Por José Joaquín Beeme
Por José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia
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Fantasmal decorado, que yo sepa, ignorado por las cámaras. Taciturno en su media lengua véneta, gorro de lana hasta las cejas, carretilla en mano y rastrillo para que sigan impecables esas calles inverosímiles, ahora desoladas, lamenta el destino de una colección apenas arrancada de sus raíces: los hijos del fundador, un rico abogado milanés que dirigió el Museo de la Ciencia ‘Leonardo da Vinci’ y recitaba de corrido laDivina Comedia, a poco que se le cosquillease con aquellos veranos de Ventennio negro y memoria patriótica, no participaban de la misma locura y han terminado cediéndola a unos hangares, próximos al aeropuerto de Malpensa, donde Caproni construía sus biplanos, pero salvo algunas, pocas, restauraciones, el resto sigue a la intemperie y acumulando, quizá, ruina y delirio. No es raro aquí este apiñamiento de juguetes rotos del vehiculismo contemporáneo. A poco que un apasionado medianamente habiente se hace con una propiedad, empieza a llenarla de un heterogéneo festival de artilugios semovientes. Gottard Park, del lado del Piamonte, exhibe bólidos, cazas, abundancia de motos y tractores de todos los tamaños, tanques y cañones, incluso pesqueros y guardacostas. Y no se piense que es todo amor a la técnica: hay tarifas para cumpleaños, banquetes de boda o reencuentro de viejos colegas, siempre con un toque Sleuth cruzando sus túneles de tiempo.