La medida del universo


Por Jesús Soria Caro

    El aforismo es una entrada a lo filosófico desde lo poético. El verso camina su ascenso de la montaña de las ideas para presentarse ante el oráculo de Delfos del pensamiento.

    Este le revela los secretos ocultos que anidan en las fronteras entre la belleza de la forma y la profundidad abisal de la belleza de lo desconocido, del aroma perdido de lo infinito en los pozos de las preguntas que se pierden en lo más profundo, lejos de lo racional, en la frontera intuitiva de la música que navega todos los silencios, como así reza uno de los aforismos contenidos en el libro: “Cada hombre es la medida del universo”. El volumen antológico La medida del universo del poeta portugués Teixeira de Pascoaes da buena cuenta de este viaje.El citado poeta portugués fue el máximo representante del Saudosismo, corriente estética que se fundamentaba en la superioridad de la imaginación sobre el mundo empírico, en un misticismo panteísta que hibridaba el paganismo con el cristianismo, adquiriendo la naturaleza un valor sagrado. Esta metafísica saudosista la desarrolló en poemarios como Vida Etérea (1906), As sombras (1907), Senhora da noite (1909), Maranus (1911), entre otros. Teorizó está presente en ensayos como: O Génio Portugues na sua expressao filosófica, poética e religiosa (1913).

     Ya Antonio Machado se desdobló en sus heterónimos Abel Martín y Juan de Mairena. Ambos habían surgido debido al dolor del poeta. Estos heterónimos nacían de la necesidad del otro, de la búsqueda de alcanzar la libertad de su yo, de sus heridas introspectivas. Antonio Machado había experimentado pérdidas dolorosas en el trascurso de su vida como el fallecimiento de su padre cuando él tenía tan solo dieciocho años. Además, tiempo después perdía a Leonor. En este género cercano a la filosofía, al igual que sucedía con Machado, se manifiesta la capacidad del poeta portugués para destilar en sus aforismos lo más insondable de su amor por el pensamiento y para liberarse del yo, abandonándose en la belleza absoluta del cosmos.Hay una línea existencial que nos lleva a Berkeley o a Borges, con su idea de que somos el sueño de algo que nos sueña, la ficción imaginada del universo: “No existimos más que en nuestros sueños”. Así el alma está contenida en un Myse en abyme en una proyección “real” de su sueño o ficción hacia el infinito: “El alma humana aspira a lo imposible. Y esa aspiración es su propia sustancia, su alma, si es que las almas tienen alma”. Encontramos el mito de la caverna, estamos encadenados a la realidad, viendo en el muro de la vida la percepción de las sombras, hay un orden oculto, trascendente que se pasea por detrás de nosotros y por delante del fuego de lo invisible, inmaterial, vemos tan solo las sombras verdaderas de ese ideal que confunden nuestra mirada racional. Hay, sin embargo, una forma de mirar fuera de ellas, poética, aforística: “Nadie ve las formas objetivas del universo. Están sepultadas en la oscuridad que cae del sol”. Esa otra forma de entender sin el pensamiento la vida se nos manifiesta a través del arte que remueve esa otra mirada perdida, la que conecta con lo que queda más allá de las sombras de la verdad: “En ciertos versos se agitan directamente, sin palabras, las fuerzas misteriosas de la naturaleza”.

     La presencia de esta perspectiva poética aplicada al pensamiento de la vida lo abarca todo, desde los derechos de los animales, seres a los que no es justo maltratar y el poeta hace un juego de ideas que subvierte lo que somos respecto a ellos: “Los animales son personas como nosotros somos animales”.

     También se realiza una autocrítica del ego del poeta, que ambiciona la gloria literaria y olvida la belleza que anida en ver desde la diferencia de la libertad poética el milagro de la vida, la belleza invisible de todo lo que nos rodea: “Poeta quiere decir poseso. No debemos confundir a los artistas del verso con los creadores de poesía. Los primeros solo le interesan a la literatura, mientras que los segundos tienen un interés vital y universal, como una flor o una estrella”.  Es necesario entender que tenemos un templo de introspección que guarda la energía de nuestro espíritu perdido en el teatro externo del yo, allí queda el fuego inmaterial del ser que arde con el fuego del silencio entre nuestro ruido mental: “Una parte de nuestro ser, la verdadera, es invisible como el aire que agita las ramas”. El poeta es visto como el héroe, alguien que se enfrenta a la tiranía de la realidad, entra en guerra con ella, su arma es la libertad, la imaginación: “El poeta y el héroe son dos milagros; contradicen a la naturaleza, como dos piedras que volaran”.

BIBLIOGRAFÍA

De Pascoaes, Teixeira (2018): La medida del universo, Sevilla, Renacimiento.

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