Selección de poemas de Mario Meléndez

EL ÚLTIMO GUERRERO

Lautaro – Lautaro dice su galopar

y sus perros lo siguen como el viento

(Leonel Lienlaf)

1

Hijo del más sangriento día

tu ardor ilumina la ruta donde pasas

tu cabellera de cruces se alarga

y se pierde en sí misma

y en ella cuelga la noche con dientes y cometas

en ella cuelgan las gotas de un amanecer distante

incierto y desbocado como un caballo ciego

trotando sin edad y sin memoria

secretamente adherido al resplandor de un beso

Secretamente hacinado entre sombras y estrellas

llegas de donde nadie ha venido jamás

jinete de la luz sin estandarte

recopilado en antologías futuras

en episodios por siglos malheridos

traes la evocadora acústica de los mares

el eco de un relámpago que roe la tiniebla

traes un millón de abejas atadas al cuello

imitando los gestos de un espejo sonámbulo

traes en tu corazón un bosque azul

una semilla para ser repartida

una trinchera donde aguardan los olvidados de siempre

Y pareciera que tu voz es brisa, lluvia, tempestad

lamento de volcán recién nacido

campana de una aurora preñada

más primitiva y más pura que el deseo y su ceniza

más aferrada a la tierra que a su propia vida

2

Vocero de los sueños

los pejerreyes no saben de ti

pero han navegado las aguas que riegan tu origen

han visto latir las aguas

y en ellas quieren morir

sin más adiós que un mediodía de escamas

sin más despedida que tu sangre río abajo

destiñéndolo todo

Porque a pesar de los ladridos del hambre

a pesar de las caricias del miedo

a pesar del trino manoseado del recuerdo

te sacudes las hormigas espolvoreándolas

más allá de la penumbra

te levantas como un viento acorralado

echando fuego y telarañas de luto

cicatrices de una guadaña ensañada

con los verdugos del alma

con aquellos que reparten el dolor

y la miseria a bocanadas

contra esos te levantas

sin espada y sin coraza

armado solamente de palomas

y murciélagos inéditos

de grillos que interpretan a capella

la eternidad de tu alegría

 

LA DANZA DEL TORO
a Carlos Díaz Loyola

Difícilmente olvidarte porque la sangre no se olvida

no se olvida el volcán o el cuchillo de tu boca

o la barba desgarrada en el muro de los siglos

o el eructo de la tierra con su llanto de trinchera

y su color de mosca y su veneno anónimo

Difícilmente la orina del mar con sus alas marchitas

y el grito funerario del cielo y el ojo del relámpago

y la muerte de los muertos y la vida de los muertos

y el mantel del infinito a saltos

sobre los pechos del destino que devora, araña

rompe las cavidades del pubis y su recuerdo ardiente

de cada memoria fría, de cada aullido en llamas

terrible como la cópula de las entrañas

o el latido de un trueno enfermo

terrible en su plumaje de holocausto

en su piel de cataclismo

en su cintura trizada por la sed y el hambre

en los labios del otro, en los huesos del otro

en el gran animal que somos

mientras la panza gime y se retuerce de lombrices

y las arrugas crecen y los bigotes crecen

y crece también la muerte como una muchedumbre

la muerte diaria que nos acompaña, oscura, macabra

deforme en su legado de grietas, en su acento de oruga

en el perfil de las hogueras y de los hipos del universo

Difícilmente olvidarte en la cascada de los sueños

en el gran litoral del miedo o en la vendimia de mi alma

en el vuelo rasante de las letras y de las piedras humanas

en la anatomía del fuego y en las momias recientes

Difícilmente olvidarte cuando caen los bostezos

y la luna tiene un raro parecido al aire

que sofoca las arterias

y aparecen los ciegos y aparecen los ciegos

y aparecen los ciegos cantando con tu voz de bestia

con tus uñas ancladas, con tu eco de tren deshabitado

y con tu noche de alambre y de esqueleto sonámbulo

Porque difícilmente podremos olvidarte, difícilmente

aunque no traigas regalos, aunque te canses del viento

aunque se apaguen tus muelas, difícilmente en el rugido

de un viejo corazón o una camisa de fuerza, difícilmente

en el olor a pólvora de los sesos, en la saliva ausente

y en el verso degollado a la luz de los infiernos

 

ME SOBRA UN MUERTO
a Pablo de Rokha

Me sobra un muerto

me sobra

me sobra un muerto y no soy yo

quién es

y viene de la levadura y de los precipicios

me sobra un muerto

un muerto martillándome la piel

me sobra un muerto y no soy yo

porque estoy vivo y lo presiento

lo respiro

y cae de la manga de otro muerto

y cae y cruza mi camisa

y da la vuelta

y sigue y sigue en mi esqueleto

un muerto

un muerto en mi esqueleto

instalado de por vida

un muerto me sobra y no soy yo

y llora y grita y ríe con su carcajada demoniaca

un muerto

un muerto sagrado

un muerto en el gemido del espanto

un muerto derramado en mi garganta y en mi sed

con su ceniza de elefante

en el vinagre

en el aliño de los años

un muerto arañando los cristales

entre tábanos

y hormigas

y gusanos hambrientos

defecando un muerto sus palabras

o en la suma de las voluntades o en ninguna

o en la roca de las rocas

trapicado el invencible

el muerto agujereado por los otros

inmutable en el zarpazo

en la estocada del olvido

me sobra

me sobra un muerto y no soy yo

porque patea y raspa

engulle con su dentadura cavernaria

hasta rozar por fin la sal del universo

SANGRE EN EL EXILIO

Cuando llegó el invierno a Chile

miles de pájaros volaron con la primera lluvia

estaban asustados entre la sombra y la muerte

y prefirieron emigrar con sus vidas hacia otras vidas

Tomaron el primer avión desesperados

se arrojaron a los muelles persiguiendo barcos

cruzaron las montañas huyendo de las lanzas

y dejaron atrás la patria y a los herederos del hambre

Algunos no despegaron jamás

les arrancaron las alas en el intento y la lucha

desaparecieron con nombre y apellido

bajo los árboles de hierro

los encerraron en jaulas por especies

y cuando años después los encontraron

tenían la caricia del cuervo entre sus plumas

Los otros, los perseguidos

los pájaros del pueblo que lograron atravesar la muerte

debieron acostumbrarse a volar de otra manera

a sentir de otra manera, a respirar de otra manera

La tierra ajena los había recibido

la tierra amiga los invitaba a su mesa

a compartir el pan y sus dolores

Muchos incluso en la agonía

soñaron con ver la patria por última vez

pero la patria también agonizaba

había querido volar con sus alas rotas

 

MI PUEBLO

Mi pueblo tiene frío cada día del año

tiene hambre y sed y juventud

Mi pueblo es un pedazo de madera

de cama que no alcanza para cuatro o para ocho

Mi pueblo tiene lluvia y viento

tiene caras dibujadas con ceniza

tiene manos que aplauden para no morirse

Mi pueblo no tiene nombre

no tiene edad ni edades

no tiene calles ni sonrisas

Mi pueblo no tiene Dios

la levadura y la sal vencieron a los santos

el agua de los grifos fue más pura que una iglesia

Mi pueblo es un resumen del amor cansado

es una biografía sin orillas ni rincones

un cadáver reciente

una copa que jamás será llenada

Mi pueblo tiene niños que parecen ancianos

y ancianos que se robaron los años

tiene mujeres con ojos apagados

y hombres cortados por la mitad

Mi pueblo tiene árboles sin troncos y sin hojas

tiene rosas que cambiaron su color

por un kilo de pan

Mi pueblo es una herida en el tiempo

una guitarra enferma y sorda y muda

una canción de nombres definitivamente tristes

definitivamente amargos

definitivamente olvidados en el gran sueño de la vida

 

Fuente: http://www.poetasenlared.com/poetasenlared/mario_melendez/index.htm

 

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