Por Gloria Cohen
Luego de un año en el que virtualmente se cerró la Argentina a partir del 20 de marzo debido a la pandemia del Covid-19… el 25 de noviembre murió Maradona.
Gloria Cohen
Corresponsal del Pollo Urbano en Argentina
En marzo, un día antes de iniciarse el otoño, el país entró en una cuarentena muy temprana y estricta: se cancelaron los vuelos internos, los servicios de autobuses y la circulación con automóviles entre y aún dentro de las propias ciudades; los servicios médicos no relacionados con el Covid-19; las clases presenciales en las escuelas; los velatorios; las fiestas y las reuniones familiares; se cerraron peluquerías y gimnasios; los restaurantes y bares estuvieron cerrados o funcionaron por largo tiempo mediante el retiro presencial de la comida o la entrega a domicilio, entre otras actividades que se vieron afectadas.
De más está decir que muchos tuvieron que cerrar sus negocios: no pudieron reponerse luego de varios meses de estricto cierre y elevadas cuentas que pagar.
El país entró en un largo letargo invernal ni bien comenzó el otoño.
El barbijo o tapabocas se convirtió en un elemento obligatorio para circular por espacios internos y también por las calles.
Poco a poco, las distintas jurisdicciones fueron flexibilizando actividades; aunque en algunos casos, algunas Provincias que realizaron aperturas tempranas luego tuvieron que volver atrás.
Mucha gente optó por extremar los cuidados y se mantuvo casi sin salir durante 7 meses.
Otros en cambio, sostienen que las medidas tomadas por el actual gobierno son extremas y se definen como “anticuarentena”, señalan que las muertes habituales por enfermedades respiratorias invernales igualan a las generadas por el Covid-19.
La “grieta” sigue en pie, aunque la grieta por el Covid-19 trasciende las fronteras pues son muchos los países que están extremando los cuidados.
Ya entrada la primavera, con temperaturas más benignas, casi la totalidad del país salió del “Aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO)” para pasar al “Distanciamiento social, preventivo y obligatorio (DISPO)”, siglas que hacen más inentendibles los procedimientos a seguir.
Lo cierto es que hay muchas más actividades permitidas.
Pero, por ejemplo, todavía no están claros los protocolos “para quienes se animen” a tomar vacaciones en el verano o para quienes quieran circular por el país.
Digo “para quienes se animen” pues los riesgos de exponerse al virus se suma a la incomodidad de tener que ir a la playa con barbijo, de medir las distancias estipuladas para cumplir con la normativa, pero peor aún por los exorbitantes precios que ya se anuncian para alquilar departamentos y casas en la Costa, sobrevaloradas luego de los meses de encierro y por tener que cumplir con exigencias relativas a higiene y limpieza.
Las quintas con piscina cercanas a las grandes ciudades tienen todavía mayor demanda y cotización, pues hay que recorrer una menor distancia para llegar a ellas y existe una menor incertidumbre que en el destino elegido soliciten testeos o hisopados negativos.
Los “anticuarentena” sostienen que el haber extremado las precauciones con tanta antelación no condujo a nada, pues la proporción de muertos en Argentina por millón de habitantes es muy elevada.
Los “defensores de la cuarentena” señalan que aquí no se saturó el sistema sanitario (salvo en casos de excepción en el interior del país, y los pacientes fueron derivados a otras localidades) y no hubo que elegir a quien se le daba un respirador y a quien no, cosa que al parecer ocurrió en otros países.
En medio de todo este escenario de confusión, debacle económica, alta inflación y distanciamiento social, murió el 25 de noviembre el astro del fútbol Diego Armando Maradona con 60 años de edad recién cumplidos el 30 de octubre.
Luego la conmoción inicial generada por la noticia, el Presidente Alberto Fernández convocó a un velatorio multitudinario en la Casa Rosada convocando casi a un millón de personas, miles de las cuales pasaron la noche en la calle esperando para entrar a primera hora al día siguiente para despedir al Diego.
Otras tantas fueron llegando en el curso del día pero, ante la negativa de la familia que el velatorio se prolongue más allá de las 4 de la tarde, la situación se desmadró: muchos entraron a la Casa Rosada agolpándose para intentar darle un último adiós al cajón cerrado, la familia tuvo que retirar el féretro en forma precipitada, se esparció gas pimienta dentro de la Casa Rosada y se envió a fuerzas policiales a la Avenida 9 de Julio para evitar que la gente siga llegando.
Finalmente, el cortejo fúnebre pudo abrirse paso por la autopista, donde montones de personas se congregaron a su paso y quedó como anécdota una confusión al bajar de la autopista antes de llegar al cementerio de Bella Vista; una de tantas situaciones con las que se podría haber filmado una película.
Salvo que en las películas que estábamos acostumbrados a ver no estaban en pandemia: no había DISPO, ni ASPO, ni distancia mínima entre personas, ni uso de barbijos…
Los “anticuarentena” encontraron todos argumentos para cargar contra el gobierno por todos los meses de restricciones, de falta de clases, de quienes no pudieron velar a sus muertos.
Los que se sintieron protegidos durante todos estos meses, se asombraron y alarmaron al ver por televisión las imágenes de la muchedumbre agolpada frente a la Casa Rosada sin el debido distanciamiento social.
Los detalles sobre la muerte de Maradona, sobre su herencia, sobre sus hijos – tanto los reconocidos como los todavía no reconocidos-, las repercusiones en otros lugares del mundo -como en Nápoles-, ocuparán eternas horas en los noticieros argentinos y mundiales, como ha sido durante todo este año con la pandemia del Covid-19.
Una nueva polémica se abrió con el tibio y casi inexistente homenaje a Maradona por parte de “Los Pumas”, la selección argentina de Rugby, ahora acusados de clasistas y discriminadores.
También se imputó al médico personal de Maradona por homicidio culposo debido a la falta de cuidados que tuvo el astro de futbol después de haber sido operado de un hematoma subdural.
Seguirán apareciendo nuevas hipótesis, conjeturas y derivaciones por la muerte de Diego.
La temprana muerte de un ídolo tan controvertido como carismático nos lleva a reflexionar sobre la finitud y la levedad de la vida: hoy estamos y mañana, no sabemos.
Así como lo fue en la larga cuarentena que vivimos: tantas actividades que durante mucho tiempo postergamos y que no pudimos realizar por estar prohibidas o restringidas.
Con los sentimientos a flor de piel: dolor, indignación, hambre, pobreza, aislamiento, soledad, impotencia, por mencionar algunos de los sentimientos y sensaciones que se perciben,
… como en el resto del mundo no sabemos qué pasará mañana y menos en la Argentina… ahora que DIOS eligió ya no ser más argentino y que el D10S ha muerto.