Raritos

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Por José Joaquín Beeme

    Todo el peliculario de Tim Burton es un esfuerzo por demostrar al mundo su peculiaridad, su excepción de tipo raro. A su misma estirpe pertenecen Vincent, Frankenweenie, Pee-wee, Bitelchús, Bruce Wayne, Eduardo Manostijeras, Jack Skeleton, Ed Wood, James Trotter, Ichabod Crane, Edward Bloom, Willy Wonka, Victor van Dort, Sweeney Todd, Alicia, Barnabas Collins y, nueva entrada, Jake Portman.

   Weird people, gente incomodada por la existencia, extrañada, inevitablemente otra. Así que Miss Peregrine, que alberga niños entre marvel y real maravilloso, adolescentes-monstruo (lo que es pleonasmo) e institutrices que dejan a Mary Poppins a la altura de una beata angélica, no podía traicionar ese credo friqui. Y los bucles temporales en que anda inmersa esta anómala tropa, que son como su tabla de salvación ante la muerte y la normalidad, ante la normalidad de la muerte, refuerzan el anacronismo de la rareza, la continuidad clandestina de estas criaturas desamparadas, que gritan su diferencia a través de los siglos. Como si no hubiera bastantes monstruos de diario (bocazas, nacionalistos, toreros, militarotes, artistas contemporáneos), la ficción nos actualiza esa necesidad de fenómeno y excrecencia tumultuosa, y la sala llena, agradecida a su director halloween preferido, no era más que correspondencia de amores raramente rotos.

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