De Herat al Ara (Capitulo II)


Por Gonzalo del Campo

      El título que recoge estos poemas y artículos “De Herat al Ara”, son una mezcla de realidad y ficción. Abarca un periodo de más de quince años. Aunque el eje vertebrador de esta selección esté cercano a la guerra o los conflictos, abarca también otros muchos  temas.

    Desde el año 2003, en un programa de radio llamado “La Máquina de Escribir” que, a día de hoy, se sigue emitiendo en Radio Sobrarbe, he ido desgranando estas reflexiones sobre asuntos que he considerado de interés o relevantes para escribir sobre ellos. Aunque puede parecer un cajón desastre en su temática, hay  un hilo conductor, que consiste en el punto de vista crítico que adoptan la mayor parte de los textos. Herat representa la parte más cercana a esa guerra permanente en la estamos inmersos desde hace mucho tiempo. Ara es el nombre del último río virgen del Pirineo, que tantas veces he paseado y disfrutado. En lo referente  a los textos sobre la guerra, que aquí se presentan, abarcan desde un año antes de la Guerra de Irak. Aparecen otros artículos relacionados con la Iglesia, los viajes, la literatura…

    Espero que puestos en el contexto en que fueron concebidos y escritos, puedan resultar de interés a los posibles lectores.

 Rivalidades a gran escala

    La rivalidad más ancestral entre los hombres nació, tal vez, de la necesidad. La falta de comida y tener que disputársela a otros, el deseo de poseer territorios fértiles o el agua de una fuente.

   Estas rivalidades se solventaban en muchas ocasiones a mamporrazos, aunque también acababan por alumbrar leyes o acuerdos para alcanzar la equidad entre los litigantes.

   Los pueblos nómadas y pastores siempre rivalizaron con los sedentarios y agricultores.

    Entre historia y ficción, aqueos y troyanos rivalizaron, armas en mano, hasta que Troya acabó destruida, igual que tiempo antes y como después le ocurriría.

    La gran Persia encontró un rival a su medida, tras querer destruir Grecia en las llamadas Guerras Médicas. Alejandro le devolvió la visita, años más tarde, para hacerse con sus vastas provincias hasta el río Oxus.

    Roma y Cartago fueron los más fieros rivales en el Mediterráneo y no cejaron en la lucha hasta que uno aniquiló al otro, destruyendo el corazón de su imperio.

    La gran China levantó una muralla  gigantesca a prueba de rivales, que no sirvió gran cosa cuando los mongoles se extendieron por Asia igual que un tsunami incontrolable.

    Judíos y musulmanes se convirtieron en rivales irreconciliables de una España cristiana y guerrera, que acabaría por expulsarlos con cajas destempladas. Esa misma España guerrera, la de los Tercios de Flandes, convirtió a los holandeses en mortales enemigos con la ocupación de su país a sangre y fuego.

    La conquista de América creo una rivalidad mortal entre conquistadores e indígenas, que acabaría por convertirse en un gran genocidio. Parte de él se llevó al cine en la recreación de la lucha entre los indios de Norteamérica y los vaqueros.

     Las grandes rivalidades del último siglo han sido los de la guerra fría, que hoy parece resurgir, entre Rusia y Estados Unidos, que de paso salpicó hasta hoy a Cuba. Fue sustituida por  la del terrorismo islámico contra los países que apoyaron la guerra de Irak o tienen tropas allí y en Afganistán.

    En el horizonte muchos ven a China como el próximo gran rival y no solo en lo económico de otras grandes potencias.

 

TOQUE DE QUEDA

   Me ha pillado la noche. Yo sé que no tiene alma, ni un corazón que lata diferente por la ausencia de luz.

    Cualquiera en mi lugar, y en otro sitio, la buscaría para no tropezar, e iría hacia ella para poder refugiarse en su cálido aliento. Yo agradezco las sombras y permanezco inmóvil como un animalillo de la selva, lejos de su madriguera. Siento pasar las fieras, que revientan cerrojos y postigos. Oigo el seco chasquido de sus garras de acero disparando a las sombras que se mueven.

   Permanezco despierto pero muerto cuando los reflectores barren la manzana en busca de viandantes rezagados. Si alguno echa a correr está perdido. Las bestias no preguntan y olfatean su presa en movimiento. No dudan ni un instante que sea el enemigo.

    Es poca la distancia hasta mi casa, pero es la larga noche de los depredadores. Ejército, milicias, terroristas; de cualquiera de ellos puede venir la bala que nos mate.

   Me sorprendió la noche por robar un beso. El primero de ella, el más sabroso de mis dieciséis años.

   Si espero el alba, si la deseo tanto, no es solo por vencer el miedo y ver la luz de un nuevo día, sino por sentir de nuevo el roce de sus labios en los míos y la luz de sus ojos.

   Sin ella, el día se hace tan opaco como esta ceguera en que acecho los ruidos de la muerte, paseando a la luz de las estrellas.

La gran excusa

 

Se escuda

tras una niebla roja

de sangre

 

     Estamos acostumbrados a las pequeñas excusas, para no acudir a una cita o a una invitación no deseada. Pero las excusas que se utilizan para involucrar a todo el mundo en una guerra, más que excusas son grandes trampas en las que nos sumergimos los humanos, sin medir las consecuencias.

   Hablo, naturalmente de la guerra de Irak, precedida por la de Afganistán.

   Ni en uno, ni en otro caso, las excusas para la invasión, han visto su objetivo cumplido.

   Ni se ha encontrado a Bin Laden, ni las armas de destrucción masiva.

    Mientras tanto, éstas han actuado, dirigidas desde aviones americanos, provocando cifras de muertos difíciles de precisar. El uranio empobrecido ha quedado emporcando los suelos de la antigua Mesopotamia, el país regado por dos grandes ríos, el Tigris y el Eúfrates.

   ¿Cómo se juega ahora lo que en el siglo XIX llamaron “El Gran Juego”?

   Es difícil ponerse en la piel de los habitantes integrados en las fronteras de Irak.

    Habría que hacer un esfuerzo de comprensión, repasando la historia humana.

    Un elefante en una cacharrería no puede moverse sin que peligre todo el género a su alrededor. Pero el símil del elefante se queda corto, pues se trata de vidas humanas, a las que se desconcierta y se humilla, con una invasión que tiene como excusa algo inexistente, al menos hasta entonces, en el suelo irakí.

    Hace tiempo que Bush y su camarilla especulan con nuevos objetivos, entre ellos Irán.

    ¿Cómo se puede querer seguir jugando con fuego en vez de diálogo.

    ¿Se trata de seguir fomentando el error y el horror o alguna vez puede haber más cordura en lo que respecta a nuestra presencia como especie en la tierra?

 

ANIVERSARIO

 

 

Ahora se cumplen cinco años

del comienzo de la guerra,

cuando la gente salió

a la calle, contra ella.

 

Todo estaba ya prescrito

al final de aquel invierno,

la suerte ya estaba echada

aunque no hubiera consenso.

 

No se encontraron las armas

compradas en occidente

y empleadas por Sadam

en acabar con su gente.

 

Una mañana de marzo

sobre el cielo de Bagdad

cayeron cientos de bombas

destruyendo sin piedad.

 

Lanzados a la contienda,

con el miedo por bandera,

de nuevo votan a Bush

los votantes de su tierra.

Guantánamo no es bastante,

Irak se desangra entera,

cuando ya el tirano cuelga

al extremo de una cuerda.

Abu Graib se destapa

igual que una pesadilla

en que al hombre se degrada

y hasta el extremo se humilla.

 

 

Parece poco un conflicto

al sheriff y presidente.

Ladrando como una fiera.

a Irán enseña los dientes.

 

Más allá de Afganistán,

país que sigue ocupado

tras la huida talibán,

cuenta con un aliado.

Pasa por alto que sea

un presidente golpista

en un país nuclear.

Garantía antiterrorista

es su mejor credencial

cuando en las altas montañas

de la nación que gobierna

se esconde el mulá Omar.

 

 

Ahora que sus paisanos

votando ya le han botado

no sabemos que dirán

del amigo americano.

 

Me temo que en este tema,

Después que se vaya Georges

Dará igual Clinton que Obama,

Mc Cain sería peor.

 

Mas ¿Cómo salir airosos

si ya los muertos civiles,

kurdos, chiitas, sunís

son varios cientos de miles?

 

Hace falta un buen bombero

que quiera apagar el fuego

que su colega encendió

guiado por la ambición.

 

¿Quien le pondrá el cascabel

a fiera tan desbocada?

¿Cómo acabar de una vez

con la espiral de venganzas?

 

Solo está clara una cosa

que no ha de ser por las armas

y que quien la comenzó

debería terminarla.

(2008)

 El gran juego

    Hace ya mucho tiempo que el sol nos alumbra y nos da calor. Lo conocen bien los touaregs y los hombres del Sahel. También los duros habitantes de las altiplanicies asiáticas o americanas. Lo llevan grabado en la tez, que se va arrugando como las manzanas, al calor y el frío de la intemperie.

   ¿Cuántos de los pueblos arrinconados están ausentes?

   Más de uno y más de ciento, si nos paramos a pensar un poco. El abrir caminos al conocimiento y la posesión se convirtió en una competición para los países en liza.

   Leía hoy lo del cambio climático en Rusia y el efecto que causa en los osos y en los erizos, sobre todo.

   ¿Un juguete la tierra para seguir jugando con él de la manera en que lo hacemos?

   Inglaterra se hizo con “la Joya de la Corona” y la reina Victoria se convirtió en emperatriz.

   Ella, como un negociante británico más, tenía participación en el negocio del opio.

   La adormidera se cultivaba en India y luego se exportaba. A pesar de las protestas de los chinos, el sagrado mercado libre invadió China con esta droga, a la que se consideraba un objeto más de compraventa, tan inofensiva y tan legal como el comercio de armas.

   Entonces, como hoy ocurre con los Estados Unidos, nadie discutía la supremacía de Inglaterra y no solo callaron, sino que aprovecharon la ocasión para hacerse con algún cado de aquel gran mercado.

   Hoy la historia se repite, pero los actores, aunque son los mismos, han intercambiado sus papeles estelares.

EL ENTE

    Todos hemos oído alguna vez nombrar a la televisión pública como el ente, de ahí el título de este breve escrito.

    Comienzo por rastrear la palabra ente y encuentro en el diccionario: “lo que es, existe o puede existir”

    Me digo:

-La televisión no solo puede existir sino que existe y es, al menos, en la vida de los llamados occidentales y cada vez más en el resto del mundo. 

   Su razón de ser se mide por las audiencias que son, existen o pueden existir en el baile de la competencia, cada vez más uniforme en lo referente a la basurilla que se exhibe.

    Se ha logrado en los últimos años que nos miremos el ombligo, a través de la exhibición  de pequeñas miserias, sometidas a la vigilancia constante de los espectadores que, además de ver los programas, acuden a ellos como a una tela de araña, dispuestos a  contar lo que sea con tal de aparecer en la pantalla unos minutos.

    Leo también una segunda acepción que significa: “sujeto ridículo y extravagante” 

    Pienso en Urdaci, el ente dentro del ente.

     Intentando sostenerlo como un atlas, hasta que las mentiras y los desaires, además del servilismo más perruno, destilan por sus espaldas y dejan ver los costurones de las falacias, las verdades a medias, las omisiones, las descalificaciones y buenas dosis de estupidez, que van ahogándole desde los pies, hasta que todo se le viene abajo, pues ha llegado el final, aunque no mueva una ceja, mientras atrás se oye un coro que vocea lindezas a su persona.

   Como término filosófico ente significa: “el que no tiene ser real y verdadero y solo existe en el entendimiento o en la imaginación”.

   Este término es quizá el que más da de sí.

   Dada su condición de no tener ser real, a la televisión se la puede modelar a gusto de ciertos entendimientos e imaginaciones.

   Los entendimientos se han ido, desde hace tiempo, en modelar un ente, de todo menos plural. En utilizarlo como medio de propaganda, de apagafuegos de verdades incendiarias como el caso del Prestige o el asunto del Yakolev.

   En dar su bendición a todas las torpezas cometidas y acallarlas.

   Cuando la competencia  mediática se ha considerado “ofensiva”, por querer saber demasiado, de lo que todos deberían ser informados, se ha recurrido a la influencia política para eliminarla.

   Como resultado, al final, no han dejado lugar para la imaginación y el encefalograma del ente se ha quedado plano.

   Cuando vuelva a la vida, el ente, esperemos que al menos la imaginación despierte, si es que la televisión se quiere de verdad que sirva para algo útil y no solo sea una tapadera, cada vez mas chapucera, de la regulación del consumo.

  Aunque eso, ya, es designio de otros entes.                                        

                                                        Marzo de 2003

  

  12 DE MARZO

   Hoy, 12 de marzo de 2004, la cifra de muertos está en 191 y los heridos se acercan a los 1500.

    En muertes el número, en este atentado, está lejos de los del 11 de septiembre. En lo que significa y en las consecuencias que puede acarrear, la semejanza es mayor.

    Al Qaeda ha reivindicado un atentado que me trae a la memoria escenas de “la Batalla de Argel”, narración cinematográfica de Gillo Pontecorvo, en la que, una vez los hombres de la resistencia argelina se han “quemado” y no pueden salir de la kashba, las mujeres asumen el papel de seguir haciendo frente al Estado francés, transportando bombas en bolsas de deporte que dejan, sin peligro para ellas, en los lugares mas concurridos por la colonia francesa de Argel.

   El paralelismo, en mi opinión, es sólo en el método. Las circunstancias que hoy concurren alrededor de este bárbaro atentado son, lógicamente, muy diferentes.

    En una línea muy coherente con la mascarada que propició la guerra de Irak y con la intransigencia que caracteriza al PP en materia de terrorismo exterior o interior, siguen cargando las tintas sobre la autoría de ETA, como si su papel (el del gobierno), de aliado en el despropósito de Irak, fuese tan de justicia que es impensable una acción tan horripilante sin, al menos, seguir con la satanización de la banda terrorista, a dos días de las elecciones y utilizar una hipótesis, expresándola como certeza absoluta.

    Si el PP llega a ganar las elecciones por mayoría absoluta, ya habrá tiempo luego de hacer desmentidos e ir tras las huellas de Estados Unidos en materia de seguridad, con el eterno lema, cada vez más hipócrita, de “Si quieres la paz prepárate para la guerra”.

    Si se vota a quien sigue insistiendo, exclusivamente, en la solución policial y militar para afrontar las relaciones entre partes diferentes del mundo y el diálogo se aparca. Si los estados no asumen sus errores, creyéndose en posesión de la razón. Si cada vez un hecho más mecánico y extraño (por los resultados y la abstención masiva, en el caso americano), como son las votaciones (lo que nos identifica como una democracia cada cuatro años), les legitima para seguir haciendo guerras preventivas, vendiendo armas con que matarse, otros. Si se sigue apoyando a tiranos que aseguren los suministros de materias primas, es que estamos perdiendo el norte o el miedo actúa como motor de decisiones muy arriesgadas y daremos otro cheque en blanco a un integrismo frente a otro.

    Entonces, como dicen los creyentes: “que Dios nos coja confesados”.

 (El día después)

     Nadie se esperaba “el vuelco”, como algunos titulares han proclamado en sus portadas y que yo considero exagerado, dada la situación de la que partimos y en la que hemos varado gracias a la gestión del ejecutivo saliente.

    La máscara de Aznar, despidiendo definitivamente su mandato, era una máscara muda.

 

¿ADIVINAN?

 

    Era mucho más tarde que la amanecida.

   Junto al desayuno que me trajo el empleado del hotel, ví su cara.

    Otra vez ese bigote espeso que empieza a clarear.

   Estaba en la portada, sentado en el suelo » a la americana», según rezaba al pie de la imagen.

   
Ya no solo  era la sombra alargada flotando permanente sobre su heredero.

 

   Era su imagen rotunda, recordando los pies sobre la mesa en el cuarto de estar de su querido Jorge.

   Ayer decía ofrecerse para acabar con el populismo que invade el cono sur del continente hermano.

 

Hoy él mismo era la viva imagen de un populachero almidonado.

 

    Me pellizqué dos veces, por ver si despertaba, pero no, no estaba dormido. Allí siguió su cara, como si no se hubiera ido, ni estuviera dispuesto a hacerlo nunca.

 

    Allí siguió su cara como una pesadilla.

 

Espectáculos crueles

    En el teatro griego, dioses y humanos hablan de tú a tú, intercambian papeles, o se abisman en el amor y el odio aunque, solo los humanos acaban por pagar con su vida, la traición, el despecho o la pasión desenfrenada. Frente a la tragedia, donde las deidades se salen con la suya, manejando los hilos de la acción, la comedia solo atañe al ingenio y la torpeza de los seres humanos.

   La risa, el llanto, el miedo, la soberbia, los celos; un retrato cercano y descarnado bajo máscaras inmóviles, tras las que cada espectador se reconoce. Pero todo transcurre en la ficción. La muerte es un espectro recordado, pero ausente.

   Los romanos llevaron la guerra al escenario. La sangre de personas y animales, alimentó la sed de masas despiadadas que, a distancia, ejercían parte de su derecho a convertirse en asesinos, sin empuñar la espada, solo el grito o el silencio cómplices. Pan y circo y una horda inacabable que los reclame siempre. Mientras no falten uno y otro, se borrará la sangre y el abuso, como si se extirpase la memoria, en el clamor anónimo, que reclama la muerte de un gladiador esclavo o una indefensa víctima, letal para la pervivencia del estado.

   Tiempo después, cuando reinaba un dios terrible, la justicia de sus representantes en la tierra, abarrotó las plazas para ver las hogueras arder y, dentro de ellas, nuevas víctimas de un orden implacable contra los disidentes, incrédulos o no. La Inquisición llegó a hacer de la muerte el espectáculo de mayor audiencia.

    La guerra, no obstante, siempre ha sido, sin duda, el mayor espectáculo, en un juego sin reglas ni tramoyas fingidas, donde los escenarios saltan por los aires. A su pesar, actores, las víctimas huyen como un enjambre de la trama central. Bajo el humo se escapan de una muerte segura a otra más lenta, en tanto que la guerra no concluye.

    Al teatro sucedieron las luchas de gladiadores y las carreras de cuadrigas, luego se llenarían los estadios y los campos de fútbol, cada vez más repletos de espectadores. También en la guerra ha cambiado el atrezzo, solo para matar más rápido y que unos actores, los que matan no vean frente a frente al enemigo.

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