Levando anclas coloradas


Por José Joaquín Beeme

      Paulino Viota nos lo despiezaba en Valladolid, encontrando siempre nuevos significados tras largos años hurgando en su sala de máquinas, de manera que el Potemkin se nos quedó a fuego en la antecámara cinéfila.

     Como Berriatúa con Faust o Nosferatu, así la revuelta del acorazado anclado en el puerto de Odessa y resistiendo a la tiranía zarista en 1905 se nos dejó querer plano a plano, corte a corte, símbolo encadenado en alegoría. Propuesto por la Cinemateca de Bolonia en su línea de clásicos recuperados, esta edición, que gana metraje e intertítulos y por tanto fidelidad al original (más filológicamente alemán que soviético), añade una carta de amor del propio Eisenstein a su criatura («análogamente a como haces conocer a los jóvenes creadores la técnica del proceso creativo, tus secuencias están consagradas a enseñar la técnica de la insurrección armada»), ingenuos noticiarios Pathé con cosacos de pacotilla, un recorrido por su azarosa historia de censuras, mutilaciones y prohibiciones (se tenía, en América y en Europa, por violenta propaganda comunista contra el orden público y la moral del ejército), una entrevista al experto Naum Kleiman (que subraya cómo la fraternidad, tercera consigna de la tríada revolucionaria, lubrifica en sentido cristiano una maquinaria fílmica programáticamente laica) y dos opciones de sonorización: la potente partitura de Meisel y, para quienes prefieran un aggiornamento ruidista, el registro del estudio Edison. En un contexto de citas y relecturas (Bertolucci, Scola, Allen, De Palma, Marker, Coppola, Tarantino…), viene incluso a desarmar la famosa salida del desastrado contable Fantozzi (mítica invención de Paolo Villaggio que deja en cueros vicios y torpezas del italiano medio), que en el cine de empresa y después de agotadoras proyecciones de asistencia forzada, grita «¡El acorazado Potemkin es una mierda endiablada!»: parodia de los cineclubes militantes de los años de plomo, acaba siendo un homenaje a la escena-madre de la escalinata. «Armamento espiritual para el proletariado», así lo quiso el padre del montaje dialéctico, hoy no se sabe qué sea ni lo uno ni lo otro, pero a los amantes fieles de la imagen-movimiento y sus múltiples sentidos continúa dándonos munición para rato: ya advirtió Desnos que esta película había levado anclas para siempre.

Fuente: https://blunotes.blogspot.com/2018/09/levando-anclas-coloradas.html

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