OPERAMÍA: El Wagner luminoso de Sellars y Viola, o la suprema emoción de una experiencia mística.

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Por Miguel Ángel Yusta

      Tristán e Isolda Fue compuesta entre 1857 y 1859 y se estrenó en Munich el 10 de junio de 1865. Wagner aborda esta obra  y transforma el sentido de la armonía, constituyendo un punto de partida de una nueva concepción musical.

TRISTÁN E ISOLDA

Autor: Wagner. / Director musical: Marc Piollet. / Director de escena: Peter Sellars. / Videoartista: Bill Viola. / Reparto: Robert Dean Smith, Violeta Urmana, Franz-Josef Selig, Ekaterina Gubanova   nova, Jukka Rasilainen. / Orquesta y Coro titulares. / Teatro Real, 19 de enero 2014.

     Wilhelm Richard Wagner nació el 22 de mayode 1813 en Leipzig. Murió en Venecia en 1883. Es conveniente repasar (Wikipedia, por ejemplo) sus enormes y agitadas vida y obra, para ubicar y comprender mejor a este genio absoluto de la música.

      Tristán e Isolda Fue compuesta entre 1857 y 1859 y se estrenó en Munich el 10 de junio de 1865. Wagner aborda esta obra  y transforma el sentido de la armonía, constituyendo un punto de partida de una nueva concepción musical. Una realidad musical en la que el continuo flujo subyuga al espectador y lo tranporta hasta lo sublime.

      Asistí a la función del día 19 de enero. Una producción sorprendente de Peter Sellars y Bill Viola, ya estrenada en París hace aproximadamente diez años y que, a mi juicio, no ha envejecido, sino todo lo contrario: está vigente su mensaje y su frescura y se comprende cada vez mejor, pues estamos progresivamente inmersos en el medio audiovisual. La economía escénica, del gesto, de “teatralidad” en suma, desnuda en toda su belleza la impresionante partitura y la imagen proyectada subraya -no solapa- la música fluyente que nos anega.

      Junto a esto, la estratégica colocación por la sala de voces, instrumentos y efectos luminotecnicos que, en los momentos clave, “ensanchan” la escena y nos sumergen en un mundo de sensaciones visuales y auditivas es sencillamente sorprendente. Dignos de destacarse son la llegada por el patio del rey Market al final del primer acto, o las actuaciones desde los palcos y el “paraíso” de solistas, instrumentistas y coro, implicando todo el espacio de la sala en la acción escénica.

      Violeta Urmana vistió una excelente Isolda, con generosidad vocal y brío muy “germánico”. Es Urmana una excelente y segura intérprete que se llevó las ovaciones de la noche y acabó con un “Liebestod” de cara al público, económico el gesto, sobrio y penetrante. Muy distinta tal vez su versión de la de otra imprescindible, Waltraud Meier, con otros matices, pero para gustos están los colores y en cada intérprete está, precisamente, crear los matices propios del personaje. Excelente esa noche Violeta Urmana.

     Robert Dean Smith es un contrastado tenor wagneriano que interpretó un Tristán que, con algún altibajo en el volumen, llegó  a un final lleno de brillantez y fuerza. En su favor hay que decir también que tiene que superar una tal vez excesiva barrera orquestal y que su papel es un auténtico “tour de force” agotador.

     Franz-Josef Selig, el rey Marke, magnífico vocalmente aunque la producción de haga economizar el gesto hasta la absoluta sobriedad. En cuanto al resto del reparto, apasionado e impetuoso el  Kurnewal de Jukka Rasilainen, arrojado el Melot de Nabil Suliman y muy convincente la Brangäne de Ekaterina Gubanova…

     La Orquesta del Real, dirigida por Marc Piollet, pecó a veces de excesiva “vehemencia” , pasándose de volumen, aunque con una interpretación rigurosa y ajustada casi siempre.

     Una obra, en suma, un “Drama escénico” basado en la leyenda de origen céltico, para dejarse llevar, para meditarla mucho tiempo después de contemplada y admirar el genio imperecedero de quien la creó, innovando el sentido de la armonía y abriendo la música a la modernidad.

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