Teletransportación: Arriba el telón / Antonio Tausiet


Por Antonio Tausiet
www.tausiet.com

    Hace tiempo que los físicos dicen que los objetos están formados de energía y estructuras, no de materia y de forma.

    En 1935 se empezó a teorizar sobre el tema. Y en 1993 se descubrió que la estructura de un objeto puede ser teletransportada.

   Como la esencia de cualquier objeto es su estructura y no la materia que lo forma, la teletransportación se aplica a esa estructura: se reproduce una estructura idéntica en un lugar diferente. Teletransportar es en realidad replicar, más que hacer viajar.

   En 2003, unos científicos de Ginebra han publicado un artículo en Nature: se ha conseguido teletransportar un fotón a través de una fibra óptica de dos kilómetros. No su materia ni su energía: su estructura. La estructura va de un punto a otro… sin pasar por el medio.

   Y aquí viene lo interesante: cualquier modificación que se hace en el fotón A, se reproduce en el fotón B. Así que cuando se consiguen dos fotones gemelos, si se les aplica una partícula reaccionan del mismo modo, obteniéndose la información acerca de la partícula en un lugar donde ésta no se encuentra.

   La utilidad inmediata se da en el mundo de las telecomunicaciones y la informática, acelerando vertiginosamente la evolución de los dispositivos de información y almacenamiento.

   Por ejemplo, un mensaje de correo electrónico nunca podrá ser interceptado, puesto que no existe más que en el punto de partida y en el de llegada.

   Además, la teletransportación será un maravilloso experimento sobre espiritualidad. Si una persona es teletransportada y permanece intacta y visiblemente inalterada, dará como resultado la evidencia de que un ser humano no es más que la suma de sus partes, y demostrará científicamente que el alma no existe.

   Si se llega a teletransportar humanos, nos encontraremos con que habrá humanos repetidos en distintos lugares. Y de ahí a guardar réplicas por si hay un accidente… entonces se recupera la última copia guardada y a seguir viviendo. Aunque habrá que preguntarse dónde guardamos las copias y en qué condiciones de vida…

   Será mejor pues teletransportar la materia junto con la información: los átomos con los bits. Para ello habrá que separar los quarks del núcleo de los átomos. Basta con calentar a un billón de grados a la persona a teletransportar.

   Parece sencillo, pero antes habrá que meterles mano a las partículas subatómicas, y su traslación al mundo de la información infinitesimal. Un qubit, unidad subatómica de almacenamiento de datos, se comporta de un modo aún poco asimilable para un profano. Mientras que un bit sólo representa un 1 o un 0, un qubit puede representar un 1 o un 0… o ambos al mismo tiempo, del mismo modo que un electrón puede estar en estado de excitación, en estado estable y de las dos formas a la vez.

   El día que empecemos a comprender y establecer las leyes del comportamiento de las partículas subatómicas podremos empezar a plantearnos los viajes en el espacio y en el tiempo. Pero parece que para entonces estaremos ya un poco viejos. Dejemos la inmortalidad para nuestra descendencia, y que sean ellos los que solucionen los problemas morales que conlleve.