¡Qué vuelen los dados! / Manuel Medrano

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Por Manuel Medrano

Cuando Cayo Julio César cruzó el río Rubicón, nos enseñaban en la escuela, pronunció la célebre frase “alea iacta est”, traducida por “la suerte está echada”. Pero según otra fuente histórica, y muy fiable, César pronunció esta frase en griego y con ella parafraseaba un texto del comediógrafo heleno Menandro: “que vuelen altos los dados”. Exclamación más prosaica, más acorde con el temperamento militar de César, con los hábitos legionarios de juego y con la ocasión.

Así se entiende mejor la historia, precisando, aunque se pierda elegancia ficticia. Vale, seamos concretos y regresemos al hoy-actual-ya mismo. Estamos en la segunda mitad de una legislatura (autonómica, municipal) y cerca del meridiano de otra (nacional). La Cultura se tambalea. El Arte prospera gracias a la iniciativa privada que resiste y al voluntarismo casi devoto de los artistas. Asfixiantes impuestos. Escasas ayudas al tejido empresarial del ramo convocadas tarde y mal, muchas veces a drede. Subvenciones teledirigidas de modo grosero. Opciones de exponer cuadros a cambio de pintar (con brocha gorda) una sala de un espacio público, más la pertinente pasta añadida (y mucha). Alquileres de ámbitos expositivos públicos muy por encima de los precios privados. Grandes “talentos” sacados de la manga que se exhiben en espacios que pagamos con nuestros impuestos, los cuales se nos niegan a nosotros. Becas ridículas. Premios sin dotación económica. Reversión de los impuestos extraídos a los ciudadanos de una región en promover amiguetes traídos de fuera: la eterna sospecha de que cuando se traen sistemáticamente artistas, colecciones o empresas gestoras ajenas habiéndolos/as en el territorio, es para que no se detecten cláusulas y condiciones “especiales”, maniobras oscuras o cosas aún más fétidas.

 Bueno, para quienes consideramos la Cultura (las Artes Plásticas, Escénicas, Musicales, Audiovisuales, el Patrimonio Histórico, Artístico, Arqueológico, etc.) como algo casi sagrado, podría tentarnos en un acalorado debate plantear la solución de los tiranicidas, Aristogitón y Harmodio, considerados héroes y mártires de la libertad por ajustar las cuentas al tirano ateniense Hiparco.

 Pero no somos bárbaros. Ni siquiera demócratas atenienses del siglo VI a.C. Hay opciones civilizadas, pese a la tragedia de millones de españoles que nos duele día tras día a quienes nos sentimos solidarios con nuestros conciudadanos. Al fin y al cabo, como dijo Mahatma Gandhi, “la pobreza es la peor forma de violencia”, aunque la extinción de la creatividad artística y el desprecio por la preservación de los vestigios de nuestro pasado, nuestra herencia cultural, sean también formas de producir pobreza espiritual y, no se olviden nunca, material.

 Para qué les voy a aburrir con más reflexiones. Hoy estamos en un momento crítico pero también esperanzador, si creemos en nuestra sociedad, o al menos en nuestro entorno, o al menos en nosotros mismos. Dijo Benjamin Franklin: “Resuélvete a hacer lo que debes, y haz sin falta lo que hayas resuelto”. Lo que resumió Spike Lee en “Haz lo correcto”. Pues eso, y ¡que vuelen altos los dados!

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