Teatros de Zaragoza. «Se avecinan buenos tiempos» / Susana Vacas

 
Por Susana Vacas 

 

 

     Sí, debo ser la única que lo ve así, y reconozco cierta alegría idiota en mí al escribir esto pero, ¿qué más nos queda sino ponerle una maldita sonrisa a esta situación? Jopetas, hasta a mí me dan ganicas de decir algún taco.

    Me canso, nos cansamos, me saturo, nos hartamos. ¡Hasta el moño! Tanta crisis, restricción, recorte, ERE, supresión, eliminación, desaparición… La sonrisa me sale ahora: la cultura, en todos sus ámbitos, es lo único que seguro no desaparecerá, por mucho que parezca que lo intentan. Lo harán los cines, los teatros, las librerías, los parques, las bibliotecas… en ello se empeñan, pero seguirá existiendo la cultura, el deseo por leer, por que nos cuenten historias, por verlas o por leerlas, por escucharlas y contarlas.

    ¡No nos callarán!

    En los colegios y en los cines nos van a matar de frío con los recortes de calefacción (menos mal que al gallinero del Principal parecen no haber llegado estos inviernos térmicos) pero seguiremos yendo. Las modernidades tan publicitadas coparán los medios, hermanados y televisados; todo parecerá un nuevo Circo del Sol, pero luego vendrán unos más chiquitos, como el Teatre Imaginaire y su Storm nos dejará con la boquita abierta. Qué lindos sus malabaristas, las y los contorsionistas, los trapecistas, los clown… El espectáculo circense fue espectacular, aunque se podían haber ahorrado la historieta melodramática de por medio y las canciones tipo “operación triunfo”, claro, no todo va a ser perfecto. Nada que envidiar a otros astros del espacio, pero sí que se nos quiten como referente absoluto. No hace falta ser “moderni”.

     Se puede volver a los clásicos (en su amplio sentido espacio-temporal). Un clásico de la literatura, un Cela,  La famillia de Pascual Duarte, una obra dura, una osadía llevarla a escena, un riesgo algo restado por su elenco mayormente televisivo: Miguel Hermoso, Ana Otero, Ángeles Martín, Lola Casamayor, Tomás Gayo, Sergio Pazos y Lorena do Val. También se puede ser televisivo y trabajar bien, ¿no? A las pruebas me remito. La boquita abierta. Todos con tirón de caja tonta pero con gran acierto sobre las tablas. Olé. Así se puede. La escena de la muerte de Pascual nos dejó sin palabras; de nuevo con la boca abierta.

    Menos mal que la cerramos y no dijimos ni mú con El Evangelio según Pilatos de José Sámano. Vaya obra. El historial era prometedor: el autor, Eric-Emmanuel Schmitt, leído y visto en pelis como El señor Ibrahim y las flores del Corán o la más reciente La dama de rosa, sonaba bien; el elenco, Joaquín Kremel o los pedazo de actores José Luis Madariaga y Julia Torres, no pintaba mal. Pero algo, o todo, falló. No pasaban los minutos. Qué miedo. Dijeron que Jesús había resucitado pero a mí no me importó. Seguí viviendo igual.

    Pero sonreí y disfruté y bailé y recordé, evoqué, soñé, reí de nuevo y acabé aplaudiendo a La Barraca del Zurdo de la compañía Laví e Bel, después del éxito de su “maxpremiado” Cabaret Líquido… ¿Se puede ser tan majo, tan entretenido y a la vez tan profundo? Un repaso al siglo XX en horita y media, ¿quién da más?

    Cierto es que los niños me despertaron, como siempre. ¡Qué bien! Volvieron las masas al teatro. La Navidad tocó nuestras puertas y miles de carritos de bebés poblaron el hall. Los titiriteros, incombustibles siempre. El soplaburbujas…qué no se ha dicho ya del veterano Pep Bou –leí que tenía 60 años, uf, ¿ya? Su trayectoria es incontestable y si bufó planetas hace unos años, este diciembre los rebufó también de manera genial. El espíritu de los sueños de Calderón bailó al son de los Arbolé… y se bajó el telón.

   LaMov también había bailado antes osadamente en Servet o la soledad, y además de los tambores de una cofradía, sonaron los aplausos. Aplausos merecidos para un valiente director, unos geniales bailarines, una iluminación, un vestuario… Ojalá esta compañía pueda en un futuro seguir despertando sonidos por donde vaya (actualmente doy por hecho que continúan girando dos espectáculos, milagro).

    Y ojalá también otras compañías de por aquí, tan variopintas y de pintas varias como el Temple o los Indigesto, aunque sea aliándose entre ellos, como parece ser el camino, sea a través de un Dodo y el mismísimo Einstein o los Desnudos en el texto de Joan Casas, incluso los versos de Espronceda o de NerudaRicardo Joven, Mariano Anós (ambos además de actuar dibujan, escriben… algunos incluso ponemos copas, si es que valemos para todo…), los de la Estación, todos los que pasan por el Mercado, los lejanos de Arbolé, los cercanos del Principal, los de los centros culturales, todos, todos, sin excepción los que se dedican a la cultura, sobrevivirán. Por lo menos en mis sueños, estarán siempre presentes, y más que presentes.

    ¡No me falléis! Soñad conmigo…

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