‘Los destellos’


Por Don Quiterio

   Con su primer largometraje, ‘Las niñas’ (2020), la zaragozana Pilar Palomero desliza su mirada a una infancia que mira a un mundo nuevo y por descubrir, el periplo hacia la adolescencia de una chica que estudia en un colegio de monjas en la Zaragoza de 1992 y cuya madre soltera esquiva las conversaciones incómodas sobre su paternidad.

     En su siguiente, ‘La maternal’ (2022), lo hace directamente hacia el mundo de la adolescencia, con reincidencia en el tema del paso a la madurez y el tono de su ‘ópera prima’, si bien la bienintencionada película no es tan contundente al reiterar situaciones y alargar escenas, pero al final se impone la distancia focal de la cineasta, que comprende a sus criaturas sin juzgarlas.

   Ahora, en ‘Los destellos’ (2024), es una mujer adulta (deslumbrante e intensa Patricia López Arnaiz) la que se enfrenta a algo por primera vez, en un final del tiempo con el que se cierra una suerte de trilogía iniciada en la infancia, esto es, y proseguida en la juventud. Y es también la primera vez que Palomero, igualmente guionista, se sirve de una historia ajena (la novela breve de la escritora vasca Eider Rodríguez ‘Un corazón demasiado grande’), pero la hace suya, se la lleva a su terreno para verter elementos biográficos. Una ficción que profundiza en la complejidad y lo misterioso de las relaciones humanas para reflexionar sobre el paso el tiempo, las huellas que dejamos, las físicas y las emocionales, las vivencias y los recuerdos (esos  destellos del título),  y cómo la cercanía de la muerte nos coloca ante la vida de una manera diferente y nos invita a mirar el presente desde otro lugar, con generosidad y bondad. Los brillos que deja la vida cuando impacta con la dureza sombría y ríspida de lo que desaparece, de lo que se apaga.

   Estamos ante el drama familiar de una mujer que acepta cuidar a su exmarido enfermo (sobrio Antonio de la Torre), a pesar de llevar varios lustros separados. Una mujer decidida pero vulnerable que vive a las afueras de una ciudad de provincias y regresa junto al hombre que amó para cuidarle en sus últimos días, antes de morir. La protagonista comunica el dolor y la humanidad de una madre que, empujada por su hija (la debutante Marina Guerola), devuelve a su vida a su antigua pareja para que no muera solo como un perro. Una mujer que debe detenerse y no dar la espalda a alguien que no pide, pero necesita, su ayuda, sabiendo que cuidar significa abandonar tu vida cotidiana. Aunque su actual pareja (un contenido Julián López en la piel de un profesor de música en un instituto de Valderrobres), siempre en segundo plano, no entienda nada. Pero su humanidad le hace dar un paso atrás para permitir que la otra persona tenga su espacio. A fin de cuentas, todos ellos emprenden un viaje de madurez en esta especie de “bóveda de amparo mutuo”. Porque todos podemos contribuir a hacer más leve el peso, también desde la periferia de la enfermedad.

   Así entiende la filóloga y escritora zaragozana Irene Vallejo este mapa de sentimientos entre personajes: “Una joven universitaria contempla con angustia cómo se agrava la enfermedad de su padre divorciado. La madre, Isabel, que ya tiene otra pareja y otra vida, debe decidir si ayudar o mantenerse alejada. No quiere ser la mujer que se sacrifica por un hombre con el que rompió hace veinte años: tras dibujar con esfuerzo sus fronteras, teme asumir un antiguo sometimiento y una nueva atadura. A la vez, tampoco desea dejar sola a su hija ante lo que está por llegar. Paso a paso, en un juego de reticencias y presencias, los cuatro -incluido el nuevo compañero de Isabel- construyen un círculo poco convencional de atenciones recíprocas, una extraña familia asimétrica que recorre ese último trecho sosteniéndose. Hace falta una trenza de apoyos para que nadie cuide ni muera a solas”.

   El tercer largometraje de Pilar Palomero, con una delicadeza asombrosa, con un ritmo pausado y mucha atención a los pequeños detalles, a esas pequeñas arrugas que dejan a su paso el sol, la tierra y el tiempo, es un relato brillante y luminoso que habla de los cuidados -sociales, existenciales- y aborda la desaparición, la memoria y el olvido, poniendo el foco en los recuerdos y las experiencias de los que nos dejan, para reivindicar la necesidad de cuidarnos los unos a los otros en un mundo cada vez más individualista y en cómo la presencia de la muerte, a veces, nos hace sentir más vivos, más optimistas, con más luz. De esta forma, el filme no incide estrictamente en el tema de la muerte: hace hincapié en la vida, en los sentimientos y en lo importante que es estar presentes. En las emociones y en cómo nos enfrentamos al adiós. En la luz que emiten los destellos.

   Una película de susurros, de miradas, de vacilaciones, de cuerpos añejos (cartas, fotos, muebles), en un inusual equilibrio entre tristeza y alegría, cuya peripecia argumental es una muerte, sí, pero su verdadero asunto es el fulguroso rastro, o los destellos, que la existencia de aquellos a quienes queremos va dejando en su tránsito hacia dejar de ser. Al fin y al cabo, el filme es un recordatorio de la finitud para que seamos más conscientes del milagro de vivir, de estar aquí ahora mismo.

   Y lo hace Palomero con poesía, entendiendo el pudor y la contención como un ovillo de gestos benéficos y silencios cálidos. Porque tiene material suficiente para mostrar mucho más el sufrimiento de esa familia, pero no lo utiliza. Lo muestra pero no exhibe, evitando toda deriva hacia lo sentimental, incluso hacia lo trágico. Ahí está la escena de la muerte del protagonista, en la que la directora no enseña a la familia llorando, sino esperando en un pasillo. Y el sonido de la cremallera de una bolsa cerrándose…

   Una hermosa despedida que te desnuda por dentro. La belleza detenida en la herida abierta de la vida.

 

   Nacionalidad: España. Año: 2024. Producción: Fernando Bovaira. Dirección: Pilar Palomero. Guion: Pilar Palomero. Argumento: relato de Eider Rodríguez (‘Un corazón demasiado grande’). Fotografía: Daniela Cajías. Música: Vicente Ortiz Gimeno. Intérpretes: Patricia López Arnaiz, Antonio de la Torre, Julián López, Marina Guerola, Ramón Fontseré. Duración: 101 minutos.

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