Fernando Estallo: “De lo sacrificial “ en Huesca


Por Juan Ignacio Bernués Sanz.
Doctor Europeo en Historia del Arte

     Suspendida el mismo día de su inauguración por la dichosa pandemia, el artista Fernando Estallo (Barbastro, 1952) pudo inaugurar al fin el pasado día 9 de junio (con permanencia hasta el 5 de julio de 2020) en el centro cultural M. Benito Moliner (antiguo “Matadero” oscense) su excelente propuesta expositiva, espectacular y muy sensiblemente montada con la ayuda expresiva de una luz “reveladora” capaz de dejar flotar unas imágenes que…

…parecen latir rezumando vida en un espacio oscuro, casi tan negro como nuestra propia actualidad.

   La inauguración definitiva tuvo ciertos tintes oníricos, pareciéndose más a una intervención médica de relevancia en el ámbito hospitalario que a un acto cultural, pero es lo que hay: aforo limitado a 10 personas, marcarillas y distancia social, no limitaron, sin embargo, la emotividad de un acto que contó con la colaboración del poeta Manuel Puertas Fuertes leyendo poemas de T.S. Eliot, uno de los motivos inspirativos del pintor barbastrense para esta ocasión.  

   Se trata de una selección de pinturas sobre papel en grandes formatos de factura reciente (2018-2020). Con el premonitorio título “De lo sacrificial”, esta serie explora a través de lo plástico ciertos planteamientos que conectan con lo literario, volviendo la vista atrás y retomando el espíritu de algunas grandes figuras y obras maestras de la literatura universal. De forma muy específica, Estallo centra su mirada en las obras de dos grandes literatos que se consideran clave en sus repectivas producciones; de una parte, los poemarios “La tierra baldía” y ”Cuatro Cuartetos” del poeta T. S. Eliot (1888-1965) y, de otra, la tragedia “Titus Andronicus” del dramaturgo británico William Shakespeare (1564-1616). Poesía y dramaturgia sirven de base, con una vocación interdisciplinar, a una reflexión pictórica de gran intensidad que persigue, por un lado, expresar el “malestar” de nuestra cultura actual y la impotencia de nuestra sociedad por poner orden en el caos que emana de la intensa pluralidad que la caracteriza y, por otro, reflexionar sobre aspectos que atañen a la naturaleza íntima del artista y a su papel “sacrificial” en el mundo fragmentado, materialista y trivializado que nos ha tocado vivir…A todo ello pueden añadirse las fuertes sensaciones experimentadas por todos nosotros, a nivel colectivo e individual, ante una situación tan extrema como es la pandemia que estamos padeciendo y que, en resumen, ponen de relevancia la estricta labilidad de nuestra naturaleza humana y la radical impotencia de lo social para dar respuestas “lógicas”, cuando la cosa se pone cruda de verdad…  

    No es nuevo el interés de este creador por intrincarse en el ámbito de lo literario. Esta disciplina determina su propia actividad creativa mucho tiempo antes, incluso, que su definitivo encauzamiento por los caminos de lo pictórico y enraiza en sus afinidades electivas más tempranas y genuinas en el campo de la cultura, en su propia formación juvenil. Fernando Estallo escribe poemas desde los 15 años, influenciado en esta etapa preliminar por su íntimo amigo el poeta Modesto Solans (1951-2012). Sus estudios, entre 1972 y 1975, de Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza -ciudad que experimenta en ese momento una verdadera efervescencia política y cultural alentada por las sinceras aspiraciones sociales de cambio en la agonía de la larga dictadura franquista-, antes de volver a su Barbastro natal por necesidades ajenas a su voluntad -su padre muere en 1975 y debe regresar a la capital del Vero para regentar el negocio familiar- le proveen de un bagaje vital y cultural importante que en el futuro aflorará, como es el caso que nos ocupa, en determinadas circunstancias y de diversas maneras en formas de expresión muy genuinas.

    Entre 1972 y 1974, colabora activamente con el Teatro Estable de Zaragoza y en la creación del Grupo “Octubre” con el estreno de “La palabra en el tiempo”. Posteriormente, tras una permanencia de siete años en Gerona, donde aprende ganadería y mantiene un estrecho contacto con la naturaleza -sentimiento de identificación y unión con lo natural que empapará también su obra pictórica en el futuro- estas actividades no le impiden mantener su ejercicio como escritor y su pasión por la lectura. En 1988 fija nuevamente su residencia en Barbastro, ciudad en la que ha venido creando y exponiendo de forma preferente desde entonces. En 1992, publica un primer libro de poemas compartido, “Interminable el desengaño”, junto a José María Mur y Evaristo Albadalejo[1], punto de arranque de futuras eventuales ediciones literarias. A estas alturas de su vida inicia su aventura de no retorno por el camino de la creación plástica. Su amistad con el pintor barbastrense Chema Durán (1954-2015), le alentará en los prolegómenos de su periplo por los territorios de una expresión plástica muy lírica y personal, iluminada por todas estas vivencias y experiencias descritas brevemente en los campos de la filosofía, de lo literario (especialmente, lírica y dramaturgia) y en los descubrimientos de los ritmos de la vida natural. El activismo cultural, como revulsivo positivo de su propia comunidad, completa una trayectoria que quiere ser vivo reflejo de una “humanidad” aceptada y compartida.

    La relectura, décadas después, de ciertas obras literarias que le interesaron vivamente en su etapa juvenil con esa nueva óptica más lúcida y reveladora que le permite la madurez, está en el origen de esta nueva producción pictórica que ahora presenta en Huesca. Una serie de obras sobre papel -su soporte preferido- donde establece tanto un diálogo experimental entre la palabra y lo plástico, entre lo literario y lo pictórico, como una reavivación y reactulización de esos intereses iniciales que, lejos de difuminarse entre las brumas del tiempo, resurgen con nuevo vigor en la actual actividad creativa de Estallo.

 Este recorrido personal e intransferible del creador por el mundo de la cultura a caballo entre los siglos XX y XXI se presenta cargado de satisfacciones, pero también contrariado por las incertidumbres y los sinsabores de un escenario socio-cultural sumido en una larga y sostenida crisis sistémica donde el papel tradicional del artista se ha visto constreñido y limitado a ser una parte insignificante y casi insustancial de un espectáculo de consumo. En este esquema -Estallo lo sabe bien- el artista se ha convertido también en una víctima “sacrificial”, condición que el creador quiere expresar en esta obra plástica reciente con acentos de inequívoco dramatismo, pero sin renunciar en modo alguno a ese refinado lirismo que empapa sus abstracciones pictóricas de un aroma de inconfundible espritualidad.

    La venganza como recurso frente a la ausencia de justicia en la Tierra sirve a William Shakespeare para construir un armazón dramático cargado de caos y perturbación. “Titus Andronicus” es una obra extremadamente violenta donde tienen lugar un sacrificio humano, diez asesinatos, una violación, y en el que dos personajes son despedazados para, más tarde, ser devorados por su propia madre una vez cocinados, y seis personajes sufren mutilaciones diversas, etc, etc. Es un espectáculo sangriento y brutal hasta el paroxismo que habla del desorden y que se afirma, precisamente, en una estructura que está dominada por la hegemonía del desorden y la fragmentación, cuyos campos metafóricos centrales son la descomposición del cuerpo humano y su correspondiente desorden mental y emocional.

    En su gran políptico ”Titus Andronicus”, Estallo parece atender a algunos de estos principios formulados por Shakespeare en su obra homónima tanto a nivel conceptual como en lo que concierne al campo expresivo. La reunificación de elementos -fragmentos- de diversos “pesos” y energías en un mismo plano pictórico, expresivos metafóricamente de la hegemonía del desorden y la fragmentación que preside nuestra realidad más actual, genera esa tensión continua entre lo ligero y lo pesado que, según el filósofo Giles Lipovetsky[2] se convierte en el marco estructural de la sociedad que hoy vivimos. La integración de una superficie reflectante -de un “espejo” de lo humano en su dimensión más somática podríamos decir- entre los diversos campos geométricos que estructuran la obra, incorporan físicamente al espectador entre las amenazas, desasosiegos e incertidumbres que se presumen en aquellas zonas donde el gesto pictórico parece densificarse o agitarse y el cromatismo adopta ciertos tonos sombríos ligados a lo terrestre. El espectador es absorbido, capturado por lo pictórico como inocente presa y se convierte a su vez en víctima sacrificial de ese mundo de Estallo que, en esta ocasión, habla de tensión, violencia y brutalidad entre abstracciones plásticas muy gestuales, claramente significativas de un desbordamiento irrefrenable de lo “sanguíneo”.

    Y, tras lo vivido por todos recientemente ¿alguien podría resistirse a establecer ciertos paralelismos entre esta impactante obra y lo supuestamente sucedido en hospitales, residencias y algunos otros ámbitos en que lo más trágico de la vida se ha planteado con la máxima crudeza, provocando incertidumbres, traumas, secuelas y profundas heridas que tardaremos mucho tiempo en cicatrizar?

     Volvemos a Estallo. No es extraño que una obra como “La Tierra baldía”[3] (The waste land, 1922) de T.S. Eliot interese a un artista como él, cuya estética participa de muchas de los procedimientos y búsquedas que competen a esta joya literaria considerada como una de las obras más influyentes de toda la poesía contemporánea. Su publicación supuso todo un revulsivo y un acicate para la renovación de la poesía posterior por su sorprendente originalidad. Su carácter mistérico, su gran complejidad simbólica y su construcción a modo de collage que aglutina una ingente suma de elementos definidos por su heterogeneidad la convierten en una obra tan sugerente como difícil de interpretar: el largo poema se construye como un caleidoscopio, como un gigantesco mosaico compuesto tanto de elementos subjetivos procedentes de lo cotidiano como de referencias con una carga cultural e intelectual muy densa. A través de sus versos Eliot pone en evidencia las grandes miserias de la decadencia contemporánea y lamenta el drama de la profunda soledad y desarraigo del hombre moderno, una vez perdida su relación ancestral con la divinidad.

    Los “Cuatro Cuartetos” [4] (Four Quartets, 1943) de Eliot considerada por el propio autor y gran parte de la crítica como su gran obra maestra, y que le granjeara el Premio Nobel de Literatura en 1948, es un poemario muy representativo del gran conocimiento que tenía el literato del misticismo y de las filosofías orientales y occidentales. Dotados de una rica intertextualidad, abiertos a muy diferentes interpretaciones por su gran riqueza simbólica, los cuartetos de Eliot componen un fresco misterioso y profundo, de esencia eminentemente fragmentaria, sobre la condición humana, sobre el tiempo y la trascendencia.

      En definitiva, las composiciones pictóricas de Fernando Estallo, los diversos dípticos y trípticos que ha presentado en Huesca, se acompasan a la voz esclarecida de Eliot para significar al “ser” con sus anhelos y contradicciones, siempre en combate en una lucha entre la materia y el tiempo, inmerso en un universo en perpetuo cambio y transformación. Al igual que el poeta a través de la palabra, el artista juega en el campo visual con la poética de los Cuatro Elementos (Tierra, Aire, Agua y Fuego) que se configura como núcleo estructural de los cuartetos. El colorido denotativo de esa “elementalidad” capaz de construir todo un mundo simbólico y la gestualidad de la pintura, aplicada sobre el soporte de papel a veces en toques ágiles y dinámicos, o en superposiciones algo más pausadas con mayor protagonismo de la mancha, denotan aquellos flujos heraclitianos de lo vital que implican a nuestra propia interioridad y nos convierten en seres eminentemente sacrificiales. Pues como señala Eliot, El río está dentro de nosotros”[5]

Fotografías: Cristina Beltrán

[1] Poemario conjunto Evaristo Albadalejo. Fernando Estallo, José María Mur: “Interminable el desengaño”, Zaragoza, Cometa S.A. 1992

[2] LIPOVETSKY, Gilles, De la ligereza, Barcelona, Anagrama, 2016.

[3] ELIOT, T.S., La tierra baldía. Prufrock y otras observaciones, Editorial Lumen, Barcelona, 2014

[4] ELIOT, T.S., Cuatro Cuartetos, (Traducción de José Emilio Pacheco), México, Fondo de Cultura Económica, 1989

[5] ELIOT, T.S., (poema, The Dry Salvages). En: Cuatro Cuartetos, (Traducción de José Emilio Pacheco), México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p.28.

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