Las tentaciones de San Juan del río Huecha


Por Édgar Valdemar Rojo

       Tentaciones en el río Huecha es un poemario de voces colectivas que asume una temática que tiene su fuente en lo angélico-profético asumido en la obra poética de Willam Blake, que ilustraba con imágenes angélicas y proféticas sus propios poemas.

    También hay ecos de Alberti, de su poemario Sobre los ángeles, obra en las que los ángeles eran símbolos de las diferentes energías humanas: el dolor, el miedo, el amor, la pasión. Hay en todo este poemario que es una antología de poetas aragoneses una búsqueda mística, de lo más oscuro y de su reverso de luz, así en el poema de Marta Domínguez se nos advierte:

Buscad entre las hojas de la hiedra,

en la humedad recóndita del bosque,

subid la noche oscura

donde tomaba Juan Yepes

la luz de lo inefable. (2020: 27).

      Lo más oscuro se funde con nuestra voz, creemos ser la idea que de este surge, su energía parece nuestra, se fusiona con nuestra introspección. Olga Bernad tematiza como el mal recorre los laberintos de nuestro pensamiento y nos hace ser centro de su confusión:

La tentación nos habla y nos escucha

pues el diablo es paciente y se suspende

sobre nuestra voraz credulidad.

Sabe que afuera hemos tenido frío,

sabe que el miedo ya nos destrozó;

alienta y amenaza,

corta, hiere, confunde y acaricia.

Conoce tus mil nombres, huele a yerba

del extraño jardín del que fuiste expulsado

y al que secretamente soñabas con volver (2020: 21)

    La tentación más fuerte es la autodestrucción. El espíritu del artista es vencido por la fuerza autofagocitadora de sus propios abismos. De ahí que en los versos de Carmen Aliaga encontremos una alusión a ese proceso introspectivo:

Violenta tentación

el impulso primero de engullirme a mí misma,

tras la cruel dinastía de unos ojos hambrientos

en fila tras de mí (2000: 13)

    La duda que, como afirmaba Unamuno, iguala al que niega la trascendencia y al que asume la posibilidad de que exista un orden que supere nuestra materia tras la muerte, aparece metaforizada en el poema de Elisa Berna como un río de canto, un canto de silencio, en este anida la lucha entre la razón y la fe, lo posible y lo imposible, la transcendencia y la nada:

Atraviesa mi fe como un rayo.

La voluntad abrasada

en su dogma vulnerable.

Un río me cruza el cuerpo

y la sangre es canto

que disuelve al mundo diferente.

Padre,

detrás de mí las sombras

parecen hacerse puente

para mirar atrás (2020: 19)

     El buitre de Prometeo, como en el poema de Unamuno, es el que devora por dentro, la duda, la negación, la posibilidad del mal y su seducción.  En el poema de Sergio Gómez no es la razón la que come las entrañas de la fe como en el poema unamuniano, sino el mal el que come sus entrañas y cada día comienza la lucha entre la oscuridad y la luz de nuevo:

Mi cerebro es un pájaro profundo

bajo un cielo que se derrumba.

 

Roca sobre su cabeza, la noche.

 

Un cuervo que se arroja a la memoria,

¿muerde a un vivo o a un muerto?

Devora el hueso lento que me falta. (2020: 33).

 

     Jung afirmaba que los mitos son historias que simbolizan pasajes introspectivos de lo que podemos ser o no los seres humanos. El Ave Fénix renace de su destrucción, con lo angélico, con el mal, acontece lo mismo, tras la caída es posible el resurgimiento, como así se nos anuncia en el poema de Luisa Miñana:

A menudo, los paisajes suelen ser indescifrables,

como viejas metáforas.

Si desciendo, me hundiré hasta más allá de la hondura.

Si alzo milagrosamente el vuelo, volaré como un águila. (2020 41).

            El poema de Jesús Soria asume una visión apocalíptica del final de la muerte de la historia, su lenguaje intenta ser la voz del yo poético que es la de San Juan el profeta anunciador del final de los tiempos, visión que conecta con la literatura angélico-profética de William Blake anteriormente citada:

ejércitos de Omega con lanzas de infinito

Buscan en el cuerpo del tiempo la destrucción de Alfa.

El final sangra de eternidad ante las siete estrellas,

heridas en las grietas del silencio con su música de oscuridad,

la que cubrió con olor del fuego de los siglos el desierto del futuro. (2020: 57).

     Las imágenes de Miguel Ángel Domínguez tienen la fuerza de lo atávico, captan la esencia del mal como una gota de sangre en el cuerpo de la luz. Sombras expresionistas, primitivismo, un lenguaje visual propio que combina magistralmente con los poemas, que crea formas visuales enigmáticas, poéticas. La nada, la destrucción y el mal son informes, pero si su cuerpo fuera de imagen, en la creación poética de Miguel Ángel encontrarían su forma. He aquí unos ejemplos para disfrutarlos…

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