Anotaciones sobre Kafka


Por Manuel Sogas Cotano

       A juicio de Maeve Cook [[i]] la dicción narrativa tiene el poder de alterar nuestras arraigadas instituciones y expectativas acerca de lo que significa seguir una vida ética buena, así como del tipo de sociedad…

…que facilita ese tipo de ética, lo que induce a un cambio éticamente significativo en la percepción. Ello le lleva a sostener que los aspectos disruptivos y develadores de una ficción narrativa constituyen un potencial para el conocimiento ético, interpretado este conocimiento como un proceso de aprendizaje que involucra la acción social y el compromiso de un sujeto concreto en el sentido aristotélico de búsqueda de la verdad, entendida esta como representación de la consecución de un bien supremo (eudominía-felicidad o florecimiento humano) que supere y trascienda al propio sujeto concreto, intrínsecamente deseable con sentido de universalidad, es decir, válido para todos los seres humanos en todo tiempo y lugar, que es a lo que considera verdad, o sea, el bien supremo que constituye el punto de referencia para la reflexión y acción ética, y es la que señala el aspecto intelectual del bien supremo planteado (en contraste con la noción de felicidad), la que proporciona o es susceptible de poder proporcionar su poder no sólo para ejercer una fuerza efectiva, sino que, también hace un llamamiento al razonamiento humano. De aquí que considere que el aprendizaje de la ética exija la acción racional del ser humano, por lo que estima  pertinente el lenguaje del develamiento que junto a la disrupción, considera Maeve, representan un potencial para el conocimiento de la ética, la doctrina que lleva a la buena vida en el sentido aristotélico.

    Por develamiento entiende Maeve la capacidad para producir y expresar un cambio en la percepción éticamente significativo: una experiencia por medio de la cual nuestros ojos se abren a algo que no se ha visto con antelación: a un nuevo aspecto de lo que es llevar una vida buena. Es decir, que a la noción de develamiento le atribuye un componente cognitivo, complementándolo con la disrupción: el rompimiento de la manera tradicional de percibir los objetos, cosa que como veremos, le niega Adorno a la ficción narrativa.

   La fuente del develamiento es siempre exterior al sujeto humano, surgiendo el contenido de verdad únicamente por medio de la acción del sujeto concreto, quien reflexiona racionalmente a través del dialogo con otros acerca de la percepción de la ética de su experiencia.

   Para demostrar sus tesis al tiempo que exteriorizar el desacuerdo con Adorno respecto del tema en cuestión, Maeve alude como base de sus razonamientos al análisis que realiza de la obra de Kafka denominada En la Colonia penitenciaria.

    Por el contrario, Adorno mantiene que el concepto apropiado para la dimensión experiencia de la obra de arte relacionada con la verdad no es el develamiento que induce a la racionalidad, sino la mímesis, la imitación, a lo somático, a lo que se refiere la materialidad del cuerpo que se refleja o expresa a través del gesto, destacando con ello el carácter únicamente afectivo de la respuesta del lector ante una obra de ficción en particular, donde halla la base para su consideración de que la simple cuestión de la significación muestra un rasgo racionalista pernicioso.

    Sin embargo, Maeve y Adorno coinciden plenamente acerca de que la obra de ficción narrativa no es algo meramente subjetivo y que su poder contiene una universalidad potencial, o sea, que contiene una posibilidad de verdad. Respecto a la experiencia subjetiva Adorno mantiene que sus posibilidades de verdad en el arte se encuentran  en el nivel del afecto, mientras que para Maeve residen en la interacción del afecto y la razón.

     No obstante y pese a esas diferentes posiciones, ambos muestran plena coincidencia respecto de que la narrativa de la ficción representa un potencial efectivo para el conocimiento y aprendizaje de la ética.

   Justifica Maeve su concordancia de criterios en este aspecto con Adorno en el perspicaz análisis que realiza este último en su ensayo Apuntes sobre Kafka, en el que somete a discusión su prosa.

     Adorno coincide también con Walter Benjamín (1999) en que Kafka se esfuerza por alcanzar la alegoría en vez de un significado simbólico y que sus historias, sucintamente expuestas, pueden ser comparadas con parábolas. Estas historias están diseñadas para ilustrar alguna verdad, ética o religiosa, por lo general con la pretensión a la instrucción ética o religiosa, pero que el leguaje que emplea se limita a señalar caminos en general, pero ninguno en particular, y eso determina, en opinión de Adorno, que el mensaje lanzado por Kafka no pueda tener aplicación directa e inmediata a la realidad para resolver los problemas que esta presenta. Lo que viene a decir es que lo incomprensible, incomprensible es, y que la clave para la comprensión del texto no se encuentra en el mismo, por lo que su desciframiento y comprensión es algo que queda fuera del alcance del lector, de donde Adorno concluye que todo planteamiento para la búsqueda en los textos de Kafka de un mensaje ético concreto  es un planteamiento erróneo, oponiéndose así a quienes buscan en la lectura de Kafka una fuente de información acerca de la naturaleza del ser humano (existencialismo), dado que según Adorno, Kafka muestra en sus textos  la oposición a cualquier sistema ético que conduce inexorablemente a mundos fabulosos, a la vez que impide por la forma de su lenguaje, como ya ha sido señalado, el camino concreto para descifrar y comprenderlos, y por ello estima que las historias de Kafka se resisten a la articulación de cualquier sistema ontológico, para concluir en que las historias de Kafka se resisten a la articulación de cualquier sistema ontológico. “En resumen, el contenido de verdad que Adorno encuentra en los textos de Kafka se ubica de manera subjetiva en un nivel meramente afectivo” (Maeve). Y “está de acuerdo con Benjamin en que es característico en las historias kafkianas que algo sea gesticulado en la medida que no es significable. Este nivel, según Adorno, está gobernado por claves no tradicionales, lo que motiva que el lector no lo pueda interpretar por sí mismo, por lo que es necesario que el desciframiento de esas claves no tradicionales le sean suministradas desde el exterior, de donde se desprende la necesidad de una élite con la capacidad suficiente de interpretación que pueda ser trasladada al lector para que este pueda comprender la realidad que antes aparecía incomprensible ante sus ojos. En definitiva lo que Adorno propone es una elite de filósofos y críticos sociales especializados en el desciframiento de claves y de la crítica social, lo que no deja de suponer una posición contraria al funcionamiento democrático de las sociedades, toda vez de que si se arte del supuesto que el sujeto no especializado en filosofía ni en l acrítica social, no es capaz de descifrar por sí mismo las claves que le presenta la ficción narrativa, tampoco será capaz de descubrir por sí mismo las claves para el entendimiento y la compresión de los hechos inmediatos que parezcan en la sociedad en la que vive sobre los que debería decidir objetivamente en función de sus preferencias e interese personales, cosa que no podrá hacer, según la postura de Adorno, puesto que es incapaz de conocerlos por sí mismo, y por tanto queda a expensas de que alguien ajeno a él los interprete y poder decidir así sobre algo que otro le ha tenido que interpretar previamente, por lo tanto quedando excluido al mismo tiempo de la posibilidad de toda crítica social objetiva. Estableciéndose de esta manera la necesidad de una selecta autoridad interpretativa compuesta por filósofos y críticos sociales, a cuyo cargo correría el establecimiento de los métodos de conocimiento de la verdad y de la crítica social y, como función aneja e inherente a la función de interpretar,  la de bloquear o impedir que otros, fuera de esa élite interpretativa, puedan buscar una verdad distinta a la dada o establecida formalmente por la élite que tiene la función específica de interpretar, de cuyas consideraciones no resultaría muy difícil deducir la postura autoritaria y antidemocrática de Adorno.

    Reiterando lo dicho, Adorno desestima el existencialismo y la ética que Kafka aporta en sus textos sobre la premisa de que el lenguaje se ha vuelto un sistema cerrado instrumental que constituye un desafío racional que no está al alcance de cualquiera.

   Esta postura de Adorno es negada categóricamente por Maeve al considerar que con su concepto de develamiento sobre la lectura de ficción de Kafka es posible originar en el lector un proceso de conocimiento mediado lingüísticamente en el que se involucren la organización, identificación e interpretación sensorial que constituya una forma de conocimiento que puede ser articulada lingüísticamente, y como el lenguaje exige la reflexión racional del lector, resulta que este queda como sujeto activo imprescindible en la interpretación del texto, que es precisamente la posibilidad que Adorno le niega,  de donde puede deducirse que cuando menos la teoría de Adorno quedaría claramente debilitada, puesto que es el propio lector el que encuentra la clave que se halla dentro del mismo para su desciframiento e interpretación  mediante la reflexión racional, lo que invalida y niega necesidad de que dicha clave le llegue del exterior procedente de una élite especializada en encontrar claves de desciframiento e interpretaciones, lo que llevado al campo literario o filosófico, y específicamente al campo social, tiene consecuencias que llevan a refutar las tesis del autoritarismo interpretativo y de la actitud, al menos no democrática, que Adorno le atribuye al sujeto que no se encuentre dentro de la élite de filósofos y críticos sociales especializados en el desciframiento e interpretación, puesto que si el lector de los textos de Kafka es capaz por sí solo de descifrarlos e interpretarlos, también será capaz mediante la reflexión racional de descifrar e interpretar la realidad en la que vive, y mediante el conocimiento adquirido sobre la misma y el dialogo con otros sujetos decidir democráticamente lo relacionado con la misma.

    Negado el valor ético que proporcionan los textos de Kafka Adorno se centra en el análisis de la técnica estética utilizada por aquél, cuya técnica narrativa usará y desarrollará en su provecho el propio Adorno para la formulación de la tesis general contenida en su obra Dialéctica de la Ilustración (Horkheimer y Adorno). “Este es la tesis de que, a partir de las condiciones del capitalismo del siglo XX, el lenguaje cotidiano (el cual tiene tendencias represivas inherentes) ha degenerado en un sistema cerrado de racionalidad instrumental; como resultado, cualquier intento de interpretación reprime la experiencia genuina, puesto que al final la interpretación es lingüística” (Maeve).

    La concepción del lenguaje que tiene Adorno “como un sistema de racionalidad instrumental también explica su objeción hacia cualquier intento de extraer significación, ya sea existencialista o ética, de las historias de Kafka. En su opinión, los intentos de extraer significado subjetivo importante sólo sirve para reproducir y perpetuar un sistema lingüístico represivo” (Maeve), que es lo que le lleva a la crítica del arte representacional como ideológico y de manera más general, para la estética negativa. Rechazando el arte representacional insiste en la necesidad de obras de arte que persigan una estrategia de negatividad intransigente, abogando por métodos modernistas de construcción estética empleando técnicas de fragmentación, así como la distorsión del contenido, “implacablemente anti representacionales” (Maeve).

      En el caso de la ficción (Kafka), dichas técnicas sirven para inhibir el intento del lector de darle sentido al contenido de la historia en cuestión y evitar que desarrolle una interpretación satisfactoria y propia según su criterio personal.

     A juicio de Maeve la opinión de Adorno no es consistente respecto de que las condiciones del capitalismo del siglo XX impide la reflexión racional acerca de los efectos negativos de este sistema económico y social, apoyando esta afirmación sobre la alusión que menciona como ejemplo, sobre el hecho de que tanto el mismo Adorno como Horkheimer realizan reflexiones racionales sobre los efectos negativos de ese mismo capitalismo, salvo que, Adorno implícitamente estuviera afirmando como perteneciente a la élite de intelectuales, que únicamente los miembros de esta élite son los que están autorizados a opinar al respecto.

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[[i]] University of Dublin, Irlanda. Correo electrónico: maeve.cooke@ucd.ie. Sig. Fil vol.17 no.34 México jul./dic. 2015

 

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