«A ver si os enteráis», nuevo libro de León Splí


Por Miguel Ángel Yus

     León Splí, personaje al que entrevisté hace un mes, acaba de publicar un libro de aforismos y temas incatalogables. 

     Le he pedido  publicar un pequeño extracto y me ha respondido que, por él,  como si publicamos la Biblia, que haga lo que quiera y encantado.  Aquí va una pequeña muestra del libro de León Splí titulado “A ver si os enteráis”, de dos mil tres(cientas) ventiséis páginas

    Los que me conocen saben que su única alegría del día es cuando yo me largo.

    La única ventaja de los imbéciles es que tienen poca conversación.

    Cosa más pesada que un poeta, dos poetas.

    En todo recital sobra el recitador.

    Cuando se habla de supuestas culturas que maltratan los cuerpos, supongo que se quiere decir inculturas. Supongo.

    Los imbéciles existen, son los que no admiten que esta especie animal es imbécil.

    Me gustaría tener una hija, e imagino la dulzura de cogerla de la mano, pero esto tiene un inconveniente: se puede parecer a vosotros.

    El sacerdote es un superhombre, hace creer cosas increíbles.

    Conozco a un hombre que tiene tan poca vitalidad que horrorizaría, incluso, a un notario.

    Una mariscada todos los días y déjate de tonterías.

    Solo tengo la conciencia tranquila después de comer.

    Los humanos son tan enanos que, aunque todos los días intentan cortarse el cuello, no se llegan.

    Lastimoso, en la plaza pública ni me apedrean.

    Agitadas por el viento, las altas espigas me pican los huevos.

    Recito como lo haría un dios, borracho.

    Cuando la imbecilidad es excesiva, el único refugio, la belleza.

    Reforma educativa de todos los gobiernos, cambiar una coma de sitio.

    Lo mejor de los amigos es que desaparezcan.

   El arte consiste en transmutar la imagen de ese parásito neurótico, que es el padre.

    Hay tres hombres respetables, el sacerdote porque sabe, el guerrero porque mata y el poeta porque crea. Los demás, buenos para la cría de hijos.

    Si diera clases solo las daría de intuición.

    Los hay que echan un polvo en toda su vida y cogen unas purgaciones.

    Hay otros que ven a una mujer y sacan el crucifijo.

    Reconozco que no he hecho nada por la humanidad, abandono este planeta dejándolo peor de cómo lo encontré.

    Cuando la vida se apague, espero estar, entre susurros, declarando amores, no hay tierra suficiente que silencie el gusto ilimitado por la mujer. Si he de morir, será besando.  La mujer es el deseo que vive del deseo.

     Si con un fogonazo del 45 se eliminase la espera, 6 serían suficientes.  Noches de Becherovka, música de Preisner, al amanecer todo cambia, ya no estoy, vuelo de nada a nada y en la confusión,  renazco convertido en lo que tú quieras. 

    ¿Una copa? No, alcohol no, solo sexo. ¿El sexo embriaga? No, pero hace olvidar el alcohol.

    Vasari atribuye a Tiziano el cuadro del Cristo arrastrado por el verdugo,  de la iglesia de San Rocco en Venecia, cuando sabe que es de Giorgione.

    En Venecia hay tanta devoción por esta figura, que ha recaudado mucho más dinero en limosnas que en toda su vida ganaron Tiziano y Giorgione.

  En el arte todo es copia: Rafael y Miguel Ángel copian a los antiguos, Rubens copia a Tiziano, Cézanne copia a Poussin, Van Gogh copia a Millete, Cézanne copia a Delacroix,  Yus empezó copiando a Zao Wou Ki.


    

    El prepucio de Don Pelayo, al igual que el de Cristo, ha desatado euforias y ha originado cultos y peregrinaciones. Estuvo en Amberes, en la iglesia de Santa María, obrando milagros, el obispo de Canbray, vio como caían de él tres gotas de sangre. Este prepucio tuvo una fuerte competencia con el de Roma, del que Santa Brígida garantizó su autenticidad.

    (Posdata: Espero que os animéis a leer el libro de León Splí. Yo no tengo comentarios. O sí).

 

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