Rosario del Olmo estuvo allí


Por Esmeralda Royo

    El madrileño “Café de Las Salesas” era el tìpico establecimiento que ya existía en muchas ciudades españolas en el s.XIX.  Arañas en el techo, espejos para dar amplitud al espacio, divanes  granates que rodeaban todo el perimetro y mesas de marmol con patas de hierro forjado. Dada su cercanía al Palacio de Justicia eran asiduos abogados, procuradores y la consiguiente presencia de periodistas y fotógrafos para informar de las noticias sobre tribunales.

   Por supuesto también había una tertulia: “Los Salesianos”, ruidosa y acalorada.  Su lema fundacional había sido: “Jamás se riñe, sólo se discute sin violencia” pero como eran habituales los insultos y en más de una ocasión se llegó a las manos, paso a ser sustituido por el más realista: “No atacar, pero sí defenderse”. 

     El 8 de diciembre de 1933 el fotógrafo Alfonso Sanchez fue testigo de la entrevista que la periodista Rosario del Olmo le realizó a Antonio Machado. En la fotografía aparecen tres figuras:  Braulio, el camarero, reflejado en el espejo; el poeta (que parece un anciano a los 58 años aunque su expresión, como siempre, es la de un hombre amable) con sombrero, traje oscuro y las manos apoyadas en la empuñadura de su bastón y la sonriente Rosario del Olmo.  Esta imagen de Machado será una de las más reproducidas en el futuro mientras que la de Del Olmo se recortó deliberadamente para que no apareciera.

     En la entrevista, titulada “Deberes del arte en el momento actual”, Rosario del Olmo sólo le hace al poeta dos preguntas.  No hacen falta más porque Machado se explaya con total libertad sobre el momento polìtico y cultural de España y Rosario Del Olmo, como buena periodista, le deja hablar.  Es más, sabedor, porque no era un secreto, de la ideología de la periodista, le hace un guiño afirmando: “Estoy de acuerdo con el comunismo entendiéndolo como comunión de los hombres”.

     Ellos no lo sabían pero 3 años más tarde y en plena guerra se volverían a encontrar en la Alianza de Intelectuales Antifascistas y el Socorro Rojo.

     Nacida en Madrid en 1901, Rosario del Olmo vivió todo el siglo XX.  Trabajó en el teatro junto a su hermana, la actriz Angelita Del Olmo, en la compañía  de Matilde Romero, pero pronto se da cuenta de que sus intereses artísticos son otros y comienza a escribir relatos y cuentos, destinados al público femenino, publicados en La Esfera, Blanco y Negro y Nuevo Mundo.

      Una vez aprendido el oficio y conocida en la profesión, se hace cargo de las páginas de sucesos en Heraldo de Madrid y con 30 años da el salto a la prensa diaria en “La Libertad” donde se ocupa de política internacional.  Sus reportajes sobre el ascenso del nazismo en Alemania serán los más leídos del periódico.

    Para que nos demos cuenta de la importancia de Rosario del Olmo, que hace mucho más inexplicable su borrado de la historia del periodismo, baste decir que durante la guerra se convirtió en Jefa de la Oficina de Prensa Extranjera en el Ministerio de Estado (encargado de la diplomacia y relaciones internacionales), coordinando el trabajo de los periodistas extranjeros que cubrían el conflicto. Eso le permitió tener relación constante, entre otros, con Indro Montanelli, Robert Capa (pseudónimo de Gerda Taro y Endré Friedmann), Ernest Hemingway, Martha Gellhorn, Jay Allen (testigo de la matanza de Badajoz), George Steer (autor de las crónicas sobre el bombardeo de Gernika y que identificó el origen alemán del ataque) y la noruega Gerda Grepp, que informó sobre la masacre de la carretera entre Málaga y Almería (“la huía” o “desbandá”). Para todos ellos la guerra española  supuso una época dorada en la profesión y su experiencia los marcó para siempre.

    Además de colaborar con Rosa Chacel y Dolores Ibárruri, en 1937 forma parte de la delegación española del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura junto a María Teresa  León, María Zambrano y Margarita Nelken.  Con este motivo edita “La Crónica General de la Guerra Civil” y escribe “Mujeres en la lucha, desde la línea de fuego a la retaguardia activa”, homenaje a todas las mujeres: voluntarias, luchadoras en el frente, trabajadoras en hospitales y las que solas bajo los bombardeos cuidaban de sus familias.  

     Se desconoce el motivo por el cual, perdida para ella la guerra, no eligió el exilio como sí ocurrió en su círculo más cercano, para seguir trabajando en libertad fuera de España. Ya fuera porque no le dio tiempo y fue detenida antes o porque simplemente decidió quedarse, ella sabía el destino que le esperaba: la muerte o la cárcel. Condenada a 12 años de prisión, ingresó en la Cárcel de Mujeres de Ventas (inaugurada en 1933 por Victoria Kent para dignificar a las reclusas de cara a su reinserción), convertida tras la guerra en un “almacén” donde llegaron a hacinarse hasta 4.000  mujeres, muchas de ellas con sus hijos. Algunos de estos niños fueron entregados en adopción y otros no sobrevivieron a las condiciones de la cárcel.

      Tras salir en libertad no pudo volver a ejercer el periodismo al tener expediente abierto en el Ministerio de la Gobernación, haber pertenecido a la Alianza de Intelectuales Antifascistas y “auxiliar a  la rebelión”. A partir de entonces, el silencio y la cancelación.  Le perdonaron la vida a cambió de borrar su existencia. 

     Perteneció junto a Carmen de Burgos, Josefina Carabias, Magda Donato o Luisa Carnés, entre otras, a la Edad de Plata de la producción escrita y periodística.

    A pesar de sobrevivir 25 años al dictador, había fallecido para los españoles mucho antes y la “modélica transición” española, miedosa ante los mismos que la condenaron y silenciaron, no quiso reivindicar su figura. 

   Ella estuvo en el “Café de Las Salesas” pero nadie lo supo hasta pasados 80 años en que la fotografía está completa: Antonio Machado acompañado por Rosario Del Olmo con el camarero Braulio reflejado en el espejo.  Tal y como ocurrió el 8 de diciembre de 1933.

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