Rafael Berrio: Golpes de fortuna y tiros de gracia.


Por Jesús Soria Caro.

Rafael Berrio, cantautor y poeta fallecido recientemente, ha dejado una gran obra como letrista de canciones. Parte de estas fueron recogidas por la editorial Eclipsados con gran acierto.

    Un buen legado para que saboreemos el destilado sabor a la esencia de la poesía: el regreso de la derrota, de lo que pudo ser y no fue, de lo que no somos y podríamos haber sido, de lo que el mundo es como parodia de una versión más real y humana que ha sido deformada por nuestra evolución hacia la muerte del yo y de la realidad. Todo es ficción, importando más lo que parece, pero no es; estamos ante el gran espectáculo personal y colectivo posmoderno del que todos formamos parte. Sin embargo, cuando alguien se emborracha de negaciones, puede suceder que lo que no se esperaba se presente ante nosotros. Así, cuando el poeta se embriaga de imposibles, al recuperar la sobriedad descubre que la historia que nunca hubiera esperado se presenta ante él y le desnuda, dejándole con la piel de los sueños, para hacerle conocer lo que nunca hubiera imaginado:

 

Yo que he juzgado la existencia como un cansancio eterno.

Yo que en un bostezo siento puesta cada fibra de mi ser.

Yo que aspiraba a dejar mi vida en blanco como la hoja blanca de un cuaderno,

dime tú amor mío, cómo iba yo a saber

 

Yo que he estado siempre a salvo como un pájaro en su nido.

Yo que oigo el ruido del presente como quien oye llover.

A mí que solamente me interesa de cuanto veo el sinsentido,

dime tú amor mío entonces, cómo iba yo a saber.

 

Cómo iba yo a saber cuando nada se espera.

Cómo iba yo a saber mi turno y mi vez.

 

Cómo iba yo a pensar, ni aún para mí.

que el amor era así

y que iba a ser alcanzado por él. (Berrio, 2012: 13).

 

   El malditismo ofrece un retrato que es casi un epílogo vital que permite una retrospectiva de lo que fue la vida: contraste de destrucción y belleza.  Lo sublime frente a los excesos, lo más terrorífico:

 

Yo me moriré un día borracho junto a una tapia,

y mis pupilas reflejarán la última luz de esa mañana.

Se cuajarán mis ojos rememorando bajo la lluvia

un torbellino de espantos y de bellezas pasadas.

 

Ya no importarán entonces ni el hambre ni las estrellas.

Seré para esa nave un equipaje bien liviano.

No me haré de rogar con despedidas interminables,

pues sólo lamentaré perder a las mujeres que amamos.

 

Yo me moriré un día de pulmonía bajo los puentes,

y los perros aullarán toda esa inmensa madrugada.

El alba dará mi hora y con el último suspiro

Entonaré un salmo antiguo rescatado de la infancia. (Berrio, 2012: 15).

 

    La poesía es el camino que la historia no tomó, el sendero que pudo ser recorrido y se rechazó ante la opción que fue finalmente el camino de lo real. “Simulacro” es la idea de quien vivió creyendo que podría volver a ese itinerario no tomado, que recorrió su existencia pensando que tendría la opción de retomar esa dirección perdida, pero no fue así:

 

Temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro.

Como si yo tuviera el don de vivir por mí dos veces.

De haber dejado a un lado la que importa en prenda de una vez futura,

y haber malgastado en borradores la presente.

 

De no saber que la vida sucede a medida que sucede.

Y que no hay una vida en serio y otra vida de licencia.

Que cada ensayo, cada error, en su suma forman

las constantes y variables del álgebra de la existencia

 

Y en esa ecuación que es cosa resuelta estamos.

Esbozada débilmente en el margen de un folio en blanco.

Siento no haber sido tan audaz de un tramo más firme.

De haber perdido un tiempo de oro en pruebas y ensayos. (Berrio, 2012: 18).

 

    “Es simple” es un poema que funciona casi a modo de hipérbaton vital, alterando el orden de la realidad para que se nos ofrezca la música de lo poético, una versión nueva, creativa de lo que el mundo gasta en su repetición y costumbre:

 

Se trata de variar el estilo de las rosas

para así mantener el estado de las cosas.

 

Se trata de echar tierra a la teoría del nueve

para crear la ilusión de que algo se mueve.

 

Es simple… muy simple.

 

Se trata de lanzar ideas más allá de la luna

para que ente todas ellas prevalezca sólo una.

 

Se trata de mostrar el universo en cascada

para que brille de por sí el espectro de la nada. (Berrio, 2010: 22).

 

     “Este álbum” nos propone dejar de mirar las fotos que reflejan quienes ya no somos, ya que vivir es mirar el álbum del pasado y ver lo que hemos dejado de ser. Pasamos a convertirnos en otros yoes, dejamos de vivir en el que fuimos, morimos en el yo futuro que nace y muere con cada etapa vital. ¿Podemos reconocer la unidad del ser en todos los que hemos sido?:

 

Mamá en la playa, creo que es Gros.

Aquí en esta están junto a los dos:

Papá en bermudas, mamá a su lado,

sonriendo en bañador.

 

La moto Guzzi, esta es en Irún.

Papá orgulloso, qué joven aún.

Los tres hermanos con trajes nuevos:

en el medio tú.

 

Aquí en la cena de Navidad.

Mamá qué guapa, qué preciosa está.

La abuela Paula un poco aparte.

Aquí ya estaba mal.

Más Navidades, esta es París.

La tía Sátur parece una miss.

El pobre Cristian, quién lo esperaba,

qué alegre está aquí.

 

Cierra este álbum, no lo quiero ver.

Qué sentido tiene, qué razón de ser.

Ya no importa quiénes fuimos,

todo esto para qué. (Berrio, 2012: 26).

 

    Se parodian tópicos populares, que son parte del credo popular del bien sentir, impuesto por la nueva religión laica de la inteligencia emocional. Se subvierte, se parodia su axioma; ya que la belleza de las pequeñas cosas pasa a ser como las migas de un gran banquete en el que tan solo se te deja que consumas estas. Se necesita la belleza de las grandes cosas, de las respuestas que nos salven de la soledad, miedo. Sin embargo, el postre será superar el terror de que en la merienda de la vida tan solo nos queden esos restos que los demás no han querido, cuando todo lo que sabe y alimenta el vivir queda fuera para el yo lírico:

 

 No encuentro la felicidad en las pequeñas cosas.

Las pequeñas cosas de la vida no me bastan.

No me basta con el que dicen su encanto inefable,

aquel que tanta poesía en su nombre causa.

 

Una velada amena, pongamos, por ejemplo;

ese goce humilde de las pequeñas cosas;

ese goce humilde no me satisface,

ni me basta, digamos, el temblor de una rosa

 

Y sé que voy a estar insatisfecho eternamente.

Sé que voy a ser infeliz toda mi vida.

Porque es verdad que el hombre sabio en ello se deleita,

y yo mismo sé que en ello reside la armonía. (Berrio, 2012 39).

 

   El insomnio puede ser también el motivo de un poema; la poesía surge de la capacidad de mirar todo, hasta lo más insospechado, desde otras perspectivas nuevas. Así, este se retrata como los laberintos que debe recorrer cada yo. Encontrándonos ante el minotauro de las dudas, la sombra destructora de la introspección o fuerza que nos fagocita desde dentro. Es el insomnio de los enigmas del amor, la espeleología de las culpas en la que somos buzos de lo informe de nuestra mente, intentando profundizar en sus secretos, en el porqué de tantas cosas que impiden conciliar el descanso:

 

Yo tengo un insomnio de campos elíseos

de tiempos fugitivos y encontrados.

Un insomnio de salones mundanos,

de fieras pasiones, pecados y vicios.

 

Yo tengo un insomnio de bellos naufragios,

de tierras y mares astrales.

Un insomnio de calmas mortales,

de aves marinas y negros presagios.

 

Yo tengo un insomnio de tigres y espejos,

de relojes de arena y laberintos.

Un insomnio de olimpos extintos,

de esfinges que velan y matan de lejos.

 

Insomne, insomne, insomne, insomne…

Leyendo en las horas sin nombre…

Leyendo en el alma de otro hombre…

Insomne…

Insomne. (Berrio, 2012: 43).

 

    “María Inmaculada” es un poema que canta lo más duro de la vida de una prostituta, un ser humano que sufrió la cara más oscura de la vida. Se alude a su biografía trágica, a su miseria, a tener que vivir en el hogar de la marginación: ser hija de la tragedia, madre de sus abismos, hermana del vacío:

 

Temblando he cruzado la puerta que marca tu nombre

porque sé que me esperabas de este lado.

Alguien te ha vestido de primera comunión,

y han puesto un sello a tu boca y a tus párpados.

 

Ayer supe la noticia; me llamó la Gobernanta.

Tenía esa voz ronca de quien ha llorado mucho.

Ella, que es toda una madame dominatriz,

.la que hizo siempre a la vez de madre y padre tuyo.

 

Tu historia es la historia más triste de todas las historias.

Te la oí contar mil veces del otro lado de la barra.

Tu juventud, tu infancia… y ahora este final

pone punto a tu desgracia con la guinda más amarga

 

Que sea leve, que sea nada

Que sea leve, María inmaculada.

[…]

Coronas de Olga, la rusa, y de Bárbara, la gallega;

Flores de la loba, de quien tanto desconfiabas.

De las nuevas de Nigeria, de la chica marroquí,

y una nota muy sentida de las dos colombianas.

 

[…]

He visto también, digamos, al amante que tenías a diario.

Un hombre raro y solitario allá donde los haya.

Tú no quisiste nunca aceptar nada de mí.

Recuerda que te debo una, María Inmaculada.

[…]

Quiero pensar que no te vas, sino que sólo me precedes.

Que no nos vamos a decir adiós, sino apenas hasta luego.

María Inmaculada, qué sola y desvaída estás

en esa caja de caoba no muy noble que te han puesto. (Berrio, 2012 53-54).

 

     “Puzzle” es un poema-letra de canción interesante, ya que alude de forma metafórica al juego de nombre homónimo, que implica reconstruir cada fragmento del yo en la realización de su ser. Se mueven las piezas (que son los versos) modificándolas en todas las posiciones posibles y el puzzle, más que resolverse, desencaja en la fragmentación que es el yo lírico posmoderno, roto tanto en su introspección como en el correlato externo de lo sociológico; ya que el sujeto social encuentra la unidad de su yo:

I

Por encajar la postrera

y terminar pieza a pieza

Incoherente de fragmentos

Partir de un maremágnum

del puzzle de nuestra vida.

 

II

 

Del puzzle de nuestra vida

partir de un maremágnum

incoherente de fragmentos

por encajar la postrera

y terminar pieza a pieza.

 

III

 

Por encajar la postrera

y terminar pieza a pieza

del puzzle de nuestra vida

incoherente de fragmentos

partir de un maremágnum

 

IV

Partir de un maremágnum

incoherente de fragmentos

y terminar, pieza a pieza,

por encajar la postrera

del puzzle de nuestra vida; (Berrio, 2012: 60)

 

   La ironía, otro de los rasgos de su poesía, siempre queda al servicio de una reflexión profunda, crítica sobre la realidad y lo que supone vivir, con todas sus decepciones y esperanzas, la lucha por la existencia más allá de todas las nieblas interiores. “Cioran o Walt Disney” es uno de los mejores ejemplos:

 

A veces me pregunto,

vamos a ver:

Razón, quién la tiene.

Quién tiene la razón:

Cioran o Walt Disney;

Walt Disney o Cioran…

De quién de los dos

podemos fiarnos,

Dios mío…

De quien de los dos

podemos esperar

luz y consolación…

 

Es que bambi, sabe algo, acaso,

que nosotros no sabemos…

Acaso Bambi ha sabido penetrar,

qué decir…

el sentido último

de la Armonía de las Esferas…

No hay más que verle, quién lo duda.

Pero entonces… me pregunto,

qué hacer

con la Antología

de los Poetas Suicidas…

Has de quitarles la razón, de este modo,

a gente como Césare Pavese,

o Alfonsina Storni,

o Sylvia Plath;

al mismo Leopoldo Lugones…

a Fernando Pessoa,

que se mató lentamente

a golpes de ajenjo nihilista. (Berrio, 2012: 77).

    Las canciones de Rafael Berrio son poesía, recogen el canto de quienes gritan en el coro de la historia su música de silencio, la melodía del olvido, la derrota de lo que no fue, recitando el verso manchado con la tinta de la vida. Se escribe con la sangre de la realidad, sabiendo que la vida pudo ser lo que no fue. Pero, amando esos caminos equivocados del destino que, desde ese otro recorrido de dolor, intensidad, amistad, vacío y sueños, fueron imposibles que rozaron la vida y se marcharon al olvido. Son otras verdades que hacen al poeta conocedor de que, aunque duela ser peregrino de sus abismos, el viaje mereció la pena. Las huellas son los ecos de una canción con la belleza de su verdad.

BIBLIOGRAFÍA

Berrio, Rafael (2012): Golpes de fortuna y tiros de gracia, Zaragoza, Eclipsados.

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