Las ferias de la vanidades (II)


Por Don Quiterio

    Mientras, en el patio de vecinos de la edición, los partidarios del libro en papel y los del libro electrónico se enzarzan en discusiones más o menos acaloradas, a veces lanzándose de manera poco elegante los trapos sucios de la familia, el día de San Jorge en Zaragoza tiene una cita ineludible para las gentes de la cultura.

 

Pequeña metralleta entre mis manos,
máquina de matar con adjetivos,
máquina de escribir, arma del tiempo.
En todas las mañanas de mi vida,
el tableteo audaz de mi olivetti,
este ferrocarril de ortografía
en que viajo muy lejos de mí mismo
o retorno a los campos de la prosa
para reñir batallas en mi lengua
con todos los que mienten, los que gritan,
con los que escriben en feroz tanqueta
para no decir nada y meter miedo.

Vieja olivetti verde, azul o negra,
escalinata alegre de las letras,
sobre esta escalinata, una mañana,
me encontrarán tendido, no vencido.
Libro, papeles, cosas y poemas
han salido y saldrán de este cacharro.
Pavonado revólver de mi prosa,
sus muecas son ministros fusilados,
canto de codorniz, canto de urraca,
como las que ahora pueblan el jardín.
Alegoría y salud, mi vieja máquina
me regala un estilo, una escritura,
y las gentes se paran para verlo.

Francisco Umbral

     Este año, entre narrativa, poesía y textos para los más pequeños, creadores como Sergio del Molino, Virginia Aguilera, Michel Suñén, Raúl Lahoz, Magdalena Lasala, Ángel Guinda, Luz Gabás, José Luis Corral, Isabel González, Manuel Vilas, Santiago Gascón, Ángeles de Irisarri, Fernando Martín, Olga Bernard, Ángel Petisme, Fernando Lalana, Fernando Sanmartín, Nacho Escuín o Alberto Gamón, entre otros muchos, muestran sus productos en las expositores de los porches izquierdos y derechos del paseo de la Independencia.

   El día del libro es una época de tirón para el mundo editorial. Las navidades, la feria del libro, septiembre y el veintitrés de abril son momentos cruciales para el lanzamiento de novedades. Este San Jorge es especialmente esperado tras unos momentos flojos en ventas. Aprieta la crisis económica, asusta la piratería y amenaza el libro electrónico, con lo que libreros, editores y autores se encomiendan al santo del dragón para que les eche un capote. Sin embargo, los vientos no parecen favorables: los libreros se quejan de que las editoriales les envían pocos ejemplares por miedo a las temidas devoluciones. A ver cómo se porta San Jorge, porque el problema no es si sigue existiendo la literatura en papel o en la tableta. El problema es qué es la literatura en esta nueva época, cómo le afectan esas nuevas herramientas y si esas herramientas y nuevos procesos pueden deteriorar, o romper incluso, las reglas básicas de su sentido. A mí me da igual el papel o la tableta. Lo que no me da igual es si sigue existiendo la literatura como yo la entiendo o veo.

   Hoy en día, en efecto, los libreros luchan por su futuro. Entre las grandes cadenas de librerías reina una sensación de inquietud por el destino que podrían correr. Primero, las grandes tiendas ahogan a las pequeñas. Luego, las cadenas son engullidas cuando los consumidores recurren a internet. Un negocio, en fin, que se marchita lentamente a medida que más lectores se pasan a los libros electrónicos. ¿Qué ocurriría si estas librerías se convirtieran en poco más que unas cafeterías y un encuentro de conexión digital? Los editores están recortando gastos y reduciendo plantillas. Los libros electrónicos están en auge, pero no hay muchas editoriales que quieran que estos dominen sobre sus versiones impresas. Lo que se pretende es suprimir al intermediario –es decir, las editoriales tradicionales- publicando directamente libros electrónicos.

   El libro ha ido pasando históricamente de la piedra al papiro y de este al papel, y de este a la pantalla ecuménica y sin arboricidios. Hay quien dice, sin embargo, que si con el libro no pudieron las fogatas de la inquisición tampoco podrán ahora las fogatas de internet. Yo lo que creo es que si las ventas han bajado no es porque la gente se enfrasque menos en la lectura, sino porque navega por los “e-books”. En papel o sin papel, lo que interesa al lector es la literatura, y encontrar, de un tiempo a esta parte, un libro que te diga algo está jodido. Como el futuro del papel. Tanto o más. ¿Leer en una pantalla permite menos concentración? Tal vez se inaugure una nueva forma de leer, que es una nueva forma de pensar y tal vez una nueva forma de vivir. No hay que satanizarlo. El nuevo concepto de lectura implica un nuevo concepto de relación y de comunidad. Y ahí es donde debemos tener alguna inquietud, porque puede que haya transmisión de información pero no comunicación. Nace, pues, una nueva concepción de lo que significa leer. Antes era una visión interiorista que llevaba su tiempo y casi su espacio. Ahora parece más una intervención. El problema es confundir las actividades con las acciones. Lo común cada vez interesa menos. La lectura tiene poco porvenir si no te importa lo común. Para que te importe un libro también te tienen que importar los demás.

   Por eso, porque es importante conocer las inquietudes de los ciudadanos anónimos y de las gentes locales de la cultura y la política, es evidente la tradicional pregunta en esta feria literaria del veintitrés de abril, el día de San Jorge. “A ver, piense y responda: ¿qué libro está leyendo?”:

JULIO JOSÉ ORDOVÁS:

“Desde que leí ‘Los secretos de la repostería’, de Regusto Paladar, me congratulo en afirmar que mis magdalenas son las mejores de Zaragoza. ¡Vivan los huevos de oca! On… On… On…”.

ANTÓN CASTRO:

“He leído el libro titulado ‘Borradores’, pensando que hablaba de mi programa desaparecido, y me he encontrado con un tocho inaguantable sobre no sé qué civilización azteca y, además, escrito en arameo. ¡No me jodas!”

LUIS FELIPE ALEGRE:

“Yo soy el individuo, rapsoda me llaman algunos, y las izquierdas y las derechas, unidas, jamás serán vencidas. ¡Oh, Nicanor Parra, mi héroe de lectura actual, el nuevo nobel cervantino! A buenas horas, mangas verdes, dirás tú. Y, de repente, me viene a la memoria aquella viñeta de Mingote, de la edad, de dos líneas y un dibujo, en el que un nieto le pregunta a su abuelo: ‘¿Hay que ser de derechas o de izquierdas?’. Y el viejo le responde: ‘Sobre todo lo que hay que intentar es no ser gilipollas’. Gilipollas o no, ¡yo soy el individuo!”.

JOSÉ CARLOS MAINER:

“¿Hay otra tierra en el interior de la nuestra? Por favor, lean a Julio Verne, que incluso continúa un libro de Allan Poe”. (¡Ay, si Edgar levantara –o levantase- la cabeza…!).

ÁNGELES DE IRISARRI:

“Hoy, más que nunca, necesitamos volver a hablar de Dios. Volver nuestra mirada hacia Él y recordar que no estamos solos. Las entrevistas que contiene el libro ‘No es bueno que Dios esté solo’ desnudan los pensamientos de los personajes que pueblan sus páginas, guiados por la seductora, amable y siempre inteligente conversación de Gonzalo Altozano. Es un libro que se lee rápido, pero que queda en la memoria mucho tiempo. Tal vez, eternamente”.

MARI CRUZ SORIANO:

“Acabo de leer los diarios de Ana Obregón, que ríete tú de los de Tolstoi. Con prosa que ya quisieran escritores planetarios y algunos con sillón, mi amiga Ana repasa su aprendizaje de la vida en plan trapiella, con ingravidez de diva del posado levitatorio”. (¡Jo, con la que toca el piano!).

JOSÉ LUIS TRASOBARES:

“Acabo de leer esa versión cervantina de la vergüenza ante el poder. ‘Sepa el señor licenciado Vidriera que un gran señor de la corte le quiere ver’. ‘Vuestra merced me excuse con ese señor porque no soy bueno para palacio, porque tengo vergüenza y no sé lisonjear’. Como periodista, la profesión está por los suelos. Su naturaleza debe ser la de indagar, molestar y controlar al poder, no solo comunicar. E ir más allá de las fuentes oficiales. Ahora mismo hay un fallo tanto en la dignidad profesional como en la veracidad de la información. No quiero entrar en un debate sobre el huevo y la gallina, pero ambos polos están conectados y ambos fallan. Hay que leer a Cervantes”.

JUAN JOSÉ BIGAS LUNA:

“Hace cien años que se hundió y el Titanic sigue siendo noticia. Tiene todos los ingredientes: tragedia, aventura, héroes, villanos, y lujo. No me canso de la titanicmanía. Me sobrecogen las historias de supervivientes. Quien quiera sumergirse en el Titanic recomiendo dos títulos transatlánticos: ‘La noche del iceberg’ y ’El final de unas vidas doradas’. Y se puede elegir: en bolsillo, en tapa dura, en inglés, con recortables, en álbum ilustrado…”. (¡Anda, majo, ya solo falta que metas un transatláncico en tu Plata de los cojones…!).

JUAN PALOMO:

“Estoy con el texto de Calderón de la Barca ‘En la vida todo es verdad y todo es mentira’. Una obra poco conocida que contiene, sin embargo, en muy altas dosis casi todas las virtudes que caracterizaron su dramaturgia, las cuales, amén de su agilidad discursiva, tienen que ver con su capacidad para contraponer y armonizar a un tiempo, de manera inteligente y profunda, algunos conceptos cuyas dicotómica comprensión ha generado siempre conflicto en el comportamiento de los individuos y la organización de las sociedades: el legítimo afán o el deber de templarlo; la justificada soberbia o la rendida humildad; la venganza por honor o el honor de no ejercer la venganza; lo realmente falso o lo fingidamente verdadero…”. (Los dejo, que son varios, que me están poniendo la cabeza como un bombo. ¡Jo!).

SEBASTIÁN CONTÍN:

“Un compañero mío de partido acaba de redactar los nuevos recortes que se harán efectivos en los próximos meses. Acabo de leer el texto y puedo adelantar varios puntos del mismo. Ante el incremento del precio de la electricidad y el gas, el gobierno obligará a los usuarios que cocinen con la luz apagada y así solo gastarán una de esas dos materias primas a la vez. De igual modo, y para ahorrar electricidad, todos los ciudadanos deberán llamar al timbre una sola vez, salvo el cartero que siempre llama dos veces. Para cumplir con el ejemplo, Rajoy se ha propuesto ahorrar en palabras y hablar en público solo lo justo”.

CARMEN DUESO:

“Uno de mis autores favoritos es Paul Auster. Ahora bien, no me parece muy honesto que si, en España, publicaba en la editorial Anagrama se cambie a Seix Barral por el vil metal. No es el primer autor que cambia de editorial cuando llueven las ventas: también Imre Kertész se fue de la modesta Acantilado a la más poderosa Alfaguara tras ganar el premio Nobel. Tampoco será Auster el último en cambiar de filas. ¿Lo haría usted si le multiplicaran el sueldo? Casos como el de Miguel Delibes, que fue fiel a Destino, el sello en el que ganó el Nadal, son extraordinarios”.

JUAN JOSÉ VÁZQUEZ:

“España no se merece contribuyentes que pierdan el tiempo leyendo, sino asalariados chinos y emprendedores yanquis con agendas rusificadas a ritmo de plan quinquenal. ¡Más trabajo y menos ocio, cojones!”.

MANUEL LÁZARO:

“Recuerda Benjamín de Prado, en un estudio sobre Dickens, el accidente que sufrió el literato inglés cuando viajaba en un tren, en el que los siete vagones que procedían a su compartimento cayeron por un precipicio. La reflexión del escritor madrileño no puede ser más ajustada a su entusiasmo: “No hay que tener una gran imaginación para ver en esa escena una metáfora de esta Europa que hoy descarrila poco a poco, primero Grecia, luego Irlanda, después Portugal…”. Ignoro si es necesario poseer una gran imaginación para captar el intríngulis de la metáfora del descarrilamiento. Pues, en efecto, se trata de una metáfora muy compleja. No está al alcance de cualquier caletre. Seguro, además, que en esta época no hubo más accidentes de este tenor. De ahí que a mí me cueste tanto entender cómo un accidente ferroviario ocurrido hace casi doscientos años pueda servir como imagen visionaria de una Europa derrapando, la pobre, en 2012. Acaso tenga que forzar un poco más mi precaria imaginación. Ni el cardenal Rouco Varela lo hubiera dicho mejor: la crisis económica actual es una crisis moral. Así que todo será cuestión de esperar que los empresarios se monten en un tren, descarrile este, y aprendan por inspiración divina a ser generosos, hayas leído o no a Dickens o a Carpanta”.

NACHO DE LA CRUZ:

“No entiendo nada. Si la RAE ha publicado su ortagrafía básica, que acabo de leer, donde se anuncian cambios como la eliminación de la tilde en vocablos como solo, truhan, guion y lio, o en los demostrativos, entre otros muchos, ¿por qué los escritores siguen escribiendo como antaño? ¿Y los redactores de la prensa? ¿No deberían ser órganos de difusión educativa? ¿Educación se escribe con acento? ¿Alguna vez ha estado en una tarima dando golpes de barriga y tenido la sensación de que mejor valdría estar acosando a Javier Calvo para que mostrase su colección de libros? ¿Por quién doblan las campanas? ¿Por qué lleva un pez en la oreja?”

PILAR NAVARRETE:

“A mí me encanta la pluma ciertamente elegante de Manuel Azaña, que se daba la misma maña para traducir clásicos foráneos que para alentar guerracivilismos locales. ¡Arriba Azaña!”.

CRISTINA GRANDE:

“Los cristianos acusan al Corán de ser homófobo y los imanes dicen que la Biblia es pornográfica, citando pasajes de Ezequiel en los que se cuenta que una madre tenía dos hijas, la mayor se llamaba Aholá y la menor Aholibá. Aholá se volvía loca con magistrados y se acostaba con egipcios. Aholibá fornicó mucho con oficiales y era tan liviana que iba buscando las caricias de los que tenían el miembro tan grande como los burros y que arrojaban tanto semen como los caballos”.

ESTHER NIETO:

“Creo que Emily Brontë escribió ‘Cumbres borrascosas’ en estado de trance, sin pensar que iba a publicarse. Liberó a su imaginación, y de ella nacieron un montón de ideas que siguen desconcertando a muchos lectores. Yo vuelvo a ella una y otra vez, porque trato de entenderla sin conseguirlo”.

GREGORIO BRIZ:

“El texto de Günter Grass, titulado ‘Lo que hay que decir’, va escrito en forma de trozos de frases recortadas, puestos unos debajo de los otros. Si un premio Nobel de literatura como él dice que eso es un poema, habrá que aceptarlo. Grass, que sabe lo que hay que decir, también sabrá la forma en que hay que decirlo. En cuanto al contenido, acusa a Israel de poner en peligro la paz mundial, ya de por sí quebradiza. Este escritor se había distinguido por su ficción y ahora se pasa a la ciencia-ficción. Lamentablemente, manifiesta muy mal gusto en este nuevo género, aunque algunos opinen que se atreve a decir lo que muchos callan”.

PABLO MUÑOZ:

“El horror con dos caras, el mal en estado puro, el maullido del gato emparedado, como una bruja quemada en la hoguera, el terror entre el humo y la niebla. El crimen, la venganza, los abismos negros del alma; y el temblor del cuerpo, las manos crispadas, el gesto por el deshielo del dolor y del miedo. O sea, Edgar Allan Poe”.

EVA PUYÓ:

“Yo solo leo prensa rosa, esas linajudas revistas sentimentales donde solo tienen cabida los amores ejemplares, las reconciliaciones inminentes, las rupturas amistosas y el rodearse de los suyos en estos difíciles momentos”. (Jamás dejes de soñar, corazón).

ALFREDO CASTELLÓN:

“He leído el último libro de Juan Marsé, ‘Noches de Bocaccio’, y no me ha gustado nada. Este tipo me parece además un soberbio. Nunca le han gustado las adaptaciones que de sus libros ha hecho, por ejemplo, Vicente Aranda. Según Marsé, Aranda hace un cine muy malo y Alfred Hitchcock lo hace mucho mejor. También hay que decir que Flaubert escribe mejor que él. Creo de todas formas que hay menos distancia entre Hitchcock y Aranda que entre Flaubert y Marsé”.

ÁNGEL LAFITA:

“Acaban de publicar ‘Alberto Contador y el tribunal de arbitraje sancionador (TAS)’, sobre la persecución al ciclista. Gracias a este libro sabemos qué es un picogramo, una cifra con más ceros que la nómina de un director de banco intervenido, aunque en este caso a la derecha de una coma. El picogramo se representa así: 0,00000000000000000000000000000000000000000000000000000000000001. Algún científico debería corroborar si con ese chute uno se ve capaz de subir Los Alpes aunque sea en vespino. Aclaro que este tribunal denominado TAS no es un monosílabo para decir: ¿Tas tonto o qué?”.

CHUS TUDELILLA:

“Me he comprado el libro de cocina ‘Mariscos y cefalópodos’, y me voy a preparar estos días unos chipirones en su tinta, un pulpo a la gallega, una sepia como angulas, txangurro al horno, una cocción de percebes y un bogavante en ensalada que te cagas”.

ADOLFO BARRENA:

“Dice una jota: ‘Como sé que te gusta el arroz con leche, por debajo de la puerta te meto un ladrillo’. Otra dice: ‘Debajo del puente de piedra tengo escondido un melón, no se lo digas a nadie y te daré una tajadica’. Pues eso, que acabo de leer un libro del profesor Eric Huzan sobre el teatro que encubre el capitalismo del desastre y me he acordado de esas jotas que me cantaba mi padre, quien no soportaba el arroz con leche, pero, sobre todo, no quería que le metieran un ladrillo debajo de la puerta. Y no aceptaba la lógica de meter ladrillos –o melones- bajo la puerta haciéndolos pasar por arroz con leche”.

XOAQUÍN BERNAL:

“Leo poco. Por eso, tiendo a esos autores que apenas han dejado algo escrito. Mi última lectura ha sido la de Ricardo León, que dejó nada más que una frase, que además ni siquiera es un aforismo restallante de forma ni original de concepto, pero sí resulta extraordinariamente preciso, con una justeza de mármol: ‘El lugar común es el dogma de los necios’. Pues eso”.

LUCAS GARCÍA RASTRILLO:

“Harto de que el mecánico me cobre un riñón por apretar un tornillo siempre que llevo el coche al taller y, encima, aguantar el tirón cuando te dice “lo del tornillo es gratis, lo que le cobro es saber qué tornillo apretar”, me he comprado el manual ‘Aprenda mecánica y verá’. Veremos”.

CARLOS CALVO:

“Estoy con un estudio –otro más- de Ian Gibson sobre Lorca. Hay un misterio del granadino en su poesía, y luego hay un misterio en su muerte, convertida ya en el equivalente español de John F. Kennedy. Innumerables son las hipótesis al respecto, a veces más que hipótesis, hipotenusas. Qué ingrato haber sido Lorca, haberse pasado la vida contando versos con los dedos, haber visitado Nueva York antes incluso que Elvira Lindo, haber tenido que morir como murió el pobre Federico y que la gloria, la gloria eterna y merecida tome el cuerpo de Ian Gibson. ¡La posteridad persiguiendo a Federico con la cara de exboxeador de Gibson! Estamos en un tris ya de que cualquier día alguien la hipótesis ‘hardcore’ de que a Lorca se lo comió un novio, porque si el amor es una devoración, ¿no hubiera sido posible que el amado devoto quisiera acrecentar su leyenda regalándole el misterio sobre su final? ¿No es, al fin y al cabo, poetofagia minuciosa e implacable la que han hecho los lorquianos? ¿No se ha ido comiendo Gibson a Lorca poco a poco, como hila la vieja el copo? La hipotenusa antropófaga haría irresoluble el misterio y no condenaría a una eternidad de libros del irlandés”.

JUAN BOLEA:

“Yo que tengo un yorkshire con sus bigotes de vizconde enojado o filósofo nihilista, me he tropezado con la lectura de Aristóteles, quien no reconoce a los perros facultad intelectiva o psique. ¡Vaya mierda de filósofo!”. (O vaya mierda de perro)

EDUARDO PAZ:

“Yo no leo letras. Yo escucho letras. Las últimas, las de Serrat y Sabina. Componen a lo bruto y sin anestesia, así, a lo español, y meten en el mismo saco el Mediterráneo de uno y el bulevar de los sueños rotos del otro. El sabor a hierba y el regusto a whisky sin soda. Y allí donde se juntan los caminos, pongamos que hablo de Madrid. O Barcelona. Juntos o revueltos desde que alguien les robara el mes de abril. Y ambos dos se sacan del bombín un trabajo sobre el Titanic tirando de efemérides, antes de que se les hunda el chollo, con el que vuelven a rifarse las plazas de toros en estos tiempos de tan pocas corridas. Y después… para qué más detalles. Ya sabes, copas, risas y excesos. ¿Cómo van a caber tantos besos en una canción?”.

UN MENDIGO:

“Vamos a ver, querido. Usted me pregunta por literatura, pero, como ve, de poco me ha servido en esta perra vida. Perro mundo en el que tengo que engatusar a mis clientes con pedestre ortografía lastimera. Ay, la literatura y los libros, las novelas y la poesía, el ensayo y el cuento, la noche y el día, el dinero y el derecho, el ying y el yang. ¿No son los escritores unos vanidosos? ¿Por quién doblan las campanas? ¿Quién mató a Harry? ¿Quién me quiere a mí?”.

MANUEL GARCÍA MAYA:

“Acabo de leer un libro sobre el alzhéimer, en el que explica que en el mundo se invierte cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para las mujeres que en la cura del alzhéimer. En pocos años tendremos viejas de tetas grandes y viejos de penes duros, pero ninguno se acordará de para qué sirven”.

MONSEÑOR JULIÁN RUIZ:

“Yo soy de Hemingway y su ‘El viejo y el mar’. No me extraña que el escritor norteamericano odiase a los críticos, que prefirieron ver en esa novela una historia de superación en lugar de lo que el escritor en verdad quería contar. Un hombre se adentra solo en el mar. Lucha durante días. Por fin, vence y ata un gran pez a su borda, pues no cabe dentro de la barca. Mientras navega de vuelta a la costa, llegan los tiburones y devoran su pieza. Los tiburones son los críticos”.

HUMBERTO VADILLO:

“He terminado una biografía sobre Churchill, que, al parecer, no perdía el tiempo ni saliva en sandeces. “Señor Churchill, está borracho”, le espetó lady Ashtor en el parlamento. “Y usted es fea. Mi problema termina esta noche y el suyo toda la vida”. Pero lady Ashtor no se amilanó: “Señor Churchill, si yo fuera su mujer le pondría cianuro en el café”. Respuesta: “Señora Ashtor, si yo fuera su marido me lo bebería”. Y así”.

MARCELINO IGLESIAS:

“Como tengo un perro de pedigrí que llama la atención por su gran actividad, me estoy haciendo el coleccionable ‘El mundo de los perros’. Ya me he leído el prólogo y parte del primer capítulo del primer fascículo, a ver si así logro descifrar su intranquilidad e inquietud. Se pasa el día jugando, corriendo y ladrando de un lado a otro. La verdad es que no sé aún de dónde saca las fuerzas. Lo llevo de paseo todas las mañanas y acabo agotado. Él, en cambio, quiere más y más, y sigue corriendo y danzando por las fincas de mi propiedad”.

PACO ORTEGA:

“¿Quién dijo que la gloria no es sino el rumor del viento en los oídos? ¿Shakespeare? No. ¿Cela? No. Este fue el que dijo que algún juez debería llevar una lucecita en mitad del entrecejo para avisar del peligro. ¿Entiendes, somardón? Publica, publica, en vuestro Pollo de los cojones…”. (¡Y luego dicen…!).

JOSÉ LUIS MELERO:

“Soy un apasionado del legendario tebeo ‘Hazañas bélicas’, todo un documento para conocer los orígenes y las peripecias durante la guerra civil. Uno de los que más me gustaba era un capítulo titulado ‘La metralleta de mi novio de la muerte’. ¡Ra-ta-ta-ta-ta-tá!…”.

FERNANDO BAYO:

“Lo último que he leído ha sido al académico Ignacio Bosque en torno al sexismo en el lenguaje. La conclusión que saco es que solo hay una cosa más pesada que una feminista: dos feministas. Y las más insufribles son las obsesionadas por el lenguaje no sexista. Siguen sin enterarse de que las palabras no tienen sexo, sino género, y de que las personas no tienen género, sino sexo. Por muy femenina que sea una silla, nunca será hembra. La humanidad es femenina sin que ello signifique que todos los seres del planeta son mujeres. La ignorancia es atrevida”. (La verdad es que hay mucho ignorante e ignoranta…).

PEPE QUÍLEZ:

“A mí la lectura nunca me había atrapado hasta que, un día, le dije al portero de mi comunidad que si hubiera más hombres como él el mundo sería un lugar muy seguro en el que vivir, y, sin embargo, no demasiado aburrido como para que no valiera la pena habitar en él. Él, que es muy leído, me dijo que es era el espíritu de un tal Chandler. Dicho y hecho: me fui a la librería y me compré varias novelas de ese señor de nombre Ramón. ¡Qué bueno es, el muy cabrón!”.

JUANJO PORTOLÉS:

“Siempre leo a Cunqueiro. Como buen cocinero que soy, la poesía y la cocina casan muy bien. Como las ostras, sus artículos, sus cuentos y sus poemas saludan al estómago del goloso y lo ponen en forma para ulteriores condumios. Llegan a la mesa humeando en las fuentes de Sargadelos, y se van cociendo según los damos comidos. Y leemos en ellos la ronquera del mar, que rompe en oscuras rocas”. (¡Jo, con el familiar de Luis Buñuel! Habrá que visitar más a menudo ‘Casa Portolés’…).

CARMEN RATIA:

“Yo solo hago sopas de letras, crucigramas, autodefinidos y sudokus. Esta es mi única inquietud literaria, y llevo toda la vida comprando a diario el Heraldo por la página de pasatiempos de Jesús Rueda. Ahora que lo han despedido, después de veinticinco años de servicio, que le den por culo al decano de la prensa, y los nuevos pasatiempos que se los metan por donde les quepan”.

ÁNGEL AZPEITIA Y EDUARDO LABORDA (en conversación privada acalorada):

Laborda: “Hombre, Azpeitia, pruebe esto, ande, que es un pincho de morcilla y está bueno”. Azpeitia: “Ciertamente exquisito. ¿Dónde puedo tirarlo?”. Laborda: “¡Pero si no le ha hincado el diente?”. Azpeitia: “Con olerlo me basta”. Laborda: “Siempre sospeché que era usted un sabueso”. Azpeitia: “No me saque de mis casillas”. Laborda: “La gente mileurista, y usted despreciando la comida”. Azpeitia: “Sí, soy despreciable y gran muslari”. Laborda: “Y un metafísico, babieca”. Azpeitia: “Es que no como, rocinante”. Laborda: “No tiene usía remedio”. Azpeitia: “Es que me considero vasco”. Laborda: “¡Usted vasco? ¡Si no sabe euskera!”. Azpeitia: “Entonces seré esquimal”. Laborda: “O de Lutxana, que es peor”. Azpeitia: “Un agravante, lo admito”. Laborda: “¡Cállese, bellaco!”. Azpeitia: “¡Y usted, maldita sea, un cochino jabalí!” (Y siguen, y siguen, y siguen…).

UNA MUJER EXUBERANTE PERO JOVEN (¡Oh!):

“Yo solo leo poesía. ¿La poesía se hace con palabras? ¿Poesía es lo que queda cuando desaparecen las palabras? Los versos que permitieran las imágenes, las imágenes que permitieran la síntesis, la síntesis que procurara un modo de intentar decirlo todo con apenas casi nada. Por cierto, eres muy guapo. ¿Echamos un polvete, caballerete?” (Le doy mi teléfono y le digo que me llame dentro de un rato, cuando termine las entrevistas).

FERNANDO SANMARTÍN:

“He vuelto a leer, con sumo placer, a mi idolatrado Francisco Umbral y su lírica, su gran pasión literaria, fundamental como forjadora de su estilo. El Umbral poeta, que ya late en ‘Mortal y rosa’, es la puerta cerrada que oculta muchas de sus claves. Un hombre curioso, atento a la realidad, observador sutil de la naturaleza geográfica y también humana. Y amante celoso de sus máquinas de escribir, ahora en desuso, por la irrupción implacable de la pantalla del ordenador. ¿Qué fue de la máquina de escribir? ¿Qué será de la tinta en papel? ¿Quiénes somos? ¿ Adónde vamos? ¿De dónde venimos?”.

    Me acerco, `para seguir con las entrevistas, a un tenderete dedicado a antiguallas y rarezas, en tomos de piel y así, y una elegante mujer, tras arrojar una mirada escueta y fría a lo allí expuesto, se dirige al librero y le pide un libro rojo. “Me lo está usted poniendo difícil. ¿Sabe, al menos, de qué va, o tiene alguna referencia?”. “No, solo lo quiero para la zona blanca del mueble del salón. Creo que allí un libro rojo y grande puede quedar muy bien”, le responde la misteriosa mujer. Dicho lo cual, el librero saca el libro rojo más grande y más caro que encuentra y, previo pago, se lo entrega, junto a una rosa, a la decoradora. Y en esto, ¡riiing…, riiing…, riiing…!, suena mi celular. Atiendo, escéptico pero impaciente, la llamada. Me parece, por el amor del libro, que aquí doy por terminadas las entrevistas…

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