Italia: Habas

Por José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia
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    Dalí afirmaba que España es el país más irracional del mundo, pero —aun afiliándome al credo surrealista— me parece que las habas de la locura cuecen bien en cualquier parte.
    Mientras los montes sufren una tala salvaje, como no he visto otra en los últimos diez años, sea porque hay que salvar a los automovilistas de las volanderas del clima o porque la hoguera sale más barata que el gas ruso, el túnel ferroviario del valle de Susa esconde apenas, bajo la añagaza de la alta velocidad transalpina, la fiebre del uranio. Mientras un democristiano con piel de sociata llega al grito de desguace de la vieja política y se apresta, cual Gattopardo, a cambiarlo todo sin inmutarse, en el Véneto salta el enésimo comando independentista que blinda un tractor para ocupar militarmente la plaza de San Marcos y plantar una bandera en lo alto del campanario. Una película demencial del cómico Albanese presenta a un cierto Olfo, cabeza pelada, casco de punta prusiana, dispuesto a la secesión con una comparsa de adefesios (chinos o africanos importados en barcazas de la laguna, que aquí no importa el color de los serenísimos braceros). Mientras Milán entierra basura tóxica en los cimientos de la Expo, cuyo eslogan predica alimento sano y sostenible para todos, las licencias urbanísticas proliferan en un norte cuarteado de microbosques donde la gran fauna no tiene ya ninguna posibilidad. Mientras los politicantes, ahormados a veinte años de impostura y cinismo, se preparan para sobrevivir a las elecciones europeas al volante de la presidencia de turno, un tercio de los italianos evade impuestos como la cosa más natural del mundo. Así que, hechos al delirante taconeo de mi compadre el de los bigotes, por qué habría de extrañar que unos pescadores, en pleno parque protegido del Ticino, arrasen los álamos que se interponen a sus anzuelos, o que los voceras de la Lega se levanten para sacar de prisión a sus amigos separatistas: algunos, echando un pulso al absurdo, ex parlamentarios de un parlamento al que apuntan con sus bricotanques.

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