Ha muerto Jovan Divjack, el defensor de Sarajevo


Por Agustín Gavín

      Hace unas semanas murió Jovan Divjak, el general que defendió Sarajevo de las tropas de los radicales serbios. Después de dos guerras mundiales, Europa despidió el siglo XX con uno de sus capítulos bélicos más crueles. Un conflicto que todavía humea y al cual no va a ser fácil poner un punto final a pesar de…

…que han pasado más de treinta años. Divkak no era un general más del Ejército Popular Yugoslavo, con gran prestigio en su país había sido formado preparándose con otros ejércitos europeos como el francés.

    El Ejército Popular Yugoslavo en paralelo al propio Estado se empezó a descomponer en la invasión de Eslovenia cuando ésta declaró unilateralmente su independencia. Fue la primera de todas las repúblicas que conformaban Yugoslavia en dar ese salto decisivo, era casi étnicamente pura lo que facilitó la unanimidad.  Los soldados de remplazo eslovenos del ejército invasor comenzaron a desertar y unirse a las milicias civiles y a la policía republicana eslovena en lo que se llamó la Guerra de los Diez Días, forzando la retirada del ejército Popular Yugoslavo con un balance de unos cincuenta muertos y poco más de un centenar de heridos. Quizá no hubo más porque Yugoslavia tenía prisa en salir de Eslovenia ya que comenzaba la descomposición del Estado y tenían que intentar controlar las explosiones nacionales en cadena por simpatía como si se tratara de trilita, trilita nacionalista.

     Croacia también se había proclamado independiente al igual que Macedonia, con la diferencia que ésta última era prácticamente uniforme étnicamente al igual que Eslovenia. En Croacia había minorías importantes, sobre todo serbias, que en poco tiempo se organizaron en la región de Knin y se constituyeron en la República Srpska de la Krajina comenzando a hostigar a ciudades croatas como Sibenik, Zadar y en alguna ocasión a la propia Zagreb, la capital. En el fragor del ultranacionalismo más visceral se volvieron a encender los rescoldos de la Segunda Guerra Mundial entre ustachas, los antiguos aliados de los nazis y chetniks, ultramonárquicos serbios. El enfrentamiento atávico congelado en el tiempo se convirtió en arma de propaganda de guerra. Los chetniks modernos, dirigidos por el mafioso y atracador de bancos Arkan, le hicieron el trabajo sucio al ya ejército serbio a secas después del bombardeo de la ciudad de Vukovar. Fue una de las primeras masacres bélicas. Asesinaron a casi trescientos civiles incluidos los heridos sacados a la fuerza del hospital.

    Lo que quedaba en el espíritu de los ustacha en el ejército croata lo reservaron para la limpieza étnica de civiles en las Krajinas unos años más tarde, en lo que se llamó Operación Tormenta apoyada logísticamente por EEUU. Algunos militares croatas comparten recinto en la cárcel de Schevningen del Tribunal Penal Internacional de la Haya con sus compañeros de promoción serbios del antiguo Ejército Popular Yugoslavo.

    Arkan fue asesinado casi al final del conflicto. Se cree que por los propios servicios secretos serbios ya que era un testigo incómodo.

   Pero al año siguiente, la de Bosnia- Herzegovina reprodujo una de las guerras más crueles y sofisticadas de la historia de la humanidad, más abajo hablaremos de ello.

   Mucho más tarde llegó la independencia de Montenegro, a través de un referéndum. Hacía tiempo que Serbia se había quedado como heredera de la Federación con el grueso del ejército yugoalavo aunque los bombardeos de la OTAN en Kósovo y Serbia y la actuación del Tribunal Penal Internacional de la Haya la habían reducido, tanto en efectivos como de mandos. Kosovo y La Voivodina nunca consiguieron el estatus de república y mientras existió Yugoslavia eran simples provincias. Hoy Kósovo es independiente pero no todos los países la reconocen, entre otros España, y está en un limbo jurídico en Naciones Unidas con la protección de EEUU y casi todos los países que conforman la OTAN. En siete años Yugoslavia había desaparecido de los mapas.

    Los mandos altos y medios del ejército, el armamento y la logística habían acabado en el nuevo ejército serbio, salvo excepciones que se posicionaron con sus respectivas procedencias regionales. No era poco ya que la Yugoslavia de entonces tenía uno de los mejores ejércitos europeos, siempre en estado permanente de alarma por sus enfrentamientos políticos con el estalinismo, sobre todo, después de las invasiones de Hungría y Checoslovaquia por parte de las tropas del pacto de Varsovia. Yugoslavia lideraba la sociedad de Países No Alineados con la oculta complicidad de la OTAN y para desesperación del Pacto de Varsovia.

    La multietnicidad en Bosnia Herzegovina y su precipitada independencia sin prevenir las consecuencias por parte de la diplomacia internacional abrió la caja de pandora. Las prisas sobre todo de Alemania por despejar el futuro de su reciente reunificación no valoró el componente étnico y pronto el parlamento bosnio  quedó roto por la proporcionalidad bosnio- musulmana, bosnio-croata y serbo bosnio en tres partes aproximadamente iguales, bosnios musulmanes y bosnio croatas se unieron contra los serbo bosnios que boicotearon el proceso creando la República Srpska que rápidamente pidió ayuda a Belgrado después de que los Tigres de Arkan, paramilitares serbios, comenzaron a disparar en Sarajevo a los manifestantes con el apoyo del antiguo Ejército Popular Yugoslavo. Habían aprendido la estrategia en Vukovar, Croacia.  En poco tiempo Radovan Karadzic, actualmente cumpliendo condena en Holanda, empezó a controlar la situación política y dirigió el asedio de Sarajevo desde las montañas de Pale, en la autoproclamada República Srpska, donde en 1984 se habían celebrado unos brillantes juegos olímpicos de invierno.

   El General Jovan Divjak fue un caso producto de la realidad del momento. Le ordenaron dejar su destino en Sarajevo e incorporarse al ejército serbio pero decidió organizar su defensa con el escuálido ejército bosnio. Nunca renunció a su ascendencia serbia, había pertenecido a las élites militares del entonces presidente Tito, al que siempre admiró. En diferentes ocasiones dijo que había dado instrucciones a sus soldados de defenderse, no de atacar, fue considerado un traidor por Serbia e incluso acusado de genocidio cuando se encontraba en Austria por una matanza de soldados serbios que los jueces consideraron acto de guerra. Austria lo retuvo unos meses y luego lo soltó por falta de pruebas.

    En el ejército federal, la cúspide militar eran serbios y en menor medida croatas y luego el resto. La armada por ejemplo era montenegrina y croata. La aviación era serbia y salvo excepciones el ejército era de reclutas y, como se ha dicho, la sociedad civil estaba militarizada ante una posible invasión soviética. Por eso no es de extrañar la facilidad con que la chispa prendió la pradera en el momento en que el nacionalismo se convirtió en la ideología dominante acompañado de las religiones y las etnias. Todo el mundo estaba preparado para la guerra y tenía a su alcance material bélico moderno, en algunas granjas se escondía armamento pesado, incluso carros de combate. La fábrica de armamento Zastava producía o mejor dicho casi clonaba las variantes del famoso Kalashnikov soviético. Yugoslavia estaba nublada por el nacionalismo, la religión, la mezcla interétnica y los movimientos geográficos de familias impulsados por el titismo. Iba a desencadenarse la tormenta perfecta.

    Es curiosa la situación que vivió Josep Palau, periodista y politólogo, conocedor de la situación balcánica ya que había sido parte de su formación cuando fue secretario General de la Juventudes del PSUC. Políglota, entre otros idiomas hablaba también el serbo croata idioma oficial en Yugoslavia.

    Una noche en un hotel de Split en la Costa Dálmata y cerca del palacio de Diocleciano, en un hotel que ya empezaba a desvencijarse por la guerra, la comida, el café, la leche, el pan llegaban con cuenta gotas, lo que si sobraba era la rakia bebida típica balcánica parecida al orujo gallego. A altas horas de la madrugada le despertaron unos cánticos cuya letra él entendía perfectamente y le entró hambre porque no había cenado. Bajó al restaurante a ver si había sobrado algo de comida de la fiesta que se estaba celebrando y abrió la puerta y descubrió que entre los treinta o cuarenta hombres había cinco o seis vestidos con el uniforme croata. Habían dejado de cantar ya canciones militares y cuando lo vieron se le acercaron dos que lo habían reconocido y lo hicieron sentar en su mesa pidiéndole entre grandes risotadas una lubina salvaje.

    Después de saciar su apetito, mientras el resto daba cuenta de las botellas de rakia, la cosa se fue calentando. A gritos entre ellos se amenazaban entre risas donde se iban a atacar marcándose faroles con el número de combatientes que tenían cada uno y el tipo de armamento nuevo que iban a usar, así como las bajas que se iban a producir en las próximas batallas de sus respectivos ejércitos. Palau contaba que era una celebración de una promoción de jefes militares del antiguo Ejército Popular, serbios, macedonios, montenegrinos y eslovenos todos ellos de paisano y los anfitriones croatas con el uniforme reglamentario. Nos contó que si sus soldados hubiesen visto sus efusivos abrazos de camaradería probablemente hubiesen vuelto sus armas contra ellos. Lo que Palau ya no pudo ver porque falleció cómo algunos de esos militares juerguistas acabaron condenados por genocidio.

    Nunca sabremos si Jovan Divjak estaba entre ellos pero lo más probable es que no, el sitio de Sarajevo no permitía frivolidades, salidas y entradas. Duró cuatro años y produjo más de diez mil muertos. Las laderas de los montes de alrededor son un inmenso bosque bajo de lápidas blancas de enterramientos musulmanes. En el cementerio judío de Praga las tumbas están superpuestas en pocos metros cuadrados denunciando ante la historia los horrores del nazismo. En Sabrá y Chatila, en Beirut, el cementerio es el trastero de un bloque de refugiados y las afueras de Sarajevo son un inmenso cementerio escalonado en sus colinas.

   El general que se quedó a organizar la defensa de Sarajevo no pasará a la historia como un perdedor, sino como una persona que antepuso su condición de hombre a su profesión. De hecho siempre dijo que él se quedó para ayudar a sus conciudadanos. Visitaba a los heridos en los hospitales y no permitió que monumentos y símbolos católicos u ortodoxos de Sarajevo fueran atacados, a pesar de que las bombas habían dañado gravísimamente la biblioteca musulmana y las calles rezumaban venganza. Bake, un antiguo refugiado bosnio que estuvo en el Burgo de Ebro durante las guerras balcánicas y que cuenta su experiencia en el documental que acompaña este trabajo nos corroboró que no se tocó ningún símbolo que tuviera relación con los sitiadores. Sarajevo fue y continúa siendo una ciudad multiétnica. En el casco histórico, en unos pocos metros se puede oír la llamada a oración de la mezquita y las campanas de las iglesias ortodoxa y católica.

   Cuando Jovan Divjak se jubiló creó una Fundación para atender a los huérfanos de guerra. En una entrevista de hace diez años contó que una adivina le había dicho que iba a ser rico y que viviría hasta los ochenta y siete años. Él contestó que su riqueza consistía en vivir en sesenta metros cuadrados y no tener coche para poder saludar a sus convecinos por las calles de Sarajevo. La adivina sólo se equivocó en que murió con ochenta y cuatro.

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