Giuseppe Ungaretti: ‘Vida de un hombre -Poesía completa-‘

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Por Jesús Soria Caro

    Giuseppe Ungaretti es un poeta que vivió parte de la guerra como soldado, el dolor experimentado ante la cercanía de la muerte, la masacre, el odio, la agresividad, la pérdida de humanidad, marcó su visión poética de la vida, acentuó su sensación de estar solo ante el destino de la nada, en la soledad del cosmos. 

    Una experiencia que en “Vagabundo”, una obra del libro de título homónimo, nos muestra un yo poético errático, que no pertenece a la realidad, se siente extranjero de esta. La barbarie le aleja del mundo, el dolor y la angustia lo convierte en un vagabundo en busca de un sitio en lugares ajenos a la destrucción en la que se halla. El yo poético es un vagabundo de la historia buscando otras posibilidades que no consumen la destrucción que acontece sobre el mundo:

 

En ningún

lugar

de la tierra

me puedo

arraigar

 

En cada

nuevo

clima

que encuentro

compruebo.

desfalleciente

que

una vez

me había acostumbrado

a él

 

Y me aparto

extranjero

 

Naciendo

vuelto de épocas demasiado

vividas

 

Gozar de un solo

minuto de vida

inicial

 

Busco un país

Inocente. (Ungaretti, 2014: 72-73).

 

El poema “Los ríos”, que pertenece a La alegría, que fue escrito en parte en la Primera Guerra Mundial, nos cuenta como descansa de la barbarie en un río que une su pasado sin guerra y un futuro tal vez de paz. Es el río del tiempo, una gota de infinito en el océano del cosmos del que se siente más cerca al unirse a lo natural:

 

Esta mañana me he tumbado

en una urna de agua

y como una reliquia

he descansado

[…]

 

Éste es el Isonzo

y aquí es donde mejor

me he reconocido

una dócil fibra

del universo

 

Mi suplicio

es cuando

no me creo

en armonía. (Ungaretti, 2014: 47).

 

Un yo poemático que al contemplar la catástrofe de la que se siente partícipe como soldado se encuentra solo ante el infinito, ya que intuye que, por encima de las nimiedades humanas y sus luchas por el poder hay un orden desconocido absoluto que integra todos los tiempos, mundos, deseos y realidades o irrealidades:

En esta oscuridad

con las manos

heladas

distingo

mi cara

 

Me veo

abandonado en el infinito (Ungaretti, 2014: 65).

     El sexo, la belleza del cuerpo de la mujer y de sus afectos. El calor de la piel de sus curvas, el roce de su sexo, el contacto con su pelo, el magnetismo de sus ojos, son otras de las liberaciones de la pesadez moral y social de una época de catástrofes que se ubicó en el intermedio entre una segunda guerra mundial, que daría lugar a millones de muertos y a un vacío social y moral del que se tardarían décadas en alcanzar la recuperación, embriagan estos versos que acercan al lector a la mujer con la metáfora de la luna. Esta es el círculo eterno que une principio y final, para algunas culturas es el país de los muertos, pero es el regreso desde el final, la reaparición de un nuevo comienzo, al igual que sucede en el astro solar y en la figura geométrica. Ella es el sexo que se asocia a la luna que es uno de los símbolos de esta estrecha conexión entre vida y muerte (Eros/Thanatos). Tras la muerte que ha sentido cerca en la contienda, el sexo le acerca a un nuevo nacimiento, al igual que la luna cumple con su ciclo final-comienzo:

Entonces la mujer se me apareció sin más velos, en un pudor natural

Desde aquel tiempo sus gestos, libres, surgidos en una solemnidad

fecunda, me consagran a la única dulzura real.

 

En tal confianza paso sin cansancio.

En esta hora puede hacerse de noche, la claridad lunar tendrá las

sombras más desnudas. (Ungaretti, 2014: 78)

 

    Dentro del dolor y la destrucción que implica ser partícipe de la guerra, el poeta encuentra en la poesía, en una creación metapoética, la fuerza para referir la belleza de la creación estética y del arte como una mirada diferente hacia la vida, como liberadores del abismo:

 

Poesía

es el mundo la humanidad

la propia vida

florecidos de la palabra

la límpida maravilla

de un delirante fermento

 

Cuando encuentro

en este silencio mío

una palabra

cavada está en mi vida

como un abismo (Ungaretti, 2014: 58).

 

     “Piedad”, como gran parte de los poemas de Sentimiento del tiempo (compuesto entre 1939 y 1935) recoge la mirada de dolor de un hombre que ha vivido la guerra y sus consecuencias, que ve la sociedad muerta. Se ha perdido el sentido, la ilusión, los valores, estamos ante las ruinas materiales y morales. Es por eso que el yo poético se siente “exiliado entre los hombres”, es como si renunciara a su identidad humana, como si no quisiera ser parte de esta ante los horrores que ha visto que es capaz de llevar a cabo:

Soy un hombre herido

 

Y me quisiera ir

y finalmente llegar,

Piedad, donde se escucha

Al hombre que está solo consigo.

 

[…]

Y me siento exiliado entre los hombres.

Pero por ellos sufro.

¿Acaso no soy digno de volver en mí? (Ungaretti, 2014: 122).

 

    En  esta década de los treinta aparecen poemas de crítica social y existencial hacia el hombre y lo que ha hecho de la vida, un orden de ambiciones económicas, de intereses de estados que han llevado a la guerra, pero que en lo intra-individual están aconteciendo males similares a los que se ha producido en lo colectivo

 

El hombre, monótono universo.

Cree aumentar los bienes

Y de sus manos febriles

No salen más que límites

 

Aferrado sobre el vacío

A su hilo de araña,

No teme ni seduce

Sino a su propio grito. (Ungaretti, 2014: 126)

 

    De nuevo la metáfora del grito, es el dolor ante un mundo que ha salido de una Primera Guerra mundial y cuyos problemas no se han resuelto, es la agonía del yo poético que debe sobrevivir a todo lo perdido en su plano vital pero también en ese hundimiento colectivo:

 

Todo he perdido de la infancia

Y nunca más podré

Olvidarme en un grito.

 

He sepultado la infancia

Al fondo de las noches

Y ahora, espada invisible,

Me separa de todo.

 

De mí recuerdo que exultaba amándote,

Y aquí estoy perdido

En el infinito de las noches.

 

Desesperación que incensante aumenta,

La vida ya no es para mí,

Atravesada en la garganta,

Más que una roca de gritos. (Ungaretti, 2014: 145).

 

    Un grito y paisajes es un poemario escrito entre 1939-1950, es decir, abarcando en su composición la Segunda Guerra Mundial y la posguerra hasta la década de los cincuenta. Destaca el poema “Gritaste: me ahogo” con reminiscencias del horror de Munch en el que el insomnio y la pesadilla del yo acontece ante la muerte de un niño, que es el símbolo de la inocencia de lo humano que sucumbió ante la violencia, ese grito poético es el resultado de vivir en ese mundo de sombra de destrucciones:

 

No podías dormir, no dormías…

Gritaste: Me ahogo…

[…]

Voy a recoger tu ropa a casa,

Luego vendrán a encerrarte para siempre

En el ataúd. No, para siempre

Eres aliento de mi alma, y la liberas. (Ungaretti, 2014: 206).

 

      El cuaderno del viejo es un libro escrito entre 1952 y 1960 en el que hay un tono existencial, la sensación de la velocidad del tiempo y del dominio de la muerte sobre todas las realidades vitales:

 

Aunque el viaje durara hasta el infinito,

no duraría un instante, y la muerte

Ya está aquí, esperándonos. (Ungaretti, 2014: 220).

 

    Proverbios fue compuesto entre 1966 y 1969. Es un poemario donde hay juegos de ideas a modo de proverbios para cantar la soledad del poeta, que ama lo que pudo suceder y no pasó, que es, como afirmaba Aristóteles, el canto de lo que debió suceder y no tuvo lugar en la Historia, que es la realidad acontecida aunque esta tuviera lugar en la dirección opuesta a los deseos y a lo que se mereció:

 

Ha nacido para cantar

Quien muere de amor.

 

Ha nacido para amar

Quien muere de cantar. (Ungaretti, 2014: 241).

 

    Diálogos compuesto entre 1966 y 1968 tiene como principal temática el amor, su proceso evolutivo que en muchas ocasiones está abocado al final:

El sol desaparece poco a poco, amor,

 

Ahora que sobreviene un largo anochecer.

 

Con la misma lentitud del desgarro

Vi alejarse tu luz

Para nuestra no breve separación. (Ungaretti, 2014: 250).

 

      Nuevas elaborado entre 1968-1970 es un compendio de todos los temas tratados en libros anteriores: la guerra, el ansia de arder en el fuego del amor, la oscuridad del final vital que apaga la débil vela de la existencia, etc… En cuanto al primer tema señalado hay un poema que ofrece un homenaje a los que murieron en la contienda:

 

Aquí

viven para siempre

Los ojos que fueron cerrados a la luz

Para que todos

Los tuvieran abiertos

Para siempre

A la luz. (Ungaretti, 2014: 263).

 

    El amor, la búsqueda en la otra de una parte de sí mismo que refleje nuestros deseos, nos enamoramos de una idea, de un ser que sea como nosotros queremos que sea, no amamos la realidad sino que lo de ella soñamos, pero lo que encontramos, aunque no sea lo buscado, puede saciar nuestra sed de incendios:

 

Mucho tiempo te busqué en mí,

Nunca te encontraba

Luego universo y vida

En ti se me revelaron.

 

Aquel día fui feliz,

Pero el júbilo del corazón

Trémulo me advertía

Que nunca me saciaba.

 

Fue un extraviarme breve,

Ya tus dedos de sueño,

Cima de la piedad,

Me acarician los ojos.

 

Dabas entonces solícita

Esa quietud infinita

Que después de amar asalta

A quién gozó de su furia. (Ungaretti, 2014: 264).

 

    “Horizontes” es un poema que comprende un grupo de textos inéditos que son recuperados al final de estas obras completas, Resume la  mirada de Ungaretti al mundo, un horizonte de finales, un anochecer existencial en los abismos:

 

Círculo confuso donde cielo y tierra se mezclan

de todo lo desprendido como piedra lanzada

hombre del camino carecía de casa de futuros carecía de recuerdos

lejos de la máscara uniforme llamada humanidad sólos en lo oculto mis

ojos extraviados

sin nada más que olas moviéndose

en una cuna de aire en los océanos me adormecía inocente

no tengo más que rastros de abismos

al hundirme la noche no aparecen sino

montones de metal

fuera de mi silencio. (Ungaretti 2014: 278).

 

    Ungaretti ha recorrido los abismos de la destrucción de lo humano, la guerra, el dolor, la soledad del hombre ante tanta destrucción sinsentido, pero también han cantado el amor, el fuego de dos pieles quemando intensidades, el dolor ante la soledad de la nada, la duda de seamos una gota de desaparición en el océano del cosmos.

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