Últimos estrenos conocidos


Por Don Quiterio

  La fiebre de la nostalgia no es solo un asunto demográfico, que también. Cuando queda poco por inventar, la nostalgia puede ser lo más moderno.

     En un tiempo que la cartelera está copada por sagas de superhéroes o galácticos y secuelas, nuevas versiones y adaptaciones de otras obras, o sea, nuestro pan de cada día, quizá el viaje más largo sea el viaje hacia el interior de uno mismo. Con las transformaciones y tropiezos que ya conocemos, el cine no se muere, sigue dando estupendas y muy variadas películas en las salas. De los últimos estrenos en Zaragoza, ya sin programación (momentánea, esperemos) por la pandemia del coronavirus, hay que destacar una serie de títulos humanistas, que hablan de lo más cercano, de las personas, de los afectos y los desencuentros, constatando que el cine es un lenguaje universal que no entiende de idiomas, fronteras o nacionalidades.     

  Es el caso del nipón Hirozaku Koreeda y ‘La verdad’, una gozosa propuesta en coproducción francojaponesa que desgrana sentimientos y emociones con una sencillez y una naturalidad notables, en la que su autor deja sus escenarios habituales y su espíritu más profundamente japonés para adentrarse en la Francia de su tiempo, un ajuste de cuentas entre madre e hija, el duelo actoral entre una Catherine Deneuve precisa en el dibujo de su alter ego muy cercano a su imagen y una Juliette Binoche audaz a la hora de enfrentarse al mito.

  También desde Japón, en coproducción británica, nos ha llegado ‘First love’, del torrencial Takashi Miike, un realizador a la manera de un Jesús Franco del cine nipón. Pero en mejor. Estamos ante una explosiva e irreverente mezcla de melodrama desaforado, comedia macabra, gore despiadado y manga, con un boxeador y una prostituta perseguidos por yakuzas, policías corruptos y mafiosos chinos en su huida hacia ninguna parte. El espíritu transgresor del filme se coagula en una revisión del romance clásico desde una mirada densa e intrincada, un vigoroso y procaz relato de perdedores realizado con insobornable libertad y arrebatos líricos. Una auténtica fiesta que envidiaría al mismísimo Tarantino. Pura “pulp fiction”, en fin.

  Por su parte, el polaco Roman Polanski nos habla en la producción francesa ‘El oficial y el espía’ de la vida del coronel Marie-Georges Picquart, un hombre justo acusado falsamente de traición en la Francia de 1894. También nos habla de Emile Zola y su célebre denuncia ‘Yo acuso’. Picquart y Zola salvaron a Francia de la iniquidad. Pero la escena final del filme abre un abismo, en donde la rectitud y la justicia se confunden con la ambición de poder. ¿Es posible la honestidad absoluta?

  Notables también resultan ‘1917’, del británico Sam Mendes, un bélico ambientado en la primera guerra mundial emocionalmente intenso, que se rueda en un plano secuencia, con momentos de miedo y crueldad, de compromiso y compasión; ‘Richard Jewell’, del californiano Clint Eastwood, sobre una periodista que desvela interrogantes auscultando braguetas ajenas; ‘El traidor’, del italiano Marco Bellocchio, un relato criminal reposado, de gran rigor expositivo y profundamente crítico con la debilidad del estado y las oscuras relaciones de interés entre la Cosa Nostra y Giulio Andreotti, el verdadero protagonista en la sombra de este antiépico filme de gánsteres; ‘Parásitos’, del surcoreano Bong Joon-Ho, la historia de una familia pobre que consigue colarse en las vidas de un adinerado clan, todo visto a través de un humor muy negro; ‘El joven Ahmed’, de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, riguroso (y didáctico) retrato del fanatismo islamista; ‘El faro’, del estadounidense Robert Eggers, filme de atmósfera extraña y turbadora que se apropia de los textos marineros de Hermann Melville, o ‘Vida oculta’, del estadounidense Terrence Malick, cineasta de una inusitada capacidad para explorar los recovecos del lenguaje cinematográfico y para empapar todas sus imágenes de un inusual halo poética, aquí con la historia de un granjero austriaco que se negó a jurar fidelidad a Hitler.

  Dejo para el final dos muy dignas películas españolas, ‘La hija de un ladrón’ y ‘La inocencia’. La primera está dirigida por la catalana Belén Funes, el relato de una relación paternofilial en ambientes marginales puntuado por silencios y planos cortos que maduran las emociones a través de un montaje coronado por un fundido en blanco demoledor. La segunda, dirigida por la castellonense Lucía Alemany, escamotea el andamiaje de la puesta en escena y recurre a largos planos o barridos sin foco que nos trasmiten la subjetividad de una protagonista inmersa en el complicado mundo de la adolescencia.

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