Desde el diván: ‘Pulp fiction’, de Quentin Tarantino


Por José María Bardavío

    Marcellus Wallace es el jefe de una banda de malhechores de Los Angeles que ha invitado a su ostentosa guarida a Butch Coolidge (Bruce Willis) un boxeador algo mayorcito ya para el oficio, para  proponerle que en el combate de mañana, justo en el quinto asalto, se deje caer noqueado sobre la lona.

    Nacionalidad: Estados Unidos. Año de producción: 1994. Título original: ‘Pulp fiction’. Dirección: Quentin Tarantino. Guion: Quentin Tarantino y Roger Avary. Fotografía: Andrzej Sekula (color).  Intérpretes: John Travolta, Samuel L. Jackson, Harvey Keitel, Uma Thurman, Tim Roth, Bruce Willis, Ving Rhames, Amanda Plummer, Maria de Madeiros, Eric Stoltz, Rosanna Arquette, Christopher Walken. Duración: 145 minutos.

   Butch acepta el amaño y recoge sin rechistar el sobre repleto de billetes que le pasa el imponente Wallace cerrando el trato. Marcellus le recomienda que para perder el combate lo único que debe hacer es mantener a raya el orgullo, el coraje, y el instinto de ganar.

   Butch antes de salir de la disco pide en la barra un paquete de cigarrillos mientras se topa allí con un tal Vincent Vega (John Travolta) que acaba de volver con Jules  Winnefield (Samuel L. Jackson) de cargarse a tiros y con la mayor sangre fría del mundo a unos  asustados compinches que no han distribuido la droga según lo pactado. Vicent trata a Butch, chulescamente y como si fuera un pobre paleto. Cuando el boxeador va a contestar enfurecido, se oye la voz de Marcellus llamando a Vincent que acude de inmediato a la llamada del jefe.

   Sería bueno recordar para el entendimiento cabal de la historia  que ha quedado pendiendo de un hilo la respuesta violenta de Butch a Vincent, que se producirá unas cuarenta horas después de la forma más increíble e inesperada.

   Cuando Butch abandona cuartel general de los malos, sabe perfectamente lo que va a hacer a partir de ahora mismo. Ganará el combate porque solo sabe ganar. Se quedará con el dinero que le ha dado el Marcellus sin hacer caso al trato. Se quedará también con el dinero de las apuestas con la ayuda de un amigo apostador. Butch ha sido honrado casi siempre pero al entender la peligrosidad de Marcellus y su tropa ha decidido irse de LA con su chica, retirarse del boxeo para no dejar pistas, y vivir de lujo en alguna parte bonita del mundo. Porque si un sujeto como Marcellus Wallace se ha fijado en él para hacer trampas significa que ha caído en las manos más indeseables y peligrosas de Los Angeles. Mejor irse del todo que aliarse con él.

   Para que todo salga perfectamente bien, Fabienne (Maria de Madeiros), su chica, recogerá del piso de Butch algunas cosas indispensables, y luego se inscribirá en el discreto River Glen Motel para esperar a Butch. Por la noche, cuando termine el combate, Butch se reunirá allí con ella. A la mañana siguiente recibirá de su compinche el dinero de las apuestas y por fin podrán irse los dos de allí y para siempre.

   Cuando empieza el combate, el tesón, el coraje, las ganas de Butch de salirse con la suya, virtudes heredadas de su pintoresco y heroico padre, hacen que no en el quinto asalto sino en el segundo Butch lance un golpe tan perfecto a su contrincante que lo deja frito al instante.

     Pero antes de contar el final de la historia del boxeador, resulta imprescindible referir la visita que un tal capitán Koons (Christopher Walken)  hizo hace ahora veintiocho años a un niño de apenas seis llamado Butch Coolidge, nuestro actual boxeador, para traerle un regalo que le hizo su padre antes de morir durante la guerra. Como se trata de un largo parlamento, me limitaré a transcribir solo el final:

<<…Tu padre llevaba este reloj de oro en su muñeca cuando le derribaron sobre Hanoi. Le capturaron y le metieron en un campo de prisioneros vietnamitas. Sabía que si los amarillos veían el reloj se lo quitarían. Tu padre decía que este reloj te pertenecía por nacimiento. Le cabreaba que cualquier amarillo pusiera sus grasientas manos sobre la herencia de su hijo. Así que lo escondió en el único lugar que podía, ¡su culo! Cinco largos años llevó este reloj metido en el culo. Luego, antes de morir de disentería, me dio el reloj. Oculté este incómodo trozo de metal en mi culo durante dos años. Entonces, después de siete años volví a  casa con mi familia y ahora…jovencito…te entrego a ti el reloj>>.

    Y ahora vayamos al coliseo en donde se está celebrando el combate. Butch deja KO a su contrincante rompiendo lo acordado con Marcellus. Vuelo al vestuario, algo mareado, Butch termina de darse cuenta de que debe de huir de allí antes de que lleguen los esbirros del gánster. Salta desde una ventana a un contenedor estratégicamente colocado y sube al taxi que le está esperando. Allí se entera por la radio que su contrincante ha muerto. Antes de llegar al hotel Butch habla por teléfono desde una cabina con el amigo de las apuestas con el que ha amañado el combate de acuerdo a lo que acaba de suceder, justo al revés de lo planeado con Marcellus Wallace. En el motel le espera Fabienne, feliz al verle sano y a salvo.

-Corremos un gran peligro. Nos matarán si nos encuentran ¿No es eso?- susurra Fabianne besando p a Butch.

-Fabienne quiero estar contigo para siempre. Te quiero muchísimo.

-¿Me darás placer oral?

-¿Me la besarás?

-Tu primero.

-Vale.

   A eso de las nueve de la mañana del día siguiente, después de una cariñosa conversación y etcéteras,  Butch está buscando en las maletas el reloj de su padre.

-(Butch Coolidge) ¿Dónde está mi reloj?

-(Fabienne) Está ahí.

-No, no. ¡No está!

-¿Has mirado bien?

-¡Sí joder! ¿Qué crees que estoy haciendo? ¿Seguro que lo has traído?

-Si.

-Estaba en la mesita de noche.

-En el cangurito ¿no?

-Si, estaba en tu cangurito.

-Sí pues ahora no está.

-Sí pues, debería estar.

-Sí desde luego, sí, debería, pero el caso es que no está ¿Dónde cojones está? Fabienne¡ era el puto reloj de mi padre! ¿Tienes idea de lo que sufrió para que yo llevara ese reloj? No tengo tiempo para explicarte cuánto sufrió. Todas esas cosas que hemos traído en las maletas podrías quemarlas . Pero te dije que sobre todo no te olvidaras del puto reloj. Piensa: ¿Lo cogiste?

-Me parece que sí.

-Qué mierda significa eso. ¿Lo cogiste o no lo cogiste?

-Lo cogí.

-¿Estás segura?

-No.

-¡Joder joder joder! ¡Cabrona cabrona cabrona! -¿Te das cuenta de los estúpida que eres?

Butch termina calmándose:

-No es culpa tuya. Te pedí demasiadas cosas. Te pedí que lo trajeras pero no dije lo que ese reloj es para mí. ¡Si lo único que me importaba llevarme en el viaje era el puto reloj! Pero no podías adivinarlo. Te pedí demasiadas cosas. Si solo me importaba el puto reloj debí decírtelo. No podías adivinarlo ¿verdad?

-Lo lamento.

-No pasa nada. Solo que no podré desayunar contigo.

-¿Qué significa eso?

-Que tengo que volver a mi piso a buscar mi reloj.

-¿Pero los gángsteres no te buscará por allí?

-Eso es lo que voy a comprobar. Si están y no consigo engañarles, vendré.

-Yo creía haberlo traído. ¡Cómo lo siento!

-Coge este dinero y vete a desayunar. Butch  deja unos billetes sobre la cama. Para que tengas un buen desayuno.

    Butch, ya en el coche, vuelve a enloquecer pensando en el reloj increíblemente olvidado:

-¡¡De todas las jodidas cosas solo se olvida del reloj de mi padre!!…Y mira que se lo expliqué. Le dije en la mesilla, en el cangurito. Le dije textualmente ¡¡¡No- te-olvides-del-reloj- de-mi- padre!!!

     Butch aparca el Honda y atraviesa con cuidado el descampado que se extiende ante la urbanización. Lo hace con cuidado porque sabe que puede haber algún esbirro de Marcellus Wallace apostado por alli para matarle. Cuando sube las escaleras de su edificio, abre con muchísimo cuidado la puerta de su apartamento y lo  recorre sigilosamente hasta llegar al dormitorio viendo en la mesilla de su lado el reloj de pulsera inserto en el cangurito. Mientras se lo coloca en la muñeca empieza a sentirse completamente feliz. Cuando prosigue el recorrido y llega a la cocina que cierra el piso, se siente tan bien que, al no haber desayunado todavía, rescata del paquete una rebanada de cereales y la coloca en la tostadora para que empiece a dorarse. Es entonces cuando descubre sobre la encimera de la cocina una pistola enorme provista de un descomunal silenciador. 

   Entiende al instante que el intruso ha interrumpido la vigilancia, para satisfacer la necesidad fisiológica que se le ha venido encima. Por lo tanto el que ha venido a matarle solo puede estar sentado ahora mismo un par de metros al lado de la cocina detrás de la puerta del cuarto de baño satisfaciendo además de la primera otra urgencia extrañamente complementaria: Vincent Vega está leyendo ausente y encantado una novela de Modesty Blaisela autora reina de la pulp fiction por la que siente devoción y suele tener  un ejemplar a mano para aprovechar leyendo cualquier detención temporal, cualquier impás.

     Pero la devoción que siente por Modesty Blaise le va a jugar una partida mortal. Y bellísima. Porque al morir del modo que va a morir, convierte al Vincente Vega real en personaje de Modesty Blaise. Ni siquiera la novelista hubiera imaginado una pirueta tan brutalmente estética. Y plástica. El personaje real es engullido dentro de la novela que ahora mismo, como colofón a su vida, estaba tan tranquila y plácidamente leyendo. Es como si la novela se tragara la realidad para convertirla en ficción. Es como el Axolotl de Julio Cortázar  el pez que al ser mirado tanto (tanto como Vincent se enfrasca en la lectura) se da de pronto cuenta que ya no mira al pez sino que es el pez el que mira al que le mira desde la pecera.

    Y sucede que dada por terminada la sesión de expulsión de excrementos y recuperación compensatoria de lo expulsado a través del acto de leer, sale del baño sosteniendo su novela en la mano izquierda mientras recibe los disparos mortales de su propia y magnífica arma de fuego.

    La devoción de Vincent por Modesty Blaise es parecida en intensidad y sobre todo paralela a la que siente Butch por el reloj de su heroico padre. Esa coincidencia de las devociones posibilita la lectura en profundidad de la secuencia: Vincent sentado en el retrete se encuentra  mentalmente disuelto en su libido regresiva. Las sangrantes aventuras de Modesty Blaise actúan en él como un deleitoso susurro materno nutritivo e inspirador, lecha materna entrando por sus ojos  lectores alimentando vivaces pulsiones asesinas. Y en el caso de Butch ir a buscar el reloj y volver a ponérselo en la muñeca significa volver a establecer la fabulosa unión mítica fabulosa con el padre heroico.

    Pero es el recuerdo de cómo el padre consiguió que sus asiáticos captores no se quedaran con el reloj de oro que quería para su hijo, lo que confiere al instrumento un valor insuperable: Se lo introdujo por el ano para cobijarlo en el intestino evitando así que se lo robaran. Lo ocultó allí cinco años. Y luego, un amigo  amable se comprometió a llevar el reloj al hijo, a Butch; teniendo que retenerlo en su ano durante dos años más.

   El encuentro entre Vincent y Butch se convierte pues en un portentoso choque de trenes anales. Porque los dos se dejan llevar no por lo que deberían de hacer o haber hecho, sino por lo inmaterial, lo que no importa, lo simbolizado, la necesidad perentoria de convertir la realidad en ilusión, en ficción. Vincent se alimenta bebiendo con ojos feroces en las fuentes de los terriblemente ingenuos tebeos de Modesty Blase, y Butch bebiendo en la conducta mitificada del padre ingenioso, grotescamente heroico, capaz de convertir al ano en espacio de salvación de su autoestima y en la de sus boquiabiertos descendientes.

   Vincent en el retrete expulsa partes de su propio cuerpo (heces, o lo que es exactamente igual: partes de su yo) y  lo reabsorbe conpensatoriamente mediante lecturas psico-nutriticias firmadas por  Modesty Blase. Los ojos succionan  lo que el ojo anal expulsa del cuerpo, expulsa del yo.

    Si lo verdaderamente importante de la vida de Butch es volver a vestir el reloj paterno, , ponerse encima, tatuar en la piel y en sí mismo, la lección suprema del padre, el fantasma protector, el fetiche padre Vincent, en cambio ¡pero complementariamente! se introduce libando, leyendo, el fantasma nutricio de la madre imborrable. 

   Sin el reloj Butch no se siente entero ni completo, no se siente persona. Ni tampoco Vincent sin Modesty.  Butch ha sido capaz de olvidarse de Fabienne antes de verse a sí mismo sin reloj, sin sentir los pálpitos inigualables en el pulso desprotegido. El tictac marca el rumbo porque es la marcha triunfal del padre sobre cualquier enemigo. El reloj de oro es un objeto antiedípico (el abandono de Fabianne) porque representa a la postre un falo obsesivamente paterno.

    Cuando Vincent abre la puerta para salir del cuarto baño con la novela en la mano izquierda, se encuentra de sopetón a Butch que le está apuntando con la pistola descomunal que abandonó en la encimera para manejarse mejor pasando página a Modesty Blaise. Por efecto de  los disparos  a bocajarro, el cuerpo de Vincent sale empujado hacia atrás entrando de espaldas en el baño del que acaba de salir, rompe la mampara de la ducha y se  desploma en la bañera como un enorme muñeco deshuesado. Una muerte de tebeo: exagerada, truculenta y espléndidamente irónica

    Cuando Butch entra en el baño, Vincent ya está muerto en la bañera. Una bañera pequeña pero mucho más grande que la escueta taza del retrete convencional: La pequeña bañera convertida en retrete mucho más grande para acoger el excremento gigante del cuerpo de Vincent. La bañera se convierte así en retrete que retiene  al cuerpo-excremento desbordado por sus periféricas extremidades; heces demasiado grandes para caber en el retrete. El cuerpo de Vincent Vega embutido en su traje negro ha adquirido súbitamente un aspecto fofo, blando,  amorfo, desbordando la bañera. Y es siempre resulta maravilloso escuchar el dialogo objetal de los sanitarios convergentes (bañera igual a retrete/retrete igual a bañera) en los cuartos de baño de  muchas películas memorables. 

    Y la bañera no es una bañera convencional es una bañera creada a conciencia para servir al setting, y construida a la medida de lo que el cuerpo de Vincent Vega debe sugerir estando muerto. La postura desmadejada y siniestra construida centímetro a centímetro por sus fechorías,  por su  falta de ética o moral. Una muerte grandiosa. De tebeo.

   Y ahora la pregunta que debe responder el lector atento: ¿Por qué en una foto de arriba Vincent viste una camiseta blanca y cuando sale del baño, y Butch le dispara, lleva puesta una camisa de vestir blanca con corbata y chaqueta negra? 

   Me permito añadir una sugerencia para ayudar a resolver el enigma: En el Hawthorne Grill, al final de le película, Vincent viste un camiseta blanca con el logo los clubs deportivos de la University de California en Santa Cruz.

El blog del autor:   http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es/

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