Por Antón Castro
Berta Lombán, pintora, lectora y rapsoda de poesía y una mujer que amaba la cultura en todas sus formas.Berta Lombán, pintora, lectora y rapsoda de poesía y una mujer que amaba la cultura en todas sus formas.
Berta Lombán Guerra, una coruñesa en Zaragoza, nunca podía olvidarse del mar y de su infancia y juventud hechizadas en Galicia, en la costa, en la aldea y en los bosques rumorosos. Todo eso lo llevaba en vena y sedimentaba, día tras día, en su memoria, pero también se sintió hondamente aragonesa, zaragozana. En Zaragoza se encontró a sí misma: en la vida, en el amor, en el arte y en ese universos de afectos que siempre adornó su vida. Fue una mujer sonriente, vitalista, su carácter extravertido parecía mitigar la melancolía -primero soriana, luego soriana y galaica del poeta y amor de su vida, Raimundo Lozano Velosillo, que la cantó en muchos versos– que se entregaba a la pintura y a la literatura, especialmente a la poesía.
Le gustaba tanto leer como recitarla; o quizá aún más recitarla, la de sus amigos entrañables, a los que quería tanto: Guillermo Gúdel, a quien quiso como un segundo padre y un amigo entrañable (le dedicó un precioso retrato literario, de los pocos que salieron de su pluma), lo quiso y lo protegió, a Fermín Otín, a Mariano Esquillor, a Rosa María Aranda. Y, por supuesto, a su marido que dominaba el poema de paisaje, con atmósferas machadianas, y el difícil y preciso arte del soneto. Ella, en un recital, en un homenaje, siempre estaba allí con su voz penetrante y límpida, dispuesta a darle una nueva vida al texto y hacer más públicas sus magias. Ilustró las portadas y páginas interiores de los libros de su marido, que dijo de ella: “sueña crepúsculos”.
Publicado en: https://www.heraldo.es/