Simón 2020, higiene o glamur

Por Carlos Calvo

  Aunque el viaje ha sido duro desde que la pandemia de coronavirus estalló, la ceremonia de los premios Simón, por fin, subió el telón, en tiempo y forma, el penúltimo domingo del pasado septiembre. Una extraña y nada hospitalaria edición, la número nueve, celebrada en una acotada y enmascarada sala Mozart del auditorio zaragozano, singular y atípica en todos los aspectos (y sentidos), ya que los asistentes estuvimos sometidos a estrictos protocolos sanitarios y a que la organización, en efecto, se vio obligada a reducir el número de pases. La higiene, ya saben.

En cualquier caso, pocas veces ha servido esta fiesta del cine aragonés un menú cinematográfico tan estimulante, atendiendo estrictamente a la calidad de las obras nominadas. Para empezar, el gran premio se lo llevó el dignísimo largometraje de ficción ‘Planeta 5000’, de Carlos Val, que también se alzó con el premio al mejor sonido a cargo de Vicente Bardonaba y Steve Miller. La película habla de la privación de libertad y de cómo ciertos personajes lideran grupos sectarios y seducen a mucha gente. Un relato de cómo dos personas que buscan la libertad, esto es, alcanzan la cárcel definitiva, aderezado con una suerte de mundo cósmico donde la canción del título –grabada en 1983 por el grupo valenciano Vídeo- es el aliento musical que necesita la protagonista.

  Aunque el cineasta de San Mateo de Gállego -ya triunfador en 2017 con ‘Bestfriends’- no termina de apretar el acelerador para guiar al espectador hasta el corazón de las tinieblas, ‘Planeta 5000’ desbancó del trono a ‘Ojos negros’, otro dignísimo relato rodado en la localidad homónima por Marta Lallana e Ivet Castelo, un gran debut que capta la esencia de lo que implica hacerse mayor a través de un hermoso y complejo tejido entre mujeres.

  Otro de los triunfadores de la noche fue Javier Macipe. El de Ariño levantó dos de los premios importantes de la noche, el de guion y el de cortometraje, por ‘Gastos incluidos’. Su pieza explora, a través de la ironía y la distopía, algo tan común para la juventud como es no poder pagar un piso de alquiler para vivir solo, y habla de un futuro cercano en el que se ha impuesto una peculiar “cláusula quinta” en los contratos. Así, el arrendatario se compromete a ignorar la presencia del otro, de forma que dos personas habiten (y paguen) el piso como si estuvieran solos, al estar prohibido hablar, tener contacto físico (o visual) y manifestar, de algún modo, que comparten piso. El premiado guion está escrito por David Manjón y el propio Macipe.

  Gaizca Urresti, vasco de Portugalete afincado en la Inmortal, obtuvo el Simón al mejor documental con el discutible ‘Aute retrato’, un recorrido por el medio siglo de carrera musical y artística de Luis Eduardo Aute, a través de un nutrido grupo de amigos y testigos que desvelan las claves creativas de un polifacético cantautor que tiene a Goya como uno de sus máximos referentes, como demuestra en su película de animación ‘Un perro llamado Dolor’ (2001).

  Además, Nata Moreno se llevó el Simón a la mejor dirección por ‘Una vida entre las cuerdas’, documental sobre el explosivo e iconoclasta violinista Ara Malikian, su esposo en la vida real, de raíces armenias y espíritu roquero. Por su parte, Carla Pérez de Albéniz ganó el premio a la mejor dirección de producción por el filme de Alejandro Amenábar ‘Mientras dure la guerra’, una exposición sobre los motivos por los que Unamuno apoya la sublevación militar de 1936, aunque las buenas intenciones deriven en un didactismo de parvulario para un producto histórico marcado por la teatralidad.

  La producción que mayor número de premios recogió, todos ellos de carácter técnico (Ana Bruned por el maquillaje, Ana Sanagustín por el vestuario y Pablo Lagartos por la dirección artística), fue ‘Leonardo muere’, un corto de ficción dirigido por José Luis Galar en el monasterio de Rueda sobre las últimas horas de la vida de Leonardo da Vinci, basado en una confesión que el gran artista del renacimiento revela en su lecho de muerte a una discípula, una verdad que había mantenido oculta hasta entonces.

  Entre el resto de candidaturas, Adrián Barcelona y Beltrán García Valiente recogieron el premio a la mejor fotografía por ‘El alzamiento de los sintetizadores’, que también fue premiado por el montaje, galardón que recogió el director del documental, Iván Castell. La mejor banda sonora fue para La Ronda de Boltaña en el corto de Jorge Andolz ‘Mermelada de moras’. Juan Remacha obtuvo el premio a los efectos especiales por la pieza de Andrés Lacasta ‘Ofra & Khalil’, sobre el tema de la frontera como lugar de separación. Mónica Callejo, directora de ‘Esta no soy yo’, con el esclarecedor subtítulo de ‘Autorretrato de una anoréxica’, fue premiada con el galardón especial a la mejor contribución social.

  En la categoría interpretativa, la sorpresa de la noche fue el premio al mejor actor, al que aspiraban Rubén Martínez, Pedro Rebollo, Antonio Magén y Alfonso Desentre. Este último se lo llevó, ante la perplejidad de todos, por el extravagante corto dirigido por él mismo ‘Intimidad’, según un relato breve de Raymond Carver. Por su parte, Carmen Barrantes recogió el de mejor actriz por ‘Cardelinas’, trabajo de Tomás Generelo basado en la vida de Concha Monrás, la mujer del pintor, escultor, escritor, pedagogo anarquista Ramón Acín, ambos fusilados al inicio de la guerra civil. Barrantes, nacida en Jaén pero criada en Huesca, lo tenía difícil, pues luchaba con pesos pesados como Ana Labordeta, Laura Contreras, Salomé Jiménez y Luisa Gavasa.

  Esta última no ganó el premio a la mejor actriz por su trabajo en ‘María’, pero se llevó el honorífico a toda su carrera. La gente se puso en pie. Muy profeta en su tierra, Luisa Gavasa sabía con seguridad que le tocaba levantar la estatuilla de la columna buñueliana. Esperemos que este honor no la endiose todavía más, tan pagada de sí misma. El glamur, ya saben.

  El presentador, un joven periodista llamado Alejandro Aísa, estuvo simpático pero escaso, demasiado pagano del guion. Eso sí, de un tirón –y sin leer- encadenó la filmografía entera como director de Luis Buñuel. Solo se dejó un título, maldita sea: ‘Comiendo erizos’, una breve pieza realizada el mismo año de ‘La edad de oro’. En la sección ‘Obituario’ se recordó a José Miguel Iranzo, Alberto Azcona y Joaquín Carbonell. La gente volvió a ponerse en pie. La gala se abrió y cerró con el contrapunto glamuroso de la cantante Vicky Lafuente y su banda. Otra vez la gente se puso en pie, pero esta vez para salir pitando, por esas cosas de la higiene: unos por aquí, otros por allá y el resto por acullá.

  Antes de terminar, me gustaría hacer algunas apreciaciones. No se entiende que la mejor película de las nominadas, ‘Ojos negros’, se fuera de vacío. Jesús Marco, presidente de la peña del cine aragonés, debería cambiar el modelo. Igualmente por el camino se quedaron técnicos y artistas mucho más consistentes que alguno de los premiados. Tampoco se entiende que la película más valiente y arriesgada de la historia del cine aragonés, ‘Zaragoza vil’, se fuera también de vacío. El documental de Antonio Tausiet, aunque demasiado amateur –cierto-, es un recorrido por los poderes fácticos de la capital del Ebro, un trabajo de raigambre marxista realizado a la manera de un Basilio Martín Patino.

  Uno no creía en los fantasmas hasta que estuvo, desde sus inicios, en estos premios Simón. Aquí he conocido a muchos de ellos y puedo afirmar que, por lo general, son de un trato bastante agradable. Como presidente de la cosa, Jesús Marco debió terminar su alocución, en vez de inmolarse con aquellos famosos versos del mísero y triste sabio, con el enunciado (leído o no) de la teoría del valle inquietante: “Cuando las réplicas antropomórficas se acercan en exceso a la apariencia de un ser humano se produce un rechazo instintivo en el observador, pero, a medida que la apariencia del robot continúa convirtiéndose menos distinguible de la de un ser humano, la respuesta emocional se vuelve más favorable”. Ahí lo dejo.

  Posdata. Fui a la gala con mi amigo Alfonso Val Ortego. Él es quien hizo las fotos que dan lustre al texto. Y quien ha puesto título al mismo. Como siempre, nos los pasamos muy bien. Ya decía Buñuel que un día sin risa es un día perdido…

Otras fotos robadas en la red:

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