XX Aniversario de la Asociación de Amigos de Trévago

147LibroTrevagoP
Por Lucho Gasca

El pasado 9 de Agosto, con motivo del XX Aniversario de la Asociación de Amigos de Trevago y en el Centro  de Canteras Molineras del pueblo, se presentó el libro «El diario del alcalde de Trévago 1965-75»  compilado por la autora Berta Lázaro.

Según la autora: «Las memorias de alcalde de José Lázaro Carrascosa, Pepe, resumen una década en la historia de su pueblo, que es la historia de otros muchos. Las páginas de sus cuadernos reviven el día a día de un tiempo difícil, de crisis, reestructuraciones y cambios en el medio rural. La mirada de Pepe es la de un testigo de excepción que se impone la obligación de dejar constancia del particular momento histórico que le tocó vivir. Aunque el punto de partida es la realidad cotidiana la perspectiva tiene profundidad, y sus reflexiones y análisis un alcance que trasciende el ámbito local. Por todo ello, este libro, una narración rigurosa, exhaustiva en detalles, precisa en la información y no exenta de poesía, tiene un indudable valor histórico y sociológico».

 

 Las décadas de 1960 y 1970 marcan el fin de una época en las sociedades rurales y traen consigo numerosos cambios en sus formas de vida. Los pequeños pueblos, heridos por el zarpazo de la emigración y la despoblación, inician una decadencia evidente. Uno de ellos es Trévago, una pequeña población soriana situada en las estribaciones de la sierra del Madero, a caballo entre la comarca de Tierras Altas y la del Moncayo. En días especialmente límpidos, entre bosques de robles, de quejigos, pinares, encinares, restos arqueológicos, construcciones pastoriles, paisaje y tradiciones, se pueden ver en toda su extensión los Pirineos aragoneses y navarros.

     Y José Lázaro Carrascosa describe en sus memorias, en un sobrio libro editado por sus hijas Berta e Iris, esos paisajes y ambientes sorianos y de la gente del campo como existencias eternas, por las que no pasa el tiempo, en las que las costumbres se repiten y se repiten según el cambio de las estaciones, atrapadas en sus leyendas y sus silencios. Y las piedras como testigos, siempre las piedras, que sueñan que son nubes, lluvia, montes, lunas, sobre la hierba recién segada. Si las piedras hablaran dirían su nombre porque las dejaba ser lo que hubieran querido ser. Son las piedras felices, mientras el aire huele a la vez a césped mullido, arcilla húmeda, hojas herrumbrosas.

Enhorabuena a la autora y felicidades a la Asociación por esta singular iniciativa

Artículos relacionados :