Citas con la arquitectura, lo social, la salud y la etnografía

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Por Don Quiterio

      En arquitectura no siempre es suficiente con la voluntad de conciliar factores contrapuestos, sino que, más bien, es el rigor lo que, en definitiva, ordena el compromiso del arquitecto frente a su obra. Suele decirse que lo que no debe hacer un arquitecto es plantearse como objetivo dejar su huella en el territorio.

     Los arquitectos, a veces, se venden a los intereses de los promotores o al político de turno para hacerle la pelota. Eso se puede comprobar en otras disciplinas artísticas, tan dadas a merodear alrededor del poder. Nunca se sabrá hasta qué punto la honestidad abraza el hecho artístico, porque la manduca prima ante cualquier reflexión digna de consideración.

     Los arquitectos del siglo veinte podrían dividirse en dos grandes grupos: aquellos cuya trayectoria terminó por perder intensidad y aquellos que, al revés, coronaron con un brillante final unos comienzos dubitativos. Los hay, también, que pertenecen al primero y al segundo grupo, porque, quizá, son más creadores insaciables que arquitectos vocacionales y pasarán a la historia de la arquitectura más por sus contradicciones que por sus logros específicos. En estos tiempos de afanes de protagonismo, tan mal ganados y merecidos a menudo, adquiere mayor significado destacar el valor de un ciclo como el programado por el colegio de arquitectos de Aragón. Una trayectoria donde conviven una vertiente pragmática junto a una dimensión arriesgada y expansiva.

      Desde los tiempos más remotos, la arquitectura ha servido para marcar las distancias sociales y glorificar al poder. Las pirámides de Egipto y las catedrales fueron obras que pretendían transmitir un mensaje a la posteridad. Pero con el nacimiento de la burguesía el arte adquiere, al mismo tiempo, el carácter de lujo y lo exquisito se convierte en moda. Lo sagrado acaba por convertirse en una marca. ¿Debe la arquitectura mantener su tradicional carácter monumental? ¿Debe abandonar sus sueños de grandeza e intentar satisfacer las necesidades del hombre común? La arquitectura del siglo veinte ya rompió un molde. Esta disciplina podría acercarse adonde puede conseguir un poder transformador, a las necesidades urgentes. A su vez, abre el debate de si se separarán definitivamente dos tipos de arquitectura: la humilde y la grandiosa. Acaso el mundo diario de muchos arquitectos sea el de las remodelaciones, el reciclaje y las transformaciones. Por eso en la arquitectura, tan o más importante que la idea brillante es la economía de la misma, la velocidad de su ejecución y el máximo aprovechamiento de lo existente.

      Tal vez la gran arquitectura del futuro será construir lo necesario, de corregir lo que se ha hecho mal y de dotar de sensatez a tanta locura. Una arquitectura como acupuntura a favor de lo público, porque en la formación y en el conocimiento del pasado están muchas de las claves para adaptarse al futuro. Con estos parámetros, el arquitecto Jaime Bagén inauguró este pequeño ciclo y presentó el interesante documental ‘En China: nido de pájaros’, dirigido en 2008 por Christoph Schaub y Michael Schindhelm, en torno a Herzog y De Meuron. A este siguieron los ponentes Fernando Bayo, Rai Rambó, Ángel Gomeras, Jesús Marco, Francisco Berruete, Teófilo Martín y Ricardo Marco. El primero, el zaragozano Bayo, en la mejor introducción de todos los participantes –por dinámico y fluido-, se adentró en la obra del arquitecto portugués Álvaro Siza, figura principal de un movimiento portugués nacido en 1974 tras el fin de la dictadura en Lisboa, con la proyección del documental de Michael Blackwood ‘Transformando la realidad’, que profundiza en quince de sus obras como la estación de metro de Chiado, la facultad de arquitectura de Oporto, la iglesia de Santa María en Marcos de Caraveses o el pabellón de Portugal de la exposición de Lisboa de 1998. Rambó, Gomeras y Marco hablaron de los arquitectos Miguel Fisac, Enric Miralles y Le Corbusier, con las proyecciones respectivas de los documentales ‘La delirante historia de La Pagoda’ (Andrés Rubio, 2011), ‘Aprendizajes del arquitecto’ (Gustavo Cortés, 2000) y ‘Le Cabanon’ (Rax Rinnekaugas, 2010).

     Un ciclo completado con las presentaciones de Jesús Marco y el documental ‘Visitas de obra’ (Marc Petit Jean, 1999), en torno al arquitecto Renzo Piano; Francisco Berruete con ‘El mundo de Fuller’ (Robert Sayder, 1971), sobre Buckminster Fuller, y Teófilo Martín con ‘Arquitectura de emergencia’ (Michel Quinejure, 2000), según la obra de Shigeru Ban. Lo que queda claro en estos documentales, y en las presentaciones de los entendidos, es que la arquitectura sufre la mayor tensión entre los ideales y la realidad del mercado. Una probable idea del lujo se concreta en la imitación de la arquitectura de los edificios históricos vinculados al poder, y cuando no se expresa en elementos formales obsoletos como los falsos balaustres y las columnas, se convierte en la aceptación de excéntricas formas impuestas por la moda. En realidad, la ética de la arquitectura nace vinculada a la idea del artista como individuo independiente del poder económico, por una parte, y, de otra, a la declaración de los derechos humanos. Y es precisamente el certamen de derechos humanos otro de lo eventos recientemente desarrollados en esta ciudad inmortal.

     En efecto, con la proyección de la película ‘La vida inesperada’, de Gaizka Urresti, que narra la vida de siete personas con discapacidad, se inauguró la undécima muestra de cine y derechos humanos, en la que también pudimos ver el interesante documental de Francisco Palacios y Yolanda Liesa ‘Liberación o muerte: tres curas aragoneses en la guerrilla colombiana’, que recoge los testimonios de personas muy cercanas a los sacerdotes aragoneses José Antonio Jiménez (de Ariño), Domingo Laín (de Paniza) y Manuel Pérez (de Alfamén), que se conocieron en el seminario de Alcorisa y decidieron dedicar sus vidas a ser misioneros. La programación, coordinada por Luis Antonio Alarcón, ha estado compuesta por una selección de documentales realizados en países de Europa, África y América, y han sido elegidos por su valor de denuncia de situaciones de injusticia que ocurren en nuestro tiempo, dramas humanos que pretenden sensibilizar al espectador y fomentar su espíritu crítico.

     Con el homenaje a la cineasta Helena Lumbreras, arrancó el duodécimo festival internacional de documental etnográfico de Sobrarbe, Espiello, en el que pone imagen al cartel el ilustrador madrileño Luca Mendieta. En honor a Lumbreras, fallecida en 1995, se proyectó ‘El campo para el hombre’ (1973), título que dirigió con su marido, el altoaragonés Mariano Lisa. En esta película se tiene la única intervención pública y cinematográfica, después de la guerra civil española, del ingeniero agrónomo Pascual Carrión, responsable técnico de la ley de reforma agraria de la segunda república española. Alumna aventajada de Carlos Saura, José Luis Borau y Luis García Berlanga, Lumbreras fue una mujer comprometida con la causa y la justicia social, humanista e intelectual, la primera y única mujer en rodar en formato cine y en la clandestinidad durante el periodo tardofranquista. Esta película dio paso a la sección dedicada a los documentales con interés antropológico y social, y temáticas que abordan la discriminación de los albinos en Tanzania, los diferentes tipos de funerales, la exclusión sanitaria de los inmigrantes en España, la comparación del Camino de Santiago con viajes de jóvenes europeos como forma de peregrinación moderna, las historias de los presos escoceses o la virginidad de los hombres.

     También pudimos ver el último trabajo del oscense Eugenio Monesma, ‘La identidad de un pueblo’, un resumen de los documentales grabados por él en San Juan de Plan como homenaje a un pueblo que se ha sentido orgulloso de la cultura heredada de sus antepasados y se ha esforzado por conservar sus señas de identidad. También se rindió un homenaje al realizador peruano Javier Corcuera, con la proyección de sus documentales ‘La espalda del mundo’ (2000), tres historias sobre las violaciones de los derechos humanos en Estados Unidos, Turquía y Perú; ‘Invierno en Bagdad’ (2005), rodado antes y durante la ocupación norteamericana en Irak; ‘Invisibles’ (2007), película colectiva producida por Javier Bardem, o fragmentos de ‘Sigo siendo’ (2013, ‘Kachkaniraqmi’ en quechua), un espectacular recorrido musical por un Perú desconocido y recóndito, todo un canto a la vida.

     Por su trayectoria profesional, la bonaorense Susana Weich-Shahak, experta en la tradición oral de los sefardíes, fue distinguida con el Siñal d’onor, la cuarta mujer en la historia de Espiello en recibir esta mención especial. El mejor documental etnográfico se lo llevó el canadiense Matthew Lancit con ‘Temporada de funerales’. También recibieron premios ‘Metamorfosis’, del alemán Sebastian Mex; ‘La revelación de la Chakana’, del peruano Polinaro Tanto; ‘Quiero ser Messi’, del español Hernán Zin; ‘Bitter roots’, del australiano de Adrian Strong; ‘Pastores en la niebla’, del aragonés Domingo Moreno; ‘Pepe, el andaluz’, de Alejandro Alvarado y Concha Barquero; y ‘Smokin fish’, de los estadounidenses Cory Mann y Luke Griswold-Tergis.

     Para terminar, el certamen ‘Cine y salud’ proyectó dieciocho trabajos en su duodécima edición, unos audiovisuales realizados principalmente por estudiantes de secundaria de Aragón, Los galardones recayeron en el realizador zaragozano Ignacio Estaregui y las actrices Alba Messa y Ana Rujas, además del festival de festivales José Luis Borau en el ámbito aragonés y la cátedra de promoción de la salud de la universidad de Gerona en el latinoamericano. En la sección Nuevos entornos se llevó el premio al mejor corto ‘Un minuto más’, un extraordinario trabajo de Ricardo Huerga y sus chicos del instituto Pedro de Luna, que ya nos sorprendieron con su anterior ‘Enredados’, sobre la mutación que las redes sociales pueden producir en las vidas de la gente. También recibió una mención especial ‘Flashback’, otro trabajo del Pedro de Luna coordinado esta vez por Manuel Hernández, una historia de recuerdos y memoria. También se vieron, en esta misma sección, ‘¡Levántate!’, ‘En color’ o ‘Facebook’, y en el apartado de red aragonesa de salud se pudo disfrutar de ‘Cómo hacer un corto sin morir en el intento’, ‘Final de trayecto’, ‘Desnudas’, ‘De la violencia se sale, cuenta conmigo’ o el documental ‘Botón’.

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