Pollerías (mayo)


Por Martín Ballonga

    Un éxito sin igual del Pollo Urbano. Una sección de Martín Ballonga con píldoras, runrunes y comentarios que nos llevaran por pequeñas pistas a caminos de interés. Este mes, nuestras pollerías tienen destacados protagonistas polleros ¿por qué será? Veamos…


  Enrique Bunbury
se retira de los escenarios por problemas de voz. Cuando recientemente canceló algún concierto, se habló de “laringitis aguda”, pero el comunicado definitivo refiere un “mal” para el que se han recibido “diferentes nombres y diagnósticos” que transforma “el deleite” en “una inmensa fuente de dolor y sufrimiento”. Suena como una letra de ‘Héroes del Silencio’. Que a Bunbury le falle la voz es doloroso para sus fans y sitúa a muchos cantantes de rock ante la duda previa de si en serio había que tener voz para dedicarse al oficio.

  “A partir de ahora”, ha dicho Bunbury, “se abre ante mí un sinfín de posibilidades, en las que lo creativo, es decir, componer canciones, grabar discos, pintar y escribir libros de poesía, forman parte de mis objetivos”. Dicho lo cual, Antón Castro se puso en contacto con él. Al parecer, el escritor gallego afincado en Zaragoza va a dejar la poesía, al darse cuenta de que no es lo suyo, y va a probar como cantante, para lo cual necesita los consejos del ídolo zaragozano. ¡Suerte!

  Al ser nombrado presidente del PP, el primero en felicitar a Alberto Núñez Feijóo fue el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, un traidor que fue el primero en defender públicamente a Pablo Casado y, cuando este se quedó sin apoyos, cambió de chaqueta al verlas venir. Ya lo dijo Salomón: el mejor alcalde, Azcón.

  Feijóo se emocionó diciendo cosas bonitas y confusas sobre él mismo y Galicia. Y le saltó en el automático el poema de Rosalía de Castro: “Adiós ríos; adiós fuentes / adiós, arroyos pequeños”. Mientras, el hipocampo comenzaba a lanzarle imágenes de peligro inminente: Moncloa, tertulianos, Miguel Ángel Rodríguez, traidores como Azcón, cosas aterradoras en general…

  ‘Canallas’, la nueva película del director madrileño Daniel Guzmán, mira de frente al clásico ‘Atraco a las tres’, del zaragozano del Gancho José María Forqué, para describir un mundo entre quevediano y valleinclinesco. Recuerden al gran José Luis López Vázquez haciendo la pelota a su bella clienta Karia Loritz con ese inolvidable: “¡Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo!”…

   Así es como entra la zaragozana Vicky Calavia en los despachos oficiales de las subvenciones para conseguir financiación en sus engendros documentales, con los que se va ganando la vida…

  Uno de estos últimos, ‘Elvira de Hidalgo: Donare la divinità’, se ha estrenado recientemente en el cine Maravillas de Teruel. Trata de la soprano turolense del título y maestra de canto de María Callas. La cantante Ana Zurita da vida a la protagonista y canta a piano, con Clara Gil como instrumentista, algunos de sus temas. La Caragria se pone sensual y cantarina a partes iguales. Peligro… ¡reacción en cadena!

  La realizadora (o lo que sea) zaragozana tendría que aprender de Daniel Guzmán, el director de ‘Canallas’ y, anteriormente, ‘A cambio de nada’. A sus personajes siempre los muestra sin filtros, con sus luces y sus sombras, con sus zonas oscuras y entrañables. Ya lo dijo Salomón: para hacer hagiografías mejor me como un melón. La diferencia, pues, entre hacer verdadero cine –salga bien o mal, eso es otra cosa- y hacer melonadas.

  La película de Guzmán habla de tres tipos que no han conseguido dejar las calles donde nacieron, y se devanan los sesos para conseguir dinero fácil a golpe de timos y estafas de bajos vuelos. Y se involucran en un trabajo relacionado, nada menos, que con la dentadura de… ¡Hitler!

  La España de hoy, viene a decirnos el realizador de ‘Canallas’, no es tan distinta a la de anteayer: Berlanga, el cine de los 70, Andrés Pajares y Fernando Esteso

  Susan Sontag, en su ensayo ‘Ante el dolor de los demás’, dejó escrito: “Debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan”. La escritora defendía que las imágenes de sufrimiento real podían ser un arma positiva en manos de aquellos que pudieran hacer algo por aliviarlo o de quienes pudieran aprender de él. E ilustró la portada de ese libro con un aguafuerte de los ‘Desastres de la guerra’ de Goya.

  Dos siglos y miles de conflictos bélicos después de la Guerra de la Independencia (1804-1814) que tanto perturbó a Goya, el relato del artista de Fuendetodos vuelve a asaltarnos desde Ucrania. Resulta fácil reconocer entre los miles de personas atrapadas en plena guerra varias obras del pintor (‘Tampoco’, ‘Para eso habéis nacido’, ‘Yo lo vi’, ‘Las mujeres dan valor’, ‘Ni por esas’), perplejo ante la brutalidad y la monstruosidad de lo que los hombres somos capaces de hacer con otros hombres. Goya capta todos los horrores bélicos pasados, presentes y futuros, y los arroja contra el espectador con la voluntad de que los vea, para que las espantosas escenas de violación, tortura y mutilación le provoquen la misma náusea. Después de Goya ya nadie podía permanecer callado ante el salvajismo, la maldad y la crueldad inherentes a la guerra.

  Nuestra enhorabuena a Carlos Grassa Toro, promotor de la segunda edición del proyecto La Compañía Ilustrada. Exposiciones y talleres de ilustración con obras de, entre otros, Arnal Ballester, Elisa Arguilé o Riki Blanco figuran en un programa con el significativo título de ‘Animal de libro’.

  Y otra enhorabuena para Alicia Fernández, que presentó en el Centro Cívico de las Esquinas (del psiquiátrico, uf) su primer libro, un poemario (de locura existencial, uf) firmado con el seudónimo de Alison Morrell. Los bustos parlantes de David Giménez –editor de Los Libros de la Imperdible- y Paco Bailo amenizaron el acto, junto a los recitados del rapsoda Luis Felipe Alegre y del gran Rodo. Un pequeño volumen que cita a autores como Anacreonte de Teos, Antonio Gamoneda, Marta Valdés, Dulce María Loynaz o Marguerite Yourcenar. Ya saben, Baudelaire no se equivocó…

  Ahora que hemos dicho adiós a las mascarillas, nuestro redactor pollero Antonio Tausiet nos alerta que lo complicado va a ser acordarse de llevar un tapabocas encima por si tienes que coger el transporte público o entrar a una farmacia. Sin ese bozal previsor, el ciudadano puede quedar atrapado en un ‘bug’, una suerte de fallo del sistema y a ver cómo sales de ahí, maldita sea. Consiste el bucle en necesitar una mascarilla para poder acceder al transporte público y en no poder entrar a una farmacia por no disponer de ella. ¡Abajo las caenas!

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