Jorge Bustos:“Se habla mucho de la pérdida de calidad del periodismo y poco de la pérdida de calidad de los lectores”


Por El Confidencial Digital

     Jorge Bustos nació en 1982, dos semanas después de que Felipe González fuera investido, por primera vez, presidente del Gobierno, y dos semanas antes de que empezara el Año Mundial  de las Comunicaciones promulgado por la ONU.   

   Vio la luz casi a la vez que el Partido Comunista de Español, ya sin Carrillo y al mando de un tal Iglesias. Gerardo.

   Es de la promoción de Malú, David Bustamante y Kaká. Y cuando él aterrizó sobre el nido del cuco, los periódicos de entonces ya habían publicado las esquelas de Paco Martínez Soria y Grace Kelly. Fue el año de Juan Pablo II en el Bernabéu, de Di Stefano entrenando a Camacho en el Real Madrid, y del alumbramiento feliz del CD.

    Todo comunica con el living. (Muchas gracias, Wikipedia).

  Jorge Bustos es una oración compleja sustantiva en función de complemento directo. Una columna joven con fuste, que empezó a leer desde pequeño, se tomó muy en serio el bachillerato, cursó Filología Clásica y Teoría de la Literatura con bastante aprovechamiento de honor, y se metió a periodista con ganas de acción con reflexión.

   34 años después de su primera página, Bustos ya tiene hueco en la galería de columnistas prometedores, una zona del museo de carne y hueso donde el mármol no es frío, los rizos a trépano no son sagrados, y las miradas de los emperadores tienen una mueca de ironía que pone al periodismo en su sitio, sin signos de admiración, ni inciensos paletos, ni suspiritos de grandeza.

   La biblioteca y el Bernabéu. El vaquero y la chupa. El Twitter en sintonía. El oído atento. La vista ajena al selfie. La España cotidiana con su historia, sus ideas leídas, sus pensadores masticados, sus amenazas desatendidas, sus logros admirados, sus canas al aire, su vestidito, su canesú, sus costumbres, sus vilezas, sus goles, sus penalties y sus palabras con ñ como ollas.

    Jorge Bustos aparece por Callao en dirección a La Central. Hemos quedado para conversar con birra de Galicia. Dos horas. Comentario de texto con contexto. Y, sí: se nos va la Lengua…

De pequeño le obsesionó la sintaxis. Superado ese complemento circunstancial, ¿cuál es ahora su complemento directo?

-Todavía no he superado lo de la sintaxis… He leído mucho desde pequeño, y siempre me ha obsesionado el lenguaje y la composición de las frases. Cuando estudié latín y griego, primero en el bachillerato, y después en Filología Clásica, me di cuenta de la apasionante arquitectura que tiene el castellano. Eso siempre me ha atraído, y me ha ayudado mucho a valorar la importancia del estilo, en una época en la que, incluso los normativistas del verdadero periodismo a la anglosajona, cuestionan.

Sin que yo prescriba la complicación lingüística y ese barroquismo propio de los escritores incipientes que quieren epatar con palabras raras y construcciones complejas, creo que es absurdo renunciar a la riqueza lingüística en el periodismo, aunque el precio que pagues sea la incomprensión lectora. Se habla mucho de la pérdida de calidad del periodismo y poco de la pérdida de calidad de los lectores. Se ha democratizado tanto el acceso a la comunicación que es inevitable una pérdida de exigencia.

Sujeto:

¿Cómo va su misión en El Mundo?

-Esto de arrogarse una misión en El Mundo me parece un poco vanidoso… No… No sé si tengo otra misión en El Mundo que pasar lo más felizmente por aquí. Tampoco creo que el oficio tenga una misión trascendental. Es más, me provoca risa la gente que destina al periodismo una misión de pilar democrático. Sí, es muy importante. La libertad de expresión y el respeto a la prensa son marcadores de una democracia libre. Lo sabemos. Pero a mí, estos periodistas que van constantemente patrullando por las redes sociales, o por sus propias columnas, y la solemnidad con la que hablan del periodismo, me estomaga un poco. Uno aspira en el oficio a eso que decía Horacio cuando hablaba de la modesta misión de enseñar deleitando. Divertir, entretener, y enseñar un poco, si puedes. Y poco más. Sin dar lecciones.

¿El friki que pedía a los Reyes libros de Camba sigue vivo, o la velocidad del periodismo acaba frenando esa inquietud?

-La inquietud sigue viva; el problema es el tiempo. En esa época leía cuatro clásicos a la semana, y ahora tengo que encontrar momentos para leer, apagar los aparatos electrónicos y aislarme, a veces, incluso, con tapones, para concentrarme en la conclusión de un libro que tengo que reseñar o que me han recomendado… Para mantenerse al día de la actualidad editorial, me parece que hay que salir del mundo.

   Ahora mismo no estoy en la situación idónea para cumplir con esa inquietud permanente. Dentro de mí hay una vocecilla que me llama traidor constantemente cuando me prodigo en tertulias, pero sé que es una época de mi vida en la que, por motivos exclusivamente económicos, debo hacer un pequeño capitalito para saciar, después, esa vocación que tengo aparcada. Y eso que estoy escribiendo un libro, y tengo otros dos en cocina: uno está listo y saldrá con Círculo de Tiza para la Feria del libro; y el otro lo tengo que entregar en septiembre. Hay una conciencia muy insidiosa dentro de mí que me dice que todo esto tiene que ser temporal. Que lo que debo intentar es embarcarme en la aventura de escribir en serio. Y para eso debes ser un eremita…

34 años, y nunca ha sido comunista. ¿La opinión pública entiende que haya voces jóvenes con ese perfil, o cuesta?

-Sí. Quiero pensar que hay una cantera de jóvenes liberales que, al menos los que yo conozco, intelectualmente están muy por encima del viejo discurso casposo de Facultad de Políticas española, que sigue anclado en una lengua posestructuralista de los años 70. Cuando lees documentos de los escritores afines a Podemos, es como volver a esa época. Foucault era renovador en los 80, pero seguir con eso ahora… Claro, a la gente que no tiene lectura, y que sólo lee de manera hemipléjica una parte de la tradición occidental, que es la que arranca en el marxismo, le parecerá fascinante todo esto, pero… Cuando partes de la tradición humanista occidental estás más blindado para no caer ante esos cantos de sirenas. Además, perderán vigencia, porque el mundo va por otro camino.

     Espero que los que nunca hemos sido comunistas no seamos una excepción. Otra cosa es que el periodismo, y más en España, tire un poco a la izquierda, y que el mensaje de izquierdas más demagógico cala en la opinión pública con más facilidad que el del esfuerzo individual y la libertad sin pedir ayudas al Estado. Eso es más complicado que encaje en un pueblo acostumbrado a la sociología del acaudillado.

    El drama es que el mundo de las letras está muy sesgado hacia tradiciones de izquierdas, y el mundo moderno de las profesiones liberales no quiere saber nada de la cultura. Hay un gap. Los jovencitos de derechas o de centro no se dedican a la Filología. Se dedican a hacer dinero. A emplearse en una escuela de negocios. Como mucho, leerán el Premio Planeta en verano, en la tumbona. Tampoco se pueden quejar de que la batalla de las ideas en los medios la gane siempre la izquierda.

Dice de sí: “Aunque suene a viejoven, yo creo en el humanismo”.

-La amenaza para el humanismo no es ideológica, es tecnológica. Ese es el problema. La aceleración de la historia que está suponiendo la revolución digital, cuya impronta será tan importante como la industrial del siglo XIX, provoca que el propio hábito de la lectura corra peligro. El proceso audiovisual es más inmediato, supone menos esfuerzo, es menos profundo y más llevadero. No sabemos cómo serán los cambios epigenéticos que eso va a provocar en el cerebro… Yo no quiero sumarme al coro jeremíaco del fin de las humanidades, pero es verdad que hay síntomas preocupantes… Si los chavales no son capaces de leer un libro, e incluso a mí mismo, que llevo leyendo toda mi vida, me cuesta leer más de cuatro páginas sin mirar el móvil, no sé dónde va a quedar el periodismo.

“Yo me hice periodista porque me aburría de los filólogos”. ¿A los filólogos les falta marcha o les sobran atalayas?

-En el periodismo siempre me encontré desplazado, porque la obsesión por la actualidad más ramplona no me interesa en absoluto, y a los filólogos les veía siempre atrapados en discusiones polvorientas… Yo quería un poco de acción, que te la da el periodismo, pero también un poco de reflexión, que me la ofrecía la Filología. Ahora, la Filología ejerce dentro de mí como una especie de conciencia crítica, porque me he volcado más en el mundo de la comunicación. No creo que me pase pero, si alguna vez llegara a convertirme en un periodista cien por cien, no aportaría nada original. Si puedo contribuir en algo es cuestionando la solemnidad periodística.

Verbo:

¿El columnista piensa, sentencia, se mira, influye, arremete, juzga, o contempla?

-El columnista va pasando por diferentes etapas. Yo empecé a escribir columnas a los 20 años, en un periódico local muy chiquitito de Madrid que se llamaba El Distrito. En aquellas columnas intentaba derribar el Zapaterismo… Me sentaba ante el folio como si el mundo estuviera necesitado de mi columna… Me inicié siendo un columnista de combate, y todavía sigo siéndolo, pero cada vez más matizado por la ironía y la reflexión. Ahora no me interesa tanto polemizar como encontrar para cada columna una idea o un punto de vista original o, por lo menos, que uno no haya leído en la columna anterior.

¿Bustos está en el periodismo o vive del periodismo?

-Para mí es lo mismo. Estoy en el periodismo porque era la única manera de sustentarme. Lo bueno es que llegué a la profesión, y en poco tiempo he conocido lo peor y lo mejor. Con 26 años conseguí un contrato indefinido en un periódico que luego quebró, que pasó por varios EREs, y después me arrojó a las listas del paro, donde tuve que reinventarme como precario freelance de digital a 50 euros el post, más impuestos. Después de llamar a muchas puertas, de escribir mucho y no desfallecer, conseguí acceder a la primera línea del periodismo. He conocido la precariedad y esto que llaman visibilidad o estabilidad, que nunca sabes cuánto dura… He ido superando las barreras y, sin apellidos, ni masters, ni otro padrino que mi propia escritura, he conseguido, más o menos, hacerme un hueco, de lo cual estoy orgulloso. Otros tienen otros caminos perfectamente legítimos en el juego del oficio, pero yo lo he conseguido escribiendo, y eso no me lo quita nadie.

¿La sociedad huye del periodismo o sólo le exige credibilidad?

-Lo que pasa es que los medios tradicionales han quedado encuadrados como parte del establishment, cuando, por lo general, el periodismo nació contra el establishment… En toda época el periodismo se construía como un cuarto poder que se enfrentaba a los poderosos. No es que ahora sea más condescendiente con el poder, es que, ahora, el pueblo, después de una crisis dolorosa y devastadora, tiene la ilusión de no ser sólo consumidor sino también productor. El tuitero llega a confundirse con el columnista. O aspira a suplantarlo. Le da rabia ver en esa tribuna a alguien que ellos creen que no lo merece y, sin embargo, él se tiene que conformar con una cuenta de Twitter o lo que sea.

    Me parece un poco infantil, que es el adjetivo que mejor describe el momento actual de la posmodernidad, ver siempre una conspiración detrás del periodismo. Pensar que alguien dice lo que dice porque le sale de las narices, y que no tiene más presión que esa, es demasiado humillante. Es más cómodo creer que todos los que están ahí han chupado determinados culos. Hay mucho aspirante a periodista frustrado. Si piensas que todos los que están en los medios son unos vendidos, te reconforta saber que tú no estás ahí. Es un proceso de narcisismo freudiano que opera con todo. Con Trump ha funcionado de maravilla. Te exculpa a ti de responsabilidad, y coloca toda la culpa en una especie de mejunje en el que están el Ibex, los medios de comunicación, los partidos políticos tradicionales… Es un maniqueísmo muy confortable. Ellos son los malos, y nosotros los buenos y desatendidos. Si supieran que todo es más inestable y más precario… Pero, claro, eso sólo se conoce cuando estás en la cocina.

¿Leer nos hará libres?

-Completamente. Es un axioma que se puede cincelar en mármol. La libertad que da el juicio crítico bien formado y entrenado sólo lo da la lectura. Puedes ver series maravillosas de HBO, documentales y programas, pero lo audiovisual no llega a tocar determinados músculos del cerebro, que permanecen fofos si sólo te alimentas por la vía audiovisual; y eso que hay productos de gran calidad, pero no creo que haya nada comparable con la lectura de un gran clásico.

     El joven columnista opta por ponerse en un segundo plano en un universo periodístico de focos e hipérboles. El joven columnista opta por ponerse en un segundo plano en un universo periodístico de focos e hipérboles. Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Atributo:

¿Qué es periodismo y qué periodismo es publicidad?

-Dicen que la noticia tiene que ser algo que un poderoso no quiere que se sepa. Para mí, esa definición, muy apropiada para el periodismo de investigación, necesario siempre, se queda coja. El periodismo también debe ser reflexión, divertimento, la crónica sucinta de hechos que hacen las agencias, el periodismo de guerra, una crónica de fútbol bien escrita…

    La publicidad tiene un propósito mercantil claro. El periodismo a veces debe ser algo que fastidie al lector, que tiene sus prejuicios. El otro día, Cuartango dio una entrevista a Jot Down donde reconocía que la tirada de El Mundo perdió muchos lectores cuando empezamos a publicar los papeles de Bárcenas, porque muchos lectores de El Mundo eran votantes del PP y no admitían el acoso y derribo de un periódico, por más que la información fuera trascendental. Esos lectores, bien perdidos están. Si tenemos que morir a base de cuestionar los prejuicios del lector, será una muerte muy digna para el periodismo. No se puede construir un periódico sobre la condición de no molestar a sus lectores.

En esta sociedad, ¿quién es la resistencia?

-Para mí, el humanismo: la modesta asunción de los valores que han sido comunicados de generación a generación y que están canonizados en una tradición. Somos enanos a hombros de gigantes, pero hay que conocer a los gigantes para subirte a sus hombros. Si sufres el adanismo infantil de llegar al mundo y, como hay internet, esto ya es tabula rasa y nada de lo anterior tiene sentido en un universo globalizado e instantáneo, acabarás cumpliendo 60 años y descubriendo que todo lo que pensabas que era revolucionario se escribió en Grecia y en Roma… Es una consideración que más vale hacer a los 20 y dejarse de melancolías. Hay que tener la modestia de saber que todo está escrito ya, que todo está pensado ya, y que, simplemente, debemos adaptar ciertas verdades universales al momento actual.

¿Cuáles son sus fuentes de inspiración ineludibles para columnizarnos con aprovechamiento?

-Estoy constantemente tomando notas de lo que leo, de lo que veo, de lo que oigo, y trato de ir comparando la actualidad con un segundo plano más reflexivo, que saco de los libros. Ahora estoy leyendo Gente peligrosa, de Philipp Blom, que trata sobre el último período de la Ilustración francesa y esos salones donde se incubó la revolución, a base de gente muy revolucionaria en sus ideas pero de un refinamiento muy antiguo régimen en su día a día. Cuando leo sobre la Francia del siglo XVIII, no dejo de buscar analogías con la última polémica de Susana Díaz, o de Podemos, del PP, de Ciudadanos. Ese doble plano intelectual y noticioso me ayuda a escribir.

    Además, creo que cualquier columnista debe leer varios periódicos enteros al día, aunque con el móvil acabas leyendo artículos diferentes de muchos medios distintos. Estás constantemente bebiendo información y tratando de procesarla.

    El columnista también debe ir a los sitios. Las columnas salen mejor cuando uno no está sólo en la atalaya y escucha a más fuentes. Una de las cosas que agradezco de mi vida tertuliana es la cantidad de fuentes que se hacen. Hablar con los protagonistas de la política es fundamental. Llevo casi ocho años yendo al Congreso de los Diputados. Ahora, como cronista con una cierta proyección, en una mañana puedo hablar con personas de los cuatro partidos principales y tener mejor información y más inspiradora para escribir con conocimiento de causa. Si no, es fácil caer en la réplica de los tópicos o de las ideas de otros.

Complemento circunstancial de lugar, cuando “lugar” tiende a periodismo:

Usted ha conocido “la precariedad de los 50 euros por post con impuestos”, y cree que “sólo el periodismo escrito ya no da de comer”. ¿Estamos ante las raspas de la profesión?

-La digitalización ha hecho saltar por los aires el modelo de negocio del periodismo de masas del siglo XX y, mientras encontramos la forma de monetizar las visitas de manera que dé para unos sueldos dignos de profesionales capaces de resistirse a la influencia de las siglas, precisamente porque tienen las espaldas cubiertas por los lectores y los anunciantes, estamos en esta época de precariedad. El periodismo nunca ha sido un oficio para forrarse. Es verdad que, en la segunda mitad del siglo XX, el periodista era una figura que comía en los mejores restaurantes, ganaba mucho dinero y tenía acceso a todos los despachos del poder. Bueno, pues ahora volvemos a lo que fuimos hace un siglo. Esto establece una nueva meritocracia, porque ahora cada uno es marca de sí mismo y se busca las castañas. No me parece mal. Que gane el mejor. Al final, lo bueno del mercado es que a cada uno le ponen en su sitio.

¿El desahogo emocional es un género periodístico?

-Vivimos en una época muy sentimental, donde el pudor ha quedado abolido, y el exhibicionismo y el ofrecimiento de la propia intimidad en perfiles digitales y blogs es una válvula de escape para mucha gente, que incluso llegan a convertirlo en una profesión, en ocasiones muy bien pagada. No soy partidario de esa tradición, porque creo que en el deber del periodista están los hechos y las reflexiones: la razón, antes que el sentimiento.

   Tampoco puedes aspirar a escribir de una forma aséptica y presentarte como la razón pura, porque todos estamos influidos por miles de sentimientos y zozobras interiores, pero el periodismo, si quiere decir verdades que interesen a la conversación pública, debe intentar recuperar una cierta actitud neoclásica, neoilustrada. Es difícil, porque vivimos en un tardorromanticismo exagerado y desaforado, donde los sentimientos son lo que cuentan, son más fáciles de comunicar, y dan más visitas, pero a mí la exhibición sentimental me aporta poco. El reportorio de los sentimientos humanos es bastante limitado. En las ideas y en el ejercicio racional es donde mejor se afianza el progreso.

Dice usted que “Don Mariano dispensa al cuarto poder la misma consideración que al cuarto de la plancha”. ¿Es bueno que un presidente del Gobierno que no sabe inglés tampoco quiera saber lo que sucede en español?

-Es una exageración… Rajoy ha llegado muy lejos en parte en contra de la opinión incluso de los medios más afines a su partido, y eso a él le ha convencido de que los medios no son tan imprescindibles para seguir. Pero el mismo Rajoy ha tenido que asumir dimisiones en su gabinete por escándalos lanzados por periódicos. Todavía el cuarto poder sigue provocando dimisiones y marcando la actualidad, y tiene que atenderlo. Es verdad que él tiene una especial resistencia. Hemos vivido un pendulazo: de la democracia más mediática de Zapatero, a la gobernanza más blindada de Rajoy; pero aún así él tiene gente que le informa, si no lo hace él directamente. La democracia es mediática en el siglo XXI. El juego político se lleva a cabo, en gran medida, en los medios de comunicación, y el PP, como cualquier partido, coloca a sus peones y mueve sus fichas. Él tampoco puede vivir de espaldas. Me hace gracia imaginarme al personaje en un bar de Pontevedra leyendo el Marca, pero no deja de ser una caricatura. Rajoy está perfectamente informado y conoce todo lo que le concierne.

La Asociación de la Prensa de Madrid ha sacado un comunicado criticando el acoso de Podemos a algunos periodistas. Me llama la atención que Podemos sea tan torpe, y también que haya periodistas que le tengan miedo a Pablo Iglesias.

-Yo he sido víctima de alguna de esas campañas de agitación, propaganda y cascadas de trolls, que te inundan el Twitter porque has emitido una opinión que ha molestado a Irene Montero, por ejemplo, y me parece que va en mi sueldo. No me quejo. Es, incluso, un motivo para llegar a la redacción y reírte con los compañeros. Así creo que lo vive la mayoría de la gente. Lo que pasa es que la Asociación de la Prensa de Madrid tiene ese papel corporativo de defensa del oficio, pero nada de lo que haga Podemos es nuevo. Antes lo han hecho todos los demás partidos.

     Pablo Iglesias y Podemos no han traído a la política nada distinto de lo que es el juego eterno del poder desde Catilina. Iglesias es siglo XX, o siglo XIX, o siglo XVIII. Es un tipo que viene de abajo y quiere alcanzar el poder. Ya está. Lo de toda la historia. Y para eso debes intentar domeñar la opinión pública, como lo intentan los conservadores, los socialistas… El poder no entiende la libertad de opinión cuando va contra sus intereses. No sé si alguien pensó alguna vez que Podemos iba a creer en la libertad de expresión de los críticos con su partido. Pues no. Sólo los ingenuos pueden escandalizarse de esta realidad eterna.

Complemento circunstancial de modo:

¿Cómo es su pesimismo ilustrado?

-Es una actitud que aconsejaban los grandes humanistas al enfrentarse a la vida. Si partes de que este es el mejor de los mundos posibles, vivirás constantemente indignado, porque la realidad te desmiente la falsilla ideal que tienes en la cabeza. Es un poco desesperante este latiguillo de “cómo es posible que esto siga sucediendo en el siglo XXI”, como si la naturaleza humana fuera progresiva y llegara un momento en el que el hombre dejara de sentir pulsiones violentas, de abrigar el deseo de hundir a su rival, de sentir celos, o deseos de dominación machista… Hemos conseguido avanzar bastante. Hay un entramado institucional muy notable desde las cavernas hasta hoy, del que debemos sentirnos orgullosos. Los índices de violencia bajan en todas las sociedades occidentales desde el siglo XX. Parece difícil que vuelvan las guerras mundiales, aunque nunca puedes asegurarlo… Hace varias décadas que se alcanzó la posibilidad técnica de destruir el planeta y todavía nadie ha pulsado el botón. Ya sólo por eso hay que ser optimistas.

     El pesimista parte de la base de que la naturaleza humana es decepcionante de por sí, y de que siempre podría ser peor. Por eso la utopía me parece peligrosa, porque, en pos de conseguir esa sociedad ideal, sacrificas el presente, que es lo que hacen los revolucionarios siempre. El problema es que, por el camino, queda un reguero de cadáveres. Sin embargo, si partes de que no existe una utopía, de que no hay posibilidad de implantar el reino de Dios en la tierra, y de que, más mal que bien, podemos ir poniendo parches y arrimando el hombro para que esto sea más llevadero, pues tendrás una visión más realista y menos frenética. No digo que el impulso utópico sea prescindible en política, porque, si no, no haríamos leyes y dejaríamos que esto degenerara en far west, pero sin perder de vista que la sociedad ideal ni siquiera es deseable. La igualdad total comportaría injusticias atroces. En el siglo XX ya vimos cuál es el saldo de las utopías totalitarias.

    La gente que llega ahora a la conciencia política y al periodismo no debería cometer los mismos errores de sus mayores hace un siglo. Está todo escrito y hay que leer más. Ahora estamos en el centenario de la Revolución rusa, y ves a políticos a los que le ha salido la barba hace pocos años reivindicando una atrocidad de un tipo, como Stalin, que llegó a firmar cerca de 3.120 sentencias de muerte en sus mejores días… Pensar que esa es la realización del sueño proletario en la tierra, y no la tiranía más brutal que ha cometido la historia de la humanidad, es cansino tener que explicarlo a estas alturas.

¿Cómo nos afecta “el fascismo de la vulgaridad” que propugna Steiner?

     Nos afecta por todos lados… Steiner es un hombre que habla varios idiomas, y cada mañana, al levantarse, traduce a las lenguas que domina un párrafo de cualquier libro de su biblioteca para retrasar la amenaza del Alzheimer, dice. Es un señor que se salvó del Holocausto, que es una eminencia en Cambridge, que tiene la biblioteca del canon occidental en la cabeza, y al mismo tiempo no desprecia los hitos de la cultura popular. Un tipo con ese saber debe sentirse de tal manera, en una sociedad como la nuestra, que no me extraña que acuñe esa expresión de «fascismo de la vulgaridad». La única escapatoria es la lectura, la formación, el autodidactismo. A lo mejor un día se descubre el chip que nos vuelva cultos, pero, de momento, el ejercicio intelectual que suponen el estudio y la lectura no tiene sustitutos. La cultura nunca ha estado más accesible. Internet es el sueño realizado de la Ilustración. Y, sin embargo, cada vez somos más bárbaros…

Complemento indirecto:

¿A quién le importa fomentar la cultura?

-Al PP no le interesa una mierda la cultura. Pero no porque quiera idiotizar voluntaria y maquiavélicamente a los ciudadanos para que sean tan estúpidos que tengan que seguir votándoles, a pesar de que encadenen casos de corrupción… Yo creo que no es un plan. Pensar que es un plan es caer en la conspiranoia infantil. Es un cálculo político a corto plazo que dice que al votante del PP le importan otras áreas, y el partido no va a rascar nada de los escritores y de los artistas, porque los considera perdidos para la causa y demasiado afines, intelectualmente, al socialismo y al populismo. Es, sobre todo, una dejadez natural…

    La cultura cuesta esfuerzo, y decir a los ciudadanos que se esfuercen, quita votos. Hoy cualquiera puede formarse una cultura sólida con una buena conexión a internet y una biblioteca pública. En tres años te lees los 50 mejores clásicos de la tradición occidental, y te conviertes en un ciudadano de una categoría superior, y eso Rajoy no lo puede parar. Al final, todo depende de la fuerza de voluntad del individuo. Como hoy existen tantas tentaciones alternativas a la forja de una cultura genuina, te dejas resbalar… El hombre tiende a la horizontal. El gran aliado de Rajoy para que la gente no lea no es Montoro, ni el IVA… ¡Es la pereza, que es un vicio muy arraigado! No tiene más.

¿A quién se dirige el periodismo del click?

     Es muy fácil presumir de invulnerable a los titulares agresivos, pero aquí pinchamos todos. Es como los que sólo ven los documentales de La 2, mientras Sálvame tiene la audiencia que tiene… La noticia histriónica, sensacionalista y bárbara nos pilla a todos. Por eso son rentables los digitales que se dedican a eso, aunque tampoco creo que sean muy rentables… Junto a ese tipo de periodismo digital, hay otro de entrevistas de 20 páginas, o de reportajes que han supuesto un serio desembolso al medio en cuestión para destinar a un periodista dos semanas a un país ignoto de África… Hay una buena oferta para el que quiere buscarla. El mundo se abre como una flor al que tiene interés en saber lo que pasa, en encontrar firmas de mérito, en disfrutar intelectualmente de la cultura. En este país, que tiene muchas cosas que mejorar, se ha construido una igualdad de oportunidades razonable para llegar a formarte e informarte bien.

¿A qué gente habla el populismo?

-El populismo es una mercancía muy agradable. No sé por qué nos extrañamos de su auge, tan habitual desde los Gracos, en Roma. Todo está inventado. Decir a la gente lo que quiere oír, y que los causantes de su humillación vital y de la frustración de sus sueños no son ellos mismos y su falta de aptitudes y trabajo, sino una confabulación de poderes fácticos que le han estado robando, alivia mucho. Es como el nacionalismo, que no deja de ser un populismo con lindes. Cuando uno sufre, se agarra a lo que puede, evidentemente. Todos tenemos la tentación populista. No piense que, por haberse leído todos los diálogos de Platón, está blindado contra eso, que está enraizado en un cerebro que busca sobrevivir. En vez de afrontar personalmente muchas cuestiones pendientes, se echa la culpa al Ibex, y a tomar por culo.

Figuras retóricas:

¿El tema catalán es una anáfora incesante?

-Es una paliza y una tabarra. Aunque, sobre todo, es una monumental farsa, una mentira. ¡Nunca van a ser independientes! Es un enorme trampantojo para ocultar un negocio de unos pocos; un sistema de prebendas decidido en algunos salones de la alta burguesía catalana… El proceso catalán es un biombo detrás del que sigue pactando con el Estado, detrás del que se buscan privilegios judiciales para sus imputados a cambio de desactivar la movilización callejera, detrás del cual se utiliza el chantaje para perpetuarse en el poder… Es un biombo que permite a una sociedad seguir amándose a sí misma para no afrontar su responsabilidad. Es el biombo de la inmadurez, de no encararse con la realidad de las cosas… Además, es absurdo. La única razón que justificaría un proceso de independencia en un país de la Unión Europea sería la limpieza étnica, una opresión… Yugoslavia, Kosovo… pero, coño, ¿Cataluña?

    Pero como es un tema sentimental, porque todo el mundo ama su senyera, su Barça, sus calçots… Lógicamente, son cosas que a cada uno le tocan, porque son su vida cotidiana, pero llevar el calçot a una ideología es un salto epistemológico excesivo. No: tú eres perfectamente catalán dentro de un estado y una nación que se llama España y que protege en su Constitución todos tus derechos, que quedarían trágicamente desprotegidos en una Cataluña independiente.

    Me parece todo una farsa, de la que ahora quieren salir las dos partes sin quedar demasiado en bolas delante de sus electorados. No me refiero a Cataluña y España en pie de igualdad, porque Cataluña es España. Me refiero a la Generalitat y al Gobierno de Rajoy. Seguiremos hablando de esto, porque es un problema político importante. Se trata, nada más y nada menos, del intento de expropiación de la soberanía nacional. Además, hay un par de millones de catalanes que, efectivamente, han desconectado emocionalmente; y vivir en un país, y tener a mano en la cartera un DNI con una bandera que no se quiere, debe de ser molesto. Esa desconexión es fruto de una tarea que el Estado fue desatendiendo desde la Transición, para no hacer ruido ni causar molestias, y el pujolismo lo aprovechó. Tenemos por delante 50 años de reconstrucción de los afectos.

¿La justicia española es un hipérbaton?

-En estos momentos de revanchismo y resentimiento social es fácil ponerse a criticar las sentencias judiciales. Cuanto más conozco a gente que sabe de leyes, más sensatas me parecen las sentencias. Pero la gente ve a Urdangarín durmiendo en Ginebra en vez de dormir en el trullo, y se cabrea. ¡Eso no es justicia, es estómago!

    Por lo demás, pienso que hay presiones que consiguen moderar ciertos fallos, fiscales generales, como Torres Dulce, que dimiten por presiones del Gobierno; una arquitectura institucional en España que no garantiza la separación de poderes; jueces y magistrados trabajando en condiciones heroicas; y muchas reformas pendientes en el poder judicial que tienen que ver con que el bipartidismo saque sus zarpas… Pero, con todo y con eso, hemos visto a banqueros en la cárcel, a la Infanta en el banquillo, a políticos caídos en desgracia, y a un director del Fondo Monetario Internacional, con rango de jefe de Estado, que es altamente probable que duerma en el trullo… Teniendo un sistema judicial mejorable, en cuya reforma sólo se empeña Ciudadanos porque a los otros grandes partidos no les conviene, pediría un cierto respeto al trabajo judicial.

¿Podemos es un anacoluto?

-Podemos es una coartada para las ansias de poder de una camarilla, que se arrogó la representación del 15M y que tuvieron un éxito apabullante. Ahora corre el peligro de languidecer, en una especie de Izquierda Unida 2.0, menos ampliada. Fue interesante, en el sentido de superación del comunismo, y de ensayo de tácticas populistas latinoamericanas para concitar una unidad mayoritaria, que era la idea de Errejón; pero desde que Errejón ha sido purgado, y desde que Iglesias visita en la cárcel a delincuentes como Bódalo, lo único que le queda es ser un comunismo 2.0.

    Cuando supimos que Errejón había sido aplastado por la candidatura de Iglesias, la noticia se recibió con un enorme suspiro de alivio por parte de los gerifaltes del PP durante su último congreso. Sabían que el rival peligroso, el que podía crear una mayoría que no sonara a hoz y martillo, era Errejón. A Rajoy, el triunfo de Iglesias le viene perfecto porque se retroalimentan. Más allá de eso, Podemos es de una vetustez y una caspa que replica todos los vicios de la peor política vieja: la purga, colocar a la novia, al primo, el reparto de poder, la imputada que se queda, la otra que no da el dinero que debería y se pasa al Grupo Mixto, la nómina de Estado, pastar en los Presupuestos… ¡Todo eso es Podemos! Seguirá engañando a gente, porque hay españoles que no pueden votar a un PSOE sin oferta atractiva. Generacionalmente, Podemos ha enganchado con un porcentaje de votantes que, en otro contexto, estaría en la abstención, pero el partido ha perdido cualquier frescura hace mucho tiempo.

¿El PP está lleno de aporías?

-El PP es una maquinaria de poder, que se puede mover a cualquier lado del espectro ideológico con tal de seguir reteniéndolo. Eso Rajoy lo ha hecho a la perfección. Ha pasado, de ser un conservador incendiario, como lo fue en la primera legislatura de Zapatero, a convertir el PP en 2008 en un partido de tecnócratas, en una especie de gestoría de abogados del Estado. A principios de esta legislatura, algunos pensamos que se iba a transformar en un pactista para retener el poder, y, tras el arranque, con su giro socialdemócrata amparándose en el apoyo del PSOE a cuestiones como el techo de gasto, aún sigue quieto, esperando a ver qué hacen los socialistas.

    La aspiración de Rajoy es resucitar el viejo bipartidismo. Él es un político que no aspira a grandes reformas, porque tiene una mentalidad funcionarial. Él quiere pasar a la historia para que España siga siendo tan reconocible como lo era antes de la crisis. Ese es su proyecto, puramente económico. Otros ambicionan dejar España irreconocible, de la cantidad de cambios que le van a imprimir. Son las dos pulsiones que rigen la política española. El PP tiene la ventaja de su implantación territorial y un miedo a la alternativa que hace que le pase factura cualquier escándalo, que ya están amortizados. El PP no va a crecer más porque, al final, el votante de Ciudadanos se ha quedado con Rivera pudiendo haber vuelto en junio, también por una cuestión generacional. El PP no volverá a ser interesante hasta que Rajoy deje el poder.

Qué antítesis definen mejor a:

Mariano Rajoy

-Rajoy no es una antítesis, sino una tautología. Las cosas tienen que ser como son. España es un gran país. No hay que hacer disparates… ¡Son sentencias de palillo en la boca y de casino provincial! Este casticismo de Rajoy ha salvado a España de un Gobierno letal, y hay que agradecerle unos nervios tan templados que, cuando sus asesores estaban frenéticos con la prima de riesgo o con el sorpasso de Podemos, él tuvo sangre fría para transmitir tranquilidad y confianza en que esto lo sacamos adelante. ¡Así ha sido! Tiene un liderazgo gélido, pero hay que reconocérselo, como lo ha hecho Angela Merkel. No es un principiante. Hacen muy mal los que subestiman a Rajoy. A mí me parece uno de los políticos más inteligentes. El problema es que no utilice su inteligencia para reformar y sacar lustre al país, más allá de luchar por el equilibrio presupuestario, que es un objetivo muy poco épico. Claro que él es enemigo de cualquier épica…

Pablo Iglesias

-Pretender ser nuevo cuando traes las mañas más carpetovetónicas del poder.

Albert Rivera

-Tiene el quijotismo del reformista. Quiere entroncar ahora con Cádiz. Él es un ambicioso, y quiere dejar su nombre en la historia para que, tras su paso por la política, gracias a él, España tenga una separación de poderes más pulcra, unas leyes anticorrupción implacables, una nueva élite formativa de emprendedores… Él quiere hacer cosas, y es muy impaciente. De momento ha conseguido algo que no está mal: consolidar el centro en España, romper el techo de Adolfo Suárez cuando lo intentó por segunda vez y después de Rosa Díez, y resistir el embate del PP a todo trapo con su discurso del miedo.

    Rivera ha roto el proyecto de Aznar de unificar a conservadores y liberales, que son dos familias que no tiene mucho sentido que estén juntas. El esquema normal sería los conservadores del PP por un lado, los liberales de Rivera, por otro, los socialdemócratas, y los comunistas. Cospedal dijo en el congreso que su gran proyecto era reunificar el centro-derecha… que nos ha roto Rivera…

    Veremos si es capaz de sobrevivir y asentarse. Su gran ventaja es que sigue Rajoy… Su problema es que le venga un Núñez Feijóo o una Cifuentes, porque el votante no sabe diferenciar muy bien los tipos de liberalismos… Rivera no debería pedir la limitación de mandatos de Rajoy nunca. Cuanto más dure, menos jóvenes votarán a ese señor con barbas.

Pedro Sánchez

-Sánchez es el mayor pícaro. Su carrera suicida en política tiene algo casi entrañable. Es como un elemento descontrolado que se rebeló contra los hilos pero fue un títere toda su vida. Ganó a Madina porque se empeñó Susana. Ella lo puso y ella lo quita. Nunca ha tenido ni consistencia ni identidad política. Ganó a Madina como el moderado del PSOE, y ahora está adelantando por la izquierda a Pablo Iglesias. Él ha protagonizado el número de transformismo político más aparatoso del carnaval de Canarias. Ha sabido cabalgar por encima de aquél comité federal tan sucio, y ahora es el único candidato que garantiza el no al PP, aunque eso implique pactar con quien sea. Podría pactar con Bildu, poner a Rufián de ministro, a Pablo Iglesias de vicepresidente… ¡Lo que sea, con tal de echar al PP! El votante que no puede tolerar al PP, aunque el partido de Rajoy haya girado a la socialdemocracia, apuesta por Pedro Sánchez. Esa es su fuerza.

¿Una metáfora contundente para explicar la posverdad?

-La posverdad no es la mentira de toda la vida. Es el amor al se non è vero è ben trovato. Es que te guste más el relato que los hechos. Es la primacía del adorno, la retórica, el maniqueísmo, la casta contra el pueblo inmaculado… La posverdad es la escuela de la sospecha. Todo lo que me llegue por los canales tradicionales es mentira, porque detrás de todo eso hay intereses. Lo que me venga por Rusia Today, Caos en la Red y otras fuentes de psicodelia digital, está bendecido… Eso es un disparate. Pero la posverdad es atractiva, porque dice lo que el frustrado quiere oír. Sin embargo, la realidad es tozuda, y la posverdad se acaba desmoronando, y cuando pase la marea quedarán los mismos pecios.

   Bustos no es un escéptico. Simplemente contrasta con lo ya pensado y lo ya vivido, y le quita a la realidad el IVA de la posverdad. Bustos no es un escéptico. Simplemente contrasta con lo ya pensado y lo ya vivido, y le quita a la realidad el IVA de la posverdad. Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Unamos el símil y su madridismo narrativo. Qué jugador del Madrid serían tres de sus «jefes»:

Pedro García Cuartango

    Cuartango jugaba al fútbol, por cierto… Pedro es uno de los editorialistas más prolíficos del periodismo español. Es un hombre muy querido. Es un humanista que encarna el espíritu de El Mundo. Es un nostálgico, y le gusta hablar del Miranda del Ebro de su infancia, mientras odia las redes sociales y las tertulias de la tele. Es un hombre independiente. Creo que El Mundo es, ahora mismo, el periódico más independiente. No lo digo porque yo trabaje allí, sino por cuestiones objetivas, como que la propiedad es de un italiano que no ha pisado España y, más allá de algunas visitas puntuales, ha dicho que, de momento, el periódico haga lo que le dé la gana, y que su línea editorial sea la de siempre. El Mundo tiene la posición perfecta, como demuestran sus portadas, para pegarle al PP, al PSOE, a Podemos, o a Ciudadanos. Es el más libre por capital, y por la pluralidad de su redacción.

¿Entonces Cuartango sería Raúl?

Más bien Sanchís.

Carlos Herrera

-Herrera sería un medio con galones, pero con gran movilidad. Es muy versátil y muy ágil. Él le da al programa el ritmo que quiera y como quiera. Tiene una gran capacidad para encajar la improvisación. Es muy fácil degenerar en divo. Se ve en muchos casos. Ser un divo realmente, ser el último gran locutor en activo de la radio moderna de España, y comportarse con esa libertad de espíritu para quitarse a sí mismo importancia, para no imponer en las tertulias su papel de moderador, es admirable. Él hace y deja hacer. Tiene colaboradores muy distintos, algunos de ellos no se hablan entre sí. Es capaz de elogiarle una cosa a Pablo Iglesias en la COPE, y a la vez montar un pollo porque un activista de Podemos se alegra de la muerte de un torero. Es como si su posición privilegiada en los medios no hubiera dejado en él ningún poso de anquilosamiento. Hace lo que le da la gana. Es muy libre. En el Madrid sería Modric.

Antonio García Ferreras

-Ferreras es un brujo, un prodigio. Tiene amigos disparatados, y menos enemistades de lo que la gente piensa. Cuenta con contactos de periodistas y políticos de ideologías literalmente excluyentes entre sí. Es un astuto tejedor de productos audiovisuales. Es el tío que ha implantado en España el espectáculo político televisivo. La derecha podría hacerlo igual, pero lo desarrolla sin talento y sin magnetismo, y eso no funciona. A Ferreras le interesa la televisión. Lo de la política es lo que llena su parrilla, pero a él lo que le ocupa es hacer televisión, que la cosa funcione, que el dato responda, que la gente esté briosa en las tertulias… Él es el Madrid, en suma.

Vamos a ponerle el pedestal a sus siguientes compañeros de columnas:

David Gistau

-David personifica una forma autónoma de estar en el oficio. Ha tenido la fortuna bien ganada de no conocer la precariedad de la profesión. Triunfó pronto, y nunca le han faltado novias ni propuestas. Se ha permitido algo tan admirable como mantenerse arriba siendo independiente, algo a lo que aspiramos todos. Eso es muy difícil. Él no desarrolla más aspiraciones que llevar una vida aceptable para él y para los suyos, y decir lo que le apetece y como le apetece. Se puede aprender mucho de esa manera de estar en el periodismo.

Manuel Jabois

-Es un tipo que se divierte. Valora el periodismo y ha leído mucho, pero lo que le interesa es vivir esto casi como una aventura que le está pasando a otro, y que le proporciona momentos de felicidad y de estar con los amigos. Es un tipo absolutamente entrañable. Tiene ese punto sentimental de gallego que jamás te va a fallar ni va a hablar mal de ti. A pesar de su éxito fulgurante, es incorruptible por la profesión. Eso es digno de admirar. Ahora, encontrar un momento para irte de cañas con él es casi imposible…

Arcadi Espada

-Es otro que escribe desde la autonomía salvaje. Para mí es un maestro del columnismo, por los temas que se atreve a tratar y por cómo los aborda en su olímpico desprecio por la corrección y el buenismo. Es un racionalista, un cartesiano a ultranza. Arcadi podría reclamarse como heredero directo del radicalismo ilustrado de finales del siglo XVIII, donde se abogaba por el ateísmo, el positivismo, el papel preponderante de la ciencia en todo, incluso por encima de la literatura. En algunas de esas cuestiones yo no estoy de acuerdo. Sin embargo, él lleva con mucha gracia una contradicción: es un tipo muy dotado para la literatura, la metáfora y el artificio verbal que lucha constantemente contra sí mismo y su propia capacidad para la retórica, porque él lo que quiere son los hechos desnudos y la defensa de la limpieza de la profesión periodística. Muy en el fondo, es un poeta.

Hughes

-Es un talento silvestre. No sé por qué en el ABC no le ponen a escribir columnas ya todas las semanas, o todos los días, porque él podría hacer lo que quisiera. Tiene una enorme valentía para escribir desde fuera del discurso canónico, algo que le arrebata lectores pero le convierte en un referente. El que descubre a Hughes le sigue leyendo siempre, diga lo que diga, esté de acuerdo con él o no. Me gustaría que tuviera más papel en ABC, y que se fogueara en más medios para que repartiera su talento.

¿Qué atributo le espeta a los que les meten a todos en el saco de la “derechita cool”, la “prosa cipotuda”, los “columnistas presumidos” o los “niños sorayos”?

-Cada uno de esos calificativos responde a una motivación espuria y distinta. Cada uno de ellos arrastra una humillación personal del remitente. Lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien… Son etiquetas de pereza mental: te encajo aquí a martillazos porque, como no sé muy bien quién eres, tengo que clasificarte. Y, de paso, si consigo que algunos incautos crean que eres lo que yo digo que eres, pues eso que te jode… Es la batallita de los egos de los medios, que a veces es como los vasos comunicantes: cuando uno sube hay que tirarle a dar para ascender yo.

¿Qué habría que decir sí o sí en Selectividad si cae un texto de Jorge Bustos?

-Espero que antes de que pase eso… Bueno, es verdad que hace años pusieron un texto de Valdano… Que los alumnos entiendan lo que quieran. ¡Con tal de que lean! Lo que hay que hacer es defender la Numancia de las letras, ¡y estamos tan pocos ahí dentro! Lo importante es que en Selectividad caiga un texto y no un videojuego.

El autobús del odio. El carnaval del odio. Unamuno hablaba de la «misología»: el odio a la razón. ¿El odio está en el ambiente o los medios estiran el chicle?

-El odio ha estado siempre en el ambiente. Supongo que en la Edad Media había más que ahora. El problema es que es más visible y hay un efecto contagio. Muchos de los trolls anónimos que te atacan en Twitter, o que atacan a los gays, o a la Iglesia, cara a cara con el atacado no serían capaces ni de balbucear una palabra. Es el odio cobarde del anónimo, al que no hay que darle mucha más importancia.

    Los medios a veces exponen una cierta pereza para entrar a fondo a los temas, y salen del paso con pantallazos de Twitter sobre lo que ha dicho este homófobo o este cristianófobo, y hacen más gorda la bola, hasta la semana siguiente, que se diluye el asunto. Así funciona la cosa. Hay una inquisición identitaria activa que va patrullando las redes buscando reos de machismo, reos de homofobia, reos de xenofobia… A veces los encuentran. Otras, se los inventan. Ese es el juego. La tolerancia nunca ha sido una virtud extendida, y menos en España.

¿Se puede ser romántico del periodismo sin suicidarse a los 27 años, como Larra?

Se puede ser romántico. El romanticismo del periodismo consiste en una cosa muy concreta: en ganar lo suficiente para vivir y comer bien sin venderte.

REBOBINANDO

Jorge Bustos representa bien lo que puede ser el periodismo, una profesión llena de adjetivos que pierde sustancia, a pesar de contar con materias primas de mucha calidad, empezando por el castellano. Es, quizás, el periodismo que no se enseña en las Facultades de ¿Ciencias? de la Información, el que no se deja llevar por el tsunami de oportunismo y sensacionalismo, el que no se desvirtúa a la vera del poder, el que se quita importancia para dársela a los ciudadanos, a la sana democracia y a la verdad.

Bustos es un ejemplo entre varios del periodismo enraizado en la cultura, en una antropología realista, en el conocimiento heredado sin inercia, en la experiencia de los sabios ajenos. Es un icono, entre muchos, de joven que encuentra acomodo en la profesión con el escudo de su esfuerzo, de su preparación, de sus cualidades, sin arrastrar su dignidad como buscona por rastrojo más allá de las horas regaladas a los medios por amor a la subsistencia…

Jorge es pilar antes que busto, alérgico a la autoreferencialidad del currante y del oficio, una lección aprendida a tiempo en un universo de vanidades de las que se tronchan los autores del Eclesiastés.

Bustos conoce y se conoce porque ha leído, y porque mantiene despiertos la inquietud, el oído, la razón, la pluma, el verbo, la cintura, su futuro, su presente y su pasado. Es una manera interesante de pasar por el gremio sin vulgarizarse.

Como obseso de la sintaxis, el filósogo tiene salva la estructura. Sujeto: uno más con libros y con talento metido hasta las trancas en el siglo XXI. Verbo: Aquilatar (Examinar y graduar los quilates del oro, las perlas o las piedras preciosas… de la vida, del periodismo, de la sociedad. Ponderando el punto medio). Predicado: amplio, sano y sin epítetos.

Si Bustos lee aquí una oda, le hará gracia, se verá en parte reflejado en el espejo, y sonreirá a los aduladores con una de orgullo y otra de sorna escéptica. Esto no es una égloga urbana. Esto es, simplemente, un ejercicio de contraste para que el periodismo, la sociedad, y los lectores dejen salir antes de entrar.

Fuente: http://www.difusion.com.es/noticia/7969/medios-digitales/se-habla-mucho-de-la-perdida-de-calidad-del-periodismo-y-poco-de-la-perdida-de-calidad-de-los-lectores.html

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