Coron,  Filipinas. Un cementerio en el fondo y un paraíso en la superficie


Por Marta Notivol

     Mi último destino me ha dejado un recuerdo  inolvidable. El objetivo era Coron, Filipinas. Es reputado por el buceo, y aunque tiene bellos fondos, lo más significativo son los pecios.

Marta Notivol, nuestra Corresponsal en Marruecos y en este caso impenitente viajera y buceadora en Filipinas

   En 1944, en plena guerra, una flota japonesa se refugió en Coron,  después de un ataque en Manila, pero tras ser descubierto el escondite, la aviación de Estados Unidos envió al fondo del mar 15 buques en 15 minutos. Un año después filipinas fue liberada de Japón. Este episodio del periodo de la ocupación japonesa, que fue uno de los más negros de la historia reciente del país, se ha convertido en los últimos años en una enorme atracción turística gracias al buceo.

     Coron es una isla al norte de la provincia de Palawan, junto a El Nido. El paisaje de la provincia de Palawan y concretamente la isla de Coron, en una maravilla de la naturaleza, y cuya belleza merece en sí misma la visita. Rocas con exuberante vegetación surgen del mar de manera imponente y bella. Contrastan sin embargo algunas  zonas, donde las colinas están totalmente desiertas. Y es la tierra naranja la que surge del mar. Parece que este fenómeno se debe al exceso de magnesio en la tierra.

     Estos islotes deshabitados, poseen multitud de pequeñas playas perdidas donde se puede disfrutar de una verdadera jornada Robinson  Crusoe.

     Busuanga es la isla donde se habita, su ciudad principal se llama Coron y la isla Coron se sitúa en frente de esta.  Lagos de agua dulce y cristalina se encuentran dentro de la isla como Kayangan.  Alrededor de ella, encontramos varias lagunas abierta al mar. La laguna azul, las lagunas gemelas y la laguna verde. Aquí se puede disfrutar de buceo de superficie con tubo o snorkeling.  Esta última laguna, resulta especial, mientras nadas sientes corrientes calientes y frías en constante cambio. Contemplas los fondos y una corriente convierte tu visión en borrosa y segundos después cristalina. Las corrientes de agua dulce que manan de la montaña forman estos contrastes.

     Afortunadamente, los habitantes de la zona, han mantenido el derecho a gestionar sus tierras y  han sabido organizarse, protegerla y sacar partido.  Todas y cada una de esas playas se pueden disfrutar bajo pago de una cuota simbólica (de 2 a 5 €), que aunque no sé muy bien como revierte en la zona, si que se ven algunas pequeñas techumbres para descasar y comer o muros de piedra que contienen terreno, o caminos que ascienden a la montaña.

     No creo que merezca la pena extenderme en la descripción de estos parajes. Las fotografías dan cuenta de ello.

    Sin embargo, el buceo por los muchos barcos de la flota, te provocan sensaciones extrañas. Ver cómo descansan en el mar barcos utilizados para la guerra, donde seguramente perecieron muchos, y cuyos instrumentos hicieron perecer a otros, es para mí como profanar una tumba. Me sobrecoge contemplarlos y me hacen sentir un poco usurpadora de su intimidad.

    Pero en realidad, objetos de nuestro cruel mundo se transforman por circunstancias fortuitas en un arrecife artificial en el que con el paso de los años la naturaleza hace su trabajo como expresando su paciencia y espera para que todo vuelva a su lugar. Me gustaría creer que la naturaleza puede con nuestras catástrofes, pero creo que somos capaces de crear más desastres de los que ella es capaz de reconvertir.

    Y sin embargo es bello y emocionante estar allí. Corales, anémonas, esponjas, ceriantos, gorgonas y crinoideas han tomado el terreno y múltiples especies de peces y organismos vienen también a poblar también bajo el refugio de sus chatarras.

    Otro aspecto interesante del lugar es la forma de vivir de sus gentes. En Coron, al igual que en el resto de Filipinas, los años de ocupación española quedan muy, muy lejos. El inglés es el idioma utilizado para el turismo y el tagalo su lengua . Sin embargo me gusta leer de vez en cuando palabras españolas que han quedado ancladas en aspectos culinarios principalmente. Los nombres de los restaurantes son a veces familiares: la tasca, El lechon,  Tapas y las cartas llenas de recetas conocidas: gambas al pil pil, chilindrón, pollo adobo, arroz caldo, el puchero, la caldereta que es de carbra. Muchas palabras han quedado en uso, como utensilios de comida, prendas de vestir y expresiones de tiempo.

      En varias ocasiones escuché a los marinos arrancar el motor del barco, con sistema de correa, en grupo para que el tirón fuese más fuerte al ritmo y a coro de: UNO, DOS, TRES, a modo de ritual en el caso de que  la primera veces no hubiese funcionado el tirón de turno.

   Sus gentes son tranquilas, ni muy orgullosas, ni  lo contrario. Se diría en paz con ellos mismos. Eso siempre que no conduzcan un “isocarro” con los que nos llevan de un lado a otro. Es increíble como podemos meternos 7 personas más el conductor en uno de esos carromatos. Pero más increíble aún es cómo consigue subir la cuesta de la calle y mantenerse en ella hasta que el atasco de decenas de otros armatostes como el nuestro,  pasan primero. Yo pensaba que con 4 personas detrás lo más lógico era que volcásemos hacia atrás, pero en fin, no sucedió. La mayoría de estos transportes son motocicletas a las que de forma artesanal le han añadido la estructura a la derecha para llevar a 6 personas cual moto sidecar. Artesanal también los sistemas de música con altavoces y tablets incluidas.  Este ingenio y autosuficiencia mecánica está totalmente perdido en nuestro entorno, y se adapta tanto a las necesidades como al medio. En estos países tan poblados han tenido que resolver el problema del transporte humano de otra forma a la nuestra, que habría sido inviable. Una vez más la adaptación es un valor humano importante

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