Colchón de púas: ‘Palindromos


Por Javier Barreiro

      Reconozco ser un gran aficionado a los palíndromos, aquellas frases que tienen la misma forma y significado, leídas de principio a fin, que de fin a principio.

  Así, la conocida, Dábale arroz a la zorra el abad o la menos popular, La zorra asoló gozosa el arrozal, de 26 y 29 letras, respectivamente.

  Según algunos, lo mismo pasa con la vida y Quevedo lo dejó dicho mejor que nadie: “En el hoy, mañana y ayer junto / pañales y mortaja y he quedado / presentes sucesiones de difunto”. Efectivamente, los extremos se tocan y es bueno que la lengua nos lo recuerde. Bellos palíndromos son también: La ruta nos aportó otro paso natural (30 letras), el didáctico, Mal, si le das la fe falsa del Islam (34) o el espectacular A mamá, Roma le aviva el amor a papá y, a papá, Roma le aviva el amor a mamá (55). Los hay para consolar: Amigo, no gima; para descalificar a un guarro: ¡Añora la roña!; para rebatir las nuevas teorías pedagógicas: ¿Educas? ¡Sacude! o para enaltecer la bebida: ¡Arriba la birra! Y muchos más que no es este el lugar de enumerar. Pero hasta Virgilio los construyó, como demuestra ese imponderable verso de La Eneida: “In girum imus nocte et comsumimur igni” (Vagamos en la noche y nos consumimos en el fuego). Treinta y dos letras que no salen así, como por casualidad. Uno puede empezar por los fáciles y luego pasar a cursos superiores aunque los hay hasta involuntarios, como el pescador de truchas que, ante la pregunta de cómo va la pesca, responde: Saco pocas.

     El más fecundo autor del apasionante y dificilísimo arte del palíndromo a lo largo de la historia ha sido el argentino de Córdoba, Juan Filloy, que a su insultante longevidad –le faltaron unos días para cumplir 106 años- unió los méritos de ser elogiado por Cortázar, de publicar tan sólo quinientos ejemplares de sus obras y de que todos los títulos de sus libros tuviesen siete letras. Para terminar de enredarla, era juez. Su receta de vida consistía en lo siguiente: “Comer la mitad, caminar el doble y reír el cuadrúple”. ¿Quién se apunta?

    Pero dejemos a Filloy, que merece más de unas líneas, para otro día y volvamos al palíndromo. Sabemos que los finlandeses, además de tener la lengua más rara de Europa, junto al húngaro y el vasco, son los que van en la vanguardia de la educación, gracias a su cultura del esfuerzo y algunas otras cosillas que deberían copiarse aquí. Pues también parece que tienen el más largo palíndromo compuesto por una sola palabra. Se trata de saippuakivikauppias, diecinueve letras que significan “fabricante de lejías”.

    Yo no sé si de todo esto se puede extraer alguna conclusión. Y, pese a que en el bachiller me enseñaron los silogismos –O tempora, o mores!-, tampoco sé si se puede sacar alguna conclusión de cualquier otra cosa. Lo más probable es que no. Salvo la de siempre, la que está grabada desde la noche de los tiempos en los principios de la sabiduría hermética: Sí: los extremos se tocan. O lo que dijo aquel otro: Al ducharse, es mejor que la cortina quede dentro que fuera de la bañera.

El blog del autor: https://javierbarreiro.wordpress.com/

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