomado con mi smartphone, o impreso en papel, ésa es mi guía durante el proceso. Para intervenir la pared normalmente trazo unos puntos guías en la intersección de las cuadrículas, otras veces trabajo ‘a ojo’, y en escasas ocasiones me he ayudado de un proyector. También he utilizado Photoshop, sacando una foto al muro, superponiéndol con mi boceto hasta conseguir que las imágenes sean menos opacas y se fusionen, de esta manera puedo saber qué parte de la imagen va en cada parte del muro.
Me gusta mucho pintar a mano alzada con spray, aplicando y superponiendo capas. Me gusta jugar con la orientación y la distancia del bote de spray respecto al muro, las velocidades de ejecución, o la presión con la que aprieto la válvula para lograr distintos efectos. Suelo utilizar la marca ‘MTN 94’ y, sobre todo, en los últimos años he elegido colores mates. Pero he llegado a usar todo tipo de marcas en función del lugar donde esté y de la disponibilidad de determinadas firmas. Cuando se trata de una superficie grande aplico el pigmento con rodillo y pintura acrílica de exteriores al agua, muchas veces negra.
Hay una parte del proceso que disfruto especialmente, cuando esta toda la imagen encajada y con una primera mano de pintura, y puedo empezar a transformar y trabajar en los detalles.
-El street art ha evolucionado mucho, no sólo en su práctica, sino también en sus fundamentos teóricos, en su valoración de mercado, y en su apreciación por parte del público.
¿Cómo has percibido esta transformación desde que comenzaste hasta hoy, en qué ha cambiado el panorama del street art en las últimas décadas?
He vivido un momento muy interesante, ya que en mis primeros años de estudiante en la universidad era un movimiento rechazado, y eso cambio rápidamente cuando pocos años después se empezó a citar a artistas callejeros como Banksy en los libros de Historia del Arte, por supuesto después de que dichos artistas se hicieran famosos vendiendo algunas obras.
Como anécdota, en 1998 fui arrestado por pintar un graffiti sobre un contenedor de la universidad. Como quería estudiar en esa facultad, me reuní con el Decano el año próximo, y la condición que me impuso para poder hacerlo fue que borrara mi pintura, a lo que tuve que acceder. En 1998 el graffiti la pintura sobre los muros o el mobiliario urbano era ilegal, luego se empezó a poner de moda, y eso tuvo como consecuencia que nos dieran permiso para pintar el exterior de una parte de esa misma universidad.
Entre 2005-2009 viví en Londres, en la zona de Brick Lane, con gran proliferación de piezas de street art, y trabajaba en Shoreditch, en ‘Cargo Club’, al lado de ‘The Blackrat Press Gallery’, donde había un Banksy original y traían a muchos de los grandes nombres del momento en esta tendencia para pintar allí en vivo. Fue allí donde presencié el nuevo ‘boom’ del street art y conocí en persona a artistas como Swoon, Obey, Herakut, Tasso, Flying Fortress, Mr Jago, etc.
El panorama ha cambiado mucho, de ser algo ilegal a que a uno le inviten a pintar y además lo patrocinen. Ahora cuenta con una alta apreciación en el público, antes no estaba tan expuesto.
-¿Quiénes son tus artistas predilectos, aquéllos que son para ti un referente o con los que te sientes más identificado?
Axel Void, Tasso, El Mac, Adnate, Guido van Helten, Alaniz, Rone, Mto… Entre todos ellos tal vez me siento más identificado con Alaniz, por su incidencia en una temática más social, mientras que a nivel plástico me siento cercano a autores como Mto, Adnate, o van Helten.
-En la mayor parte de tus obras late un posicionamiento ético, la defensa de unos valores, desde la alerta hacia la situación de los más desfavorecidos por conflictos bélicos y de poder de plena actualidad, hasta el acoso a las minorías y el maltrato al ecosistema.
Aunque la pregunta pueda parecer obvia, ¿qué trasfondo late en todo ello? ¿Cuál es el mensaje global que quieres expresar con tu producción artística?
El mensaje es dar a conocer y sensibilizar al público sobre situaciones que están sucediendo. Defender los valores humanos, la sensibilidad, la dignidad de las personas, y mostrar la debilidad en esta sociedad de vencedores, visibilizar el amor, el conservacionismo, y defender la tierra y la naturaleza. Es como plantar una semilla en la conciencia colectiva, debido a que el street art tiene la capacidad de llegar a muchas personas, en un espacio público muy privatizado y tomado para la exposición de ideas comerciales, publicidad.
Todas estas ideas que trato parecen muy obvias, pero no priman en nuestro colectivo social, por eso veo un buen marco en el street art para hacerlo.
-Acerca de tus experiencias vividas alrededor del mundo, ¿qué aspectos te han llamado más la atención como artista? ¿Qué ciudades o emplazamientos destacarías por la importancia conferida al Street art y a sus artistas?
Me ha llamado la atención, a nivel global, que cada ciudad destacada tiene un lugar donde hay street art, y suele ser el barrio de moda donde se mueve la gente joven y los creativos.
Entre todas ellas destacaría Melbourne, por la valoración del street art y de sus artistas, un lugar encantador donde recibí muy buen feedback, y entablé muchas conversaciones con el público, ¡incluso me traían croissants y café mientras pintaba! Es una ciudad que valora mucho a los artistas callejeros y su obra, y eso alegra y hace que se sienta arropado el artista, formando parte de una comunidad.
En el extremo opuesto citaría la ciudad de Los Angeles, donde la interacción fue nula debido a que poca gente pasea y casi todo el mundo va en coche. Algo asombroso es que la gente se escondía para sacar fotos de mi obra intentando que no los viera.
-Has intervenido sobre algunos fragmentos del muro de Berlín que siguen siendo casi un souvenir-fetiche de toda una época: en ellos has realizado los retratos de Malala, Gandhi, Mandela, Teresa de Calcuta, Einstein, Aung San Suu Kyi, o Gorbachov. ¿Cuál fue la motivación de este proyecto?
Me inspiré en una serie que había pintado otro artista, en la que representaba a los dictadores del mundo todavía presentes. Yo quería hacer hincapié en el lado positivo de la condición humana, mandar un mensaje acerca de la victoria del bien sobre el mal, precisamente en un muro que causo tanto sufrimiento. Por eso escogí una serie de Premios Nobel de la Paz, pensando que sería inspirador como ejemplos a seguir, y que le daría un aire de respetabilidad todavía mayor a un monumento relacionado con la Guerra Fría. Pinté a estas celebridades en blanco y negro para destacar su figura e infundir el obligado respeto.
-Acerca de Berlín, uno de los centros por excelencia de street art en Europa, que conoces muy bien y de primera mano, ¿qué opinión te merecen espacios como la East Side Gallery, o ambientes más alternativos como Teufelsberg, Revaler St., locales como Urban Spree, YAAM, Neu West Berlin, o el desaparecido Tacheles, etc?
‘East Side Gallery’ me parece un lugar impresionante, nunca en mi vida había visto tanto mural hecho a pincel antes de visitar esta sección del extinto muro de Berlín.
Esos ambientes alternativos que nombras eran la esencia de Berlín. No se puede obviar que es una ciudad tan creativa porque fue destruida y separada, y cuando todo pasó quedaron muchos espacios abandonados, solares, se pagaban rentas bajas, y fue allí donde los artistas tuvieron la oportunidad de participar en su reconstrucción; el arte fue una especie de catarsis para curar las heridas. Sin embargo, cada espacio abandonado o vacío va a ser construido, los alquileres se han disparado, y Berlín pasará a ser una ciudad como cualquier otra cuando pierda esa esencia. Los espacios alternativos son necesarios para los artistas callejeros igual que para el público, pero están desapareciendo y es una pena. De los que nombras los dos últimos ya no existen, y con excepción de Teufelsberg, que no sé hasta cuando durara como el mayor lugar con street art de Europa, los demás serán eliminados en 2021 y en su lugar se construirán barrios residenciales y viviendas de lujo, algo que ya ha pasado con los demás emplazamientos ya clausurados.
-¿Cómo está afectando al arte, y al Street art en particular, el fenómeno de la gentrificación y la transformación del perfil urbano y social de la capital alemana?
El arte urbano, bajo mi punto de vista, está muy relacionado con la gentrificación, no solo aquí sino en casi todas las grandes ciudades, está siendo utilizado para gentrificar barrios y los artistas también son responsables de esto. En las ciudades se utiliza el street art para revalorizar barrios enteros. Primero invitan los artistas a intervenir allí, protagonizando una transición, tras la cual mucha gente quiere vivir allí porque es cool, lo que dispara las rentas, los locales existentes se ven obligados a abandonar esas zonas, y es entonces cuando llegan las personas con alto poder adquisitivo.
-¿Y la escena en tu ciudad natal, Bilbao? ¿Qué opinas de la valoración que se otorga al arte urbano en España?
En mi ciudad está bien valorado, pero lo podría estar todavía más. Tenemos una nueva isla postindustrial llamada Zorrozaurre que llevará años rehabilitar y, mientras se concluye (20-30 años), se prestaría muy bien para hacer un proyecto invitando a artistas locales, nacionales, e internacionales a realizar allí sus obras de arte.
A nivel de España está valorado incluso por las personas mayores, que paulatinamente dejan de considerarlo vandalismo. Este cambio en la consideración es fruto, en parte, de la gran cantidad de festivales e intervenciones artísticas, y además el nivel de los artistas nacionales es muy bueno.
-¿Con qué muro, has disfrutado más, ya sea por la temática, por el emplazamiento, o por la vivencia a la que asocias su ejecución? ¿Algo específico que te gustaría pintar?
L a terraza que pinte en Williamsburg en Nueva York, por su emplazamiento y por ver cumplido un sueño. También el muro de Berlín, por su connotación histórica, por el esfuerzo mental y físico que requería; esperé con paciencia y dedicación durante dos años hasta que pude realizar el primero, después pinte varios más, pero el primero con el retrato de Willy Brandt resumió 2 años de perseverancia. Pintar allí, en Berlín, en el muro de separación, no es pintar cualquier cosa, se nota la carga histórica, me infundió un gran respeto abordar este proyecto y estoy contento con los resultados, creo que estuve a la altura.
Por otra parte, disfruté mucho pintando en la favela Morro Babilonia, en Rio de Janeiro, donde interactué con mucha gente del lugar. Cuando estaba pintando el retrato de Gandhi vino el jefe de la favela a preguntar por qué no lo pintaba a él, que esa era su favela, y yo le pregunté si era un hombre tan bueno como el del retrato que estaba haciendo, a lo que respondió que no después de que un amigo le explicara quién era Gandhi, finalmente se fue. Otras personas me preguntaron acerca del líder indio: ‘oye chico ¿ese tío de donde es?, no es africano ¿verdad? Entonces ¿por qué vienes a pintar aquí a alguien que no es como nosotros? Así que pinte a Mandela a su lado. La razón de que pintara a Gandhi fue que la favela estaba totalmente militarizada un par de años antes de las olimpiadas, a eso lo llamaban ‘favela pacificada’, por eso decidí pintar a esa figura clave de la no violencia. Durante el tiempo que duró la realización del mural, la policía militar fuertemente armada subía y bajaba por la favela cada hora, paraban a hacerse selfies conmigo. Por la noche era otro asunto, era inquietante porque se oía el ruido de las balas.
-Para concluir, ¿cuáles son tus próximos proyectos?
Me gustaría mucho intervenir sobre una fachada entera, es un sueño que todavía no he llegado a realizar.
Conocí a Victor Landeta en 2014, precisamente durante una visita al centro multidisciplinar Neu West Berlin, donde tenía su taller y almacenaba todas sus realizaciones de arte no mural. La experiencia de recorrer con este artista y amigo “la colina del diablo”, Teufelsberg, todo un templo para el street art situado en el oeste de Berlín, donde se encuentra una realización suya, supuso el interesante factor de hacer innecesario atenerse a recorridos prefijados para poder indagar en piezas de una riqueza asombrosa, ubicadas en un contexto excepcional refuncionalizado. Una percepción de estas características ayuda a vislumbrar un panorama del género donde se concitan muchas de las figuras más emblemáticas del ámbito internacional, y dan testimonio de una manifestación que se preserva queriendo ser efímera, cuya vitalidad va más allá de la superficie que la acoge, siendo un ‘locus’ donde se toma el pulso al estado del arte en nuestro tiempo. En otro estadio, en la deriva diaria que constituye el deambular, supone un estímulo para la reflexión topar con estas muestras que, como las propuestas por Landeta, agitan de alguna manera la estética urbana panorámica, pero también interpelan a nuestro estar en el mundo.