Los últimos recuerdos de la “máquina de guerra”


Por Maria Sarmiento.

    Ahora que el viejo Land Rover 88,  ha desaparecido del quehacer habitual de las tareas del Instituto de Silvicultura Improductiva del Pollo Urbano, revisando papeles (ahora que las tareas están ralentizadas por circunstancias obvias),….

 los técnicos del Instituto, haciendo limpieza,   han   descubierto estas fotografías que  presentamos  a nuestros  lectores y que obedecen a dos intensos momentos vividos por el personal.

    Uno   de ellos  ocurrió la primera vez que el viejo LR se atascó peligrosamente. Cometiendo una clarísima imprudencia Sánchez y  Oscar Saura decidieron continuar arreglando las vallas de la finca denominada “Paguillo”, ´que habían comenzado semanas pasadas.  La semana anterior  hubo grandes temporales de lluvia en el pueblo  y los campos estaban atiborrados de agua. Sin hacer calculo alguno y confiando en las capacidades del vehículo fueron acercándose al poste de la valla que había que sustituir.

  Pero antes de llegar y al hacer un giro fuera del “camino” que normalmente se usa  para atravesar la finca y que habitualmente está más apelmazado, las ruedas comenzaron a hundirse en el barro tanto, que los bajos del LR llegaron a tocar con el suelo con lo cual cualquier maniobra de tracción estaba condenada al fracaso.

   Pero lejos de amilanarse, los protagonistas buscaron piedras y ramas que introdujeron  en los rodales y menos mal que había en dirección de la posible salida una estaca de la valla perfectamente clavada a la que se le rodeo el gancho del  cabestrante portátil que tan buenos servicios ha prestado. Efectivamente, poniendo las cortas, en primera y con las ruedas al par, el LR salió victorioso de la trampa en la que le habían metido los imprudentes reparadores. Una aventura más del glorioso LR.

Su último viaje:

   El siguiente suceso ocurrió estando en  la chopera del ISSIPU, cuando  el motor comenzó a petardear al intentar recoger unos troncos que previamente se habían cortado.

 El sonido era rarísimo y asustado, Sánchez decidió  llevar el LR a su nuevo garaje para que posteriormente lo viera Joaquín, el gran mecánico de  Camparañón (Soria). Y a trancas y barrancas llegó. Días más tarde se intentó usarlo pero se había quedado sin batería. Se le sacó para poder levantar el capó y maniobrar con comodidad en los bornes de  la misma  sujetando  al Mercedes 300 el eficiente cabestrante eléctrico.

    Pero fue imposible arrancarlo. A mano se volvió a guardar y semanas  después, Joaquín, el mecánico de Camparañón certificó su definitiva defunción. Fue sin duda su último pequeño y corto viaje.