Por Germán Oppelli
Cuando mejor están las cosas entre Charlot y Marna, maldita sea la suerte, aparece Rex, un apuesto equilibrista que, claro, le arrebata al protagonista su enamorada.
Y Charlot se queda como en todas sus películas: solo, compuesto y sin novia. ‘El circo’ se sitúa en una de las épocas de mayor sufrimiento de Chaplin, en pleno proceso de separación de Lita Grey, lo que supuso un sonado proceso por la custodia de los hijos de ambos, Charles y Sidney.
La película fue proyectada en 1928 y retirada de las pantallas unos años más tarde. Fue reestrenada con unos arreglos sonoros del propio Chaplin en 1969, con honores de estreno y un éxito arrollador. ‘El circo’ se filmó en dieciséis imágenes por segundo –al ritmo de la época-. En sus comienzos, Chaplin fue aprendiz de acróbata, trabajó en el circo a los ochos años y llegó, al parecer, a emparejarse con el clow Rabit, quien le inspira el deseo de ser payaso.
Y del Chaplin más circense a los entrañables hermanos Marx. En 1938 se estrena ‘Una tarde en el circo’, la historia del joven Jeff Wilson que invierte sus únicos diez mil dólares en adquirir una carpa de circo ecuestre, cuyo anterior propietario es un sujeto de moral dudosa. Pero ese dinero desaparece del lugar en el que Jeff los guarda y llama al abogado Triquiñuelas (Groucho Marx), todo un “águila de la ley” que se pone manos a la obra y empieza a investigar el caso.
Los continuos fracasos de las gestiones de Triquiñuelas le sugieren a este una solución fácil: pedir diez mil dólares a la tía de Jeff, una viuda riquísima. Se instala, para ello, en el jardín de la millonaria y allí se celebra una fiesta de sociedad. Comienzan los artistas su actuación y las cosas terminan como en un manicomio: el público colgado de los trapecios, las fieras desenjauladas y… ¡otras calamidades por el estilo!
‘Una tarde en el circo’ fue un éxito como todas las películas de los hermanos Marx. En ella, Groucho, Chico y Harpo rinden un sentido homenaje al circo, o sea, el hogar de su pasado.
