Por Emilio Mendoza
Estimados lectores, en esta ocasión les quiero hablar de un mural subacuático que pintó Diego Rivera hace 70 años al que llamó: El agua, origen de la vida.
Emilio Mendoza
Corresponsal del Pollo en México
www.emimendoza.com
Participación en el Sistema Lerma
El mural se encuentra ubicado en el edificio de recepción de aguas del “Sistema Lerma” construido en el centro del país, entre 1942 y 1951, que serviría para abastecer de agua potable a la Ciudad de México. El agua sería transportada desde la cuenca del Lerma, a través de un acueducto subterráneo de 62 kilómetros de largo y 2.5 de ancho. La recepción de las aguas se haría a través de un amplio depósito de distribución, donde el agua en movimiento gira y amortigua su fuerza, denomindado “cárcamo”, con cuatro compuertas, cada una de las cuales conduce el líquido hacia un tanque de almacenamiento distinto.
Participación artística de Rivera
Un año antes de terminar esa enorme obra hidráulica, Diego Rivera fue invitado a participar en las obras de embellecimiento del cárcamo, el punto final del Sistema Lerma. Le pidieron pintar el mural: El agua, origen de la vida. Rivera aceptó con gusto su participación en ese proyecto, en el cual demostraría que la colaboración entre pintores, arquitectos e ingenieros permitiría la creación de una nueva fórmula estética.
Historia de la vida
Diego Rivera pintó el mural en el cubo que distribuiría el agua a los depósitos a través de las cuatro compuertas, y por lo tanto, estaría parcialmente sumergido en agua. Con imágenes representativas, el pintor narra la historia de la vida en nuestro planeta a partir del agua, para la cual se basó en la teoría sobre el origen de la vida del biólogo ruso Alexander Oparín. Comenzó desde el piso representando la vida microscópica compuesta por los primeros seres unicelulares, así como otras formas de vida más elementales. Continuó representando sobre las paredes la evolución con la formación de colonias cada vez más complejas del reino vegetal y animal y que culminan con la creación del ser humano, personificando en un hombre originario del África y una mujer con razgos orientales que, según el registro fósil en los años cincuentas, fueron los primeros Homo sapiens que habitaron la tierra.
Templo sagrado
Rivera percibió el edificio del cárcamo como un templo sagrado dedicado al agua y dibujó sobre una pared del cubo unas grandes manos que representan la entrega del agua al pueblo, una metáfora de la naturaleza. Se trata de las manos del antiguo dios Tlaloc, considerado una divinidad relacionada con el preciado líquido en varias culturas mesoamericanas. A ambos lados de las manos del dios Tlaloc, representó a los trabajadores haciendo los grandes tuneles y saciando la sed de los habitantes.
El agua, líquido vital
Diego Rivera muestra en el mural la importancia del agua como fuente de vida y riqueza, pero también higiene y esparcimiento, para el cual, representó a su hija Ruth Rivera disfrutando del agua mientras nada. Sobre cada uno de los muros confronta a los diferentes grupos humanos: las razas, el hombre y la mujer, las clases sociales, la ciudad y el campo.
Homenaje a ingenieros y obreros
Rivera rindió también homenaje en su pintura a los ingenieros y obreros que participaron en los 10 años de construcción del Sistema Lerma, retratándolos sobre las cuatro compuertas que redistribuían el agua a los tanques de almacenamiento.
Deterioro de la pintura y restauro
A Rivera le aseguraron que la pintura que utilizaría era supuestamente resistente al agua. Sin embargo, la pintura no resistió y a través de los años fue desvaneciéndose del mural. Para restaurar y salvaguardar la obra, fue necesario desviar el agua, que desde 1992, pasa por los costados del edificio sin tocar el mural. Desde entonces, el edificio del cárcamo que se convirtió únicamente en un museo.