Mis recuerdos del Sáhara ocupado


Por Mashall

    En estos días en que el conflicto del Sáhara Occidental vuelve a estar en la palestra, para mal, como casi siempre, son muchos los recuerdos que me vienen. Este será un relato subjetivo, pero algo es algo …

…entre el atronador silencio que rodea a la situación del Sáhara ocupado.

Empezaré por el final, en mi viaje en bus de vuelta hacia Marrakech. Por la conversación en mi precario francés con un colegial, que hizo una defensa de nacionalismo marroquí y de la pertenencia del Sáhara. Todo esto con escasos 12 años.

     Para el marroquí de a pie no hay cuestionamiento posible: el Sáhara es de Marruecos y sus habitantes  bandas de nómadas irrelevantes. Una paradoja en un país en que la mayoría de la población desciende de tribus nómadas.

 

      Tampoco es ninguna novedad para mí. En mis visitas a Marruecos rara vez he encontrado ni un atisbo de la mínima crítica a la realidad existente, con la excepción de una charla bastante productiva con un profesor en la remota Boumalne Dadés en que hablamos directamente de problemas tan reales como el analfabetismo.

 

     Llegar a el Aaiún, capital del Sáhara ocupado, te da clara idea de que algo no es normal allí. En una ciudad relativamente pequeña ves militares y policías casi en cada esquina. Eso los que se ven, porque la policía secreta está por todas partes y, de vez en cuando, se hacen sentir. Que te hagan una serie de preguntas incómodas una pareja de jóvenes elegantes en un castellano perfecto resulta chocante. 

      Un turista llama la atención. No es un destino frecuente y los únicos no africanos que se dejan ver por allí suelen ser miembros de la misión de la ONU en el Sáhara (Minurso) que se suelen alojar en los mejores hoteles y se pasean con sus flamantes 4×4. Lo mismo es válido para Dajla, la ciudad más al Sur del Sáhara y muy cerca ya de Mauritania. 

 

     Por aquel entonces aún había quien se aventuraba en un recorrido hacia el Sur, cruzando a Mauritania y aún más allá. Ahora mismo la ruta es muy peligrosa y, con la pandemia, directamente intransitable.

     Al poco de salir de el Aaiún se llega al puerto de la ciudad y un poco más allá el pantalán que se adentra tres kilómetros en el mar en el que termina la gigantesca cinta de transporte de los fosfatos de Fos-Boucraa.

 

 

       Cien kilómetros de cinta desde la explotación en el interior del desierto, un negocio redondo del que saca tajada directamente la monarquía alauita y uno de los motivos por los que la tiranía marroquí siempre estuvo tan interesada en ese territorio. Toneladas de fosfatos que suponen millones de euros anuales.

     La costa hasta Boujdour, ciudad creada en torno a la antigua base española de Cabo Bojador, es quebrada, llena de acantilados que dan a un Atlántico en el que solo encuentras pequeños asentamientos de pescadores y algunos pastores nómadas.

 

  Los rebaños de camellos son una constante todo el camino. Se comen, son un medio de transporte y se exportan para que los turistas hagan el guiri en las Canarias. 

     En cuanto a Boujdour llama la atención cuánta población negra y cuántos militares. Lógico, pues es el último punto de aprovisionamiento para miles de subsaharianos dispuestos a dar el salto a una precaria embarcación y al sueño europeo. 

 

      Con mirar un mapa es fácil ver lo cerca que están las islas Canarias. Toda la costa hacia el Norte es zona de cayucos. Una costa que es imposible de controlar en su totalidad y desde donde salen las frágiles embarcaciones con destino a territorio de la UE… o a la muerte. No hay más que ver las impresionantes olas atlánticas como para ser consciente de la magnitud del riesgo.

    El calor aprieta, acaba de empezar el verano. Los mercados descansan a mediodía y siguen hasta altas horas de la noche. Se escuchan lenguas de esas de las que en Europa no sabemos ni el nombre.

    De tiempos del colonialismo el faro y, una constante en toda la costa: las instalaciones militares. Abandonadas o en uso. El control de la costa ahí está y la Gendarmería también. 

    El paisaje no cambia cuando te diriges hacia el Sur pero se hace más evidente la industria pesquera. 

    Aquí y allá aparecen campamentos y pequeños puertos. Rincones de precariedad e infravivienda. Conversaciones y té. El rito del té me ha seguido todo el camino.

     Hablo en castellano. Quien más quien menos ha buscado trabajo sobre todo en Andalucía. Pero también en Galicia o Euskalherria. 

    En un paso estoy en Dajla.  Las playas que reciben al recién llegado son idílicas pero no tienen turistas. Algún friki haciendo kitesurf y poco más. Más instalaciones abandonadas de la colonia y nuevos barrios en construcción.

   Es otra constante. Se ven barriadas y pueblos enteros en construcción durante todo el recorrido. La ocupación marroquí lo es también a base de ladrillos, aunque la carretera sea de segunda y la comunicación con muchos lugares sea una simple pista de tierra.

   Dajla es una ciudad de mar, tranquila, bonita y con cafés y restaurantes. Allá va parte de la clase acomodada marroquí que se lo puede permitir. Hay muchos militares también, entre otras varios barcos de guerra.

 

Pero también es una ciudad de naves industriales y barcos que transportan el pescado que se esquilma en las aguas saharauis. No es nada secreto. Están al lado de la ciudad y son fáciles de ver.

Vuelvo al bus del principio. Retorno a Marrakech y recuerdo las conversaciones con las personas que han viajado allí a posteriori. Si algo ha cambiado ha sido para peor. De hecho alguna de esas personas volvieron deportadas por el régimen marroquí. No son bienvenidos los testigos incómodos. Menos aún tras los disturbios de Gdeim Izik en 2010.

     El Sáhara es más hermético, es un tema de segunda en las noticias salvo cuando sucede algo especialmente grave. Hace tiempo que ningún conocido recala por allí y no espero que lo hagan pronto.

    En estos días ha sido noticia, sí. Pero luego nos olvidaremos. Poca gente pisa esa tierra herida, mejor no hablar de ella.

   Ojalá pueda volver pronto. Seguro que tendré algo que contar.

El blog del autor: http://yosiplauma.blogspot.com/2021/

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