Por Don Quiterio
La filmoteca de Zaragoza, con la colaboración de Vêra Zátopková (del centro checo de Madrid), inicia un ciclo del director de filmes de marionetas Jiri Trnka, el más célebre representante de la escuela de animación checa junto a Karel Zeman.
Nacido en Pilsen (Bohemia), en 1912, y perteneciente a una familia campesina de honda tradición artesanal, Trnka gana, a los nueve años, un concurso de dibujos convocado por Josef Skupa, propietario y director de un teatro de marionetas, con quien le va a unir posteriormente una profunda amistad y al que cabe considerar como su gran maestro. En 1929 se traslada a Praga, ingresa en una escuela de artes y oficios y colabora en varios periódicos. Dos años más tarde, se da a conocer como pintor y, hacia 1939, empieza a trabajar como decorador y figurinista para algunos teatros, actividades que compagina con la ilustración de dibujos infantiles.
Recién acabada la guerra, Trnka se une a otros especialistas en dibujos animados (Brdecka, Látal, Hofman, Kadar) para crear en Barrandov un estudio de cine de animación. Desde 1945 inicia su actividad en el dibujo animado, y ya destaca por sus primeros cortometrajes: ‘El abuelo sembró una remolacha’. ‘El regalo’, ‘El bailarín y los S.S.’ o ‘Los animales y los bandidos’.
Pero no tarda en concentrarse en el filme de marionetas, que le permite unas mayores posibilidades creativas. Su primer largometraje de muñecos animados, ‘El año checo’ (1947), le vale un gran prestigio internacional y numerosos premios, e introduce temas épicos convirtiendo estatuas animadas de color en marionetas moviéndose entre decorados complejos y luces expresivas. Realiza, así, el sueño de los escultores barrocos checos: poner en movimiento las estatuas. También destacan sus siguientes largos: ‘El ruiseñor del emperador’ (1948), ‘El príncipe Bajaja’ (1950), ‘Viejas leyendas checas’ (1953) o ‘El bravo soldado Sveik’ (1955).
Sus marionetas se caracterizan por su sencillez, dentro de la tradición de los teatrillos populares checos, y por la gravedad de sus expresiones, que las hacen tener un fuerte contenido psicológico, y acaban por adquirir una desusada fuerza poética, accesible a todo tipo de público, infantil y adulto, como lo demuestra en sus cortometrajes realizados en la década de 1950: ‘El molino del diablo’, ‘Historia del contrabajo’, ‘La canción de la pradera’, ‘El pececito de oro’, ‘El circo alegre’, ‘Los malos cambios del abuelito’, ‘Los dos carámbanos’, ‘El circo de Hurvinek’ o ‘Cómo madrugaron Kutásek y Kutilka’.
Con sus dibujos, sus siluetas de papel y, sobre todo, sus muñecos, el deseo de Trnka siempre ha sido “llenar una pantalla”, explica el propio cineasta, “donde todo es posible, a base de figuras de tres dimensiones que no representan sobre un plano como los dibujos animados, sino en el espacio. Desde el comienzo de mi carrera como realizador, he perseguido este objetivo: el filme lírico. Son ilimitadas las posibilidades de los filmes de marionestas. Allí donde la expresión realista de la imagen cinematográfica opone a menudo obstáculos infranqueables, puede, a través de ellas, expresarse con más fuerza. Los mayores éxitos de los filmes de marionetas son, por una parte, la sátira, y, por otra, los argumentos de un lirismo desgarrador, así como los temas que deben ser expresados con énfasis. Su lirismo”, termina diciendo, “está tan emparentado con los medios de expresión del ballet y de la ópera que, aliados a ellas, pueden conservar su carácter poético. Y cabe así acentuar debidamente su aspecto dramático, demasiado desatendido”.
Pese a lo intenso de su actividad de director, escenógrafo (filmes de Otákar Vávra) y constructor de muñecos animados (filmes de Bretislav Pojar), este renovador de la animación después de la segunda guerra mundial no abandona la pintura, celebrando infinidad de exposiciones. En 1958 realiza su obra más ambiciosa, el largometraje ‘El sueño de una noche de verano’, una adaptación para marionetas de la célebre comedia homónima de William Shakespeare. Ya en la década de 1960 solo realiza cuatro cortometrajes más: ‘La pasión’, ‘La abuelita cibernética’, ‘El arcángel Gabriel y la señora Oca’ y ‘La mano’. En 1967, Trnka firma el llamado ‘manifiesto de las dos mil palabras’ de los intelectuales liberales de la antigua Checoslovaquia a favor de la liberalización del país. Dos años después, fallece en Praga.